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integridad de su territorio contra el poder imperial. Pero la gloria que ganó Francisco como defensor de sus Estados, la perdió con la abominable alianza que por vengarse de su rival hizo con el gran turco. El tratado de Niza fué ventajoso al rey de Francia, puesto que le dejó en posesión de los dominios que había ganado en Saboya, y el duque de Saboya se quejaba con razón de haber sido sacrificado á la conveniencia de la reconciliación de dos poderosos rivales, y de haber sido abandonado por quien debiera ser su protector, siendo su deudo y amigo. El papa adquirió el honroso título de pacificador, y logró además el engrandecimiento de su familia que se había propuesto (1).

Parecía que Europa debía esperar largos años de reposo de resultas de la tregua de Niza y de la célebre y afectuosa entrevista de Carlos y Francisco en Aguas-Muertas. Por desgracia no fué así, y la historia nos enseñará cuán llena estuvo de contradicciones la vida y la política de aquellos dos belicosos monarcas.

cion que tienen de extender esta amistad no solamente entre Nos, mas entre nuestros hijos y descendientes y los del rey de romanos nuestro hermano...

>> Finalmente habiendo estado juntos todo el dicho dia lúnes, y dormido aquella noche, y otro dia hasta despues de comer en la tarde, nos volvimos á la galera y el dicho cristianísimo rey, el delfin y duque de Orliens y el señor de... nos acompañaron hasta dejarnos en ella, y vinieron con él todos los príncipes y grandes y personas principales de su corte, en lo cual, demás de la buena y cordial afeccion que ha mostrado, no podia hacer de Nos mayor confianza, por donde mas se puede esperar que Dios que ha querido y encaminado esta tan buena obra, será servido que la cristiandad resciba beneficios, y nuestros reynos, tierras y vasallos, reposo y tranquilidad, y se evitarán los inconvenientes y daños que han sucedido de las guerras pasadas. Dareis razón á Su Santidad de lo que ha pasado en esta vista, y de la paz y buena amistad en que quedamos con el cristianísimo rey de Francia, y de la buena voluntad que muestra para lo del turco, hablando en ese punto con desteridad, de manera que no se dé ocasion de juzgar mal del rey de Francia, por causa de la tregua que tiene con el turco, que aun dura por seis ó siete meses, porque no queremos como es razon, que por nuestra parte se publique cosa que no le está bien, y podria ser fuera de su voluntad, y entendereis cómo toman ahí esta paz y lo que sienten de ella, y avisarnos heis de todo lo que hubiere que decir.>>

(1) Consintió el emperador en casar su hija natural Margarita de Austria, viuda de Alejandro de Médicis, con el nieto del papa, Octavio Farnesio, dando á su yerno grandes honores y posesiones cuantiosas.

CAPÍTULO XXI

SITUACIÓN ECONÓMICA DEL REINO.-CORTES

De 1535 á 1539

Gastos inmensos que ocasionaban estas guerras.-Penurias y apuro de numerario que pasaba el emperador.-Pide desde Italia recursos á los aragoneses: respuesta dilatoria de éstos. Viene á España.-Cortes de Valladolid: peticiones.-Cortes generales de la corona de Aragón.-Expone en ella sus grandes necesidades y deudas.— Servicio que le otorgaron los tres reinos.-Rebelión y excesos del ejército de Milán por falta de pagas.—Motín de la guarnición de la Goleta por lo mismo.— Medidas crueles contra los amotinados.-Célebres cortes de Toledo.-Triste pintura que hace el emperador del estado de las rentas de la Corona.-Pide un servicio extraordinario: la sisa.-Niégasele el estamento de próceres.-Insistencia del monarca. -Firmeza de los grandes.-Vigoroso y enérgico discurso de oposición del condestable de Castilla.-Lo que la nobleza pedía al rey como remedio á los males del Estado. Disuelve el emperador bruscamente las cortes.-Mendiga recursos á las ciudades.-Anécdota curiosa y significativa.-Diálogo entre Carlos V y un labriego castellano.-Verdades que éste le dijo.-Espíritu y opinión del pueblo.-Muerte de la emperatriz.-Sentimiento del reino.

