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Elecciones.

estrépito aterrador. Al oir el estruendo de las puertas con tanto atropellamiento cerradas, los barrios apartados pensaban que eran descargas de fusilería ó cañonazos, y las mugeres lloraban, y todo era confusion, espanto y algazara. Algunos mal intencionados solian entonces dirigirse á los mercados públicos, y propalando siniestras noticias, ó tal vez simulando que huían, sembraban el miedo entre las sencillas lugareñas, que echando á correr para salvar una vida que creían en peligro, dejaban abandonadas sus gallinas, frutas y demas objetos de venta. Entonces recogiendo los despojos del campo de batalla los tahures, retirábanse cargados de provisiones á saciar el hambre que los devoraba. Tal es el cuadro verdadero de aquellas demasías, que aunque parezcan despreciables influían en el sistema nervioso de muchas señoras, á quienes los sustos y el contínuo terror ocasionaron peligrosas enfermedades.

En medio de tantos desórdenes y del dominio de las doctrinas exageradas, resultado forzoso de las circunstancias, verificábanse las elecciones de diputados para las legislaturas de 1822 y 1823. No tenia aun España las costumbres parlamentarias que origina el largo reinado de la libertad: en tiempos serenos hubieran muchos mirado con indiferencia el derecho de eleccion, el mas precioso de todos, y en el que estriba y se apoya la máquina entera del gobierno representativo. En los dias turbulentos que habian amanecido para España, un pueblo inerte, y que jamas conoce su poder, huía de la urna electoral porque tal vez la rodeaba un grupo de jóvenes, á quienes tan facil hubiera sido alejar si el pueblo se hubiera mostrado compacto como debia. Y los mismos que por una cobardía criminal entonces y despues hurtaban el cuerpo á peligros muchas veces exagera

dos, murmuraban al rededor de la chimenea y se lamentaban de los males públicos, que con su apatía y falta de arrojo ellos mismos ocasionaban. Hombres de eterno hablar, siempre con la queja en los labios, el miedo en el pecho y la imagen del riesgo en la imaginacion, jamas salen á plaza á defender como es justo las leyes, aunque las vean holladas, y quieren desde el silencio de su asilo que se oiga una voz que no levantan, y que debiera ahogar siempre á la gritería de los motines. Mas lo cierto es que las opiniones y los intereses de un pais nunca quedarán representados en una asamblea legislativa, mientras la menor sombra de coaccion ahuyente á un solo ciudadano, sea cual fuere su matiz político, de la sala electoral, ó no concurran todos espontáneamente y con la conciencia libre á este acto sublime y que testifica su dignidad.

No contentos los gaditanos con representar contra el ministerio, llevaron el asunto al estremo de negar la obediencia á sus decretos, rasgando de este modo el libro de la Constitucion misma que suponian defender. Moreno Guerra atizaba alli el fuego de la rebelion, porque en su delirio calificaba de servilismo la firmeza del gobierno, y parecíale que para regenerar la patria era preciso inundarla en sangre y espurgarla del bando realista, tan numeroso entonces en España. Descendamos ahora á la causa de la desobediencia de Cádiz. Cuando los secretarios del despacho supieron que en aquella plaza la autoridad militar habia autorizado con su presencia la procesion del retrato de Riego con menosprecio de las órdenes circuladas, destituyó del mando á don Manuel Francisco de Jáuregui, y nombró en su lugar al general Venegas, marques de la Reunion. Apenas hirió los oidos de los gaditanos el

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Cádiz.

1821.

Rebelion de nombramiento de Venegas, amotináronse el 29 de Octubre, y nombrando una junta compuesta de autoridades, resolvieron representar al rey contra el ministerio, y manifestar que no admitirian en su recinto al nuevo comandante. El marques, sabedor de la resistencia que intentaban oponerle, presentó su renuncia, y el ministro entregó el baston de Cádiz al baron de Andilla, militar ilustrado, de índole suave, y que habia contraido grandes compromisos por la causa de la libertad. Pero ya roto el freno á la licencia de la plebe gaditana, volvió esta á arremolinarse, y á propuesta de la milicia, la junta, compuesta del comandandante general, de la diputacion de provincia, del ayuntamiento y del consulado, resolvió no obedecer en adelante orden alguna firmada por los actuales ministros. Jáuregui, unido siempre á los sediciosos con desdoro de su autoridad, espidió una circular ordenando que ninguno prestase obediencia al baron de Andilla, y que fuese detenido donde se hallase. Andilla habia salido en posta de Madrid, y en la Cartuja de Jerez, mientras mudaban los caballos, se le presentaron varios oficiales en nombre del comandante del batallon de España don Pedro Fonfreda, y despues de haberle enseñado la circular de Jáuregui, le declararon que Fonfreda estaba determinado á no permitirle pasar adelante. En vano el baron invocó las leyes y procuró convencer á los comisionados: violentado por estos tuvo que retirarse á Utrera.

