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DE LA LIBERTAD É INVIOLABILIDAD DE LA CIENCIA (1).

SEÑORES:

Humilde comienzo tienen todas las obras humanas, y la más grande fábrica arquitectónica, buscando sólido asiento, sepulta en el seno de la tierra materiales destinados á sostener la pesadumbre de sillares que, en armoniosas líneas y ordenado conjunto, excitan la admiracion de las edades sin recordar las partes que ocultas á los sentidos dan vida y subsistencia á la construccion material, reveladora del genio del artista. Hoy los aquí congregados por el comun sentir, y obedeciendo á la individual iniciativa, aunamos nuestros esfuerzos para dar principio á la realizacion de un pensamiento cuyo conjunto abarcamos en su grandeza, y que quizás á ninguno de los presentes sea dado contemplar en su completo desarrollo, pero que lleva en sí el atractivo de su bondad y la conciencia lo concibe y lo goza como realizado desde la base á su coronamiento.

Hombres de buena voluntad han asociado sus estudios y medios pecuniarios para crear en nuestra patria la Institucion libre de Enseñanza. Como precursores de esta idea ha habido desde la segunda mitad del siglo que vivimos personas doctas, propagadoras de estudios importantes en Ateneos y Círculos erigidos en las principales ciudades, desde el momento en que la forma política del Estado consintió un grado de expansion que á la ciencia le fué negado durante un período tristísimo de doscientos años, en el que la nacionalidad española se cuartea y derrumba en el abismo de la ignorancia, de la miseria y del descrédito. Pero aquellos esfuerzos aislados, dignos de justísimo aplauso, no cumpliendo ningun fin sistemático, eran como brillantes apariciones de los cometas en el espacio, que fijan nuestra atencion por contados dias y desaparecen de la vista no prestándose á observacion y estudio continuado, para deducir leyes ciertas como las halladas para los cuerpos planetarios.

(1) Discurso leido por el Excmo. Sr. D. LAUREANO FIGUEROLA en la sesion inaugural de la Institucion libre de Enseñanza el dia 29 de Octubre de 1876.

TOMO XLIX.

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La Institucion libre de Enseñanza tiene el feliz propósito de concentrar el estudio de la ciencia en sus diversos aspectos segun un órden y série ascensional, desde los rudimentos que inicien al adolescente, hasta las especulaciones trascendentales que busca con afan el hombre versado en investigaciones profundas. Vana pretension seria el suponer novedad completa en tal empresa. Realizada está, y con gran provecho y formas adecuadas, en otras naciones que han tenido la dicha de gozar ántes que nosotros condiciones de existencia de que todavía carecemos; empero para lograr semejantes condiciones han pasado tambien tiempos de desventura y sufrimiento, para ellos históricos ya, cuanto para nosotros contemporáneos. Ni es tanta nuestra desdicha que mirando á lo pasado deba desalentarnos lo presente, cuando hay motivo para fortalecernos en la empresa acometida. Al alborear el sigo XIX contaba la Península española 10.000,000 de habitantes y como cálculo incierto, aunque probable, presumen los estadistas que solo habia 300,000 personas que supiesen leer y escribir, es decir: que tres personas de cada 10,000 poseian únicamente ese instrumento de iniciacion científica. Trascurren los años con azarosa suerte hasta 1860, y el censo entonces formado nos demuestra la existencia de 15.650,000 de habitantes, entre los que saben leer y escribir solo 5.000,000 6 sea 20 de cada 100. En verdad que el despertar de nuestra patria muestra la vitalidad robusta de su naturaleza, y quizás á la hora presente, si nuevos datos se allegasen, la escala ascendente en las nuevas generaciones elevára la cifra proporcional á 50 por 100. Pero este hecho satisfatorio en sí, limitando la relacion á nuestro pasado deplorable, ¡cuán triste, cuán vergonzoso es si extendemos nuestra mirada por el ámbito del mundo civilizado! En todas partes la mancha negra de la ignorancia enciérrase y circunscríbese en límites más estrechos, y la frente sonrojada se abate cuando solo vemos cerca de nosotros á la Rusia y la Turquía, mientras envidiamos la distancia recorrida por todos los Estados Alemanes, la Bélgica, la Holanda y Suiza, y ni áun nos es dado salvar el espacio que nos separa de la Francia.

