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te, porque tiene á esta Virgen por lábaro en las laberínticas sendas que se ofrecen á su inexperta edad y de ella espera la consecución de sus soñados y seductores destinos, y habrá muy pocas que al dejar de pertenecer á su congregación por cambiar de estado, no la ofrezca un obsequio en que perpetuar sus recuerdos. Nuestra Señora de la Guía, en fin, es para el tordesillano todo: madre, reina, maestra, abogada, bienhechora, consuelo, libertadora, luz, escudo, para-rayos, brújula, «tesorera de todas las gra>cias, árbitra del corazón de Jesús, directora de su jus>>ticia, imán de su clemencia, maná que se acomoda no »sólo á la necesidad, sino á la voluntad y gusto de todos ›y de cada uno. Toda ojos para ver las miserias de sus >patrocinados, Toda pechos para remediar y endulzar >sus amarguras. Toda manos para levantar los caídos. >Toda piés para correr á enderezar sus pasos. Es muro, > torre y cota de malla para defenderlos de sus enemigos. >Toda consuelo para los afligidos, Luz para los desca>> minados. Toda medicina para los enfermos. Toda dulce para los devotos. Toda gracia para los justos. Toda delicia para quien la sirve. Y toda gozo y alegría para > los bienaventurados, como dice el autor anónimo de la mentada novena.

XXIII

Otros sucesos del mismo siglo dieciocho.

No fué sólo este acontecimiento el que tuvo lugar en Tordesillas durante el siglo en que nos hemos ocupado en el capítulo precedente; otros hubo que merecen los honores de llenar una página en estos anales ó recuerdos.

Don Felipe quinto, fundador de la dinastía borbónica, el día veintinueve de Abril del año mil setecientos cinco, quinto de su reinado, confirmó desde Madrid el mercado franco. Se halla una copia autorizada en pergamino unida á las de los Reyes Enrique 4.o Fernando é Isabel Católica, Doña Juana, Felipes segundo, tercero y cuarto y Carlos 2.° en un precioso cuaderno que termina con la certificación de Francisco de la Peña, Oficial primero del Rey y de sus libros del oficio de Relaciones que tiene el Contador Diego Salas y su escribano y notario público etc... legalizada esta por G.mo Carrillo: Antonio de Fuentes (1).

(1) Archivo de D. J. M. Zorita,

Dos años después, próximamente, D. Gaspar Quincoces, visitador del Real Monasterio de Santa Clara por ambas potestades, la apostólica del Papa Clemente (tal vez undécimo de este nombre) y la real del nombrado D. Felipe 5.o hizo nuevos estatutos para estas religiosas, de los cuales sólo es digno de mención, y esto por ser una prueba de la prosperidad de que gozó durante muchos siglos este monasterio, aquel en que consigna que la infanta Doña Beatriz fundó el convento para treinta dueñas, pudiendo admitir más, cuando las rentas lo permitieran, según licencia obtenida del Papa Clemente séptimo. En la visita hecha el año mil seiscientos setenta y queve por mandado de la Majestad del señor rey Don Carlos segundo el Hechizado, se limitó á cuarenta y ocho (las Ordenanzas de Valladolid citadas anteriormente les designaban cuarenta y cuatro. Al hacer estos nuevos estatutos eran treinta y ocho religiosas y consienten que lleguen á cuarenta incluyendo en en este número las seis que, como Patrono, nombra el Rey y las tres de oficio, una organista y dos bajonas que entran sin dote.

Señala casas para cada uno de los capellanes dentro de la cerca del convento.

En el año mil setecientos sesenta y ocho pasaban todavía de treinta y una las religiosas, pues en una acta de este Ayuntamiento de dicha fecha se consigna el título que expidieron de regidor perpétuo en favor de Don Agustin Caminero y Torres, conforme á los privilegios que disfrutaba esta comunidad y firman tal documento treinta y una monjas de nombres distintos y se dice que eran la mayor parte de la comunidad, lo que indica que había alguna más.

