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embestida de aquellos insulares; solo se sabe que cometieron grandes estragos en sus tierras, y que volvieron á embarcarse cargados de botin y de cautivos (1).

de Urgel.

Era por aquellos tiempos conde de Urgel Armengol VII, llamado Armengol VII el de Valencia, y como ha llegado la época de hablar de su trágica al par que gloriosa muerte, justo es consagrar algunas líneas á este caudillo y renombrado capitan, si quier su historia pertenezca mejor á los anales de Castilla.

de Leon que le da la villa de

otros

lugares.

Desde el año 1154 estaba al frente de esa valerosa casa de Urgel, Sirve al rey de batalladores héroes, el conde Armengol VII. Ya le hemos cepa visto figurar en algunos hechos. Pasó á los reinos de Castilla y de Alcántara y Leon, y en las disensiones que tuvieron entre sí estos reyes, se declaró por el último, sirviéndole como vasallo suyo y llegando á ser uno de sus mejores, mas bravos y mas afortunados capitanes. En la conquista de Estremadura, particularmente, le prestó señaladísimos servicios, al frente de un puñado de caballeros catalanes, algunos de cuyos nombres afortunadamente han llegado hasta nosotros, y eran: Arnaldo de Ponte (quizá de Pons), Berenguer Arnal, Arnaldo de Sanahuja, Beltran de Tarascum, Pedro de Belvis, Bernardo de Mediá y Ramon de Villalta (2). En recompensa de sus servicios, el rey de Leon dió á Armengol la villa de Alcántara en 1167, y tambien mas adelante los lugares de Almenarilla y Santa Cruz, con todos sus términos y derechos, sin retencion alguna, segun es de ver por el privilegio que le otorgó y copia en su crónica Diego de Monfar (3).

en Requena.

1184.

Ignoradas son muchas de las circunstancias de su vida, y á duras Su muerte penas, y con no poco trabajo, pudo poner algunas en claro, el celoso cronista de esta casa. Hasta el hecho mismo de su muerte permanece aun velado por cierta oscuridad y misterio, pues de distintos modos lo cuentan los autores. Las memorias particulares de Valencia refieren que este reino gozaba entonces de paz, gracias á una tregua de doce años conseguida por el emir, tregua, añaden, que solo fué rota por la atrevida cuanto fatal espedicion del conde de Urgel.

El reino de Valencia, poblado en estremo, ofrecia en todas las numerosas cumbres de los montes que lo atraviesan en varias direccio

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Discordias

entre el

nuevo conde
de Urgely

Pons de
Cabrera.

Aragon

cambia de política.

nes diferentes castillos, que presentaban cuando menos un punto seguro á los moros en sus algaradas contra los cristianos. Penetrar, pues, por estos valles tortuosos, ásperos y quebrados con una fuerza reducida, era una temeridad que solo se podia perdonar al ardor caballeresco de aquellos siglos, en que el peligro ofrecia altares reservados para el mas valiente. Armengol, sin calcular el resultado de su empresa, se empeñó tambien en una aventura, que si hacia honor á su denuedo, no por eso dejaba de ser una falta de conocimiento del pais. Al frente de algunos caballeros, entre los que se distinguia Galceran Salas, su hermano, paladin esforzado, penetró en el reino de Valencia, hasta aproximarse á Requena; pero, á la vista ya de esta poblacion, le salieron los africanos al encuentro, y despues de una corta resistencia fué batido y muerto el conde, pudiendo apenas salvarse de està funesta derrota algunos de los suyos (1).

Así lo cuenta un estimable autor moderno, con referencia á memorias antiguas del reino, pero Beuter (2) y otros afirman que la espedicion del conde Armengol fué pacífica, y que su mision se reducia únicamente á rescatar á los numerosos cristianos que los moros retenian cautivos en Valencia; y por consiguiente, atribuyen la muerte del conde y de los suyos á la animosidad de algunos caballeros castellanos refugiados en Valencia, los cuales se vengaron en Armengol y sus buenos compañeros de la parte que estos habian tomado en la guerra del rey de Leon contra el de Castilla. A esta última opinion parecen inclinarse Monfar y Zurita (3).

