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rica, logrando á la vez ilustrar su nombre con la áurea fama de entendido, celosísimo y gran servidor de la Patria, como lo fueron ya antes su glorioso padre el General D. Carlos y su no menos ilustrado abuelo, el Brigadier de la Armada española D. Diego de Alvear, del que yo me precio ser, si bien humildísima, á la par amantísima hija, gloriándome de sus glorias; y por eso, y porque no se menoscaben al menos, esforzándome más de lo que consienten mi debilidad é insuficiencia, me atrevo á escribir estos renglones por si me es dado tener la suerte de poderlo evitar.

En efecto, la obra del Sr. González, como pensó nuestro sobrino, nos ha interesado muchísimo; pero causándonos, al mismo tiempo que grata impresión, un vivo dolor. En ella hemos leído impresa una obra de mi padre, pero aplicándole el nombre de otro autor. Refiérese en aquélla que en Agosto de 1880 se habían encontrado en la Biblioteca de Montevideo, ó sea Archivo general administrativo de la Nación, en una caja de hierro que fué preciso romper para abrir, «dos tomos encuadernados, sin foliar, autógrafos del Ayudante del Real Cuerpo de Ingenieros D. José María Cabrer, que se titulan Diario de la segunda subdivisión de limites española, entre los dominios de España y Portugal, en la América meridional», según consta del acta oficial que se extendió; y este autógrafo, todo entero, lo imprime y publica el Sr. González en su obra creyéndolo, con razón, que podía y debía ser la principal pieza de su trabajo; porque en él se halla relatado, no sólo lo que acaeció en la demarcación de la parte que le interesa, sino también la correspondencia que se suscitara entre los Comisarios español y lusitano sobre los ríos el Pepiry y el San Antonio, que aun ahora mismo son objeto de discusión entre las varias Repúblicas que se han formado, dividiendo el inmenso territorio que constituía el Virreinato de Buenos Aires; y lo mismo sobre las que subsisten ó se susciten con

el Brasil; y por eso los trabajos de límites entre los dominios de ambas Naciones, que hicieron los ilustres Comisarios del fin del siglo pasado, sabios y entendidos marinos, escogidos entre los más distinguidos de la Nación española, como célebres matemáticos y grandes astrónomos, parece que deben ser de un especial interés y de una suprema autoridad para la dilucidación de estas cuestiones de límites internacionales ahora, en aquellas sus antiguas provincias.

Ahora bien, concretándonos al manuscrito felizmente hallado en Montevideo, y que el Sr. González supone, naturalmente, ser obra original del que, según parece, lo ha escrito materialmente y lo firma es decir, «de Cabrer»; y teniendo nosotros, por el contrario, muy fundados motivos y grandes razones para pensar que esa suposición puede ser equivocada, nos vamos á permitir el presentar ciertos datos, entre los muchos que tenemos, y hacer algunas observaciones que creemos suficientes para aclarar la cuestión; en la confianza de que han de ser atendidas con el imparcial deseo de buscar la verdad y de dar la fama de único autor al que realmente la merezca.

Público y notorio por demás es que D. Diego de Alvear fué uno de aquellos ilustres marinos de que hemos hablado, elegido, á pesar de su corta graduación de Teniente de fragata, desde 1778 para la primera Comisión de límites de tres Comisarías, que no llegó á prevalecer; y por segunda vez, en 1783, para la segunda y última, compuesta de cinco Comisarios, juntamente con el Capitán de navío D. José Varela, el de fragata D. Félix Azara, y los Tenientes de navío D. Rosendo Rico y D. Juan Francisco Aguirre, y que estuvo desempeñando esta importante comisión en calidad de primer Comisario de la segunda partida españɔla desde su salida de Buenos Aires por Diciembre de 1783 hasta Octubre de 1801, que regresó de orden del Virrey á causa del rompimiento y nueva guerra con Por

tugal; en cuyo dilatado espacio de tiempo entendió, sin intermisión, en los penosos trabajos y prolijas operaciones de demarcar, en unión con la primera y segunda divisiones portuguesas, mandadas por el Teniente general, gobernador de Río Grande, Sebastián Javier de Veiga Cabral, y el Brigadier de Ingenieros Francisco Juan Roscio, el gran tramo de línea divisoria que, arrancando desde sus principios en las playas de Castillos Grandes y Arroyo de Chuy, corre hasta el río Igatimi, sobre el salto grande del Paraná, que expresan los artículos 4.o, 5.° y 8.° del Tratado preliminar de límites de 1777; pues es de advertir que el Comisario Alvear, no sólo se ocupó de la parte que correspondía á la segunda subdivisión de que era jefe, y que demarcó él enteramente, sino que antes y después trabajó en la que correspondía al Sr. D. José Varela, primero hasta el 4 de Mayo de 1786, en que ya se retiró para empezar la del art. 8.° del Tratado, que era la que particularmente se le había designado á él, y luego por haber regresado aquel jefe á España en 1789, otros tres años, hasta casi concluirla también, siendo este Comisario el único que lograra llevar á cabo tan ardua empresa; que los otros dignísimos jefes, por varios pretextos con que pretendían los portugueses entorpecer la demarcación que les era contraria, poco ó nada pudieron hacer en cuanto á ésta, que, por lo demás, aprovecharon el tiempo en otros trabajos útiles para el país.

