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RECUERDOS Y BELLEZAS

DE

ESPAÑA.

SEVILLA Y CADIZ.

INTRODUCCION.

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UIEN al leer al frente de este libro los mágicos nombres de Cádiz y Sevilla se imagine que vamos á desentrañar los misterios del intrincado y revuelto mundo de los toreros y majos crudos, del gitano y de la cigarrera, del calesero, del barquero y del contrabandista, puede ahorrarse el trabajo de hojearlo. No es nuestro intento trazar cuadros de costumbres andaluzas, y no en verdad porque no sea obra muy merinow toria á nuestros ojos el sabroso noand a velar introducido por el inmortal audington-net begonal qua vainion tor de Rinconete y Cortadillo, ni porque carezcan de gracia para nosotros, de originalidad y aun de verdadera belleza, ya fisica, ya intelectual ó moral, los genuinos usos y caractéres meridionales que tanto deleitan al pintor francés entusias

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ta Ꭹ al viajero de Albion caprichoso; pero respetamos la jurisdiccion que con muy justos títulos han hecho suya distinguidos novelistas y entretenidos narradores, y absteniéndonos de meter la hoz en mies agena, consagramos esclusivamente nuestra atencion á las bellezas de la historia y del arte, y á las que ofrece el mundo material en sus grandes manifestaciones esteriores, como teatro en que el arte y la historia se desarrollan.

Esto no obsta para que miremos como campo nuestro lo que en las mismas costumbres y en los diversos tipos populares nos parezca bello bajo cualquier concepto; ni para que, cuando nos convenga, demos razon de la índole andaluza, como preparacion necesaria à fin de que el lector, bien penetrado de la armonía que existe entre el carácter de los monumentos y el de los hombres que los erigieron, entre el aspecto del pais y el de sus pobladores, adquiera una idea completa de la fisonomía natural y artística de la provincia adonde le conducimos.

«La terra molle e lieta, e dilettosa,

Simili a sé gli abitator produce.»

El estudio de un pueblo como el de Sevilla y Cádiz, tan singular entre todos los demas pueblos de España, puede hacerse simultáneamente en los diversos ramos del arte, de la literatura y de la ciencia, sin que tengan que usurparse los que los cultivan su respectivo dominio.

Refiérannos Cervantes y Quevedo, y los escritores de la escuela picaresca, las malignas hazañas, las truhanadas y fechorías de la inestinguible raza que surte de Monipodios à las cárceles, de Carihartas y Rostrituertas á las galeras, de Chiquiznaques á los mercados, de mozos como Nicolás el Romo á la jifería, de bandidos á las angosturas de la sierra, de pájaros de cuenta, en fin, á todos los centros de la vida desvergonzada, al potro de Córdoba, al compás y al matadero de Sevilla, á la playa de Sanlúcar, al perchel de Málaga, á los mesones y tabernas de las poblaciones, á las ventas de los despoblados, donde se cria alegre y aguerrida la gente del bronce corriente y moliente á todo ruedo. Sus fisonomías, sus maneras y sus lances, han merecido honores de muy valientes pinceles: Velazquez, Villavicencio, muchos artistas antiguos y modernos acrecentaron su fama de grandes coloristas trasladando al lienzo lo mas característico de semejantes perso

nages: su pillesca germania ha ocupado las plumas de muy distinguidos filólogos.

Instrúyanos en el significado y reglas de su sonora gerigonza el laborioso Juan Hidalgo (1); enseñenos el infatigable Borrow á diferenciar este lenguaje de la romania que usa la misteriosa raza gitana, esplicándonos cómo esta gente abyecta y despreciada, sin religion, sin ciencia ni arte, sin literatura, sin memoria siquiera de sus orígenes, vive errante en Andalucía ejercitándose en sus viles oficios, aborreciendo á todo el que no es de su sangre, exactamente lo mismo que vivia miles de años ha en el Indostan arrastrando la misera condicion de pária de la secta de Thug.

