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Libertad de do el rumbo del gobierno, fue mandar la libertad

los presos.

de los presos por opiniones políticas: ya la muchedumbre habia destrozado las férreas puertas de la inquisicion y allanado los calabozos, como hemos insinuado, inflamándose los ánimos con la narracion de los tormentos que habian sufrido aquellos mártires de la patria. ¡Estraño modo de precaver los sucesos! El general Ballesteros, que tanto habia contribuido con sus consejos al acuerdo de Fernando, siguió con el encargo de formar el ejército del centro en la provincia de Madrid, para que reuniendo las diseminadas tropas, prestase en un caso robusto apoyo al trono, asaltado de temores.

Un pueblo ardiente de entusiasmo, y con la imaginacion acalorada por la memoria de la tiranía de seis años, esperó en vano otras medidas que le garantizasen la conducta futura de un principe que voluntariamente habia proscrito y condenado al suplicio á los amantes de la monarquía moderada. E impaciente y desconfiado, como lo Marzo de 1820. es siempre, lanzóse el 9 á las calles, y agrupóse en la puerta del real palacio, prorumpiendo en gritos de cólera y de amenaza. La guardia que custodiaba el alcázar permaneció tranquila sin oponer Escenas del resistencia: y creciendo el atrevimiento de la gen9 de Marzo en te con aquel nuevo estímulo, derramose por los

palacio.

patios de la regia morada, ganando algunos la escalera con ánimo de penetrar en las habitaciones del rey. Abandonado éste por los cortesanos que pocos dias antes tan valerosos se pregonaban, soplando en su alma la llama de la venganza, se atribuló у mandó bajar varias personas de influencia, que lograron contener á los que subian. Habian los grupos nombrado seis comisionados para que presentasen en su nombre las peticiones. Llamábanse don José Quintanilla, don Rafael Piqueras, don Lorenzo Moreno, don Miguel Irazoqui,

don Juan Nepomuceno Gonzalez y don Isidro Perez: todos amigos fogosos de la libertad, todos espoleados por el deseo de la pública ventura, sin la hiel de la esperiencia ni el tósigo de los desengaños.

Accediendo Fernando á la primera de las peticiones, mandó al marques de las Hormazas, alcalde de 1814, y al de Miraflores, que habia desempeñado igual destino en 1813, se dirigiesen á las casas consistoriales y restableciesen el ayuntamiento constitucional del año catorce. El bullicio era sumo, y el desorden crecia con el número y la efervescencia. Los peticionarios rechazaron al marques de las Hormazas, no solo por ser cercano pariente del tirano Elío, sino tambien porque profesaba las doctrinas mas exageradas del realismo; y antecogiendo á Miraflores, dirigiéronse todos juntos y en tropel á las casas consistoriales. Llegado alli el inmenso gentío, dió cuenta el marques en alta voz de la comision que le habia confiado S. M.; y aclamados alcaldes por el concurso don Pedro Saenz de Baranda y don Rodrigo Aranda, y convocados por los porteros los regidores, quedó instalado el ayuntamiento.

Tras esto regresó el marques de Miraflores á palacio á prevenir á Fernando que el ayuntamiento en cuerpo y los comisionados del pueblo iban á presentarse para recibir su juramento á la Constitucion gaditana. Tan tímido y cobarde delante del peligro, cuanto déspota é inflexible habia sido durante su omnipotencia, plegóse despues de un breve amago de cólera al deseo de los liberales: recibió al ayuntamiento y á los comisionados en el salon de embajadores, y juró debajo del trono con fin. gidas muestras de regocijo el código proclamado.

Junta gubernativa provisio

Nombró igualmente el rey, á instancia de los presentes, una junta provisional consultiva, com- nal.

puesta del cardenal de Borbon, arzobispo de Toledo y primo suyo, presidente; de don Francisco Ballesteros, vicepresidente; y de los vocales don Manuel Abad y Queipo, obispo de Mechoacan, don Manuel Lardizabal, don Mateo Valdemoros, don Vicente Sancho, conde de Taboada, don Francisco Crespo de Tejada, don Bernardo Tarrius y don Ignacio Pezuela. Era su destino ser consultada en cuantas medidas dictase el trono; y la ilustracion de sus individuos, la gerarquía de algunos y el temple suave de todos, eran otras tantas garantías de que no faltarian á la confianza en ellos depositada. En el mismo dia 9 vió la luz otro decreto Muerte de la suprimiendo para siempre el odioso tribunal de la inquisicion. inquisicion, resucitado despues de la vuelta del príncipe para eterno baldon y oprobio de los consejeros de la corona; y autorizóse la instalacion de los ayuntamientos constitucionales en todas las provincias.

