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favor del orden y otros de la licencia. Hija de esta discordia deberá sér la guerra civil encendida ya en tantos puntos, y acrecentada cada dia con las persecuciones injustas, con el trágala y los in

sultos.

La fuerza armada, apoyando á la autoridad, estorbaba á las sociedades secretas la marcha progresiva de sus conspiraciones, y alejarla equivalia á allanar el camino del triunfo. El 7 de Enero pues promovieron los anarquistas de Valencia un motin, y encaminándose al edificio del ayuntamiento, donde se hallaba el gefe político, subieron atropellándolo todo, denostaron á Plasencia y pidieron la pronta salida de los artilleros para otro punto del reino. La fuerza armada dispersó á los insultadores, tan ágiles de pies como largos de lengua; y como las leyes vigentes no autorizaban el arresto sino en muy marcados casos, y por consiguiente los delitos quedaban impunes, al dia siguiente mofáronse de los soldados de los diferentes cuerpos que celebraban su union paseando por las calles asidos del brazo. Amaneció el dia 9, y queriendo obligar á la autoridad á la proyectada salida, los milicianos mas fogosos del segundo batallon, que se componia de gente turbulenta, se posesionó del mercado y dijo que no soltaria las armas hasta ver realizados sus deseos. Almodovar y Plasencia, al frente del regimiento de Zamora y de cuatro piezas de artillería, se dirigieron á la plaza, y los sublevados tirando las armas se rindieron y fueron conducidos á la carcel. De este modo era vencida la licencia en los ángulos mas remotos de la monarquía; y el gobierno representativo se hubiera arraigado con la reforina de la Constitucion, si las pasiones dominantes del rey por una parte y su debilidad por otra no hubiesen cerrado la puerta á la esperanza.

1822.

El horizonte se presentaba tempestuoso, y preveíase el peligro de la patria cuando el poder legislativo pasase de las manos de los diputados actuales á las de los hombres elegidos en medio del volcan de Andalucía y de las demas provincias, ó bajo la influencia militar del desterado de Lérida, de Mina y demas caudillos del bando de la democracia. Riego habia sido nombrado representante del pueblo, y caminando á Madrid acaloraba las poblaciones del tránsito con frenéticos discursos que le dictaban sus amigos, hollando hasta el decoro que á sí mismo se debia. El 31 de Enero llegó á Valencia; y habíale hasta tal punto embriagado el incienso de los aduladores, que Viaje de Rie- ya no era el mismo hombre: ruborizaba el oir sus arengas atestadas de desatinos y de vulgaridades, y el ver á un oficial comun, sin elocuencia, sin talento, levantado á gefe de partido. Alistóse miliciano del segundo batallon que habia dado el escándalo del mercado: con tan felices disposiciones se dirigia á la corte á sentarse en el escaño de los legisladores.

go.

1822.

la Constitucion.

Adivinando los enemigos de la licencia el futuro naufragio, conocieron la necesidad de reunirse y oponer sus esfuerzos á los embates de los Sociedad de que turbaban la paz pública. Con este motivo, los amigos de Martinez de la Rosa, el conde de Toreno, el duque de Frias y Calatrava fundaron en Madrid una reunion pública con el título de Sociedad de los amigos de la Constitucion, nombrando presidente al príncipe de Anglona; en la que con su natural elocuencia defendian los socios las verdaderas bases de los gobiernos representativos, despertando la vigilancia del gobierno y pintando los peligros de la licencia, tras la cual se levanta siempre la tiranía. Discutíanse tambien los intereses del pueblo, y suavemente y sin sentir se

preparaba la opinion de los hombres ilustrados para la reforma necesaria de un código, cuya práctica mas claramente manifestaba la imposibilidad de gobernar con él en la inano. De aqui tomaron pie sus contrarios para darle el nombre de sociedad de los Anilleros, á causa de un anillo con que al principio pensaron distinguirse sus individuos; y representándola como contraria á la libertad y fraguadora de cadenas, fascinaron al vulgo y escitaron el odio contra los oradores. Fatigados estos de luchar con la prensa y de ser el blanco de tantas calumnias, aunque resistieron por algun tiempo los tiros emponzoñados de la enemistad, cedieron despues al torrente asolador, persuadidos de que arrebatadas por su impetuoso curso perecerian las leyes.

