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la partida de bautismo de la niña, como motivo plausible de haberse detenido éste más de lo regular).

Tuvieron ocho hijos, á todos los cuales dieron esmerada educación, habiendo llegado á hacerse notables los más en las diversas carreras militar y eclesiástica que eligieron.

Nuestro D. Diego, el tercero de ellos, empezó sus estudios en el Colegio de los PP. jesuítas de Montilla, y luego los continuó en el muy célebre de Santiago, de Granada, fundación de uno de sus antepasados, don Diego de Rivera, que dirigían los mismos Padres; alli siguió un curso completísimo de Filosofía, Teología y Humanidades con grandísimo aprovechamiento, desarrollándose notablemente sus facultades intelectuales, aumentándose su afición al estudio de los diversos ramos del saber humano, y apropiándose aquel excelente método de sus afamados maestros para hacerlo con facilidad y solidez; lo que le sirvió mucho en lo sucesivo para adquirir los extensos y profundos conocimientos que alcanzó poseer con rara perfección, aprovechando las más veces fortuítas ocasiones en largas navegaciones y en la soledad de los desiertos, sin más auxilio que los escasos libros que con harta dificultad le proporcionaba su ansia de saber.

Suprimida en 1767 tan airadamente la Compañía de Jesús, y cerrados sus colegios, en los que tanta ciencia aprendían, y tan buena y religiosa educación recibían los más de los jóvenes de aquella época, tuvo que volverse al lado de sus padres D. Diego; pero, por suerte, ya en edad de escoger carrera, y prefiriendo la militar, se decidió por la Marina, en grande auge entonces en España; y dados los pasos preliminares, probada su nobleza de sangre, cosa precisa para ser admitido en aquel nobilísimo Cuerpo, y otros requisitos que se exigían, se le concedió plaza de Guardia Marina, que sentó en Cádiz en 14 de Marzo de 1770, á los veinte años de su edad. Hízose muy pronto notar en la Academia por

su claro talento, instrucción esmerada y rectitud de conducta; de modo que en Septiembre del siguiente año el célebre D. Jorge Juan, Capitán de la Compañía de Guardias Marinas y su director, le nombró sub-brigadier en testimonio del aprecio que le mereciera y en recompensa de su aplicación; y al subsiguiente, concluídos sus estudios con nota de sobresaliente en todos ellos, fué elegido para la expedición á las islas Filipinas que se disponía á las órdenes del Capitán de fragata D. Juan de Lángara. Embarcóse, pues, en la fragata Venus, que se dió á la vela en Cádiz por el mes de Diciembre de 1771.

Iban también en dicho buque D. José de Mazarredo y D. Sebastián de Apodaca, y en el curso de esta navegación á Manila, y su regreso á Cádiz en Julio de 1773, fué cuando por primera vez se practicaron las observaciones de longitud en la mar por medio de las distancias lunares, invención de Mazarredo en aquel mismo viaje.

Bajo la dirección de tan hábil maestro emprendió Alvear un curso completo de Matemáticas, que luego completó con el de ciencias sublimes y Astronomía con los no menos esclarecidos marinos D. Vicente Tofiño y D. José Varela; gloriándose toda su vida después de haber tenido por maestros á tan dignos y sabios varones, cuyos nombres pronunciaba siempre con tanto respeto como estimación.

El Diario que trajo de esta su primera navegación, es un dechado que pudiera servir de modelo por el método, exactitud y primor de su redacción.

En 10 de Mayo de 1773 fué ascendido á Alférez de fragata; á poco mereció la honrosa distinción de ser nombrado para la expedición científica de la fragata Rosalía, que al mando del mismo D. Juan de Lángara, y acompañado de Mazarredo, Apodaca y Varela, salió de orden del Rey para que se continuaran practicando las dichas observaciones de longitud en la mar por

todos los métodos conocidos, con objeto de hacer usuales en la marina los nuevos y mejores.

Duró la expedición desde Enero hasta Julio de 1774, y su resultado fué traer un copioso catálogo de las más exactas y comprobadas observaciones, dejando al mismo tiempo determinada la situación y levantado el plano de la isla de la Trinidad ó Ascensión, á los 20° 31' de latitud, y 24° 12' de longitud occidental de Cádiz, en la mar del Sur, cuya marcación hasta entonces era dudosa.

De segundo Comandante de la misma Rosalia, cuyo primero era el Teniente de navío D. Diego de Cañas, y agregado á la escuadra que mandaron sucesivamente el Brigadier D. Adrián Cantín (que con el navío de su mando, el Astuto, hubo de separarse de la escuadra pasadas las islas Canarias en virtud de pliego cerrado y dirigirse á Veracruz de Méjico) y el Capitán de navío D. Martín Lastarria, salió Alvear nuevamente de Cádiz, el 3 de Agosto del mismo año, para Montevideo, adonde llegó el 10 de Noviembre. Y habiéndose declarado la guerra con Portugal por aquel tiempo, tras de largas desavenencias, con motivo de la posesión de las colonias del Sacramento y Río Grande de San Pedro, se halló en las acciones y toma consecutiva de aquellos dos puntos. Y luego hizo varios cruceros mandando la Rosalía, acompañado de la Asunción al mando del Teniente de navío D. Ramón de Novia, observando y burlando á la escuadra portuguesa, de cinco navíos y dos fragatas, con gran destreza y suma habilidad; y por último, incorporada la Rosalía á la escuadra del Marqués de Casa Tilly, en la que debía ir la gran expedición de D. Pedro Ceballos, salió de Montevideo el 15 de Enero de 1777; y tomada que fué la isla de Santa Catalina, regresó al puerto de su salida el 16 de Abril del siguiente año. En Julio de 1777 obtuvo su ascenso á Teniente de fragata, habiendo tenido el de Alférez de navío en Enero de 1775.

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Siguióse á poco la guerra con los ingleses llamada la de los cuatro años, y en ella prestó también señalados servicios, observando y vigilando en un buque menor, y con grandes riesgos, los movimientos de las escuadras y buques enemigos por todas las costas y mares de Buenos Aires y el Brasil; recorriéndolos todos y entrando en los puertos de San Sebastián, Isla Grande y Río Janeiro, según comisión muy reservada que recibió del Virrey de Buenos Aires, D. Juan José de Vértiz, á quien mereció dejar altamente satisfecho por haber contribuído mucho, con sus acertadas comunicaciones y diligentes avisos, á que se frustrara la expedición inglesa contra el Río de la Plata. Concluída esta campaña en 1781, regresó del Janeiro á Buenos Aires.

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A por entonces tenía Alvear tan señalada fama de prudente, valeroso y entendido Oficial, y de reunir á una gran firmeza de carácter una tan superior ilustración, principalmente en la Astronomía y demás ciencias físicas y matemáticas, derecho de gentes é idiomas (pues llegó á hablar siete con notable facilidad: latín, francés, italiano y portugués, además del propio, y dos dialectos indios, el guarani y el tupí, en los que se entendía con los indígenas perfectamente, á los que añadió luego el inglés, aunque no con tanta perfección), que, á pesar de su corta graduación de Teniente de fragata, mereció ser propuesto por el Cuerpo general de la Armada por dos veces, y nombrado por el Gobierno de S. M., para una comisión honrosísima por lo delicada y difícil de su buen desempeño, la suma de conocimientos y cua

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