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tino que ejercían los portugueses, el estado de instrucción de sus pobladores y su erección en capital de provincia y de gobernación separada, en tiempo del tercer Felipe.

Prosigue el autor narrando el desarrollo á veces lento, á veces progresivo y en ocasiones retrógrado de aquella colonia, bajo sus diversos gobernantes, obligándole el sincronismo á excursiones por la historia de España, ya para pintar en párrafos magistrales la postración en que la sumieron los últimos reyes de la casa de Austria, especialmente el último, ya para describir en otros no menos bellos, la política de los primeros de la dinastia de Borbón, en particular la del tercer Carlos, cuyo reinado considera como un período de renacimiento; aplaudiendo el acierto del rey en la elección de gobernantes y las singulares dotes de aquellos hombres ilustres.

No podría seguirle paso á paso sin convertir en juicio crítico este informe, pero refutados algunos pasajes y censurados otros de esta obra, no sería justo omitir sus excelencias, que las tiene en gran número y de índole varia.

Notable es el alto sentido con que expone las teorías del comercio y el contrabando, no obstante sus ideas avanzadas, y más notable aún la clara y hermosa dicción con que las expresa. No table es también la defensa que hace del proceder de los jesuítas en el complicado asunto de las misiones, sin embargo de mostrarse enemigo de la Compañía; y tantos y tan notables comentarios y descripciones se van leyendo, que disponen el ánimo á olvidar los errores apuntados, para que la censura se convierta en elogio.

No he leído en menos líneas un juicio más exacto sobre Godoy, que el contenido en la pág. 438 de este primer tomo.

Con gran copia de datos trata en el tomo II de la defensa de Buenos Aires contra la expedición de Beresford; examina los antecedentes de aquel suceso; describe las principales figuras que en él tomaron parte, y narra con gallardía, y á veces con seductor estilo, los movimientos de la opinión en aquel momento histórico.

De Liniers hace un retrato á maravilla, comparable por lo exacto y acabado, con el que presenta de su prisionero el General

inglés; y para ello aprovecha hábilmente la descripción de aquellas reuniones galantes en la morada del primero, donde cada episodio es una pincelada sobre las dos figuras salientes en aquel cuadro: frente á frente ambos caracteres, resaltan, en el uno las condescendencias, en el otro la sagacidad para mover en provecho propio los resortes de la simpatía hasta alcanzar del generoso vencedor un documento que le devolviera ante su nación y ante la historia tanta honra como prestigio habría de perder el incauto que se lo otorgaba, sacrificando así á vanidosa condescendencia la gloria alcanzada por las armas con la sangre de un pueblo. Tal fué la capitulación apócrifa que apareció mucho después de aquel hecho de armas en que los ingleses hubieron de rendirse á discreción, según prueba el Sr. López.

No podré seguirle en el juicio que expone de las principales figuras de su obra. Con dureza califica á Sobremonte; pero fuerza es convenir que el proceder de este, vacilante y apocado en aquellas críticas circunstancias, dan derecho al historiador para juzgarle con severidad. Quizá la extrema con D. Martín de Alzaga, jefe constante del partido español cuando la discordia dibujaba ya las banderías, como primer síntoma de la separación, que en breve habría de realizar aquella colonia de la metrópoli.

He dicho que el Sr. López narra á veces con seductor estilo: la naturalidad de la exposición, su frase movida y algún tanto irónica, aunque no siempre correcta, juzgada aquí, y la exactitud del concepto, producen en el lector, quizá sin pretenderlo el autor, y este es su mayor mérito, un efecto que no se logra cuando se rebuscan recursos para producirlo. Véase en prueba de ello el siguiente párrafo, motivado por aquella procesión realmente ridícula, ideada por Gorvea Badillo, hermano de un principal criado de la casa de Godoy:

<< Había sido invitado á la reunión (la del Cabildo) el abogado español Gorvea Badillo, que se hallaba de paso en Buenos Aires con el empleo de fiscal en la gobernación de Chile. Decíase que era hermano del intendente ó mayordomo de Godoy, y que había sido agraciado con su alto empleo por mero favor y sin mérito alguno para desempeñarlo: sus maneras petulantes y una cierta arrogancia de aquel género vulgar que toman siempre los hom

bres sin antecedentes y de reciente elevación, parecían justificar lo que se decía de su origen, y le habían hecho sumamente antipático á la juventud del país que figuraba en la sociedad y en la carrera jurídica.

»A este ridiculo personaje se le ocurrió que para dominar al pueblo y traerlo de buen grado á obedecer á Sobremonte, sería eficaz que la asamblea de notables formara una procesión con el retrato de Carlos IV á la cabeza, y que saliesen todos así por las galerías del Cabildo á exigir que la multitud alborotada desagraviase al Rey con una obediencia inmediata.