Importa mucho fijar la atencion en esta llaga social, y si vergüenza causa confesarla, la resolución de combatirla crece al compás del conocimiento de su daño. Ignorancia hay inmensa, profunda en todas las esferas de la vida, en todas las clases de la sociedad, en todos los resortes administrativos, en todas las manifestaciones del pensamiento como colectividad, como masa total, rindiendo tri

buto de admiracion y respeto á los muy contados varones cuyo in genio é instruccion son la excepcion afortunada de tan desdichada regla; que no en balde durante los últimos treinta años, por remedio á tanta desventura, utilizando los escasos y dispersos elementos del saber, algunos ilustres patricios merecedores de eterna alabanza fundaron establecimientos para formar maestros en las Escuelas Normales, dieron vida á los Institutos y reorganizaron las Universidades, donde, emulando noblemente insignes Profesores, han trasmitido y propagado abundante raudal de conocimientos sobre inteligencias jóvenes, afanosas de gozar la vida del espíritu.

Ese movimiento científico, patente, innegable, importantísimo, notadlo bien, señores, se desenvolvia en un país donde en 1860 sólo habia veinte personas de cada ciento que supiesen leer y escribir, y de esos veinte bien puede asegurarse que más de la mitad no alcanzaban á trasponer los rudimentos de la lectura y escritura. ¿Qué debió acontecer? Un hecho constante que la sabiduría antigua trazó con buril indeleble: Quidquid ignorant, scandalum dicunt. Ochenta inteligencias rudas de cada ciento, empujadas por las escasamente instruidas en la lectura y escritura, se escandalizaron de lo que ignoraban y que divulgaban los iniciados por el movimiento científico de 1845. La verdad fué declarada sospechosa, y el Estado, que habia impulsado con sano criterio el estudio, entró en alarma, y cierta prensa, convirtiendo en especulacion industrial el grito de la ignorancia, atacó á algunos Profesores como textos vivos, y comunicóse á la Iglesia el alarma del Estado.

Y la Iglesia y el Estado, que son una comunion de fieles y una comunion de ciudadanos, sufrieron necesaria, irremisiblemente la influencia perniciosa y avasalladora de aquel ochenta por ciento de ignorancia, fascinado por el saber incompleto de los que se alucinaban con su pretendida suficiencia. Fué aquel un movimiento oscilatorio natural, y al considerarlo hoy objetivamente en lontananza, debemos apreciarlo como evolucion indispensable para ulteriores fenómenos que sin aquel estímulo no tendriamos ocasion de felicitarnos por su advenimiento. Las nuevas ideas con ardor propagadas, pero sin coordinado conjunto; con calor acogidas por la juventud, pero mal comprendidas y quizás exajeradas, debieron producir y produjeron una reaccion en los encargados de la gestion social, y diéronse á cercenar doctrinas, limitar textos, suprimir enseñanzas, acallar voces elocuentes de maestros del saber, y como éste tuviese

por entonces sólo un carácter oficial, ensayóse la impotente tarea de poner límites y vallas al océano de la ciencia. Vano intento que sólo pudiera llevarse á término resucitando todos los procedimientos, todo el sistema aplicado desde Isabel la Católica y que las Córtes de Cádiz, con inmarcesible gloria derrumbaron; titánico esfuerzo intentado para asaltar el olimpo de la ciencia, y victoria fácil para los que ocupaban su cumbre, puesto que el sol de la verdad deslumbra y acorrala á las salvajes falanjes que acometen tan loca aventura!

