Imágenes de páginas
PDF
EPUB

la carta francesa, y á ahogar para siempre á la anarquía, que roía las entrañas de la patria. Pero: los deseos de este guerrero y del ministro francés no se abrigaban en el pecho del monarca, porque al divisar risueño el cielo, olvidábase de sus compromisos mas sagrados, y pensaba solo en su venganza y en las dulzuras de la tiranía.

Fuerza nos es al llegar aqui apuntar una especie que recogida de la boca de algunas personas que residian entonces en París, y que estaban iniciadas en parte de los misterios contemporáneos, hemos hallado confirmada en la correspondencia. de los regentes de Urgél que cita el índice de su archivo. Redúcese á que en el plan de la conspiracion de la guardia, fraguada para establecer dos cámaras en España, el gabinete de las Tulle-rías, que poseía la clave, se entendia con los amigos de aquella clase de transaccion por medio del conde de Toreno, á quien servia de intermedio con Eguía y Morejon el conde de Fernan-Nuñez; que Toreno estaba de inteligencia con Martinez de la Rosa, y que el embajador francés era el alma de las comunicaciones y el lazo que ataba los opuestos cabos de la urdimbre. Fernando guardaba suma armonía con todos: habíase comprometido fuerte y sagradamente en favor de la modificacion del código de Cádiz repitiendo que aborrecia el despotismo; y Mataflorida, Creux, Balmaseda y demas atletas del realismo, temian mucho el éxito favorable de aquella liga, no obstante que confiaban en la natural propension del rey y en un aviso autógrafo de que despues hablaremos.

Reseña de las últimas medi

Las Cortes, prosiguiendo el curso de sus tareas, ocupábanse de los premios y del repartimien- das del congreto de tierras á los que habian contribuido al resta- so. blecimiento de la Constitucion: autorizaban al gobierno para que llamase á las armas á veinte nil

hombres de la milicia activa: daban un reglamento mas democrático á la guardia nacional: discutian el plan de contribuciones: desechaban el proyecto de formacion de la guardia real presentado por el ministerio, y sin oir á éste, y olvidando las razones alegadas para probar que la iniciativa del asunto en cuestion pertenecia al rey, reducian la guardia del príncipe á dos compañias de alabarderos, dos regimientos de infantería de línea y uno de caballería ligera. Y llevados siempre del error de que en la exageracion insensata de la plebe se encerraba la salud del reino, aprobaron varias medidas estraordinarias prescribiendo á los gefes políticos que despertasen el entusiasmo por medio de himnos patrióticos, músicas, convites y representaciones teatrales de dramas heróicos que enalteciesen á los que habian muerto por la libertad: tambien ordenaban á los obispos que escribiesen pastorales en defensa del código gaditano, y establecian contra el clero una especie de policía inquisistorial, como dijo un ministro.

Las halagüeñas esperanzas que bullian bajo los artesones dorados del palacio de Aranjuez habian inspirado á la Corte nuevo orgullo; y asi es que el decreto sobre la guardia real irritó y enconó las pasiones con mayores brios. Los soldados, creyéndose ultrajados por la asamblea, cobraron aborreciiniento á sus individuos, y Fernando, fortificado en su alma el odio á las formas representativas, escribió en ella este desaire que los cortesanos calificaron de Vuelta del insulto. En tal situacion trasladóse el monarca el rey á Madrid. 27 de Junio á Madrid, donde entró muy de mañana, y algunas horas antes de la que habia señalado, para de este modo burlar á los que pudieran aguardarle con siniestras intenciones despues de los sucesos de Aranjuez. Varios desafios entre los soldados de la guardia y los milicianos ensangren

1822.

taron la vuelta de la familia real, y presagiaron los futuros acontecimientos, pues la tranquilidad pública pendia de un solo cabello próximo á romperse.

El 30, destinado para la clausura del congreso, tendiéronse las tropas por la carrera, y SS. MM., en compañía de los infantes, se presentaron en la asamblea, despues de haber recibido en el tránsito muestras de frialdad y de odio por parte de algunos, y de entusiasmo y amor por el lado de la guardia. La conspiracion urdida habia sido aplazada para varias ocasiones, pero súbitos accidentes habian retardado su esplosion: ahora iba á abortar contra el querer de sus autores, que deseaban fijar el dia despues de cerradas las Cortes. El rey pronunció el discurso acostumbrado inenos sereno de lo que solia, y en los mismos diputados notábanse la inquietud, el disgusto, el odio y la vehemencia, conforme al tintę político que matizaba sus opiniones. Despues de la reseña general de los negocios, Fernando añadió: "Pero resuelto al mismo tiempo á sostener el imperio de las leyes y á no consentir que bajo ningun motivo ni pretesto sean violadas impunemente, ejerceré el lleno de mi autoridad constitucional para afianzar la tranquilidad pública, y asegurar á todos los españoles el pacífico goce de sus derechos."

