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negacion, que tanto y tan dignamente distinguieron la administracion de aquellos dias. Esto acaba de esplicar por qué las Córtes de 1841 fueron una verdadera representacion, si no de la voluntad nacional, pues que la ley no la protege aun, al menos del cuerpo electoral español. La nobleza de este egemplar dignísimo, unida con la de otros, muy recomendables tambien, entre quienes podemos contar el recuerdo de las Córtes constituyentes del 37, honran en el mas alto grado al partido liberal de España, nunca mas justificado y legal, que en los momentos mismos en que se le acrimina de insurrecto. Mas á pesar de tan grande proteccion dispensada por el gobierno á las elecciones, de la estensa libertad que entonces gozaban todos los ciudadanos para emitir sus votos y sus creencias, de lo cual es tambien un testigo caracterizado y escepcional la prensa de la oposicion matizada de todos los colores políticos, el partido que se decia moderado, discurriendo tal vez en su flaqueza, teniendo la conciencia del propio vencimiento, contando por segura la derrota, tanto mas, cuanto que esa misma libertad electoral, esta legalidad es siempre contraria á los fines y á los medios que él suele emplear en tales actos para haber de conquistar la victoria, resolvió no tomar parte alguna en la eleccion, queriendo así lanzar esa protesta, ese vetoj mas ridículo que elocuente, sobre la representacion

elegida en 1841. No hubo, pues, reaccionarios, apenas estuvieron representadas las ideas de estos en aquellas Córtes, salvo empero alguna que otra provincia, como en las vascongadas, en donde, no obstante el interdicto, nombráronse diputados de estas opiniones, los cuales en union con los senadores remanentes de anteriores logislaturas, veremos sin embargo que están destinados á desempeñar un papel muy importante en las grandes cuestiones que se suscitaron y resolvieron, las que hemos dejado intactas para la época cuya historia vamos empezando. No era, por lo tanto, la representacion de entonces espresion fiel, ni aun «del cuerpo elec<toral español» como hemos dicho arriba; pero éralo sin duda «del cuerpo electoral progresista»>> del partido constitucional por esencia, amigo de las reformas, de la libre independencia, de la cultura y prosperidad de los pueblos. Pocas ocasiones se ofrecen en las revoluciones pacíficas (y entre estas contamos la que entonces se obró en España), en que mejores y mas propios elementos se reunan para marchar adelante, sin que lo impidiese apenas obstáculo alguno. Mas facultades, mas poder en estas Córtes para faccionar de otra suerte la revolucion, para curar mas hondamente los males del cuerpo social, y ellas habrian en cierto modo consumado la obra que en vano se esperó de la Junta Central, tal vez sin los inconvenientes de este medio, peli

groso y temible, al cual debe apelarse muy pocas veces, en casos críticos y desesperados, de esos que rara vez se ofrecen durante la vida larga y complicada de las naciones. Pero el ministerio-regencia, que en union con ciertos progresistas meticulosos de la vieja escuela, hombres apegados á sus hábitos, á sus creencias, á sus rancias doctrinas, y sostenido por la prepotencia militar, que cuidaron estos bien de poner á su lado, ú mejor dicho, de acogerse á su proteccion, creyendo incautos. que la misma espada que los libraba de los furores revolucionarios, habria de conjurar tambien en su dia las iras reaccionarias, fallando siempre y decidiendo el poder de la fuerza en su pró, este gobierno, decimos, y estos hombres y esta fuerza, que habian inutilizado y ahogado en su cuna el segundo de aquellos medios, el de Junta Central, tambien tuvieron falta de resolucion, quizás de patriotismo, ú sobra de miedo y de mengua, para hacer nulo el primero, como hemos apuntado antes, no concediendo á estas Córtes mas poderes que los ordinarios. Conducta desacordada é imprudente, esta de los hombres encumbrados por la revolucion, que ya desde los primeros dias lanzó un gérmen profundo de disgusto en el seno de la diputacion nacional, gérmen que empezaba á dar amargos frutos en la prensa libre, y que habia de contribuir tan poderosamente á socavar y destruir la obra frágil, deleznable, perece

dera, que dió en postrer resultado el memorable alzamiento de setiembre.

La opinion liberal vióse vivamente marcada y pronunciadísima en todos los pueblos durante los dias que se siguieron á este gran suceso. La eleccion general de ayuntamientos y diputaciones provinciales, cuya renovacion se verificó entonces por decreto del gabinete-regencia, fué una prueba clara y ostensible de esta verdad, participando aquellas corporaciones populares del espíritu democrático de la época, y mostrando en lo general tendencias propias de las revoluciones violentas y pujantes. Consecuencia natural de este hecho, y de lo que llevamos antes apuntado, es que la mayoría de los diputados á Córtes abundase tambien en los mismos deseos y creencias, y participase del mismo espíritu innovador que animaba al cuerpo electoral de donde habia nacido, y del cual ofrecian inmediato y vivo egemplo aquellas otras elecciones. Todo gobierno que aspirase, pues, á seguir las inspiraciones de la opinion pública, á regir el pais segun su consejo y su dictamen, como ha de hacerse siempre en los estados constitucionales bien regidos; finalmente, á ser un gobierno de opinion, sin contrastar la voluntad de los pueblos, sobreponiendo la suya, debia de partir indefectiblemente de aquel dato esencialísimo para resolver el problema social propuesto por la revolucion, si no queria tener á esta por enemiga,

acusándole de infidelidad é inconsecuencia. En una palabra, debia ajustar su conducta y dirigir sus cálculos segun la fórmula revolucionaria, de la cual era espresion fiel el voto de la diputacion nacional, producto irrecusable del levantamiento de seliembre. De lo contrario, la revolucion misma vendria á arrollarle en su impulso, ú bien los ímpetus reaccionarios, mas fuertes y briosos que la combatida revolucion, acabarian con la obra de esta, confundiendo al par la débil existencia de un poder sin basamento de ningun género, sin norma, sin guia, sin fé, y que vendria á morir, como mueren siempre los gobiernos de esta especie, sin brillo alguno, sin nombre y sin gloria.

Examinemos los sucesos de estos tiempos, y veamos la marcha, la conducta seguida por los diferentes poderes del estado, desde la época en que va á darse una organizacion mas firme y estable á la situacion creada por el alzamiento. Hablemos, pues, de la obra mas grande y trascendental que emprendieron y consumaron aquellas Córtes: el nombramiento de Regencia.

Llano es que reunida la representacion del pais, lo primero que debia de ocuparla era subvenir á esta necesidad constitucional que legó á la nacion con su renuncia la reina Cristina. Todos al punto fijaron los ojos en el general ESPARTERO, cuyos eminentes servicios, cuyos compromisos, cu

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