Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Otro consejo

Llegados el 15 á Segorbe los dos augustos hermanos, juntáronse con su tio don Antonio de vuelta de Valencia, donde habia entrado el 7 en coinpañía de don Pedro Macanáz, con el objeto de sondear el ánimo de varios personages, influyendo en sus planes, como despues diremos. Tambien procedentes de Madrid encontráronse con los príncipes, en cuya busca venian, el duque del Infantado y don Pedro Gomez Labrador, que unidos á los anteriores, á don José Palafox y á los duques de Frias, Osuna y San Carlos, celebraron aquella misma noche otro consejo como el pasado de Daroca. No asistió á la junta don Juan Es- en Segorbe. coiquiz, que habia querido preceder á los reales viajeros adelantándose á Valencia á dar la última mano á la obra preparada, y competir en sus oficios con los que en la corte prestaba el conde de Montijo. Ya largo rato que se agitaba la cuestion, cuando de improviso se presentó en el retrete el infante don Carlos como ansioso de tomar parte en negocio de tanta monta. Unido el infante á Fernando desde los primeros años de su juventud cuando las disensiones domésticas dividian el palacio, participe de su aborrecimiento á Godoy, y compañero de desgracia en Valencey, gozaba don Carlos suma influencia en el ánimo de su hermano, y reinaba entre ambos un cariño entrañable. El duque de Frias y Palafox repitieron los argumentos que en Daroca habian espuesto; y arrimóse al parecer contrario el de Osuna con palabras mas significativas, arrastrado por la seductora elocuencia de una dama de quien andaba enamorado, y á la que habian fascinado con sus artes y lisonjas gentes de hábito talar. Tocando entonces el turno al duque del Infantado, dijo: "Aqui no hay mas que tres caminos: jurar, no jurar, y jurar con restricciones. En cuanto á no jurar, participo

y

mucho de los temores del duque de Frias..." prosiguió hablando en términos oscuros, pero de los cuales, podia colegirse que opinaba debia el monarca prestar un juramento condicional. Negóse don Pedro Macanáz á espresar su voto, alegando que lo habia manifestado ya al rey y al infante, y sin dejar escapar una frase que descubriese en qué sentido lo habia verificado. Con el mismo misterio se produjo ahora San Carlos; y llegando su vez á don Pedro Gomez Labrador, olvidó en los arranques de su frenética arenga el comedimiento debido á tan ilustres personas, pronunciando mal escogidas voces y en tono inculto; y acabó declarando "que de ningun modo debia el rey jurar la Constitucion, siendo necesario meter en un puño á los liberales." Separáronse los consejeros sin acordar en la apariencia cosa alguna, pero con la firme resolucion, por parte de los que manejaban el eje de aquella complicada máquina, de echarla á rodar por los viejos carriles de la tiranía.

Mandaba el segundo ejército y la capitanía general de Valencia don Francisco Javier Elio, Causas del á quien habia malquistado con las Cortes y la liodio de Elío á bertad de la prensa lo que en ellas y en los dia

la libertad.

rios se dijo con motivo de su espedicion al rio de la Plata, y del segundo combate de Castalla. Descontento desde entonces y dispuesto á contribuir á la ruina del código de Cádiz y á vengar de este modo los que llamaba agravios, escuchó con alegría las primeras muestras que de su desapego á las nuevas leyes dió el monarca al pisar el suelo patrio. Pero viendo el rumbo que seguian las autoridades de Cataluña, y principalmente el general Copons, no creyó tan cercano el dia del triunfo, y confió á su auditor don Martin de GaztaSu auditor faga el cuidado de redactar la arenga con que Gaztañaga. habia de felicitar al rey en su recibimiento. Al

ma de sus secretos don Martin, y despositario de su confianza, escribió el discurso en sentido constitucional, pues aunque enemigo de ciertas ideas habia dado á la estampa varios escritos en favor de las reformas. Tal era el estado del negocio, cuando á la fama de la libertad del rey agolpáronse de tropel y por la posta á aquella ciudad personages de alto rango y de distintos colores.

Valencia.