La acumulación de tan dilatados, remotos y esparcidos dominios, la dificultad de su conservación, la necesidad y el afán de guerrear en todas partes y de mantener en pie numerosos ejércitos, tantas y tan gigantescas empresas, y el ostentoso aparato del emperador y de su corte, necesariamente habían de ocasionar dispendios que no alcanzaban á sufragar ni las rentas de la corona, ni los sacrificios de los pueblos, ni los arroyos de oro que vinieran del Nuevo Mundo. La expedición de África había consumido tesoros: los subsidios de Nápoles y de Sicilia no bastaban para el preciso mantenimiento de las tropas, á las cuales se debían atrasos considerables, y todavía el emperador, recién llegado de Túnez y amenazado por la Francia, pensaba en nuevas conquistas, y proyectaba marchar sobre Argel para vengar el insulto de Barbarroja en Mahón, á cuyo fin escribía desde Italia á la ciudad de Zaragoza y al virrey de Aragón, duque de Alburquerque (octubre, 1535), para que juntasen los brazos del reino, y les pidiesen en su nombre la mayor cantidad de dinero posible (1). Porque su recurso era la España, y España era la que llevaba el peso de tantas guerras.

Como los aragoneses, siempre celosos de sus fueros, contestasen que en Aragón no se podía otorgar servicio sino en cortes, insistió el emperador desde Nápoles con su virrey (17 de enero, 1536) en que viese de cobrar el servicio, <sin esperar ceremonias ni solemnidades de cortes; porque el caso (decía) no sufre tal dilación.» Otra vez, no obstante, respondieron los de Aragón, que las leyes del reino no permitían dar subsidios si no eran pedidos en cortes; y el servicio, á pesar de las instancias y del empeño del César, no fué por entonces otorgado.

(1) Cartas del emperador de 22 de octubre (1535) desde Messina: en Dormer, Anales de Aragón, cap. LXXVII.

De vuelta de la desastrosa guerra de Francia (1537), su primer cuidado fué celebrar cortes de Castilla en Valladolid para ver de obtener algunos recursos. Los castellanos, que nunca han llevado á bien que sus monarcas se ausenten y alejen del reino, rogáronle, y fué su primera petición, que se sirviese residir siempre en él, y no expusiera su persona á tantos riesgos y peligros como hasta entonces lo había hecho (1). Creían los castellanos, con arreglo á las escasas y erradas ideas que en aquel tiempo se tenían en todas partes en materias económicas, que se podía remediar en algo la pobreza del reino con leyes represivas del lujo en los trajes y vestidos, y así se lo propusieron (2). En su virtud expidió el emperador una de esas pragmáticas que figuran en nuestras leyes suntuarias, y de cuya inutilidad para la represión del lujo nunca acababan de convencerse ni los monarcas ni los pueblos. Mandábase en ella, que ninguna persona, de cualquier clase ó condición que fuese, «pudiera traer por guarnicion mas de una faxa de seda de hasta cuatro dedos de ancho, ó dos ó tres ribetones que sean de otra tanta seda como la dicha faxa, ó un passamano de seda sin faxa.—Ansi mesmo que no se pueda cortar ni acuchillar una seda sobre otra, si no fuere el enforro de tafetan que no sea doble.—Otrosí que no se pueda cortar ninguna seda sino en mangas y cuerpos, y no en faldamento ninguno: pero permitimos que se puedan traer ropas aforradas de otra seda, con que no se corte una sobre otra mas de como está dicho. -Otrosí que no se pueda traer recamo, trenza, ni cordon, ni franja, ni passamano, ni ninguna otra cosa de hilo de oro, ni de plata, ni de seda, ni pespunte, ni colchado ninguno, sino el que fuere menester para la costura de la faxa; y esto se entienda que sea de seda solamente; y los jubones se puedan ansi mesmo pespuntar, con que el pespunte no haga labores, etc. (3).»

Por lo demás, la situación económica del reino, en medio de todo su engrandecimiento exterior, y no obstante las remesas de oro y plata que se recibían de las Indias, tenía bastante más de desconsoladora que de halagüeña. Los gastos excedían en mucho á las rentas, y cada año se iban empeñando y consumiendo las de los años sucesivos; de lo cual no permiten dudar los documentos auténticos que hemos visto en nuestros archivos, y de alguno de los cuales hemos sacado las copias que bastan á servirnos de comprobantes.

Convocó también Carlos V y congregó aquel mismo año las cortes generales de los tres reinos de Aragón, Cataluña y Valencia en Monzón, para pedirles subsidios. Nada expresa mejor los enormes gastos que el emperador había hecho y los apuros pecuniarios en que se veía, que su mismo discurso en la sesión de apertura de estas cortes (13 de agosto, 1537). Después de la acostumbrada relación de sus expediciones y campañas que le servía de exordio, ponderaba los excesivos gastos que le habían ocasionado, y decía: << Y mis rentas reales no han sido bastantes, ni la ayuda y ser

(1) Cuaderno de las cortes de Valladolid de 1537, impreso en Medina del Campe en 1545, Petición 1.a

(2) Petición 14.a

(3) Pragmática de Carlos V en Valladolid, á 29 de junio de 1537.

vicios que me hicieron los reinos de Nápoles y Sicilia, ni los de Castilla y los de esta corona, ni el subsidio eclesiástico, ni otras muchas cosas de que me he valido; pues sin embargo de todo esto, ando siempre envuelto en cambios y asientos, de los cuales corren grandes intereses, y para pa garlos necesito de considerables sumas... Y así daréis orden en ayudarme y socorrerme con la mayor cantidad, y en el tiempo más breve que pudiereis...>> Por esta vez aquellos reinos quisieron ser condescendientes y aun generosos, y Aragón le sirvió con doscientas mil libras jaquesas, Va lencia con cien mil y Cataluña con trescientas mil (1).