Descontento

Al reflejo de los tumultos populares veíanse nacer y desarrollarse las facciones en Navarra y en Cataluña, donde Juan Costa, llamado Misas, tenia consternado el pais, y se atrevia á penetrar en Gerona al frente de trescientos hombres. Los cesantes, jubilados, reformados, perseguidos y tantos otros descontentos corrian á unirse á las ban- y sus causas. das de la rebelion realista, que se proclamaba defensora del trono y del altar, y fanatizaba á los lugareños y montañeses auxiliada por el clero. Tocábanse todos los resortes de la hipocresía para encender las pasiones de la plebe: los frailes con crucifijos exhortábanla á defender la religion, perseguida segun ellos por los liberales. A últimos del año que acababa de espirar fue ajusticiado en Burgos por conspirador el padre Fray Mauro Iglesias, monge benedictino de San Juan de la misma ciudad que gozaba sumo prestigio, y cuya muerte concitó el aborrecimiento del vulgo, siempre fanático é injusto.

La salud pública y las casas de beneficencia

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bajos de las

dinarias.

Últimos tra- ocuparon tambien al congreso, al que propuso el Cortes estraor- gobierno varias medidas para la pacificacion de América: mas la comision nombrada para su examen las rechazó, é indicó otras en su lugar que tendian al reconocimiento de la independencia de aquellos estados, para lo cual debian enviarse comisionados que escuchasen las proposiciones de paz que hiciesen los mismos. La asamblea empleó algunos dias en la discusion de un punto de tanto interes, hasta que el ministro de Ultramar, oido el dictámen del rey, que á toda costa lo queria ser de las Indias, se presentó y dijo que el gobierno aprobaba la partida de los comisionados si sus facultades se concretaban á la reconciliacion, y de modo ninguno á la independencia, porque la Constitucion prohibia enagenar parte alguna del territorio, y por consiguiente ni las Cortes ni el monarca podian reconocerla. Finalmente, despues de haber vuelto el dictámen á la comision con las adiciones del ministro, las Cortes resolvieron enviar delegados que escuchasen y trasmitiesen á las inismas las propuestas de los americanos y anulasen los tratados de los generales que hubiesen asentido á la independencia de algun estado, y principalmente el de Odonojú é Iturbide, sobre el reconocimiento de la emancipacion de Méjico. Llevaban tambien el encargo de asegurar las vidas y haciendas de los españoles alli residentes, y de dispensarles cuanta proteccion necesitasen para sus

asuntos.

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Tras esto el ministerio presentó á las Cortes tres proyectos de ley sobre libertad de impenta, sobre peticiones y sobre sociedades patrióticas. Los diputados mas ardientes habian confesado que era imposible gobernar la monarquía sin modificar aquellos decretos y poner término á los escesos de los incautos que menoscababan y oscurecian el

lustre de las formas representativas. La oposicion pues, hubiera sido débil si Calatrava no hubiese levantado su voz con entusiasmo contra los proyectos, al saber que el príncipe imaginaba colocar el timon del ministerio en manos sospechosas y aun enemigas; y demostró que conceder al poder ejecutivo nuevas facultades contra el pueblo, era aguzar las armas con que consejeros pérfidos destrozarian las leyes fundamentales de la nacion. Continuamente observaremos al rey Fernando embarazando de intento ó por ignorancia los pasos que daban los verdaderos liberales para afianzar la tranquilidad pública y conducir la nave á puerto de salvacion: mas aborrecimiento tenia á estos que á los anarquistas, y algunas veces hablando con personas de su confianza decia: "lo mismo quieren los unos que los otros; solo que los moderados son mas pícaros y saben mejor el camino." Dignas son de elogio las verdades eternas que salieron de algunos labios durante la discusion. Martinez de la Rosa esclamó: "Triste cosa sería la libertad si fuesen necesarios los abusos para sostenerla: solamente las leyes le sirven de apoyo." Gareli dijo: "Los diputados deben dejar las pasiones á la puerta del congreso." Y Toreno, hablando de las demasías de la imprenta, añadió: "El hombre ultrajado prefiere el despotisino á una libertad tempestuosa." Las Cortes aprobaron los proyectos sobre libertad de imprenta y derecho de peticiones, quedando sin discutir por falta de tiempo el de sociedades patrióticas. La oposicion pues que Toreno y Martinez de la Rosa hicieron á Calatrava sosteniendo los buenos principios irritó á los agitadores, que preveían el desenlace de la cuestion si no la atajaban con el

terror.

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Hacia ya tiempo que al salir del congreso

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