Por este tiempo honrábase aún la señora abadesa de este Real Monasterio de Santa Clara de la potestad de entregar á los corregidores la vara de la autoridad y de tener depositada en este convento dicha vara en los intervalos que mediaban entre la cesación del uno y el nombramiento del otro. Así se comprueba por la sesión celebrada por el Concejo en once de Marzo de mil setecientos sesenta y nueve. (1)

En mil setecientos setenta y uno se dió el decreto mandando la demolición del antiguo palacio de los Reyes: asunto que de larga. fecha venía gestionando este Municipio.

Pues en la sesión de once de Junio de mil setecientos sesenta y tres, «Joseph Urueña, Procurador general del comun de ›esta villa, hizo presente al Ayuntamiento bien le cons

(1) Archivo municipal.

>taba el peligro tan grande en que está el palacio de S. M. >sito en la parroquia de San Antolín, y que es una de las › calles públicas y principales donde contínuamente tran>sitan gentes, ganados y carruajes, y expuesto á suceder › muchas desgracias á causa de estar amenazando ruina » por hallarse pasadas las maderas de las aguas y carco>midas, abiertos muchos boquerones en sus tejados y el >pasadizo en dicha calle de San Antolín, sin embargo de >> estar apuntalado, hallarse por instantes expuesto á › caerse y suceder los contratiempos que se dejan con>siderar; y oido por la villa, tratado y conferido por ser >cierto todo ello, acuerda se haga representación al se›ñor D. Juan Lison de Tejada, Caballerizo de S. M. y su › Alcalde en la Real Casa de la ciudad de Valladolid, >para que en su vista determine el más pronto remedio: >>cuya representación se dirija por mano de D. Julian de > Carbajal y Mendoza, vecino de esta villa».

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Y de nuevo en cuatro de Mayo de mil setecientos sesenta y siete quejáronse de que se había caido un gran pedazo que obstruía el paso general de correos, postas, arrieros y tragineros. Con tal abandono era imposible sostenerlo y se imponía la demolición completa de un edificio que, desde que comenzaron á escasear las visitas de los soberanos á esta población, carecía de importancia y era una carga para la hacienda particular del Rey.

Otro acontecimiento de relativa resonancia fué el establecimiento en esta localidad de la sociedad Económica de Amigos del País, que se verificó en el año mil setecientos ochenta y siete, celebrándose con gran entusiasmo por ser la primera de la Nación (1).

Al año siguiente, mil setecientos ochenta y ocho, en los días veinticinco y veintiseis de Febrero, una inundación formidable causó grandes daños en el pueblo, y entre otras cosas, la lluvia destruyó parte de la casa-palacio que confina con la calle de San Antolin. Las aguas del Duero rebasaron el puente y por medio de barcos hubo necesidad de pasar pan á la villa de Rueda y á otros pueblos del partido de Medina (2). Apéndice P.

(1) Orteg. y Rub. o. c. p. 314 y Gebhart. Hist. gen. de España.-(2) Dia rio Pinciano 1799, número 11, pág. 98, cit. por Ort. y Rub, 314.

XXIV

Guerra de la Independencia.

Memorable será para Tordesillas el día veinticinco de Diciembre del año mil ochocientos ocho. Cuando toda la cristiandad se entregaba á los santos regocijos con que se recuerda el nacimiento en carne mortal del Hijo de Dios, Rey pacifico y Príncipe de la paz, como le llaman los profetas, España entera sostenia una lucha titánica con el dominador de Europa, el genio de la guerra, Napoleón Bonaparte, y el luto invadía con especialidad todas las casas de esta villa, se retrataba en el rostro de todos sus moradores y entristecía sus ánimos. Uno de sus más queridos vecinos y celoso sacerdote con tres religiosos de su convento de San Francisco se hallaba en capilla, esperando de momento en momento la orden funesta de ser fusilados.