¿Qué servía esto para las necesidades que se había creado el empera dor? Al ejército se le debían las pagas de muchos meses, y estando S. M. en Aguas-Muertas después de la paz de Niza (1538), las tropas españolas de Lombardía perdieron la paciencia, se sublevaron, y creyéndose autorizadas á tomar por la fuerza lo que no se les daba de justicia, se entregaron desenfrenadamente al robo, y ellas de propia autoridad imponían contribuciones, con pena de la vida al que no pagara pronto la cuota. ¿Qué hicieron el emperador y el marqués del Vasto para apagar la sedición y satisfacer las justas y enérgicas reclamaciones de los milaneses? Pagar á los disidentes ciento veinte mil ducados, no del servicio de las cortes de Monzón, sino sacados por repartimiento á los pueblos de Lombardía. Milán se hubiera perdido si en aquella sazón tuviera quién le diese la mano. Hubo que reformar aquel ejército y distribuir las compañías, enviando unas á Génova y otras á Hungría.

Al mismo tiempo y por la propia causa se amotinó la guarnición de la Goleta, en términos que el gobernador don Bernardino de Mendoza se vió precisado á trasladarla á Sicilia, asegurándoles que allí les pagaría el virrey. Mas como esto no sucediese, volviéronse á alterar y se entregaron al saqueo poniendo en el mayor peligro la isla. Aquí el virrey Gonzaga procedió con más rigor que el del Vasto en Milán. Habiendo sido presos en Mesina veinticinco de los amotinados, una mañana amanecieron levantadas en el puerto veinticinco horcas, las veinticuatro iguales, la del medio más alta que las demás. Antes del mediodía los veinticinco presos fueron colgados en las horcas, y el que hacía de jefe de ellos en la del medio después de haberle cortado la mano derecha. Otros muchos fueron justiciados en toda Sicilia, y á otros se les envió á España (2). Teníase, pues, sin pagas á los soldados que habían dado las victorias y conservaban los reinos; se desesperaban, se insubordinaban y se les ahorcaba.

Tan pronto como el emperador regresó de Aguas-Muertas á España, congregó cortes generales de Castilla en Toledo, se entiende que para pedir un servicio extraordinario con que subvenir á sus inmensos gastos y cubrir una parte de sus infinitas deudas. Estas cortes fueron de las más célebres de España, así por su objeto y su desenlace, como por haber sido las últimas á que concurrieron los tres brazos ó estamentos del reino, clero, nobleza y procuradores de las ciudades. Tuviéronse en el convento de San

(1) Dormer, Anales de Aragón, cap. LXXXIV. - Ni Sandoval, ni Robertson hacen mención de estas cortes.

(2) Paolo Giovio, Historia, lib. XXXVII. - Sandoval, lib. XXIV.

Juan de los Reyes. En el discurso, ó proposición que se decía entonces, que se leyó á nombre de Su Majestad Imperial (1.° de noviembre, 1538), después de la exposición de costumbre de los sucesos políticos y del estado general de los negocios, vínose á parar á los excesivos gastos que había sido preciso hacer. «Y para cumplirlos (se decía), no bastando las rentas reales de éstos ni de los otros reinos y Estados de S. M., ni las ayudas y socorros que le han hecho en todos ellos que han sido pequeños, ni lo que

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se ha habido de las cruzadas, subsidios y décimas que Su Santidad le ha concedido, ha sido necesario vender, empeñar y enajenar de su patrimonio y rentas grandes sumas, y aun con esto no se ha podido cumplir lo pasado; porque se deben muy gruesas cantidades de dineros, que para los dichos gastos se buscaron y tomaron á cambio, y por no haberse podido pagar corren muchos intereses, y crece siempre la deuda con gran detrimento de la hacienda, y aunque se venda y empeñe mucha parte de lo que de ella queda, no puede bastar para pagarse.» Seguía, como era natural, su petición de un servicio tal como era necesario para subvenir á necesidades y apuros tan graves y urgentes.

El medio que el emperador proponía era el impuesto conocido con el nombre de sisa. El estado eclesiástico no halló dificultad en que se conce

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