Imágenes de páginas
PDF
EPUB

CAPITULO XXVI.

FERNANDO I. (el de Antequera) EN ARAGON.

De 1410 á 1416.

Estado del reino á la muerte de don Martin.-Aspirantes al trono, cuántos y quiénes; circunstancias de cada uno.—Competencia entre el conde de Urgel y el infaute don Fernando de Castilla.-Bandos y parcialidades en Aragon, Cataluña y Valencia.-Parlamentos en los tres reinos para tratar del sucesor á la corona.-Conducta de los parlamentos de Barcelona y Calatayud.-Asesinato del arzobispo de Zaragoza.-Parlamentos de Tortosa, Alcañiz, Vinalaroz y Trahiguera.-Espíritu de estas congregaciones.-Resolucion que tomaron para la eleccion de rey.-Compromiso de Caspe: jueces electores.— Es nombrado rey de Aragon el infante de Antequera; proclamacion: sermon de San Vicente Ferrer.-Es jurado don Fernando de CastiY Sicilia.-Rella en Zaragoza.—Cómo pacificó las islas de Cerdeña belion y guerra del conde de Urgel.-Célebre sitio de Balaguer.El conde es hecho prisionero, juzgado y encerrado en un castillo: paz en Aragon.-Suntuosa coronacion de don Fernando en Zaragoza.-Muda la forma de gobierno de esta poblacion.-Cisma de la iglesia: tres papas: medios que se adoptan para la estincion del cisma: concilio de Constanza.-Parte activa que toma don Fernando de Aragon en este negocio.-Renuncia de dos papas.-Vistas del emperador Sigismundo y de don Fernando en Perpiñan: gestiones para que renuncie el antipapa Benito XIII., Pedro de Luna: dura inflexibilidad de éste: sálese de Perpiñan y se refugia en Peñíscola.El rey y los reinos de Aragon se apartan de la obediencia de Beuito XIII.-Ultimos momentos del rey don Fernando: audacia de un conseller de Barcelona.-Muerte del rey: sus virtudes.

Habiendo muerto el rey de Aragon don Martin el Humano (31 de mayo, 1410) sin sucesion directa, y

sin haber tenido él mismo resolucion bastante para designar sucesor, no contestando nunca categóricamente á las preguntas que sobre esto le hicieron la condesa de Urgel y otros magnates que le rodeaban, y á las embajadas que varias córtes le enviaron para esplorar su voluntad, quedaba el reino aragonés en una situacion escepcional, grave y comprometida, espuesto á los embates de los diferentes competidores que ya en vida de aquel monarca se habian presentado como pretendientes al trono que iba á vacar, acibarando con sus anticipadas reclamaciones y prematuras exigencias los últimos dias de aquel bondadoso

monarca.

Cinco eran los aspirantes que se presentaban con títulos respetables, y mas o menos legítimos, á la sucesion de la corona aragonesa, á saber: 1.° don Jaime de Aragon, conde de Urgel, biznieto por línea masculina de don Alfonso III. de Aragon, casado con la infanta doña Isabel, hija de don Pedro III. y hermana del mismo don Martin: 2.° el anciano don Alfonso, duque de Gandía y conde de Ribagorza y Denia, hijo de don Pedro, conde de Ampurias y Ribagorza y nieto de don Jaime II., que fué hermano de don Alfonso III.: 3.o el infante don Fernando de Castilla, hijo segundo de la reina doña Leonor, que lo fué de don Pedro III. de Aragon y hermana de don Martin; 4.° don Luis, duque de Calabria, hijo de doña Violante, que lo era de don Juan I. de Aragon; casada con el

duqué de Anjou, que se titulaba rey de Nápoles: 5.° don Fadrique, hijo natural del rey don Martin de Sicilia, á quien su padre habia dejado eficazmente recomendado en su testamento, á quien su abuelo don Martin habia amado con singular ternura, no sin deseos de elevarle á la dignidad real, al menos del reino de Sicilia, y á quien el antipapa Benito XIII. á instancias de su abuelo habia tenido á bien legitimar.

