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de la conquista mahometana, se desenvolvió y floreció, bajo el imperio de los muslimes, una cultura indígena y nacional; se creó una gran epopeya, una admirable poesía lírica, una mitología y una filosofía. En España, aunque en menor grado, porque no teniamos lengua propia, y no la pudimos conservar, concurrió, sin duda, poderosamente el pueblo vencido á la cultura y adelanto de los árabes vencedores. La historia da indicio de ello, afirmando la prontitud con que los españoles aprendieron el árabe. Ya en el siglo IX se quejaba Álvaro de Córdoba del olvido en que los cristianos tenian el latin, y del afan con que estudiaban la lengua del Yemen; y, segun un historiador, traducido por Gayángos, hubo hasta obispos que se dedicaron con ardor á la poesía arábiga, y áun compusieron elegantes kasidas.

Lo cierto es que en España han llegado algunos pueblos, de los que sucesivamente han venido á habitarla, á más alto grado de cultura, y á ser más fecundos intelectualmente, que en otras regiones. Esto se puede afirmar, más que de nadie, de los árabes y de los judíos.

Traduzco, pues, el libro de Schack, porque la poesía y el arte de los árabes en España nos pertenecen en gran manera; deben más bien llamarse

poesía y arte de los españoles mahometanos. No creo que me engañe el patriotismo al entender que nuestra tierra ha sido siempre fértil en grandes ingenios, y nuestros hombres muy dispuestos para las ciencias y para todas las creaciones del espíritu. Si España no ha llegado jamas à tener una civilizacion propia, tan fecunda, completa é influyente en el resto del humano linaje, como la de Grecia ó la de Roma, tal vez lo debe á un fanatismo religioso, vivo y ardiente, que, aguijado por nuestro genio, en extremo democrático y nivelador, apénas ha consentido que nadie salga del camino trillado, ni que se levanten enérgicas individualidades y una aristocracia independiente en las esferas del saber. Los príncipes y dominadores, áun los más ilustres y gloriosos, han halagado á veces esta propension del vulgo. Si Haken II y Don Alfonso el Sabio protegieron las ciencias, más fueron los que las miraban con recelo y las perseguian. Encerrado así nuestro pensamiento en un mezquino y estrecho círculo, se ahogaba ó marchitaba, y venía al fin á caer en el ergotismo y en los más pueriles discreteos. Esto se ha repetido en várias épocas de nuestra historia. El grande Almansur y el no ménos grande Cisneros quemaban los libros, y si se descuidaban, quemaban tambien á los filósofos.

¿Qué no harian los almoravides, y qué no habian de hacer más tarde los inquisidores?

Por fortuna, la civilizacion es tan natural á nuestro suelo, y tiene en él tan hondas raíces, que es imposible extirparla. Aunque se corte hasta el tronco el árbol de la ciencia, siempre retoña y reverdece.

La amarga censura que hace Dozy de Conde y de Casiri, y que Schack reproduce, no es menester saber la lengua arábiga para conocer que es injusta. Casiri y Conde habrán errado bastante, pero ellos empezaron la obra que Dozy ha continuado, y no son tan equivocadas, tan absurdas y mentirosas las noticias que dan.

No puedo ménos de hacer notar, por último, que el silencio que guarda Schack acerca del Sr. Gayángos es injusto tambien, sobre todo si se ha valido algunas veces de su traduccion incompleta de Makkari, á quien tan á menudo cita.

No niego la gloria de Dozy y el inmenso servicio que ha hecho con sus publicaciones; pero el Sr. Schack, tan conocedor y tan buen juez de nuestra literatura, no debiera ignorar que hoy tenemos en España arabistas que siguen las huellas del sabio holandés, si no entran con él en competencia. Moreno Nieto, Lafuente Alcántara, Fer

nandez y Gonzalez, Simonet y otros han publicado ya trabajos que importan mucho al adelanto de

los estudios orientales.

Por lo demas, el Sr. Schack ha escrito su obra con un verdadero amor á España, ensalzando nuestro país de un modo que, si bien es justo, merece gratitud respetuosa.

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