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El carácter eclesiástico de Hidalgo, hizo que se demorase su proceso mas que el de sus compañeros. El obispo de Durango, Dr. D. Francisco Gabriel de Olivares, comisionó al doctoral de aquella iglesia, D. Francisco Fernandez Valentin, para que en union del juez militar procediese á la degradacion del reo, concediéndole para ello ámplios poderes en 14 de Mayo. El 3 de Julio presentó su dictámen el auditor, asentando: "que era de sentir, que puede V. S. declarar que es reo de alta traicion, mandante de alevosos homicidios; que debe morir por ello, confiscársele todos sus bienes segun las resoluciones expresadas, y que sus proclamas y papeles seductivos deben ́ ser dados al fuego, pública é ignominiosamente." En cuanto al género de muerte que debia darse al reo, opinó "que la mas afrentosa que pudiera escogitarse aun no satisfaria la venganza pública, y que ya que no podia dársele garrote por falta de instrumentos y verdugos que lo hicieran, podia mandarse que fuera pasado por las armas en la misma prision en que estaba, ó en otro semejante lugar á propósito, y que despues se manifieste al público para satisfaccion de los escándalos que ha recibido por su causa."

La sentencia de degradacion se pronunció el 27 de Julio, y el 29 se ejecutó en el Hospital Real, donde Hidalgo estaba preSo. El consejo de guerra condenó al reo á ser pasado por las armas, no en paraje público como sus compañeros, y tirándole al pecho y no á la espalda, conservándole la cabeza: fué puesto en capilla el 30 y ejecutado el 31.

Hidalgo oyó la sentencia con calma y se preparó á morir, escribiendo la víspera de su muerte unos versos en la pared de su prision, en que muestra su agradecimiento al cabo Ortega y á D. Melchor Guaspe, que lo asistieron en ella, dejando escrita tambien esta sentencia: "La lengua guarda el pescuezo."

El banco del suplicio se colocó en un patio interior del edificio donde estaba preso; el cura marchó al cadalso con paso fir

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me y sereno, sin permitir que le vendasen los ojos, rezando con voz fuerte y fervorosa el salmo Miserere mei; sabiendo que se habia mandado que no le tiraran á la cabeza, y temiendo padecer mucho por ser aún la hora del crepúsculo, habia dicho poco antes á los soldados que debian tirar sobre él, al regalarles algunos dulces: "La mano derecha que pondré sobre mi pecho, será, hijos mios, el blanco seguro á que debeis de dirigiros." Llegó al cadalso, lo besó con resignacion y respeto, tomó el asiento de frente, y colocando sobre su pecho la mano derecha, recordó á los soldados que aquel era el punto á donde debian tirar; un momento despues estalló la descarga de cinco fusiles, y una bala atravesó efectivamente la mano derecha sin herir el corazon; el héroe esforzó su oracion, y un momento despues otras cinco balas, atravesando el cuerpo, rompieron las ligaduras del hombre, que cayó en un lago de su propia sangre; fueron necesarias otras tres balas para concluir con aquella existencia que hacia muchos años respetaba la muerte, y al salir el sol fué expuesto á la espectacion pública, sobre una silla á una altura considerable, el cadáver desgarrado de aquel hombre cuyo nombre era ya imperecedero.

Despues fué colocada su cabeza, así como las de Allende, Aldama y Jimenez, en unas jaulas de fierro, en los ángulos de la Alhóndiga de Granaditas en Guanajuato; al cuerpo se dió sepultura en Chihuahua, en la tercera órden de San Francisco, y en 1824 fueron traidos sus restos á México para enterrarlos con gran solemnidad, en union de las cenizas de los otros caudillos en la Catedral, debajo del altar de los Reyes, en la bóbeda destinada antes á los vireyes y despues á los presidentes de la República. Actualmente se trata de construirle en Chihuahua un monumento, cuya idea han tratado de llevar á cabo varios gobernadores del Estado de este nombre.