Igualmente sabido y notorio es que, en cumplimiento de lo que terminantes exigían las instrucciones que el Gobierno le pasara al nombrarle para esta comisión, tuvo que escribir D. Diego de Alvear un Diario de todas las operaciones y sucesos que ocurrieron desde el momento de su salida de Buenos Aires hasta su conclusión; Diario, que, como él mismo especifica en la introducción, se componía de tres partes: la primera, comprendería los viajes y expediciones, exploraciones

y operaciones de la partida; el método y orden de los trabajos; las descripciones del país, de los montes, lagos, ríos, pueblos y habitantes, juntamente con las actas, sesiones y controversias que entre los Comisarios. de ambas Naciones ocurrieran; la segunda, dedicada exclusivamente á las observaciones y cálculos astronómicos, empezaba por una introducción en que se describen con suficiente detalle el número y calidad. de los instrumentos, tablas y libros que se habían de emplear, y luego expone menudamente la completa colección de todas las observaciones astronómicas y aun meteorológicas que se practicaban, de longitud, latitud y variación magnética; eclipses de Sol, de Luna, de los satélites de Júpiter, ocultaciones de estrellas y de Venus por la Luna, paso de Mercurio por el disco del Sol, variaciones de la temperatura, etc., etc..., que de todo esto hubo, con noticia que daba de los parajes en que se hicieron; y para que se viera el proceder y el modo de averiguar sus resultados, ponía el primer ejemplo de cada especie de observación calculado. La tercera y última parte del Diario incluye otra colección de observaciones de historia natural sobre los tres reinos, animal, vegetal y mineral; distribuídos por sus clases, géneros, especies y variedades, según el hermoso sistema del célebre naturalista Carlos Lineo; y hubo de añadir luego en otro tomo, la Historia de la Provincia de Misiones, «por ser, dice, una de las más amenas de la América meridional, situada bajo uno de los climas más felices y benignos, regada por tres ríos de los más considerables; susceptible por lo mismo de las más vastas ideas de mejoramiento y progreso en su población, industria y comercio, y ser aquel territorio perteneciente al tramo de línea divisoria peculiarmente sometido á su partida»; por lo que, sin querer interrumpir con largas digresiones la serie de hechos y trabajos oficiales del Diario, se decidió á hacerlo por separado y con mayor extensión; describien

do el país y las tribus indígenas que lo habitan, con la relación de la conquista; el admirable método de la Compañía de Jesús para reducir, civilizar y convertir á los indios; las nuevas poblaciones que hicieron; y luego de la expulsión de éstos, su decadencia grandisima, proponiendo los medios más adecuados para su conservación y mayor prosperidad, etc.

Acompañaba la totalidad de su obra con un Atlas ó colección de planos corográficos de los cantones ó comarcas, y también topográficos de los fuertes, pueblos y puertos principales que recorrió y describe, inclusos los de Buenos Aires y Montevideo, hasta el número de trece, con una tabla de sus distancias entre sí y de su longitud y latitud; resultando, por lo tanto, completísima esta obra para el conocimiento exacto de todos aquellos inmensos terrenos, que había demarcado y estudiado con el mayor detenimiento para que pudiera utilizarlos el Gobierno en provecho de la defensa y buena administración de tan rico y extenso país.

Muchos son los autores y personas que han dado testimonio á favor de la autenticidad y mérito de estas obras, citándolas frecuentemente en las suyas y aun en los tiempos en que las escribía D. Diego. Véanse las de Varela, Azara y otros sus compañeros. En el interesante Informe que sobre la demarcación al Ministerio de Estado diera en Madrid (en 1796) el Oficial de la Secretaría D. Vicente de Aguilar Jurado, muy repetidas veces cita el Diario de Alvear, y con éste y sus planos se forma principalmente el gran mapa general de D. Francisco Requena. Los Virreyes en sus oficios; el Príncipe de la Paz recibiendo con aprecio y encomio los varios tomos que le entrega el mismo Alvear en 1806; y por último, sin acumular otros muchos como pudiéramos, y parecernos ser el que más se relaciona con el objeto de este escrito, sólo añadiremos la siguiente carta oficio del mismo D. José María Ca

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