La libertad de la enseñanza, que se habia practicado y producido escándalo, era sólo un hecho. La revolucion la convirtió en un derecho consignado en la Constitucion de 1869 y ratificado en la de 1876. Aun cuando la revolucion no hubiese producido otro cam. bio en nuestra manera de ser, aun cuando no fuésemos á ella deudores de otro beneficio, de otro resultado, debiamos darnos por contentos de su espíritu innovador y progresivo, puesto que en un período conservador, fase natural en la evolucion de tan grande acontecimiento, los hombres que hoy lo representan, cuerdamente inspirados, han sido conservadores en el recto sentido de la palabra y sólo en este punto importantísimo; que si en otros de no menor valía han desfallecido, basta éste, discretamente aprovechado (si decretos ó reglamentos no lo desfiguran y mutilan), para mejorar nuestro porvenir por la accion constante, eficaz é irresistible de la verdad que se impone á los mismos que la combaten. Y de ello es evidente muestra el cambio operado en elevados centros y regiones, donde el ambiente europeo respirado en estos últimos años, ha producido el saludable efecto de mirar como propias y adecuadas, prácticas y maneras antes rechazadas por la solemnidad y etiqueta importadas á esta tierra por el feudalismo de la casa de Austria.

Poseémos por tanto como un derecho la libertad de enseñanza. ¿Hay que dejarlo estérilmente consignado en la Constitucion? ¿Consentirémos que el desuso se convierta en argumento de su inutilidad, para que la ignorancia atrevida lo borre y pregone la ineficacia de su semilla arrojada en la tierra de España? Gravísima falta, culpa irreparable de nuestra parte fuera si, en posesion del derecho, no evitábamos la prescripcion que contra él se invocaria. Pongamos en obra cuanto al uso del derecho conviene. Usemos de él, no abusemos, aunque el dominio sea la facultad de usar y de abusar. Entremos resueltamente por el campo de la ciencia, gano

sos de alcanzar la verdad en todas sus múltiples manifestaciones, con ánimo tranquilo y sereno por amor á la belleza, á la justicia y á la bondad que la verdad en sí misma contiene, sin propósitos de lucha, de invasion, de menosprecio para otras esferas de la actividad humana; ántes con el noble intento de cooperar á su desarrollo con recto criterio é influencia vivificadora, auxiliada por la accion tranquila y suave de los tiempos y de las generaciones, que se suceden desconocedoras de antiguos hábitos y aleccionadas con nuevo caudal de experiencias y desengaños.

A este fin obedece la base capital de nuestros Estatutos. Afirmamos en ella que la Institucion es completamente ajena á todo espíritu ó-interés de comunion religiosa, escuela filosófica ó partido político, proclamando tan solo el principio de la libertad é inviolabilidad de la ciencia y la independencia de su indagacion y exposicion, respecto de cualquiera otra autoridad que la de la propia conciencia del Profesor. Este es nuestro derecho, nuestra ley interna social. Puesto este principio en relacion externa con las demás instituciones humanas, no hay que disimularlo, puede encontrarse en completa armonía ó en deplorable conflicto, y durante grandes períodos históricos ha prevalecido la lucha y el antagonismo en vez de la paz y el concierto de voluntades. La ciencia no ha tenido esfera independiente en la antigüedad. El Estado y la Iglesia hallábanse confundidos en las instituciones familiares elevadas á la categoría de ciudades ó nacionalidades. La ciencia entónces era parte integrante de la religion y el Estado. Si éste llegó á desatar sus ligaduras, subalternizó á la Iglesia, y ésta no existió sino en cuanto los dioses fuesen familiares ó nacionales. Los de diverso pueblo debian obtener carta de ciudadania. Era escandalosa la idea del Dios único, y Sócrates precedia en Grecia el suplicio del Gólgota. Reivindicó la religion su derecho, su independencia, y las tremendas embestidas del sacerdocio y del imperio llenan de sangre y luto la humanidad por siglos enteros, para concertarse y poner tregua sin haber deter-' minado todavía certeros é invariables límites. ¿Cómo exigir que sin lucha, sin sangre, sin excesos, conquistase la ciencia el dominio que le pertenece, sin que la Iglesia y el Estado le disputasen su derecho? Hubiesen faltado las leyes de la historia, si tan feliz suceso se alcanzara, sin temerosos y espantables sacudimientos, porque por más que la lógica nos dice que así debió acontecer, la psicología nos demuestra el sér humano dotado de sentimientos y pasiones que oscu

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