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de hacer nuestra apología por la irresistible fuerza de la verdad, clara y sencillamente demostrada. Los grandes males, dice oportunamente el sapientísimo Melchor Cano (a), muchas veces vienen encubiertos con grandes bienes; y el estrago de la Religion jamás viene sino en máscara de Religion. No es nuestro intento reproducir leyendas hagiológicas de tantos millares de varones esclarecidos en virtud y ciencia, que forman la inmensa galería franciscana; la Historia Eclesiástica y profana, las crónicas particulares de las naciones, y los monumentos artísticos, son un elocuente y perenne testimonio de la grandeza y heroismo de los hijos de San Francisco. «Nacidos, como dice Mr. Blainville, Hist. des Sciencies de l'organisation, tom. 3, pag. 67 (1847) para la defensa y estension de la Religion Católica, cumplieron su mision con las armas de la ciencia. En verdad las luchas ortodoxas y admirables, que las escuelas Tomista y Escotista, sostuvieron por espacio de muchos siglos; avivaron el amor al estudio, dieron campo estenso á la razon dentro de los límites de la fé, y prepararon al mundo para recibir la verdadera civilizacion, que armoniza las verdades inmutables de la revelacion, con las nuevas conquistas de la razon humana.

2. Razones todas las que dejamos dichas para que pasemos en silencio nuestras glorias, y para que nuestro dominante pensamiento, sea únicamente dar á conocer el

(a) Parecer al emperador Cárlos V sobre las diferencias con Paulo IV.

espíritu que anima á los religiosos franciscos de la familia española; espíritu que se ha querido desfigurar en muchas ocasiones por nuestros enemigos, y que en las actuales circunstancias, se ladea con siniestra intencion por algunos que llamándose amigos nuestros, son dignos de que les apliquemos aquellas palabras del Apóstol Santiago: Exhonorastis pauperem. Si en esta pública manifestacion no aciertan los que suscriben, á reproducir el espíritu de su Seráfico Fundador, que no es otro que la observancia del Santo Evangelio, retiran desde este instante cuantas opiniones emitan en este escrito, que no tiene otro objeto, que la mayor honra y gloria de Dios y aumento de nuestra fé católica.

3. A ordenar lo presente, recordar lo pasado y proveer lo futuro, segun la doctrina de San Agustin (Serm. 4 de Penitencia), se dirige nuestro escrito este es el poderoso motor que nos impele. Entre la multitud que seguia á Jesucristo, unos lo hacian para observarle traidoramente; otros para comer de los panes que les daba; otros para sanar de sus enfermedades corporales; otros en fin, para salvar eternamente sus almas. (San Buenav. Biblia paup. de intentione recta). Los hijos de San Francisco hemos manifestado al mundo por espacio de muchos siglos, que seguimos á Jesucristo para salvar nuestras almas, y santificar á los demas con nuestra doctrina y ejemplo. Dejamos á nuestros detractores que le busquen para observarle, ó para comer el pan de los honores y dignidades. Quizá hemos sido demasiado prudentes en permaner silenciosos, en medio de tanto como se nos ha calumniado; mas esta prudencia, que nos obligó

á callar hasta el presente segun consejo de San Buenaventura: Cedendum est furori malorum, nos pone la pluma en la mano, porque los que callan siempre, callan siempre, ó permanecen silenciosos cuando deben hablar, se esponen á caer al profundo del abismo, como pesada piedra arrojada de lo alto: Tacentes, enim, submerguntur, et descendunt in profundum. (S. Aug. Ser. 40 de vita solitaria). No se crea por eso que olvidamos las amonestaciones y consejos de nuestro Seráfico Patriarca, que nos encarga ser humildes, y mansos (Mansueti, et humiles, honeste loquentes omnibus sicut decet. Reg. S. Franc. cap. 3).

