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sancionados.

dotado de talento, pero arrastrado por el torrente dominador, proponia la ampliacion del reglamento de milicias, exigiendo para ser voluntario la circunstancia única de estar en el ejercicio de los derechos de ciudadano, Gonzalez Alonso pedia que se quitasen la escarapela los criados de palacio.

Los ministros devolvieron al congreso el deDecretos no creto de señoríos de 7 de Junio de 1821, y el de sociedades patrióticas aprobado en Abril del mismo año, diciendo que el monarca no los habia sancionado en virtud de las facultades que le concedia el código fundamental, y que en lugar del primero presentaban otra minuta sobre señoríos. Un diputado intentó acto contínuo que la asamblea nacional, aprobando nuevamente la ley no sancionada, la remitiese segunda vez al príncipe; y si no se verificó en aquel dia, no tardaron las Cortes á examinarla y á devolverla sin escuchar las reclamaciones del gabinete, como se acostumbra en las naciones donde domina el gobierno representativo. Llamados los secretarios del despacho en 9 de Marzo para dar cuenta del estado de la nacion, los trató ásperamente el congreso culpándolos con acrimonia y sin justicia, y vióse á muchos diputados tomar la defensa de los anarquistas esclamando que la persecucion contra los patriotas exasperaba á estos y los obligaba á obrar con energía. Los jóvenes ardientes, llevados de su fogosa imaginacion, gozábanse en exagerar los peligros, y atribuían la chispa mas imperceptible á un volcan que iba á devorarnos, á un plan general sabiamente combinado: de suerte que su lenguaje es el mismo al oir el grito aislado de un realista, que á la vista de los ejércitos franceses sitiando á Cádiz. Los ministros, en medio de aquella lluvia de cargos injustos dirigidos á unos

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hombres que apenas se habian sentado en sus sillas, no salian de los límites de la templanza; y aquella lucha desigual y heróica por su parte agrandaba sus talentos, y desplegaban unos conocimientos oratorios que ilustrarán siempre su me

moria.

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Tramas de

El 6 de Marzo trasladáronse los reyes á Aranjuez, buscando siempre Fernando la soledad de los Sitios reales para entregarse en brazos de sus lisonjeros amigos, y trabajar en la ruina de las nuevas instituciones. Abandonando ahora la escena pública y las luchas parlamentarias, penetremos en el regio alcázar á examinar los diferentes planes que en esta época formaban las esperanzas de los cor- palacio. tesanos. Hemos insinuado en otra parte que los consejeros ilustrados del príncipe, entre quienes habia algunos realistas, le inclinaban á modificar la Constitucion de Cádiz, y que en el mismo sentido trabajaban algunos liberales, convencidos de la dificultad de pasar adelante con un código que no daba al poder ejecutivo la fuerza necesaria para ahogar la anarquía. S. M. manifestaba caminar de acuerdo con unos y otros para conseguir por medio de la apetecida reforma no solo el afianzamiento de su corona, sino la union y la felicidad de los españoles banderizados, y prontos á lanzarse en los horrores de una guerra civil. Pero mientras asi lo afirmaban sus augustos labios, á espaldas de aquellos y en lo mas escondido de su retrete seguía tramas muy distintas, aunque á veces aparecian urdidas con sedas de los mismos colores; porque en el arte de la intriga, de la doblez y del disimulo pocos aventajaban al monarca de dos mundos. Adornado Fernando con una memoria felicísima, y con un instinto particular para conocer á los hombres, como llevamos dicho, habia escogido entre sus servidores á los mas aptos

(* Ap. lib. 10. núm. 1.)

del monarca.

para secundar sus ideas, dirigidas todas en su corazon al restablecimiento de la tiranía y á la venganza de sus enemigos. Chateaubriand hablando de la conducta del rey en la época que describimos dice: "solo la esperanza de la soberanía le entusiasmaba; porque cuanto menos capaz es uno del poder, tanto mas le ama.”(*)