Sucedió á Armengol VII, á quien se llamó el de Valencia por su muerte en este reino, su hijo Armengol VIII, quien al principio anduvo en luchas y contiendas con Ponce de Cabrera, su cuñado, segun Monfar. Tambien estas discordias se hallan todavía bajo un tupido velo, que aun no le ha sido dado á la historia levantar por completo. Se dice que Ponce de Cabrera estaba preso en Castilla y que fué muy protegido de nuestro Alfonso de Aragon, quien, al regresar de Provenza, prometió á Pons ó Ponce valerle contra el conde de Urgel y darle favor y ayuda.

Es de advertir ahora que desde el momento que Alfonso hubo regresado á Aragon, se le ve claramente mudar de política con res

(1) Vicente Boix: Historia de Valencia, tom. I, pág. 110,

(2) Lib II, cap. XIX de su crónica.

(5) Monfar, tom. 1, pág. 415.-Zurita, lib. II, cap. XL.

pecto á la direccion de los negocios públicos en España. Desde la muerte del Batallador, los reinos de Aragon y de Navarra se mantenian en un estado casi continuo de lucha, solo interrumpido por algunas treguas. Esta circunstancia habia redundado en provecho del castellano, que, como han dicho dos autores contemporáneos (1), obtenia á su placer alianzas y ayuda de aquellos dos reyes con solo inclinar sus sonrisas á una ú otra parte. Generalmente, Castilla estuvo al lado del aragonés, mientras lidió por recobrar las plazas de Briviesca, Logroño, Navarrete, y las tierras y lugares que van hasta Montes de Oca; pero, conseguido su objeto, ya pensó solamente en conservar lo adquirido, y de ninguna manera en continuar la lucha conforme a los tratos hechos con los aragoneses. La sin razon de Castilla y su conducta egoista fueron causa de que nuestro Alfonso y sus consejeros comprendiesen que era mala política el ir unidos al castellano, quien cuidaba solo de sus intereses y de la desunion de los otros, con el intento de hacerse cada dia mas poderoso y cada vez mas fuerte.

Aragoneses y navarros se convencieron, por fin, de que con sus disensiones no habian hecho mas que dar pujanza al castellano, y ambos reyes, Alfonso de Aragon y Sancho de Navarra, vinieron á un acomodamiento, avistándose en Borja por setiembre de 1189, segun unos, y 90, segun otros, y se confederaron contra el de Castilla, dándose mútuos rehenes y garantías.

Aragon y Navarra se ligan

contra

Castilla.

cion de los

reyes de

Aragon, Navarra, Leon y

Lanzada por semejante camino la política aragonesa, no se con- Confedera tentó ya solo con esto: aspiró á formar una verdadera liga de reyes contra Castilla. Consiguiólo al año siguiente en que se confederaron los monarcas de Aragon, de Navarra, de Leon y de Portugal, dán- Portugal. dose por aliados y conviniendo en no hacer paz ni tregua, sino de voluntad y consentimiento de todos.

Cuenta Zurita que á estas entrevistas se siguió una entrada de los aragoneses en tierra de Castilla con grande estrago de los lugares de sus fronteras, una arremetida del castellano y cabalgada en los dominios del aragonés, y por último una batalla en que nuestro Alfonso consiguió una espléndida victoria, derrotando á los castellanos, haciéndoles cuatro mil prisioneros y cargando con infinidad de despojos (2).

Victoria de Aragon sobre

Castilla.

(1) Lafuente y Ortiz de la Vega. (2) Zurita, lib. II, cap. XLIV.

Casamiento de Guillermo

con una

rey de Aragon.

La política de D. Alfonso, aunque ocupada en dar este nuevo impulso á los negocios ibéricos, impulso sumamente beneficioso para el Aragon, no perdia de vista los estados de Rosellon y Provenza y los intereses de la nacion en aquella comarca con relacion á la misma y á sus estados circunvecinos.

Uno de los resortes de su política le obligó á mediar en el segundo de Montpeller matrimonio de Guillermo de Montpeller. Este señor repudió en 1189 parienta del á su mujer Eudoxia Comeno, para casarse con Inés, próxima parienta del rey de Aragon. Se supone que este, protector de Guillermo, fué quien le aconsejó que repudiara á Eudoxia, proponiéndole casarse con esa Inés, de familia desconocida para la historia, pero que se sabe era parienta de Alfonso y educada en su palacio (1).

Repudio

Comeno.

