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¿Veis la garrocha sangrienta
De muy huerte calidad?
Esta es la gran caridad,

Con que envidia se ahuyenta,
Y se alcanza libertad.
¡Ah! que le den la mitad.
El seteno toro es cojo,
Manco, doliente, pesado;
Vaya para malhadado,
Triste, perezoso y flojo,
Cobarde, desesperado.
Esta garrocha ligera
Me haz diligente, fuerte,
La memoria de la muerte:
Huera todos, huera, huera,
Que ésta me hace que acierte!
¡Ah don triste! he de vencerte.
Ya vos he dicho las trochas,
Si aquestos toros vinieren,
Pues que destruir vos quieren
Tené apunto las garrochas
Para cuando acometieren.
Guardáisvos y Dios vos guarde;
Muy bien podréis escapar
Que no pueden escornar
Son al que quier ser cobarde

Ó dejarse descuidar.

No vos esteis hechos maños,

Bia, bia, agarrochar,

Que andan por vos escornar

Estos torachos tamaños,

No los dejeis encarnar.

Que el que huer buen garrochon, Que los toros ahuyenta, Saca, si mirais la cuenta, Del coso gran galardon, Y escapa de toda afrenta. Dios está en el cadahalso, Que á cada cual galardona Segun obró su persona; Nadie le echa dado falso, Que su vida lo apregona. Ora, en fin, en hora buena Guarda el toro, no os encante, Y nadie llore ni cante Son por la gloria ó la pena Que han de venir adelante.

Y

por más que el toro tiente,

Si bien escapar sabeis,

Entónces me alabaréis
En alta gloria excelente
Que en fin de morir habeis.

INTROITO DE HERRADORES.

H! ¡quién pudiera tener
Unos zapatos de hierro
Para bailar como un perro,
Cien años hasta caer!

Gran provecho es á mi ver
El oficio del herrar,

Que á las bestias haz durar
Cuanto basta su poder.
Que aunque sea muy famosa
Una bestia en ligereza,
De gran maña y fortaleza,
De talle y color hermosa,
Y en fin no le falte cosa,
Teniéndola desherrada
No aprovecha casi nada,
Que lo que puede no osa.
Un feroz caballo arranca

Con su potencia ligera,

Y un hito, jara, ó que quiera,
En un momento lo manca;
Luégo afroxa ó luégo estanca;
Val mil doblas cuando sale,
Y en cuatro trancos, no vale
Un ochavo ni una branca.
Cuanto le dotó natura
Nos quedará casi en vano,
Si no diera ingenio humano
El freno y la herradura.
¡Oh, qué divina figura,
Que por el sér de razon,
Sirven cuantas cosas son
Á la humana criatura!

Pues piense agora quien quiera
Que una bestia desherrada
Ó sin freno vale nada,
Aunque fuerte y muy ligera;
Que desta mesina manera
El hombre de gran valor,
Si no tien temor y amor,
Es peor que bestia fiera.
Temor de Dios nos enfrena
De correr tras las locuras,
Y su amor da herraduras
Contra el trabajo y la pena.
Este Dios que nos ordena
Con su temor y su amor
Es frenero y herrador,

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Que haz nuestra vida buena.
Desde el principio enfrenó
Aquel fiero Lucifer;
Porque quiso trascender,
Las quejadas le quebró;
Cabresto y freno le echó,
Y dióle tal sofrenada,
Que bajó en peor que nada,
Porque sobre sí subió.
Y á nuestros Eva y Adan,
Porque tambien respingaron,
Con muerte los enfrenaron
Y en sudor comer su pan.

Que quiebran muelas y dientes

Ver

que los sobresalientes

Á los infiernos se van.

Duró el freno del temor
Más de sesenta mil meses,
Por tirar nuestros reveses
Con su justicia y rigor;
Mas al fin el gran Señor,
Tomada nuestra natura,
Muriendo por su criatura,
Dió herraduras de amor.
¡Oh qué herrador divino!

(1)

(1) Falta un verso en el original, que debia de ser por el estilo de éste :

¡Oh, cuánto de duro afan!

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