4. ¿Y cómo permanecer por mas tiempo silenciosos? Cuando la calumnia con voz atronadora llevaba nuestro nombre vilipendiado y escarnecido, nos postrábamos en el suelo dando gracias al Señor por tantas humillaciones: cuando en medio de los gritos de muerte y esterminio, se clavaban los puñales en el corazon de nuestros inocentes hermanos, levantábamos nuestras manos suplicantes al cielo, segun el mandato de San Pablo: Volo ergo vos orare in omni loco, levantes puras manus sine ira, et disceptatione (Ep. ad Tim. cap. 2, v. 8). Cuando finalmente, la prensa, abusando de la libertad bien entendida, hacia alarde de inmoral y licenciosa, y estraviando la opinion de los incautos, pedia nuestro esterminio, leíamos en la Epístola de San Pedro: Omnes honorate, fraternitatem diligite: Deum timete: Regem honorificate.

5. ¿Y es posible que en medio de tanta mansedumbre y abnegacion, caminase adelante la calumnia y la maledi

cencia? ¡Oh, cuánta inconsecuencia y contradiccion! Al mismo tiempo que se echaban por tierra nuestros templos, se pretendia levantar delirantes falansterios, donde el exagerado socialismo concluyese con el órden social, y con todo principio de moralidad. Al mismo tiempo que se proclamaba la libertad de asociacion, se prohibian las asociaciones religiosas: al mismo tiempo que se garantizaba la libertad del pensamiento, se nos prohibia enseñar el Evangelio: al mismo tiempo que se queria introducir en nuestra patria la tolerancia de cultos, se nos despojaba de nuestros hábitos religiosos. Finalmente, al mismo tiempo que se hacia alarde de imitar los progresos de la civilizacion europea, se suprimian os institutos religiosos, que como soldados de Cristo habian de pelear contra los errores del protestantismo, en tanto que Francia, Inglaterra y Alemania, les admitian benignamente. ¿Por qué tanto encono y ojeriza?....... Hé aquí el problema que no pretendemos resolver. El tiempo, que todo lo descubre, tiene la mision de vindicarnos. Pasará la calumnia, aparecerá la aurora de la verdad, y los pueblos, sedientos de sana doctrina y de verdadera civilizacion, nos llamarán ansiosos, y nos entregarán sus conciencias y sus hijos.

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6. Nuestros mayores enemigos, viendo nuestra humildad y mansedumbre, lavarán sus manos ensangrentadas para acudir arrepentidos á los pies de los altares, donde entonaremos por ellos, salmos de penitencia y cánticos eucarísticos. ¡Gran Dios, acelerad el sol radiante que ha de iluminar en nuestra patria aquel dia de paz y de ventura!

¡Corra veloz en su carrera el astro vivificador que ha de difundir sobre nuestra desgraciada patria la riqueza en las familias, la tranquilidad en las conciencias, y el catolicismo en todos los corazones! Si acaso en las elevadas regiones de. vuestra celestial sabiduría, se ha decretado ya que los hijos del Patriarca San Francisco de Asís han de cooperar al restablecimiento de esa paz tan deseada, de esa prosperidad tan necesaria, y de ese catolicismo tan indispensable; aqui nos teneis desprendidos de todo afecto terreno: ni aun queremos sea nuestra la túnica que se nos permita. Esta es la herencia que nos dejó nuestro Seráfico Patriarca; este es el espíritu franciscano. Hé aquí nuestras reclamaciones. El desprendimiento total de toda propiedad, la desapropiacion de todo afecto terreno, hasta de aquellas cosas indispensables á la vida. ¿Se podrá hallar mayor abnegacion y pobreza? Unos hombres, que despues de tantos años de exclaustracion, se han adquirido con inmensos sacrificios una decorosa subsistencia, ¿podrán ser estimulados por el interés á desprenderse de nuevo por una segunda vocacion, de todo cuanto poseen para volver á sus tareas apostólicas de enseñanza, predicacion y culto? Los que viviendo cómodamente dueños de su voluntad, claman por la vida regular llena de austeridades, sujeta á una severa disciplina, y á la vigilancia inmediata de un prelado, ¿podrán infundir recelos de que no son religiosos sus deseos? ¿Podrán desear engrandecerse los que cubiertos de un despreciable sayal, renuncian los honores y dignidades á que se les ha dado derecho?

7. ¡Oh, nada menos que eso! Si los pueblos conociesen

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