No puede caber duda de este parentesco, si es auténtico, como no dudo, cierto documento del que se me facilitó copia hallándome en la ciudad de Montpeller á donde fuí á recoger datos para esta obra, y que dice así:

«Ego Ildefonsus, rex Aragonensis, comes Barchinone, marchio Provintiæ, dono tibi Guill. Mont. domino, et uxore tuæ Agneti consaguineæ meæ, unicuique ex vobis, in omni vita vestra, totum illum honorem de Pratis, scilicet castrum meum, et villas, et mansos, et terras, et vineas et sicut melius habeo et habere debeo per vocem genitorum meorum in parrochia S. S. Justinæ et Rufinæ, ut post mortem vestram ego et mei possimus recuperare etc.-Mense April. anno MCLXXXVII.-Ildefonsus Dei gratiæ rex Aragonum. -Berengarius Tarraconensis archiepiscopus. - Berengarius Ilerdonensis episcopus.>>

Por esta donacion del dominio del Prat, hecha por Alfonso á ende Eudoxia trambos consortes, se ve que Inés era parienta suya, y acaso esta donacion fué como una especie de dote del rey para Inés. Por lo que toca á Eudoxia Comeno, víctima de la política aragonesa, y á quien quedaba de su matrimonio con el señor de Montpeller una hija llamada María, trató primero de resistir, pero ni ella ni sus valedores podian luchar con el poder del rey de Aragon. Eudoxia, que ya sabemos habia venido á estas tierras para casarse con Alfonso, se vió sacrificada á la política de este, despreciada por la infanta de

(1) Inés era una dama de Castilla, al decir de D. Jaime el Conquistador en su crónica cap. III. Esto sin embargo no escluye la idea del parentesco.

Castilla, y obligada á dar su mano á Guillermo de Montpeller. No contento con esto el rey de Aragon, que habia de ser su esposo y que pareció convertirse en su perseguidor, la hizo repudiar por el marido con quien se viera forzada á enlazarse. ¡ Estraño destino el de esta noble señora! Víctima de la casa aragonesa, ella fué, sin embargo, la que engendró á la madre de aquel rey-héroe que debia llevar al mas alto esplendor esa misma monarquía perseguidora de su familia materna. Al verse repudiada, Eudoxia, no tanto de seguro por inclinacion á su marido, como por amor á su tierna hija María, se amparó del obispo de Magalona, quien tomó á pecho su defensa y excomulgó á Guillermo de Montpeller, excomunion que luego ratificó el arzobispo de Narbona. Sin embargo, el rey de Aragon, á quien interesaba mucho por lo visto el nuevo matrimonio del señor de Montpeller, acudió al papa y consiguió que se levantara el anatema. Eudoxia entonces se retiró á un monasterio para llorar á solas y lamentarse de aquellas poderosas razones de estado que no podian prescindir del sacrificio de una pobre mujer. ¡Desconsoladora enseñanza la del estudio de la historia!

Sumision del baron

Tambien hay que mencionar otro hecho referente á los estados de Provenza. Bonifacio II, baron de Castellane, tenia en sucesion di- de Castellane recta un gran número de feudos y pretendia poseer su tierra en soberanía. Requerido por el rey Alfonso para que le prestase homenaje, ó mas bien á su hijo, contestó que sus mayores habian conquistado su soberanía á los sarracenos, y que los emperadores, como reyes de Arles, les confirmaron su posesion sin sujetarles á ninguna otra dependencia que á la suya inmediata. Alfonso, nada satisfecho de esta contestacion, empleó para refutarla la fuerza de las armas, contra la cual no valen los derechos. Sus capitanes y su gobernador de Provenza, sin necesidad de que él abandonara el pais de Aragon, arreglaron el negocio. Bonifacio tuvo en 1189 que prestar homenaje de todos sus dominios al rey de Aragon, y hubo de ser vasallo de aquel á quien antes trataba como igual (1).

Se ve pues claramente que la política de Alfonso no abandonaba ni un momento de vista sus estados de la otra parte de los Pirineos. No solo queria conservarlos, sino que por todos medios trataba de engrandecerlos. Lo que no podia con la diplomacia, lo conseguia con las armas, y por medio de victorias, de alianzas, de proteccio

(1) Arte de comprobar las fechas: condes de Provenza.

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