Disolucion de la camarilla.

Manifiesto del rey.

La camarrilla, blanco del odio nacional, no podia sostenerse, caido el despotismo que la habia servido de áncora; y sus individuos comenzaron á desaparecer sucesivamente de la escena. Ya habia sido reemplazado por la Corte de San Petersburgo el embajador Tattischeff algunos meses antes; y ahora sucedió en el cargo de capitan de guardias al duque de Alagon el marques de Valparaiso. Matafiorida salió del ministerio, que todavía tardó en constituirse definitivamente; y el palacio del rey, envenenado con el aire pestilente de la lisonja y de la mentira, respiró breves instantes un ambiente puro, que tornaron á atosigar las pasiones dominantes en Fernando y en sus enemigos.

El manifiesto real dado á luz el 10 era como la efusion de los sentimientos de un nonarca que ansiando reconciliarse con el pueblo, se sinceraba de los errores pasados y enarbolaba la bandera de

la union: al menos tal debió ser el juicio formado
por los españoles, que ni leían el interior del rey,
ni penetraban las dificultades de sostener un edifi-
cio sin aplomo y sin cimientos. Fernando decia
"que no ignoraba la urgencia de amoldar á las
necesidades nuevas,
creadas por
el aumento de
luces, las instituciones políticas, á fin de obtener
aquella conveniente armonía entre los hombres y
las leyes en que estriban la estabilidad y el reposo
de las sociedades. Y que mientras meditaba las va-
riaciones del régimen fundamental, que parecian
inas adaptables al carácter nacional y al estado
presente de la monarquía, se habia el pueblo pro-
nunciado por la Constitucion de Cádiz, y cual
tierno padre habia condescendido con lo que sus
hijos reputaban conducente á su felicidad."

Españoles, continuaba Fernando, vuestra gloria es la única que mi corazon ambiciona: mi alma no apetece sino veros en torno de mi trono unidos, pacíficos y dichosos. Confiad pues en vuestro rey: evitad la exaltacion de las pasiones, que suele transformar en enemigos á los que solo deben ser hermanos. Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional." (*) El tiempo (Ap. lib. 9. núm. 1.) ha convertido en proverbio la última frase para significar el dolo y el perjurio. En el propio dia las tropas que guarnecian á Madrid, tendidas por el Prado, juraron la Constitucion de 1812, y despues desfilaron por delante de palacio, en presencia de la familia real, asomada á los balcones.

La fiesta popular del restablecimiento de la libertad celebróse el 12, colocando una hermosa lápida en la Plaza Mayor de la villa y corte, y tirando á la muchedumbre ejemplares impresos del manifiesto del rey. Las músicas, los himnos patrióticos, la iluminacion y el repique general de campanas, unidos á la algazara y bullicio de la

Fiestas.

1820.

plebe, contribuyeron á solemnizar la pompa de un acto que se miraba entonces como la base mas firme de la dicha futura de los españoles. A los antiguos Consejos, otra vez abolidos, reemplazaron los que determinaban las leyes vigentes; y quitando las carcomidas ruedas de la máquina política, empujaron su movimiento por el camino trazado por las Cortes de la isla, cuando aun no lo habian enrojecido con su sangre Porlier y Lacy, ni ardia la hoguera de encontradas pasiones. El infante don Carlos dirigió el 14 la siguiente proclama á las tropas nacionales.—"Soldados: al prestar en vuestras banderas este juramento á la Constitucion de la monarquia, habeis contraido obligaciones inmensas: carrera esclarecida de gloria se os está preparando. Amar y defender la patria, sostener el solio y la persona del rey, y enlazaros con el pueblo para consolidar el sistema constitucional, estas son vuestras obligaciones sagradas, y esto es cuanto el rey espera de vosotros, y lo mismo cuyo ejemplo os prometo de mi parte. Vuestro compañero-Carlos." Acababa en aquel punto de prestar juramento á la Constitucion en manos del monarca, juntamente con el infante don Francisco y el cardenal presidente de la junta. Pasma ver con el tiempo en tan religiosa persona tanto olvido de la fé jurada voluntariamente, puesto que abiertas estaban las puertas de España para los que no quisieran manchar su conciencia con un perjurio. Tambien se mandó proclamar la Constitucion en todo el reino á semejanza de la Corte.

Entre tanto, volando los correos á las provincias habian derramado en ellas la noticia de la mudanza política verificada en 7 de Marzo en la capital de la monarquía española. El 10 se supo en Valencia, donde el tirano feroz que la dominaba

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