Imágenes de páginas
PDF
EPUB

aún. Los marinos españoles necesitaban para contraerlo obtener licencia real y presentar las pruebas de nobleza de su prometida; además, para ir á España como inglesa durante la guerra, se requería alcanzarle real pasaporte, y licencia del Gobierno para pasar los equipajes por las Aduanas; con motivo de la perturbación general causada por las guerras napoleónicas en toda la Europa la incomunicación postal era casi total, y Alvear no podía ya prolongar su ausencia. Fué, pues, necesario resolverse, y éste con su hijo se vinieron á España por Lisboa, y la desposada con su madre se quedaron en Londres esperando las debidas licencias.

[graphic]

XII

REGRESO Á ESPAÑA

[graphic]

ESDE Lisboa pidió Alvear licencia

real para
ir á Madrid á dar cuen-
ta de su Comisión de límites y
presentar sus trabajos; pero pa-
sando por e pueblo de su naci-

miento (Montilla), del que faltaba hacía más de treinta y dos años, y habiéndosela concedido con ambos extremos, según comunicación del Excmo. Sr. Conde de Campoalange, Embajador de España en aquella capital, salió de ésta á los pocos días para entrar por fin en la amada patria, y como es de suponer, todo emocionado al recordar el gozo y la alegría con que esperaban verla, juntamente con él, todos aquellos seres idolatrados que pocas horas antes de lograrlo, como creían, hubieron de perecer tan de repente...; y siguió su camino, llegando á su casa de Montilla, adonde también faltaban sus padres y otras muchas personas de su cariño; pero encontró á sus

queridos hermanos, á ninguno de los cuales había visto en toda aquella larga ausencia, si bien en nada se disminuyera el entrañable afecto que les tuvo siempre; de lo que dan repetida muestra su larga correspondencia con su padre, en la que de continuo se ocupaba de su educación y carrera, aconsejando con insistencia lo que creía, en su buen juicio y conocimientos especiales, debieran hacer para su mayor aprovechamiento y asegurar un lucido porvenir.

Siete eran sus hermanos; del mayor, el Padre don José, monje Basilio y Abad mitrado que fué de los monasterios de su inclita Orden en Córdoba y en Granada, varias veces ya hemos hablado; había sido su compañero en la niñez y en sus estudios hasta que entró en la Marina, y siempre le amó con gran predilección.

D. Manuel, eclesiástico también y que era mucho más joven, fué el particularmente encargado de su caudal y hacienda de Montilla, y lo continuó siendo todo el resto de su vida, viviendo en su casa siempre, administrándolos en unión con los suyos y disfrutando de todos igualmente.

Los otros dos varones, D. Rafael y D. Miguel, eran militares, el primero de Marina; pero hubo de retirarse pronto por el mucho daño que á su salud hacían los húmedos aires del mar; y el segundo fué Coronel de ejército, y se distinguió en puestos de consideración por su carácter sostenido, y también muy mucho por su talento y conocimientos en las Matemáticas, siendo muy apreciada una obra ó Memoria que sobre las resoluciones de las ecuaciones superiores había escrito.

Estos dos se habían casado con señoras principales del país, y juntamente con D. Diego fueron jefes ó cabezas de las tres casas del nombre de Alvear, que durante casi todo el siglo han permanecido estables en Montilla, sólo dividiéndose últimamente en otras varias.

Había también tres hermanas muy queridas, muy veneradas y muy dignas de serlo; que por extraordinario caso todas tres quisieron ser religiosas, entrando en el claustro las dos mayores, María Manuela y Salvadora, niñas aún de nueve y diez años, en el convento de Santa Clara (1). Y la tercera, Mariana, ya joven, en el de Santa Ana, cuya Regla, menos austera, le permitía el uso de habitación ó celda, alimentación independientes y criada á su particular servicio. Esta, por muchos años, fué maestra de novicias.

La Madre Salvadora, dotada de gran belleza á la par que de muy despejado talento y gracia singular, obtuvo repetidas veces todos los cargos superiores de la Comunidad, la que gobernó con grande acierto siempre; y en los tiempos tan difíciles que luego vinieron para las religiosas cuando la invasión francesa, defendió y sostuvo las inmunidades de su convento, contra los desafueros de los Jefes y Generales, por medio de cartas tan razonadas como bien escritas, que, sin arredrarse, hubo de dirigir al mismo Rey intruso, José, y que obtuvieron todo el éxito apetecido.

Las tres fueron virtuosísimas, dejando tal nombre de religiosidad y santidad por todos los años de su

(1) Este convento fué fundación de la ilustre Sra. Doña María Jesús Fernanda de Córdova y Luna, sexta hija del primer Marqués de Priego, D. Pedro, sobrino del Gran Capitán (aquel desgraciado magnate que, habiendo ofendido al Rey Fernando el Católico, vió su célebre castillo demolido, y hubo de vivir y morir desterrado en el de San Jerónimo de Sierra Morena). Este de Santa Clara es grande y de hermosa construcción interior, y su iglesia y capillas fueron enriquecidas con alhajas y reliquias estimadisimas, y muchos objetos de arte, por la fundadora y varias otras señoras de la misma Casa de Medinaceli y Alcalá, y sus varias ramas, que fueron también religiosas, entre las cuales descuella la santa Condesa de Feria; brillando todas, más que por la alta calidad de su nobleza, por sus eminentes virtudes, de que dieron tales ejemplos, sembrando tan buena semilla, que siempre han seguido floreciendo entre las religiosas que les han sucedido.

146

larga vida, que aún resplandece su memoria con la mayor veneración y amor entre las actuales monjas de ambos conventos.

Era el jefe de toda la familia entonces el único hermano de D. Santiago, el Sr. D. Juan; venerable sacerdote, al que todos los sobrinos habían considerado y respetado siempre al igual de su padre, que le distinguió con un tan grande y constante afecto que en todo obraban de acuerdo, sin que jamás los desuniera la más mínima cuestión en la administración de sus unidos caudales, en los arduos negocios que se ocurrieron, ni en los ruidosísimos y costosos pleitos que hubieron por largos años de sostener con la Casa ducal de Medinaceli hasta lograr la completa libertad de la ciudad de Montilla por sentencia de los altos Consejos de Justicia, que la declararon de Señorío del Rey y exenta de los estancos y monopolios que aquélla venía imponiendo y disfrutando con grandísimo perjuicio de la propiedad particular y cosecheros de la ciudad; en lo cual, como se echa de ver, hicieron estos Sres. de Alvear un inmenso beneficio á sus conciudadanos.

Pasadas unas semanas se dirigió Alvear á Madrid, y luego á ofrecer sus respetos á los Reyes Carlos IV y María Luisa, que estaban de temporada en el real sitio de Aranjuez. Sus Majestades lo recibieron muy bien, interesándose vivamente en la relación de sus desventuras en la catástrofe de la Mercedes y demás incidentes del combate del Cabo de Santa María, que no pudieron oir con ojos enjutos; y por su comportamiento entonces y sus trabajos de América le cumplimentaron, agasajándole con expresiones de elogio y afecto que agradeció muy mucho, como era debido; mostrando los Reyes suma complacencia por las descripciones y noticias que les daba en contestación á las diferentes preguntas que le hacían de aquellos países tan espléndidos en su exuberante naturaleza,

« AnteriorContinuar »