Don Estanislao Sánchez, en la citada obra del Monasterio de Santa Clara, ha consignado este episodio que ha merecido los honores de que se hayan hecho eco de él la eximia escritora doña Emilia Pardo Bazán y el señor Ortega y Rubio que lo trascribe al pie de la letra en la obra tantas veces repetida en estas cuartillas.

Pero conteniendo la dicha relación algunas inexactitudes, naturales y casi precisas como en todo lo que se toma en las fuentes de la tradición popular trasmitida de boca en boca, y habiendo hecho la fortuna que haya llegado á mis manos la relación auténtica de estos sucesos por el que fué su causa ocasional, me ha parecido oportuno dar cuenta de ella en estos apuntes, reconstituyendo el hecho exacto.

Es una especie de memorial impreso por Don Juan López de Fraga, natural de Valladolid, capitán de blandengues en el batallón de Buenos Ayres, y dirigido al rey Don Fernando séptimo después de la restauración de este en el trono de sus mayores, en vindicación de la conducta de aquel, así como recomendación de las personas que le ayudaron en sus patrióticos sacrificios. Es un folleto lleno de curiosísimas noticias de la guerra de la independencia en esta región de Castilla la Vieja: y es lástima que le falten las cuatro primeras páginas, por lo que no podemos saber donde se hallaba impreso, ni el preámbulo, en que al parecer exponía consideraciones generales acerca de Napoleón primero, á juzgar por el contexto de lo contenido en las páginas quinta y sexta, de las que copio lo siguiente;

› Dignese V. M. señor, prestar sus angustos oidos á >la voz de un vasallo honrado, que ha vertido su sangre, »y expuesto su vida por V. M. en desempeño de su obli›gación y comisiones, con que le honraron los primeros > caudillos de los invencibles exércitos de Castilla la Vie»ja, León y Galicia. No es su interés, ni su gloria el mo»tivo que eleva hasta el augusto trono su débil pluma, >>sino la expresión de gratitud acia aquellos inmortales » varones que inflexibles en sus deberes, abandonaron á >> los inciertos accidentes de la fortuna lo más precioso » de sus intereses. Resuenen en la presencia de V. M. los >ínclitos testimonios de amor y fidelidad, que consagra>ron á su soberano entre las angustias de una crisis sin » ejemplo en la historia».

Relata luego la derrota de Cabezón y la batalla de Rioseco de catorce de Julio de mil ochocientos ocho, de la que él salió contuso; y después de algunas noticias, más curiosas que importantes, consigna las órdenes que el Marqués de la Romana le envió y decían: Considerando á V. con suficientes conocimientos en Castilla la Vieja, por medio de los que podemos tener noticias individuales de las fuerzas enemigas, sus situaciones y movimientos, prevengo á V. pase á colocarse en un punto, del qual pueda adquirir lo que deseamos. He aquí justificada la causa de su traslado y permanencia en nuestra villa, como él mismo lo dice: «Sorprendido á vis>ta de una orden, cuya execución presentaba barreras >>impenetrables, creí era llegado el momento de inmolar >>mi vida en aras de la obediencia. Mi estado no podía ser >ni más crítico ni más apurado: rodeado de las bayone>tas y satélites enemigos; exahusto de dineros y recur>sos para disfrazar mi persona, y abandonado á la ex>trema necesidad de un pais desconocido.... .Resuelto á > fijar mi residencia en el punto de Tordesillas, como el > más propio y proporcionado para entablar mis comuni>caciones con Valladolid, Burgos y Madrid, me dirijí á > esta villa con recomendaciones del cura de Robladillo »para el guardian de religiosos descalzos de ella».

»Nada estaba más conforme á los principios de la po⚫ lítica, y feliz éxito de mi comisión, que asegurar mi re>sidencia en Tordesillas de un modo, que conciliase el li>bre y seguro curso de las comunicaciones con la reser>va de mi persona y operaciones, No fué difícil hermanar

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