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«Yo veo, les dijo, que no pensais en las providen»cias segun la necesidad lo pide: el rey empeñado en combatir sus enemigos en Italia ha espuesto cada »dia su persona á los mayores peligros, y no será justo que en el interior yo esté con quietud viendo pa>>decer sus vasallos y peligrar la España. Y asi tened >>entendido que desde esta tarde saldré yo á campa»ña, é iré á esponer mi persona por mantener al rey »lo que es suyo, y librar á sus vasallos de las hostili»dades de los ingleses; pues cuando el rey acabe allá, »y yo perezca acá por tan justa causa, habremos »cumplido lo que ha estado de nuestra parte; y asi »mis joyas, oro, plata y cuanto tengo, ha de salir con>migo hoy de esta córte, para ir á la oposicion de los »enemigos.» Y diciendo esto, dejó derramar algunas lágrimas (").

La decision y la elocuencia de la jóven reina sacan de su apatía á sus indolentes ministros: el cardenal Portocarrero se ofrece á mantener seis escuadrones de tropas ligeras; el obispo de Córdoba un regimiento de infantería; el arzobispo de Sevilla todos los frutos y rentas de su arzobispado; nobleza, clero, pueblo, todos se prestan á tomar las armas, todos le ofrecen sus vidas y haciendas, y hasta el almirante de Castilla, conde de Melgar, el autor de aquella empresa estrangera contra su patria, para alejar la sos

(4) Macanaz, Memorias MM. SS. cap. 9.

TOMO XVIII.

pecha que de él se tenia y disimular su complicidad, ofrece sus servicios á su soberana. Toda la Andalucía alta y baja se puso en armas, pretendiendo cada cual ser el primero en sacrificarse por su patria y por sus reyes.

Por fortuna, divididos y desacordes entre sí los gefes de la expedicion, despues de enojosos debates sobre el modo de verificar el desembarco y el ataque, y de las dilaciones que esto produjo, limitáronse á amagar los fuertes de Santa Catalina y Matagorda, á saquear los pueblos de Rota y Puerto de Santa María, donde los habitantes de Cádiz habian trasportado sus objetos mas preciosos, no perdonando templo ni lugar sagrado en que no se cebára su codicia, ni pudiendo evitar las vírgenes consagradas al Señor la brutalidad lasciva y desenfrenada del soldado. Y acobardados ante la actitud imponente que ya presentaba el pais, volvieron á embarcarse, dejando muchos prisioneros y muertos, libre la provincia, y llena de inmortal gloria la reina. Y el príncipe de Darmstad, que habia dicho con arrogancia: «Habia ofrecido ir á Madrid pasando por Cataluña: ahora veo que será preciso ir á Cataluña pasando por Madrid,» renunció á venir á la córte, contentándose con llevar algunos millones á que ascendió el fruto del pillage y del saquéo. Con esto sufrió un notable cambio el espíritu público de España, indignando tan infame conducta de los aliados á los mismos que antes parecia es

tar mas dispuestos á declararse por la causa del Austria (1)

Mas á este tiempo habia llegado al puerto de Vigo (huyendo de encontrarse en Cádiz con la armada enemiga), la flota que venia de Indias con dinero á cargo del general don Manuel de Velasco, y escoltada por una escuadra francesa que mandaba Mr. de Chateaurenaud. Como el arribo à aquel puerto era una cosa impensada y fuera de costumbre, y no se encontrára alli ministro que reconociera las mercancías para el pago de derechos, sin cuyo requisito no podia hacerse el desembarco, segun las leyes, sucedió, que en tanto que se dió aviso á la córte, que aqui se discutió largamente sobre la persona que habia de enviarse, que se determinó enviar á don Juan de Larrea, que este consejero dispuso despacio su viage, y empleó en él largo tiempo, y que despues de llegar se entretuvo en discurrir sobre el ajuste de lo que venia en la flota; dióse lugar á que la armada angloholandesa de Cádiz, que tuvo noticia de todo, se dirigiese y arribase á las aguas de Vigo antes de efectuarse el desembarco. Y embistiendo la flota española, y rompiendo la cadena que defendia la boca del puerto, y sufriendo el fuego que se les hacia desde los baluartes de la ciudad, apresaron trece navíos es

(4) Solo el gobernador de Rota se pronunció por los austriacos, pero habiendo caido en manos de sus compatriotas, le hicieron ex

piar con la vida su deslealtad.San Felipe, Coment. tom. I.-Belando, P. I. c. 22.

pañoles y franceses, entre ellos siete de guerra, echaron á pique otros, incendióse uno de tres puentes inglés, perdióse una inmensa riqueza en oro, plata y mercancías, perecieron dos mil españoles y franceses, y ochocientos ingleses y holandeses, y sucedieron otros desastres lastimosos (octubre, 1702).

Recibióse la noticia de esta catástrofe en Madrid el dia y á la hora que se habia señalado para que la reina saliera en público á dar gracias á la Vírgen de Atocha por los triunfos del rey y á colocar en aquel templo las banderas cogidas á los enemigos en Italia. Aquella prudente señora lloró amargamente tan fatal nueva, mas no queriendo afligir y desalentar á su pueblo, revistióse de firmeza, y llevando adelante su salida, presentóse con tan sereno rostro que dejó á todos maravillados de su prudencia y su valor, y la ceremonia se ejecutó como si nada hubiera sucedido. Túvose por conveniente no formar proceso á los culpables de la calamidad de Vigo, que hubieran sido muchos, sin esceptuar los ministros, y todavía pudo sacarse no despreciable cantidad de oro y plata de los buques que se habian ido á fondo ).

Aunque al almirante de Castilla le alcanzaba tanta responsabilidad por la desgracia de Vigo, como consecuencia de la espedicion contra Andalucía, sin duda solo se tenian de él sospechas, cuando el car

(1) Macanaz, Memorias manuscritas, cap. 9.-San Felipe,

Comentarios, A. 1702.-Belando,
Historia civil, P. I., c. 23.

siendo

denal Portocarrero para alejarle de la córte y tan contrario suyo no se atrevió á hacerlo sino bajo un pretesto honroso, nombrándole embajador cerca de la corte de Versalles, donde no podia hacer daño, y cuyo nombramiento aprobó el soberano francés. Vaciló algun tiempo el orgulloso magnate en aceptar aquel cargo, recelando que fuese una emboscada política, y temiendo hasta verse preso en llegando allá. Pero después, discurriendo que aquello mismo podia facilitarle burlar mejor á sus contrarios, admitió la embajada, y tomando públicamente sus disposiciones para emprender el viage, y sin revelar su oculto pensamiento sino al embajador de Portugal don Diego de Mendoza su amigo, despidióse de la reina y de la córte, y partió camino de Francia. Mas á las pocas jornadas, figurando haber recibido nuevas instrucciones de la reina para pasar antes á Portugal, varió de rumbo y encaminándose á aquel reino penetró en él y se dirigió á Lisboa, donde ya desembozadamente esplicó las razones de aquel proceder, y aun publicó un manifiesto, que era una verdadera invectiva contra el gobierno de Madrid, bien que protestando todavía fidelidad á su rey. Sin embargo, el embajador de España en Portugal le proclamó rebelde, y de serlo dió hartas pruebas en adelante siendo uno de los mas efi-caces partidarios y auxiliares del archiduque de Austria. Formósele proceso, y le fueron confiscados los bienes.

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