1821.

De Sevilla.

Jáuregui notició á Sevilla los sucesos del 29 de Octubre para que detuviesen al marques de la Reunion, si pasaba por aquella ciudad. Divulgáronse al momento los sucesos de Cádiz en el café del Turco, foro de los jóvenes mas fogosos, y fragua al mismo tiempo de las conspiraciones contra la paz y el orden público. Instalóse tambien

una junta, en la que figuraban entre las autoridades el vicario general, un religioso y varios individuos que se titulaban comisionados del pueblo, y acordaron no admitir al ex-ministro don Tomas Moreno Daoiz y á don Joaquin de Albistu, que venian en reemplazo de don Manuel de Velasco y de don Ramon Luis de Escobedo, comandante general el primero y gefe político el segundo. Llegados ambos á Écija, donde estaba Escobedo, negóse éste á poner en sus manos las riendas del gobierno, y promoviendo una asonada obligóles á huir á la Carlota para salvarse de las garras del populacho ignorante y fascinado.

Las Cortes estraordinarias, dedicándose con afan á las tareas prescritas por el monarca, llenábanse de gloria plantificando la division política y militar del territorio con fruto y sabiduría. La milicia nacional activa, los aranceles y aduanas, la prohibicion de la moneda francesa, el contrabando, el resguardo marítimo y la organizacion de la armada naval arrancábanles medidas dignas de elogio, y en su discusion brillaban y se desenvolvian las luces de la asamblea. Pero lo que principalmente reclamaba la admiracion de todos era el código penal, monumento grandioso que inmortalizó sus trabajos y los coronó de lauro, no obstante la intolerancia con que en uno de sus artículos se castigaba con la pena de muerte al que aspirase á introducir en el Estado otra religion que no fuese la católica. Tan graves negocios embebian la atencion del congreso, cuando en la sesion de 26 de Noviembre presentáronse todos los ministros reunidos, y entregaron solemnemente al presidente un mensage del rey sobre los tristes sucesos de Cádiz. Decia asi:

Trabajos de las Cortes estraordinarias

"Con la mayor amargura de mi corazon he sabido las últimas ocurrencias de Cádiz, donde so rey.

1821.

Mensage del

Respuesta del congreso.

pretesto de amor á la Constitucion se ha holla-
do esta, desconociéndose las facultades que la mis-
ma me concede. He mandado á mis secretarios
del despacho que presenten á las Cortes la noticia
de tan desagradable acontecimiento, en la íntima
confianza de que penetradas de él, cooperarán
enérgicamente con mi gobierno á que se conserven
ilesas, asi como las libertades públicas, las pre-
rogativas de la corona, que son una de sus ga-
rantías. Mis deseos son los mismos que los de las
Cortes, á saber, la observancia y consolidacion
del sistema constitucional; pero las Cortes cono-
cen que tan opuestas son á él las infracciones que
pudieran cometer los ministros contra los derechos
de la nacion, como las demasías de los que aten-
tan contra los que la Constitucion asegura
al tro-
10. Yo espero que en esta solemne ocasion las
Cortes darán á nuestra patria y á la Europa un
nuevo testimonio de la cordura que constantemen-
te las ha distinguido, y que aprovecharán la opor-
tunidad que se les presenta para contribuir á con-
solidar del modo mas estable la Constitucion de la
monarquía, cuyas ventajas no pueden esperimen-
tarse, y aun estarian espuestas á perderse, si no se
contienen al nacer los males que empezamos á sen-
tir. San Lorenzo 25 de Noviembre de 1821.-
Fernando."

Despues de una ruidosa controversia en que Romero Alpuente reprodujo sus máximas de siempre, y el conde de Toreno defendió los principios opuestos, el congreso aprobó en la sesion misma la siguiente respuesta.

"Señor: las Cortes estraordinarias al paso que han recibido con el mayor aprecio la nueva prueba de confianza que V. M. se ha dignado darles en su mensage de 25 del presente, han visto con sumo pesar el motivo que lo produce. No se equi

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