Imágenes de páginas
PDF
EPUB

de España fué á visitar á doña Mencía. Llamábase el hidalgo don Ramón Gómez de Cháves, y tan cordial y expansiva fué la plática que con él tuvo la digna viuda, que conmovido el joven español la dijo:

-Señora, mal hizo vuesa merced en fiarse de manos mercenarias. O dejo de ser quien soy, ó antes de veinticuatro horas estará la cabeza de don Francisco en sitio sagrado y libre de profanaciones.

Media noche era por filo cuando Gómez de Cháves, embozado en su capa de paño de San Fernando, se dirigió á la picota, seguido de un robusto mocetón cuya lealtad había bien probado en el tiempo que lo tenía á su servicio. El hidalgo encaramóse sobre los hombros del criado, y extendiendo el brazo alcanzó con gran trabajo á quitar una de las jaulas.

Muy contento fuése con la prenda á su posada de la calle del Arzobispo, encendió lumbre y hallóse con que el letrero de la jaula decía:

ESTA ES LA CABEZA DEL TIRANO

FRANCISCO DE CARBAJAL

Gómez de Cháves, lejos de descorazonarse, se volvió sonriendo á su criado y le dijo:

-Hemos hecho un pan como unas hostias; pero todo se remedia con que volvamos á

la faena. Y pues Dios ha permitido que por la obscuridad me engañase en la elección, la manera de acertar es que dejemos el rollo limpio de calaveras; y andar andillo, que

[graphic]

la cosa

no es para dejada para mañana, y si me han de ahorcar por una, que me ahorquen por las tres.

Y amo y criado enderezaron hacia la Plaza.

con igual fortuna, pues la noche era obscurísima y propicia la hora, descolgaron las otras dos jaulas.

Al día siguiente Lima fué toda corrillos y comentarios.

Y el gobierno echó bando sobre bando para castigar al ladrón.

Y hubo pesquisas domiciliarias, y hasta metieron en chirona á muchos pobres diablos de los que habían tomado parte en las antiguas rebeldías.

El hecho es que el gobierno se quedó por entonces á obscuras, y tuvo que repetir lo que decían las viejas: que el demonio había cargado con lo suyo y llevádose al infierno las calaveras.

* *

Gómez de Cháves, asociado á un santo sacerdote de la orden seráfica, enterró las tres cabezas en la iglesia de San Francisco.

La malaventura del secretario de Carbajal

DE CÓMO MELCHOR VÁSQUEZ CAMPUSANO
FUE POR LANA Y RESULTÓ TRASQUILADO

Era una tarde veraniega del año de gracia 1560 y la hora crepuscular.

En casa de Francisco Palomino, macero del Cabildo de esta tres veces coronada ciudad de los Reyes, hallábanse congregados en torno á una mesa con tapete verde, el antedicho Palomino, Juan de Ventosilla y Diego de Alcañices, soldados de arcabuceros. reales, grandísimos devotos de Santa Picardía, y Pedro Carrocela, un pillete de lo más alquitarado de la truhanería de Lima.

Cubilete en mano, no daban reposo á las muelas de Santa Apolonia sino para, de rato

en rato, aplicar un beso á la botella del tinto riojano.

Un mozo, con capote de lamparilla, entró en el cuarto, y dirigiéndose al dueño de casa, dijo:

-Don Francisco, ahí lo busca un caballero emperifollado, y dice que salga, que hablarle quiere.

-¡Por los clavos de Cristo! Pase adelante quien fuere, que, en pisar mi casa, el mismo rey recibe honra.

Salió el mozo, y á poco entró un embozado de gallarda presencia. Levantóse Palomino, y, extendiendo la mano, que el desconocido no estrechó, dijo:

-¿En qué puedo servir á vuesa merced?

-Vengo, mi señor don Francisco, á entregarle una carta que me recomendó pusiese en manos propias un su amigo del

Cuzco.

Y al dar la carta la dejó, como por torpeza, caer al suelo.

Agachóse á recogerla Palomino, á la vez que el visitante sacaba á lucir un garrote, y en menos tiempo del que gasta una vieja en persignarse, le arrimó dos estacazos bárbaros al macero de la ciudad, dejándolo sin sentido.

Se armó un zipizape del infierno. Figúrenselo ustedes.

Los tres jugadores desenvainaron las ti

« AnteriorContinuar »