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IV

REUNIÓN DE LOS PORTUGUESES

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L 15 de Enero de 1787 llegó por fin la división portuguesa á San Borja, y hechos todos los aprestos, se pusieron en marcha ambas partidas para la Candelaria, desde donde habían de embarcarse en el Paraná para dar principio á la obra de límites; pero, desgraciadamente, el Coronel Roscio enfermó en aquel punto de unas calenturas intermitentes tan fuertes y penosas que le imposibilitaron por mucho tiempo, dejándole tan débil y lastimado que fué preciso desistir de todo trabajo por el largo espacio de trece meses, hasta volver la buena estación después de que se hubo restablecido, pues no traía en su partida oficial declarado segundo que le pudiera substituir, ni por más solicitud con que los jefes españoles, y aun el Virrey lo pidieran, no se pudo lograr lo nombraran en lo sucesivo; siendo esto una continua rémora que entorpecía á menudo la demarcación.

Al mismo tiempo suscitóse una prolongada competencia entre los dos Comisarios sobre el reconocimiento

de sus poderes, negándose el portugués á considerar esta segunda partida ó subdivisión española como independiente de la primera, ni tampoco á su jefe ó Comisario, suponiéndole segundo de D. José Varela, como él lo era del Gobernador de Río Grande de San Pedro, el Brigadier Sebastián Javier de Vega Cabral, primer Comisario en jefe de las partidas portuguesas. Fundábase algún tanto en la circunstancia de haber estado D. Diego trabajando aquellos tres primeros años en la primera partida, y, al parecer, á las órdenes de aquel jefe, y llamarse segunda subdivisión la suya también; pero ambas cosas habían sido consecuencia de la falta de cumplimiento por parte del Gobierno portugués de las condiciones acordadas para la formación de las Comisiones, que habían de ser cinco, y cada una con su jefe respectivo independiente, y sólo responsable de la demarcación de su tramo, escogido con las necesarias condiciones de conocimientos facultativos para desempeñarla como era debido; lo que no sucedía con las portuguesas, pues en las dos primeras no había más jefe facultativo demarcador que el Coronel Roscio, y las otras partidas casi si se llegaron á nombrar. Don Diego de Alvear sostuvo su derecho con firmeza, pŕincipalmente por lo que había de entorpecer y alargar la demarcación semejante dependencia de un jefe distanciado y difícil de encontrar por los inciertos lugares á donde sus propias operaciones le podían llevar si, como sería probable, se pretendía someter á su juicio definitivo cualquiera determinación que él tomara. Los Virreyes de ambas Potencias intervinieron por último, y se dió por terminada la competencia á favor del español, confirmándole en su derecho de ser tenido como Comisario primero de la segunda partida ó subdivisión, completamente independientes ambos de la primera y en un todo iguales á ésta (1).

(1) Véase Apéndice 2.o Nombramiento del Comisario.

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Por Abril de 1788, ya completamente restablecido de su larga y penosa enfermedad el Coronel Roscio, y todos los aprestos de nuevo arreglados, pudieron continuar sus trabajos de navegación y reconocimiento de los ríos Paraná, Iguazú, San Antonio y demás que les correspondían, siguiendo el sistema anterior, en cuanto les fuera posible, de dividirse las partidas por mitades, que unas irían por los ríos en canoas, y las otras, siguiendo las márgenes arriba, completando el estudio de todo el país.

Salieron, pues, de Candelaria el 26 los primeros, y el 27 D. Diego de Alvear y el astrónomo portugués Joaquín Félix Fonseca por tierra, para combinar la derrota que hacían los barcos por el río y trazar con más exactitud su proyección, y la situación de los pueblos y aldeas no lejanas, deteniéndose á las cuatro millas en la Tapera, ó ruinas del pueblo viejo de San Cosme, que encontraron sobre unas lomas suaves; interesándoles sobremanera este punto por ser el sitio donde el célebre jesuíta y astrónomo P. Buenaventura Suárez vivió largo tiempo é hizo sus notables observaciones astronómicas, construyendo él mismo por su mano los delicadísimos instrumentos propios que necesitaba, anteojos, péndulo, cuadrante, etc., y calculando un calendario de efemérides, que se imprimió en Lisboa, para el siglo que corría desde el año 1740 hasta el 1841, dando además las reglas prácticas para poderlo conti

nuar.