La regencia envió á recibir á Fernando á su presidente el cardenal don Luis de Borbon, arzo- El cardenal bispo de Toledo, acompañado del ministro inte- de Borbon en rino de Estado don José Luyando, y de algunos oficiales de la secretaría. El cardenal, hombre de escaso talento, menos sagacidad y ningun tacto diplomático, como de su carta á Napoleon en 1808 puede colegirse, era mas á propósito para atraer el nublado que para desvanecerle en tiempos tan turbios; y la torpeza del ministro escedia la suya. Corrieron tambien á la embocadura del Guadalviar los ex-regentes don Juan Perez Villamil, fecundo en intrigas, y don Miguel de Lardizabal, que tanto encono habia mostrado contra la asamblea nacional. Pisó igualmente el suelo edetano, como en su lugar dijimos, el infante don Antonio, Intrigas del que constituyéndose centro de los realistas, descu- infante dou brió sin embozo la repugnancia de su sobrino á someterse al juramento prescrito, y concitó á sus amigos á trabajar en favor del antiguo orden de cosas. En su tertulia, tan famosa despues porque en ella se fraguaban los rayos de las proscripciones, sobresalió don Justo Pastor Perez, empleado en rentas, que á la sombra del favor desencadenóse contra los liberales en un papel que imprimia bajo el título de Lucindo ó Fernandino. Un incidente casual al decir de unos, y muy estudiado segun otros, comenzó á descubrir la tendencia

Antonio,

[blocks in formation]

de Elío á un cambio de gobierno. Llegado el infante á la ciudad, y habiendo pasado el general á cumplimentarle, pidióle el santo en presencia del cardenal de Borbon, que, como presidente de la regencia, representaba el poder ejecutivo. Indignado el arzobispo reprendió con destemplado tono á Elío afeando su ignorancia; y aun tuvo don Antonio que interponer sus ruegos para amansar al presidente del gobierno de Madrid, el cual salió de su paso acostumbrado por uno de aquellos sacudimientos de la naturaleza, raros en varones de su temple. Reportóse el orgulloso general, reprimiendo bajo una falsa sonrisa la cólera que á llamaradas asomaba al rostro, y reservó para tiempo mas propicio su venganza. Sin embargo, todos estos motivos no hubieran bastado para decidir á don Francisco Javier Elío á echar el guante y pronunciarse el primero contra las Cortes, si á las miserias propias no se hubieran acumulado causas estrañas.

El marques de Wellesley, hermano de lord Wellington y embajador de Inglaterra cerca del gobierno de España, habia llegado á Valencia á cumplimentar á Fernando; y aprovechándose de la discordia que reinaba tentó por medio de agentes subalternos y bajo cuerda la codicia de algunos. Ganado el auditor Gaztañaga por un amigo suyo acabó de decidir á Elío, y redactada en sentido contrario la arenga dispuesta, todo quedó aplazado y convenido con don Juan Escoiquiz, portador de mayores seguridades para los conjurados. Gaztañaga, á mas de la suma que ahora recibió, fue premiado despues con el nombramiento de alcalde de Casa y Corte.

No discutiremos la parte mas ó menos directa de los ingleses en el asunto, ni nos parece probable que pensasen entonces en que la mudanza ra

yaria tan alta, que llevaria tras sí las persecuciones y la servidumbre. Pero el gobierno británico queria que no volviese á anudarse el eslabon roto de nuestras colonias americanas, y recordaria quizás aquel cálculo político de Esparta, que Herodoto refiere asi: "Cuando los lacedemonios se vieron dueños y conocieron que las fuerzas de Atenas tomaban nuevo incremento, y que de modo alguno estaban dispuestas á obedecerlos, reflexionaron que si este pueblo era libre, pesaria en la balanza tanto como ellos, y que permaneciendo en la esclavitud caeria en la debilidad y podrian manejarle." (*) No obstante lord Liverpool declaró en 1823 en la cámara de los lores que el embajador británico Wellesley habia aconsejado á Fernando que jurase la Constitucion con modifica ciones, y que el monarca se negó en el concepto de que era contraria á la opinion del pueblo español, Ötros han atribuido á los ingleses el haber conseguido entonces del monarca que no se impusiese la pena de muerte por delitos políticos anteriores á su vuelta, y han tomado por fundamento de su aserto el perdon concedido mas adelante al pie mismo de la horca á Pablo Rodriguez, apodado el Cojo de Málaga, á ruegos del embajador de la Gran Bretaña. Mas de una vez en el curso de esta historia encontraremos á los britanos hablando en público á favor de la libertad de España, y obstruyendo en secreto las vias de alcanzar su reinado.

Preparado asi el terreno, emprendió S. M. el camino de Segorbe á Valencia, y habiendo salilido al encuentro el general Elío, pronunció un discurso en que á los mas subidos encomios de Fernando iban mezcladas las quejas mas amargas de los ejércitos españoles contra las Cortes. Tras esto, simulando un entusiasmo inocente, é inspira

(* Ap. lib. 7.

núm. 4.)

Discurso de Elio al rey.

« AnteriorContinuar »