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TORDESILLAS

POR

D. Eleuterio Fernández Torres,

PRESBÍTERO

VALLADOLID

Imp. y Lib. Nacional y Extranjera de Andrés Martín
Sucesor de los Hijos de Rodriguez,

LIBRERO DE LA UNIVERSIDAD, SEMINARIO É INSTITUTO,

1905

AMOYILIAD

-P402
T78F4

HISTORIA DE TORDESILLAS

MOTIVO DE ESTA OBRA

Comprometido por el Ilmo. y Rvmo. Sr. Dr. D. Mariano Cidad Olmos, Obispo de Arquelaida y Auxiliar de Valladolid durante el pontificado del Emmo. y Rvmo. Sr. Cardenal D. Antonio María Cascajares, de grata memoria, á escribir una reseña de Tordesillas, consigno los presentes apuntes, no como historia exacta y fidedigna en todos sus pormenores, sino como centón de noticias recogidas de aquí y de allí, y mejor aun, como fonógrafo de ecos perdidos, cuyo origen y curso se ocultan entre las breñas de tradiciones vagarosas, algunas indocumentadas, que ingenios más eruditos ó más afortunados se encargarán de comprobar.

La principié con sumo gusto por complacer á tan digno Prelado que me honraba con su amistad y confianza, y la he continuado después que la muerte le arrebató, privando á la iglesia de `Astorga, para la que estaba preconizado, de un insigne pontífice; porque hoy que tanto se habla de regionalismo y de amor á la patria chica que algunos ponen en contradicción del amor á la patria grande y á la unidad de la nación, como si fueran incompatibles ó no se incluyeran el uno en el otro, justo es que todos contribuyamos en la medida de nuestras fuerzas á ilustrar la cuna en que recibimos el ser, la pila en que fuimos reengendrados á la vida espiritual, el suelo donde se deslizaron los felices días de nuestra infancia, la escuela en que paciente y solicito maestro comenzó á desenredar la embrollada trama de nuestra inteligencia, con los mil objetos sencillos é inocentes que solicitaron por vez primera nuestro inexperto corazón y grabaron en el cliché de nuestra memoria con tinta imborrable recuerdos que todavía nos emocionan, cuando las canas blanquean nuestras cabezas y el desfile de tantos acontecimientos ha gastado las elasticidades de nuestra sensibilidad.

¿Qué viajero, después de haber trepado á la elevada cumbre, no se complace, volviendo la cara, en contemplar el terreno recorri. do, los abismos salvados, los vericuetos erizados de peligros y los

rellanos donde se detuvo á tomar aliento? Asi el hombre sacudido reciamente por los distintos sucesos que tornasolaron su vida, se deleita en imaginar la casita en que vió la luz y tantas veces se recostó sobre el regalado seno de una madre cariñosa; las reprensiones agridulces de un padre celoso por la educación; los hermanos con quienes traveseó alegre; los amigos que le acompañaron en sus excursiones á los sotos y riberas en busca de nidos, la iglesia en que ganó las primeras medallas por saber la doctrina y cien y cien objetos baladíes, frivolos, sin importancia para los hombres maduros, pero saturados de embelesos en la edad de la infancia.

Pues todo esto va á tomar de nuevo luz, movimiento y vida en el cinematógrafo de mi imaginación, no ya para cumplir el encargo de mi malogrado prelado y amigo q. s. g. h. sino accediendo á la instancia y bajo la protección del Muy Ilustre Ayuntamiento de esta villa, que en su diligente y ardoroso celo por favorecer todo aquello que cree ha de dignificar y enaltecer al pueblo que representa, se ha dignado acordar en la sesión del día 8 del mes y año corrientes, subvencionar la impresión de este modestísimo trabajo, siguiendo el ejemplo de los Condes de Lemos y de Tendilla que tan preeminente lugar ocupan en la Historia, más que por sus timbres y blasones, por el favor que dispensaron á las Ciencias y las Letras. Sin tener en cuenta que yo no soy Miguel de Cervantes ni Fr. Luis de Granada. Aunque, á decir verdad, cuanto menos merece la obra, tanto más alto relieve adquieren la nobleza é hidalguía de sentimientos del que la prohija.

Queden, pues, aquí como únicas notas salientes: el patriotismo y liberalidad del Mecenas y el eterno reconocimiento del

Tordesillas Junio de 1905.

Autor.

Origen de Tordesillas.

Como matrona romana con arreos de odalisca árabe desdeñosa de sus últimos y marchitos encantos, cegado su foso, despedazadas sus vetustas murallas, despojado su gracioso y macizo puente del elegante castillo y de las airosas esferas que erizaban cual esbeltos adornos sus altos pretiles; decapitados los pináculos y sin servicio las caprichosas gargolas de San Antolin, sin luz sus elegantes antepechos; tapiados el primoroso zócalo, lindo encaje de piedra, de la azotea cubierta de antiartístico tejado y los delicados lóbulos de los ventanales de Santa Clara, asiéntase Tordesillas, una de las tres villas ilustres de Valladolid, como la cita Gil González Dávila, sobre mediano otero, á ciento cincuenta y nueve metros sobre el nivel del mar, en la margen derecha del Duero, á unos quince Kilómetros de la confluencia de este rio con el Pisuerga y Adaja; como si quisiera confiar á sus susurrantes ondas sus cuitas por el abandono y olvido de que hoy se vé víctima, después de haber ocupado largas é ilustres páginas en la Historia.

Incierto y obscuro se presenta el génesis de esta villa, y como siempre que no se oye una voz clara y distinta que engendre una opinión autorizada, cada cual ha interpretado los confusos rumores conforme á su juicio privado.

D. Juan Ortega y Rubio en su obra: «Pueblos de la provin cia de Valladolid, tom. I, cap. 12, pág. 304», es sin embargo quien mejor ha coleccionado estas diversas sentencias, y destinados estos apuntes á repercutir todos los ecos, haré mención de los distintos pareceres.

Nebrija y Garibay creen que Tordesillas es la Segisama ó Sagesama de que hablan Floro y Orosio al tratar de las guerras cantábricas y en la que César Augusto fijó sus reales. Pero me parece muy atinada la observación del P. Henao en sus «Averiguaciones de las antigüedades de Cantabria», para no sólo dudar, sino desechar esta opinión; porque no es posible explicar como pudo el César repartir en un día su ejército y cercar toda la Cantabria desde Segisama, como dice Floro, ó poner cordón desde Segisama con tres ejércitos casi á toda Cantabria, según Orosio.

Francisco Bivar asegura, sin aducir razón alguna, que es la

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