Dos comisionados de Fernando se presentan en Correspon- primer término: el general don Francisco Eguía, dencia secreta el mismo que en 1814 encarceló á los diputados de las Cortes, y el oficial de la secretaría de la Guerra don José Morejon, ascendido ahora misteriosamente á secretario de S. M. con ejercicio de decretos. Recibida orden del rey, el viejo Eguía escapó de Mallorca, como hemos apuntado, y en una lancha de pescar llegó á Bayona, donde se alojó en el humilde cuarto de una pastelería. Los años habian subido de punto sus ridiculeces: terco, caduco, caprichoso, inflexible, exagerado, cruel, cedió sin embargo á las intrigas y gárrula astucia de la pastelera, que logró tanto ascendiente sobre el anciano general, que este no hablaba con persona alguna sino en presencia de ella, aunque se tratase de los negocios mas secretos, y en que iba la vida del monarca de España. ¡Pérfido consejero es el miedo! Habia logrado aquella muger persuadir á Eguía que el puñal y el veneno amenazaban su existencia, y que asistiendo á las pláticas y entrevistas de los otros le salvaria la vida con sus gritos ó con su ayuda, segun lo requiriese el caso. La primera autorizacion dada á Eguía para hostilizar al gobierno de las Cortes era autógrafa, y las instrucciones moderadas. Tenia la fecha de Junio de 1821.

El segundo comisionado, don José Morejon, habia sido enviado á París por Fernando para concertar con el gabinete francés los medios de liber

tar al monarca de España del que llamaba su cautiverio: cuyos medios mas á propósito, á juicio del príncipe, eran modificar la Constitucion de Cádiz, ó formar un nuevo código bajo las bases de la carta francesa. Asi lo prueba la correspondencia de Morejon con la regencia de Urgél y con otros personages de la época.

Eguía puso mano á la obra que le estaba encomendada invitando en Octubre de 1821 al marques de Mataflorida, que tambien residia en Francia, á que escribiese un manifiesto sobre el origen de la Constitucion de Cádiz y los efectos que en la práctica habia producido. Obedeció el inarques, y Eguía remitió el manuscrito á París para que Morejon lo diese á la estampa; pero pareciendo á éste muy exaltadas las ideas absolutistas sobre que estaba cimentado, negóse á sacarlo á la pública luz del dia: entonces Mataflorida lo imprimió con el título de "Manifiesto que hacen los amantes de la monarquía á la nacion española &c." Esta fue la primera piedra de desunion tirada por el furibundo autor de la repre-. sentacion de los Persas, contra sus mismos compañeros de realismo, que por inspiracion del trono fundada en razones de estado manifestaban entonces opiniones menos sanguinarias que el marques.

Morejon siguiendo el hilo de sus instrucciones llamó á París en Febrero de este año al marques. de Mataflorida y al ex-fiscal del Consejo de Indias don Antonio Calderon, para que unidos trabajasen una Constitucion española vaciada en el inolde de la francesa: prestóse Calderon á las instancias del secretario de Fernando, mas el marques de Mataflorida se negó abierta y enérgicamente, y el viento se llevó el proyecto. El ministro francés Villele, que favorecia la empresa, confió á Calderon varias comisiones encaminadas á este T. II.

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blanco de sus pensamientos que jamas perdió de vista mientras se sentó en la silla del ministerio.

Los franceses, interesados en el progreso de las facciones, no veían con buenos ojos el desconcierto con que era dirigida la máquina de las conspiraciones, y confiaron al vizconde de Boissett el encargo de examinar en quién estaba la culpa. Asombrado el vizconde con la caduca inutilidad de Eguía, y con el escándalo que presentaba la pastelería de Bayona convertida ahora en secretaría universal del rey de España, pintó á su gobierno la imprudencia y el ningun talento que presidian la empresa. Buscando entonces el ininisterio de Francia una persona que se colocase al frente de la reaccion, é indicado por varios españoles el furioso marques de Mataflorida, comisionaron los franceses en Abril á don Fermin Martin de Balmaseda, el tigre de la futura guerra de sucesion, para que pasase á Tolosa y entablase las negociaciones con el marques. Respondió éste á cuantas consultas le fueron hechas, y presentó por medio de Balmaseda á los secretarios de Luis XVIII el plan de la lucha dirigida por una regencia, plan que aprobaron los consejeros de las Tullerías ofreciendo fondos y recursos para llevarlo á cima. Pero Eguía y Morejon, ateniéndose á la letra de las instrucciones reales, interpusieron su influjo con el ministerio de Luis, y prevaleció la idea de no entregar la Península española á los horrores de la tiranía, sino levantar el estandarte de una Constitucion mas en armonía con la índole de la que regia en Francia.

Reunióse entre tanto el congreso de Laybach, en el que se agitó con gran sigilo la cuestion de España, y como medida preliminar de las que se reservaban para mas adelante acordaron cometer á Saldaña el cargo de formar el plan de salvar á

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