No faltaron tontos que aceptaron la idea como sublime; otros la rechazaron convencidos de que haría muy mal efecto; pero la mayor parte se dejó arrastrar por los primeros, y el fiscal Gorvea Badillo, levantando en sus manos el cuadro del Rey, salió de la sala capitular á pasearlo seguido de treinta ó cuarenta pelucones. No bien se apercibió la gente de aquella farsa grotesca, cuando comenzaron las carcajadas, los apóstrofes, los chistes y la burla, etc., etc.» Con no menor gracejo describe en cuatro rasgos al Dr. Leiva de quien dice, «era uno de esos personajes que como el corcho en el agua sabía flotar en todos los conflictos sin dirección precisa.»>

En las frecuentes y necesarias excursiones que hace por nuestra historia, explica la situación de Europa después de la paz de Amiens, la ambición de Bonaparte, su rompimiento con Inglaterra, neutralidad de España violada por el tratado de subsidios y coalición de Austria, Prusia é Inglaterra, fijando especialmente su atención y censurando con acritud y con dureza la política de Bonaparte respecto á España.

El comentario sobre este punto altera por gradaciones sucesivas el ánimo del autor, de tal modo, que recuerda á esos ríos tranquilos en su nacimiento, de acelerada corriente después, y con saltos y represas á mitad de su curso, hasta desbordar su caudal en espumante catarata, porque todo un caudal de voces agudas como dardos caen violentamente sobre el nuevo Prometeo de Santa Elena. Verdad es que el autor utiliza dictados y calificativos de escritores franceses hostiles á Napoleón; pero no es menos cierto que estos con marcada saña miraron á aquella gran

figura por la faz estrecha del hombre para no descubrir la del héroe.

Su ingerencia en los destinos de aquella región y la actitud equívoca de Liniers, que tanto influyó en contra de su prestigio, motivan páginas interesantes de este segundo tomo, á que el au-. tor pone término con el movimiento precursor de los sucesos: memorables que determinaron la independencia de aquella colonia...

Para no abusar por más tiempo de la atención de la Academia, dóiselo yo en este punto á mi informe, excusando su resumen la exposición que he procurado presentar de los defectos y de las bellezas de los dos primeros tomos de esta obra.

Solo diré, que si aquellos son grandes, estas son muchas, si la pasión informa algunos, preside á otros la más plausible imparcialidad y á vuelta de páginas sembradas de galicismos y locuciones extrañas, se leen hermosos períodos esmaltados de pensamientos bellos con frase movida, galana y correcta...

Tales contrastes ponen á la censura en verdadero apuro; tanto que ó cohonesta su vacilación, con la conveniencia de aplazar su juicio á la terminación de la obra, ó confiesa ingenuamente su incapacidad y busca en autoridad irrecusable el más seguro broquel; optando por el segundo extremo debo dejar íntegro á la Academia el concepto que le merezcan los dos tomos, de que he tenido el honor de informar, en cumplimiento del encargo recibido.

Madrid 23 de Abril de 1886.

JAVIER DE SALAS.

i...

VIII.

NO FUÉ TEA, FUÉ BARRENO.

Por una de las Noticias del número de este BOLETÍN, correspondiente al mes de Mayo pasado (p. 337), donde se cita un documento «que parece demostrar la verdad de la tradición refe

rente á la quema de las naves de Cortés,» veo que aún sigue interesando á nuestra Academia el estudio acerca de la forma en que hubo de realizarse la destrucción de la flotilla del conquistador de México, suceso memorable y tratado con tanto acierto como erudita amenidad, hace unos cinco años, por el ilustrísimo Sr. D. Cesáreo Fernández Duro, en carta dirigida al excelentísimo Sr. D. Juan de Dios de la Rada y Delgado, publicada en la Revista Contemporánea; y esto me anima á presentar sobre el caso una autoridad poco menos que olvidada aunque merezca el mismo crédito que la de Bernal Díaz del Castillo: la del dominico Fr. Francisco de Aguilar, antes que fraile, soldado de Hernán Cortés, y autor allá en las postrimerías de su vida de una breve relación de la conquista de Nueva España, conservada entre los manuscritos de la biblioteca del Escorial (1).

Es pieza bibliográfica curiosa, y en mi entender, no muy conocida, y antes de aprovecharla, no estará de más que copie siquiera su principio y su fin.

Comienza:- Fray Francisco de Aguilar, fraile profeso de la orden de los predicadores, conquistador de los primeros que pasaron con Hernando Cortés á esta tierra y de más de ochenta años cuando esto escribió á ruego é importunación de ciertos religiosos que se lo rogaron, diciendo, que pues que estaba ya al cabo de la vida les dejase escripto lo que en la conquista desta Nueva España había pasado y cómo se había conquistado y tomado; lo cual dijo como testigo de vista y con brevedad, sin andar por ambajes y circunloquios; y si por ventura, el estilo y modo de decir no fuera tan sabroso ni diera tanto contento al lector cuanto yo quisiera, contentarle há, á lo menos y darle há gusto la verdad de lo que hay acerca deste negocio; la cual como principal fin y scopo pienso siempre en lo que aquí tratare llevar por delante. Y iré poniendo lo que pasó en la toma desta tierra por las jornadas que, viniendo á su conquista, veníamos haciendo. Acaba: ...Toda la gente, ansí principal como plebeya, que en

(1) Lj5; folio; 15 fʊjas (275-289); letra contemporánea.- Con notas marginales de otra mano.

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