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católico duda que hombres confesados y comulgados no sean acogidos por la misericordia divina? y quién no cree que reine con Dios un hombre católico arrepentido, privado de la vida temporal por los tormentos en defensa de la fé? Y nosotros espuestos al peligro lloraremos á los ya salvados? El llanto es muy perjudicial al ejército; pues si la ciudad con nuestros alaridos llegara á entender la pérdida y golpe que hemos sufrido, mostraríase mas hostil y obstinada sabiendo nuestro daño. Por tanto os mandamos dar fin al llanto, y adormecer los clamores, y ahogar los suspiros. Nos en lugar de ellos seremos vuestro señor, y á vosotros y á los vuestros haremos bien por respeto á vosotros y á tan queridos difuntos; y si perdiereis el caballo os lo indemnizaremos, y os daremos todas las cosas que os sean necesarias; y de vosotros con especialidad tendremos tal cuidado, que quitada la presencia de vuestros señores, la cual es siempre muy tierna para buenos vasallos y muy para echar de menos, pero que ya no admite reparacion, en todo lo demás no aparecerá que os halleis huérfanos de señor. Solo os añadiré, y á todos los que me oís en nombre de vuestro llanto y del padecimiento de los difuntos os lo impongo, que llevando su muerte en la memoria la vengueis con multiplicados daños y muertes de los enemigos, sirvais á Dios fielmente para que en este lugar sea siempre alabado su santo y maravilloso nombre. »

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Dióse despues de este discurso sepultura á los cuerpos, y parece que en seguida se levantó el campo para ir á fijarlo ante la ciudad, la cual, rodeada de sus huertas y sus galas, mostraba toda su belleza al rey cristiano como para mas incitar su apetito de conquistador.

CAPITULO XXXI.

SITIO Y TOMA DE MALLORCA.

(Del 15 de setiembre al 31 de diciembre de 1229).

Máquinas é ingenios

de batir.

No es posibe entrar en los detalles del sitio y referir sus episodios, pues que solo para ello se necesitaria escribir un volúmen. Basta saber que el real de los sitiadores se circundó de valladar y foso, guardando la misma usanza de campamento que tenian los romanos, y que se comenzó á combatir fuerte y reciamente la ciudad, que estaba bien murada y torreada, y cuya poblacion se elevaba entonces, por lo que alguno dice, á ochenta mil almas. El rey tenia, como ingenios de batir, dos trabucos, un fonevol ó fundíbulo que lanzaba enormes piedras contra los muros, y un mangano, manganel ó turquesco, que con estos nombres lo citan indistintamente las crónicas. Por lo que toca á los sitiados, montaron dos formidables trabucos y catorce algarradas, entre ellas una, dice Marsilio, como no se habia visto jamás otra mejor, pues alcanzaba con las piedras al ejército, y atravesaba cinco ó seis tiendas. Fué necesario entonces que en el campo sitiador se construyese un mantelete ó gata, bajo la direccion de Gisperto de Barberá, con el cual se podia acercarse hasta el foso á cubierto de las piedras y dardos que arrojaban los de dentro. Tambien el conde de Ampurias mandó hacer otro mantelete, que fué acercando al foso, y puso dentro de él una buena compañía y zapadores para cavar y llegar por bajo de tierra

hasta lo mas hondo del foso. Otro mantelete, por fin, construyó el rey, tambien con zapadores dentro, y así á un mismo tiempo se dió principio á abrir cavas ó caminos subterráneos, de manera que mientras el mantelete de Gisperto de Barberá avanzaba á flor de tierra, los otros dos iban minando subterráneamente.

En el ínterin, para dar aliento á la hueste, apeló D. Jaime al espediente de hacer que arengase con frecuencia á los soldados un fraile dominico, llamado fray Miguel, que gozaba gran reputacion de santo, y al cual acompañaba y ayudaba otro fraile, cuyo nombre era fray Berenguer de Castellbisbal (1). Las predicaciones del dominico Miguel contribuyeron no poco á dar ánimo y esperanza al soldado, cuya moral pudo mantener siempre viva prometiendo indulgencias y mercedes espirituales, mientras el rey, por su parte, ofrecia dones y gracias para cuando la ciudad fuese entrada.

Iban los trabajos del sitio adelantando aunque con grandes penalidades y tropiezos, cuando vino un acontecimiento á poner en apretado trance á los sitiadores. Sucedió, pues, que un hijo del diablo, como le llama Marsilio, un moro que, segun la crónica real se llamaba Ifantilla, segun Desclot Fatilla, y segun sospechas de Romey Fatih-Ellah, halló trazas de salirse de la ciudad, ó vino del interior de la isla, que esto no queda probado, al frente de cinco mil infantes y cien ginetes, con los cuales se colocó en un cerro vecino que dominaba el campamento, y cortó el agua de un arroyo que, si bien escasa, bajaba á los reales y era suficiente para abastecer á personas y caballerías. El moro, despues de haber llevado á cabo esta hazaña, acampó en el sitio mismo de la cortadura para guardarla. El peligro que iba á correr el ejército por la falta de agua era muy grave, y el rey comprendió la necesidad imperiosa de destruir y desalojar del cerro á la hueste sarracena. Al efecto, envió contra ella un cuerpo de tropas, mandado segun parece por Nuño Sanchez, aun cuando Desclot dice que lo fué por Gerardo de Cervellon y Ferrer de Santmartí. La lucha fué obstinada, defendiéronse bien los sarracenos, pero los nuestros subieron al cerro y mataron quinientos moros, incluso su caudillo Ifantilla ó Fatih-Ellah, cuya cabeza fué llevada en testimonio de victoria á D. Jaime, y este con su fundíbulo la mandó arrojar por encima de los muros de la ciu

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Fué este mas adelante aquel célebre obispo de Gerona, á quien D. Jaime hizo un dia arrancar la lengua, segun podremos enterarnos en uno de los próximos capitulos.

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