Cuéntenos Fernan Caballero, con su incomparable pureza y elevacion de ideas, con estilo tan natural y sencillo cuanto son profundos y filosóficos sus conceptos, las respetables tradiciones, la abnegacion ejemplar, la nobleza ingénita, la fé robusta é incontrastable, el sufrimiento heróico, el amor generoso, los sacrificios desinteresados, la poesía instintiva, los sentimientos delicados de los rústicos pobladores del cortijo y de la aldea, no contaminados con la ponzoña de la incredulidad y del positivismo moderno.

Diviértanos el erudito y estravagante Ford, con su peculiar estilo en que se amalgaman y funden la punzante sátira de Juvenal, el elevado arcaismo de Winkelman y la descarnada impiedad de Voltaire, desmenuzando con su implacable escalpelo, que no parece otra cosa su rígida pluma, todos los recuerdos de su larga permanencia y románticas peregrinaciones en la hospitalaria tierra del Bétis, á la cual ha prodigado luego tantas adulaciones y tantos agravios: él nos dirá, mejor que pudiera hacerlo un comisionado de apremios de la hacienda pública, lo que son los posaderos y venteros, los arrieros y contrabandistas; humanista consumado, filólogo sagaz, etimologista ingenioso, anticuario experto, filósofo mordaz y escéptico, y enemigo del fanatismo católico hasta dar en fanático protestante, él nos descubrirá á su manera, citando las Escrituras, los clásicos griegos y latinos, los escritores, geógrafos, estadistas y poetas de todas las edades, los origenes y derivaciones de las razas meridionales de España, de su religion, de su lengua, de sus trages, de todos sus usos domésticos, y hasta de sus mismos manjares y bebidas. Muchas noticias de este singular via— (4) Romance de Germanía con el vocabulario.-Barcelona 1609.

jero te parecerán, lector amigo, sospechosas; y es que nadie, en efecto, puede comparársele en la aplicacion que ha hecho del criterio y de la memoria á la investigacion de las costumbres y, digámoslo así, á su diseccion anatómica. Fiel á su máxima quod vides describe et memoriæ nil fide, ha llegado á reunir un verdadero tesoro de lo que podríamos llamar baratijas y chucherías de los antiguos y modernos usos nacionales, brincos y joyeles perdidos de los escritores y viajeros latinos y griegos en que los historiadores y humanistas no suelen parar la atencion. Él te hablará de los cosméticos y dentríficos de los antiguos cántabros citando las autoridades de Estrabon y de Catulo: te demostrará que los candiles de Andalucía fueron introducidos por los moros, que las lamparillas ó mariposas las usaban los egipcios, lo mismo que las ollas y pucheros; que la filosofia de la cocina andaluza es estrictamente oriental, que la preferencia que se deduce del refran meridional «á perro viejo échale liebre y no conejo, » era la misma en tiempo de Marcial, el cual escribia «inter quadrupedes gloria prima lepus;» que la aficion al garbanzo es importacion cartaginesa, que el gazpacho, potus et esca de los romanos, cuyo unctuoso calducho atraía al emperador Adriano á rozarse con los soldados á la hora del rancho en el verano, oxicratos de los griegos, hil-hila de los sirios cristianos, y bativinia de los rusos, era conocido en los tiempos bíblicos, puesto que los segadores de Booz lo comian y Ruth fué invitada á comerlo con ellos; que el agraz, bebida deliciosa en el estío, ya puro, ya mezclado con vino manzanilla, que merece por sí solo el viaje á Andalucía, es el hacaráz morisco; que las migas se freían ya en tiempo del insigne vate de Bilbilis, quien por mas señas las califica de plato baladi: «MICA vocor; quid sim cernis, cœnatio parva;» que los huevos estrellados en tiempo de Estrabon se hacian con manteca y nó con aceite; que el uso de la macerina, esceptuado su contenido el chocolate, y aplicada en su lugar al café, es de origen oriental, y frecuente entre los potentados musulmanes; que la cerveza, á que tanto se van aficionando los ma— jos de la tierra bendita, no es nueva en España, puesto que los antiguos iberos, discípulos en el uso de esta pócima de los egipcios y cartagineses, como testifica Plinio, hacian mas consumo de ella que del vino, y los romanos los motejaban por esta costumbre, y á Polibio le causaba risa la magnificencia salvage de un rey de España porque tenia en su mesa vasos de oro y plata llenos de cerveza, y S. Isidoro dis

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