De estos concurrentes el mas fuerte y el mas temible era el conde de Urgel, no tanto por la mayor legitimidad de sus derechos, cuanto por su ingenio activo, impetuoso y osado, por los numerosos partidarios que le proporcionaban sus relaciones de parentesco y amistad con las principales familias de Cataluña, por el favor de que gozaba con los Lunas de Aragon, y por la popularidad que tenia entre los valencianos. Nombrado, aunque de mala gana, por el rey don Martin lugarteniente general del reino, acaso con el designio de alejarle de sí y comprometerle entre los bandos de los Lunas y Urreas que traian entonces tan agitado el pais, pero no reconocido nunca como tal en Zaragoza, aspiraba despues de la muerte del rey, no ya solo á ejercer la lugartenencia, sino á tomar las insignias reales, y las hubiera tomado á no haber visto que el pais no consentia tan exageradas pretensiones. Favorecíale ademas la circunstancia de que á la sazon de morir el rey, sus competidores ó contaban todavía con escasas fuerzas, ó se hallaban distantes del reino El

duque Luis de Calabria era un niño, y solo contaba con el apoyo de la Francia: el duque de Gandía, don Alfonso, anciano y enfermo, y el hijo bastardo de don Martin de Sicilia, don Fadrique, aunque recien legilimado por el papa Benito, tenian pocos partidarios en el reino. Quedaba pues por principal competidor al de Urgel el infante don Fernando de Castilla, por quien habia mostrado decidida inclinacion el rey don Martin, y en cuyo favor estaban el Justicia de Aragon, el arzobispo de Zaragoza, el gobernador Lihori, y el mismo Benito XIII. (1), formando un numeroso partido, ademas de asistirle, como se vió despues, el mejor derecho. Pero hallábase á aquella sazon el infante empeñado en la empresa de conquistar á Antequera.

Aprovechando esta circunstancia el de Urgel, ávido por otra parte de ceñir una corona, presentóse desde luego con resolucion y osadía á sostener su pretension con las armas. Grandes perturbaciones y trastornos amenazaban y hubieran sobrevenido á la monarquía aragonesa, si no hubiera habido tanta sensatez y cordura por parte del pueblo y de sus representantes. Pero el parlamento de Cataluña (2), único que

(1) El conde de Urgel, al decir del historiógrafo de don Fernando, Lorenzo Valla, en su furia contra el papa y contra el arzobispo, amenazó al primero con hacerle rasurar la cabeza, y al segundo con ponerle en ella un casco de fierro candente en lugar de mitra.

(2) Distinguíanse las córtes de

los parlamentos, en que aquellas suponian la convocatoria y la presidencia del rey; cuando faltaba aquella circunstancia, como en los interregnos, se les daba el nombre de Parlamento.

Las córtes, que habian quedado abiertas cuando acaeció la muerte de don Martin, nombraron

entonces se hallaba reunido, deponiendo con noble patriotismo toda afeccion personal, y atendiendo solo á lo que demandaban la justicia y el bien y la paz del reino, requirió al turbulento conde que se abstuviese de ejercer el oficio de lugarteniente y licenciase la gente armada, pues no podia consentir ni aquella actitud, ni el uso de aquella autoridad, siendo el reino el que habia de fallar en justicia entre todos los pretendientes: intimacion que desconcertó al conde, por lo mismo que venia del Principado, donde él contaba con mayor apoyo. Pero tampoco Cataluña queria decidir por sí sola un negocio que interesaba igualmente á los tres reinos de la corona aragonesa. Por lo mismo, y procediendo con mesura y con la mayor lealtad, envió algunos de sus miembros á Aragon y Valencia para escitar á estos pueblos á que reuniesen sus particulares parlamentos, y despues en uno general de los tres reinos se viese la manera mejor de poner fin al interregno, dando la triple corona de aquella monarquía á quien de justicia y por mas legítimo y fundado derecho se debiese. Pero Aragon, desgarrado por las poderosas parcialidades de los Lunas y los Urreas, difirió algun tiempo congregar su parlamento, siendo el de

antes de separarse doce personas que representasen y gobernasen el pueblo, encargaron al gobernador de Cataluña que, asociado de los cinco conselleres, despachase las provisiones necesarias para la conservacion de la paz. E!

gobernador convocó el parlamento para Monblanc, que despues se trasladó á Barcelona, lo cual produjo cuestiones y protestas que no hacen ahora á nuestro propósito.

« AnteriorContinuar »