Luego siguieron visitando Santa Ana, Loreto, San Ignacio y otros pueblos y varias aldeas, fijando su situación y circunstancias, lo mismo que las de los montes y cerros, rios y arroyos con sus respectivos grados de latitud y longitud con la mayor exactitud: con sus productos más notables y accidentes particulares, notándolos todos aquellos en los planos, como hemos dicho, y en el detallado Diario que iba Alvear escribiendo con el decidido propósito, que en él manifiesta, de que

pudiera servir para construir siempre de nuevo la carta de todo el país que recorría.

En el pueblo del Corpus se reunieron las diferentes partidas, que venían un tanto dispersas por los obstáculos diversos de los caminos que llevaban, padeciendo tanto los barcos en la trabajosísima navegación del Paraná aguas arriba, con sus numerosísimas vueltas y arrecifes y las fuerzas de las corrientes, que tuvieron que detenerse para carenarlos, continuando á los pocos días, con el tiempo muy metido en agua, con recias turbonadas y mayores peligros y trabajos por las continuas varadas y choques contra las rocas, en remansos de terribles hervideros y remolinos, á los que les arrojaba la violencia de la contraria corriente, rompiendo las silgas que llevaban los hombres de tierra para mejor conducirlos; viéndose entonces forzados los Oficiales, y los mismos Comisarios, á echar mano á los remos para ver de atracar á la costa, con inminente riesgo de estrellarse sobre ella.

Por fin, á los cuarenta y seis días llegaron á la boca del Iguazú ó Rio Grande de Curitivá, á la altura de 25° 35′ 36′′, habiendo alguna vez desembarcado, como en la boca del Irigay, para visitar la Reducción de San Francisco de Paula en la nación de los indios guayanas, compuesta de unas 800 á 1.000 familias de condiciones muy parecidas á los guaranis, aunque el idioma se diferencia acaso por adulteración.

Es innumerable la gran multitud de arroyos grandes y chicos, muchos sin nombre, que por todo aquel trecho bajan al Paraná por uno y otro lado, todos los cuales marcaron en su plano; por cierto viendo con gusto que coincidían con poca diferencia con los del plano de los anteriores demarcadores (el Marqués de Valdelirios y sus compañeros, año de 1753).

En todos aquellos arroyos, y en los dilatadísimos montes y bosques del Paraná que se extienden á muchas leguas de distancia, se produce muy frondoso y

alto el árbol de la hierba mate, tan celebrado del Paraguay, que parece ser la callicarpa americana de Lineo, de la clase de las tetandrias monogynias (1), y de la que dice Alvear se beneficiaban ya en aquel tiempo cantidad considerable de arrobas por los pueblos de Misiones, y que podrían aumentarse al número que se quisiera sin el menor recelo de agotar la planta; antes, por el contrario, podándola y beneficiándola se mejoraría su calidad y se aumentaría con notable utilidad del comercio de aquellas provincias.

El 30 de Junio entraron en el Iguazú, donde establecieron su cuartel general para atender á las operaciones del Paraná hasta el Salto Grande, y las del Río San Antonio; empezando los desmontes y formación de ranchos para depósitos de víveres y pertrechos, y la construcción de canoas pequeñas y de figura más adecuada para resistir y esquivar los embarazos que el ríohabía de oponer, mucho mayores desde allí por la extraordinaria violencia con que sus rápidas corrientes se precipitaban; y en efecto, fueron tales que ni en éstas fué posible que llegaran, teniendo tantas averías que hubieron de abandonarlas; y echando pie á tierra, y abriendo picada por las breñas y montes (cuando pudieron subir por encima de los disformes peñascos, sueltos unos y formando otros paredones elevadísimos y escarpados á trechos que cierran las márgenes del río), hasta dar, por último, con otra antigua que formaron los paulistas para sus excursiones; y atravesando arroyos con agua á la cintura, y sostenidos por indios para poder resistir la formidable corriente, llegaron por fin el día 7, á las diez de la mañana, á la cresta del Salto Grande, que marcaron en los 24° 4' 20" latitud austral.

La vista de aquel portentoso y magnífico espectáculo los recompensó de los trabajos y peligros pasa

(1) Véase Apéndice 4.o=Observaciones de Historia natural.

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