Apenas subió Fernando en su carroza de regreso á palacio resonaron los aires con repetidos vivas al monarca çonstitucional, mezclados con otros al rey absoluto que salieron de los labios de algunos soldados, Los liberales contestaron con açlamaciones á Riego y á la Constitucion, y empeñáronse reñidos choques entre los paisanos y los tambores de la guardia, resultando varios heridos, entre ellos el hijo del diputado Florez Calderon y un teniente llamado Casasola. Los guardias luego

[blocks in formation]
[blocks in formation]

que entró el príncipe en el real alcázar, tomando un aire hostil, desalojaron al pueblo del altillo que domina las plazas de oriente y de palacio, y obligaron á retirarse á un reten de la milicia voluntaria situado en la primera para mantener el orden. Despejado aquel recinto, coronaron el arco inmediato tendiendo sus avanzadas por aquel lado hasta la casa de los Consejos, y ocuparon militariente la referida altura de oriente, apostando sus centinelas á alguna distancia. El rey presenció desde su cámara estas maniobras, y viéronse en las ventanas del regio edificio mugeres que agitaban pañuelos blancos en ademan de animar á los militares. La irritacion de la soldadesca no tenia líinites: llevaba pintados en los semblantes el furor y la osadía: aquel sacudimiento habia sido casual, sin orden de los que tenian los hilos de la trama; pero una vez abortada la conjuracion por la fuerza de las circunstancias, no parecia posible que volviesen á tascar el roto freno los indómitos caballos. El teniente don Mamerto Landaburu, conocido por su ardiente liberalismo, quiso recordar á los soldados sus deberes, y le insultaron: el arrojado jóven tiró del sable para vengar el agravio hecho á la disciplina militar; pero apuntáronle los fusiles tres granaderos, y los oficiales, creyendo que le salvarian si lograban introducirle en el sagrado del palacio, arrastráronle al patio, cuyas piedras salpiAsesinato de có con su sangre traspasado á balazos por la espalda. El ministro de la Guerra mandó formar causa á los asesinos; concedió á la viuda de Landaburu el sueldo entero que disfrutaba el malogrado esposo, declarando que sus hijos serian educados á espensas de la nacion, y mandó procesar á los asesinos: Fernando de Borbon rubricó el decreto, no osando oponerse todavía á la justa propuesta de su

Landaburu.

secretario.

Hasta entonces el pueblo no habia considerado el levantamiento de la guardia real sino como un pique contra los fraguadores de alborotos; mas cuando vió ensangrentado el lindar del alcázar del rey y vilmente asesinado á un oficial por sus subordinados, conoció la inminencia del peligro, y subió por grados el termómetro de las pasiones. La milicia voluntaria empuñó acto contínuo las armas y se posesionó de las plazas de la Constitucion y de la Villa, derramando á lo lejos sus avanzadas hasta la vista del enemigo. En cortos momentos Madrid presentó el aspecto de un campamento bélico con dos ejércitos contrarios á punto de venir á las manos, y de encender la guerra civil para disputarse el dominio de la moribunda monarquía. La diputacion permanente de Cortes, presidida por el ex-ministro don Cayetano Valdés, la de provincia, el ayuntamiento y el Consejo de Estado se reunieron sin perder instante y comenzaron sus deliberaciones,

Mas habiendo logrado que los batallones de la guardia se retirasen á los cuarteles, dejando úni camente dos compañías para custodia del palacio, calmáronse un tanto los ánimos, y la milicia se restituyó á sus hogares. La ansiedad dominaba los espíritus el 1.o de Julio, mas no turbaron el orden público sucesos aciagos, ni los ojos que miraban por la parte esterior la fachada del real alcázar podian penetrar el horrible nublado que amagaba una próxima tempestad. En aquel dia Morillo, que mandaba las armas en Castilla, fue nombrado coronel de guardias, cuyo cargo admitió con la confianza de que los partidos llegarian al acomodamiento que todos deseaban. Vino por fin la noche á oscurecer el cielo, y oscureciéronse aun mas los negocios, porque los batallones de la guardia empuñando las armas dirigiéronse dos á guarnecer el

Calma mo mentánea.

1822.

Morillo non

brado coronel de guardias.

« AnteriorContinuar »