"Hidalgo era de mediana estatura, cargado de espaldas, de color moreno y ojos verdes y de mirada llena de viveza; la ca

beza algo caida sobre el pecho, bastante cano y calvo, pero
vigoroso, aunque ya pasaba de los cincuenta años; no era ac-
tivo ni pronto en sus movimientos, de pocas palabras en el
trato comun, aunque animado en la argumentacion á estilo de
colegio cuando entraba en el calor de algunas disputas. Poco
aliñado en su traje, no usaba otro que
el que
acostumbraban
entonces los curas de los pueblos. Se componia dicho traje de
un capote de paño negro, con su sombrero redondo y baston
grande, un vestido de calzon corto, chupa y chaqueta de un
género de lana que venia de China y se llamaba rompecoche."1
Tenia la voz dulce, la conversacion amena, y era obsequioso y
complaciente. En su retrato no se encuentra ningun signo de
crueldad, teniendo una presencia apacible y mansa, la frente
bien formada y el conjunto simpático.

La mayor parte de las faltas que en él se encuentran no eran obra suya exclusiva, pertenecian á la época; la ignorancia era suma, y no habia donde aprender ni ejemplos que imitar. Los errores cometidos venian á ser necesarios, y la vacilacion es consecuencia precisa de la duda cuando se emprende lo desconocido.

Irritadas las pasiones en el acaloramiento de la lucha, sus enemigos acumularon sobre él todo lo que pudiera denigrarlo, hasta las calumnias mas ridículas y pueriles, sin dar pruebas concluyentes. Murió como un valiente, y su carrera política fué efímera como una ilusion; levantado por la fortuna, llegó á una prodigiosa altura, de la que descendió con igual rapidez, pasando en pocos meses de la gloria al patíbulo, descendiendo del título de alteza al apodo de "bandido."

Entretanto que se formaba la causa á Hidalgo, en consecuencia de la cual fué fusilado, trataba D. Ignacio Rayon, que habia quedado con el mando superior de las tropas insurgentes, de formar un centro de autoridad de quien dependiesen todos los

Alaman.

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gefes que se habian sublevado en contra del gobierno español, para que fuesen uniformados y dirigidos con acierto todos los movimientos militares ejecutados por los que desconocieron al gobierno colonial.

Con este motivo, levantaron una acta en San Juan Zitácuaro, D. Ignacio Rayon "como ministro de la nacion americana," y D. José María Liceaga como "teniente general y comandante en gefe de los ejércitos de la misma," autorizado el documento por D. Joaquin Lopez como prosecretario; en dicha acta se demostraba la necesidad que habia de una junta suprema para organizar los ejércitos, protejer la insurreccion y libertar á la patria de la opresion y pesado yugo que habia sufrido por espacio de tres siglos.

Reunida la comision que fué nombrada por Rayon para que eligiera los individuos que debian componer la "suprema junta," despues de haberse leido el acta en que se demostraba la necesidad de establecer esta corporacion, se acordó que por entonces debia componerse de tres vocales, que podrian aumentarse en lo de adelante hasta cinco: se procedió al nombramiento de tres individuos para que ocupasen esos puestos, quedando electos el Lic. D. Ignacio Lopez Rayon para presidente, y D. José María Liceaga y D. José Sixto Verdusco para vocales, siendo nombrado poco despues cuarto vocal el cura D. José María Morelos.

Esta junta debia gobernar en nombre de Fernando VII y en su ausencia, y en tal concepto fué reconocida por la oficialidad de Zitácuaro, gobernadores y alcaldes de los pueblos de los alrededores.

El nombre de Fernando VII pareció á Rayon una garantía para el buen resultado moral de la revolucion, con objeto de pasar progresivamente á proclamar la independencia. La junta se llamó: "Suprema junta gubernativa de América," la de Naolinco hemos visto que se tituló: "Junta gubernativa ame

[graphic][subsumed]

Historia de Jalapa y revoluciones del Estado de Veracruz.

Vista de Minatitlan, tomada del Norte, mirando hacia el rio Goatzacoalcos.

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