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CARTA QUE LOPE DE AGUIRRE HIZO Á FELIPE II EN EL AÑO 1560 Y QUE ENTREGÓ AL PADRE CONTRERAS PARA QUE LA REMITIESE AL REY.

Al Rey Felipe

NATURAL DE ESPAÑA, HIJO DE CARLOS EL INVENCIBLE

Lope de Aguirre, tu muy mínimo vasallo, cristiano viejo, de medianos padres y en mi prosperidad.

Hijo-dalgo, natural vascongado en el reino de España y vecino de Oñate.

Pasé en mi mocedad al mar Océano por las partes del Perú, por valer más con la lanza en mis manos, y por cumplir con la deuda que debe todo hombre de bien. Así mismo en veinte y cuatro años te he hecho muchos servicios, en el Perú, en conquista de indios y poblar pueblos en tu servicio especialmente en batallas y encuentros que ha habido en tu nombre, siempre conforme á mis fuerzas. Sin importunar á tus oficiales por paga ni socorro, como aparecerá por tus reales libros.

Bien creo, cristiano Rey y Señor, aunque para mí y mis compañeros tan ingrato á tan buenos servicios, como has recibido de nosotros, te engañan los que te escriben de esta tierra, como estás lejos. Avísote Rey y Señor, en lo que cumple á tu justicia y rectitud para tan buenos vasallos como en esta tierra tienes : aunque yo por no poder sufrir más las crueldades que usan estos tus Oidores, Virreyes y Gobernadores, he salido de hecho con mis compañeros de tu obediencia. Desnaturalizados de nuestra tierra, que es España, te hacemos en ésta la más cruel guerra que nuestra gente pueda sustentar. Y esto cree, Rey y Señor, nos ha hecho el no poder sufrir los grandes apremios y castigos que nos dan estos tus ministros que, por remediar á sus hijos y criados, nos han usurpado nuestra fama, vida y honra. ¡Qué lástima, oh Rey, el mal tratamiento que se nos ha hecho! Y así, manco de mi pierna derecha de dos arcabuzazos que me dieron en el valle de Coquimbo con el Mariscal Alonso de Alvarado, siguiendo tu voz y apellido, contra Francisco Hernández Girón, como yo y mis compañeros al presente lo somos y seremos hasta la muerte. Que en esta

tierra tenemos tus perdones por de menos crédito que los libros de Martín Lutero. Pues tu Virrey, el marqués de Cañate, malo, lujurioso, ambicioso y tirano, ahorcó á Martín Robles, hombre señalado á tu servicio, y al bravo Tomás Basques, conquistador del Perú, y al triste de Alonso Díaz que trabajó más en el descubrimiento del Perú que los exploradores de Moysés; y á Piedrahita, buen capitán que rompió muchas batallas en tu servicio, y aun en Pucará, ellos te dieron la victoria; porque si no se pasaran, hoy fuera Francisco Hernández Girón Señor del Perú. Y no tengas en mucho el servicio que tus Oidores te escribieran que te han hecho, porque es muy grande fábula : si no llaman servicio haberte gastado ochocientos mil pesos de tu real caja para sus servicios y maldades. Castígalos como ellos son.

Mira, mira, Rey Español, no seas ingrato con tus vasallos; pues estando tu padre el Emperador en los reinos de Castilla, sin ninguna zozobra, te han dado á costa de su sangre tantos reinos y señoríos como tienes en estas partes. Y mira, Señor, que no puedes alegar con título de Rey justo, ningún interés de estas partes, donde no aventuraste nada, sin que primero los que en ella trabajaron sean gratificados.

Como por cierto tengo que van pocos Reyes al cielo, porque creo á todos peores que Luzbel, según tenéis la ambición, sed y hambre de hartaros de sangre humana; mas no me maravillo ni hago caso de vosotros, pues os llamáis siempre menores de edad, y todo hombre inocente es loco, y vuestro gobierno es aire. A Dios hago solemne voto yo y mis doscientos arcabuceros Marañones, hijo-dalgos, de no dejar ministro tuyo á vida, porque ya sé hasta donde alcanza tu poder.

El día de hoy nos hallamos los más bienaventurados de los nacidos, por estar como estamos, en esta parte de las Indias, teniendo la fe y mandamiento de Dios enteros, sin corrupción, manteniendo todo lo que la Iglesia Romana predica; y pretendemos, aunque pecadores, en la vida recibir martirio por los mandamientos de Dios. A la salida que hicimos del río d las Amazonas que se llama Marañón, venimos á una isla que se llama la Margarita, y vimos unas relaciones que venían de España de la grande máquina que hay de Luteranos que nos pusieron en grande temor y espanto. Aquí en nuestra compañía hubo uno llamado

los hados

Monteverde, y yo le mandé hacer pedazos darán la pena á los cuerpos. Donde nosotros estuviéramos, creed, Señor, que todos viven perfectamente en la fe de Cristo.

Principalmente es tan grande la disolución de los frailes, en esta tierra, que conviene que venga sobre ella el castigo; porque no hay alguno que presuma menos que de Gobernador. Mira, Rey, no les creas lo que te dijeron, pues las lágrimas que allá echan delante de tu real persona, son para venir acá á mandar. Si quieres saber la vida que por acá tienen es, mercadurías, procurar y adquirir bienes temporales, vender los sacramentos. Enemigos de los pobres, ambiciosos, soberbios y glotones. De manera que, por mínimo que sea un fraile, pretende mandar todas estas tierras. Pon remedio, Rey y Señor, porque de estas cosas y malos ejemplos no está imprimida la fe en los naturales. Más te digo, que si esta disolución de estos frailes no la quitas, no faltarán escándalos; aunque yo y mis compañeros por la gran razón que tenemos hayamos determinado morir. Y de esto y de otras cosas pasadas tú, Rey, tienes la culpa por no dolerte de tus vasallos, y no mirar lo mucho que les debes; que si tú no miras por ellos y te descuidas con estos tus Oidores, nunca se acertará en el Gobierno. No hay para qué presentar testigos más que decirte como estos tus Oidores tienen cuatro mil pesos de renta y ocho mil de ayuda de costa y al cabo de tres años tiene cada uno sesenta mil pesos horros : y posesiones y heredamientos; con todo eso si se contentasen con servirte como hombres, menos mal y trabajo sería. Pero por nuestros pecados, quieren que los adoren como á Nabucodonosor; cosa insufrible! Y no porque yo, como hombre lastimado y manco de mis miembros en tu servicio, y mis compañeros viejos y cansados en lo mismo, te he de dejar de avisar que nunca fíes en estos letrados de tu real conciencia : que no cumple á tu servicio descuidarte con ellos; que se les va el tiempo en casar sus hijos y no entienden otra cosa. Su refrán entre ellos es muy común; esto es á tuerto y derecho. Pues los frailes á ningún individuo pobre quieren predicar y están aposentados en los mejores repartimientos. La vida que tienen en el Perú los frailes es muy áspera, porque cada uno de ellos tiene por penitencia y silicio en sus cocinas una docena de mozas...

En fe de Cristo, te juro, Rey y Señor, que si no pones remedio á las maldades de esta tierra que te ha de venir azote del cielo. Esto digo por avisarte la verdad, aunque yo y mis compañeros no queremos ni esperamos de tu misericordia ! ¡Ay, ay... ! qué lástima tan grande ¡que el Emperador tu padre conquistase con la fuerza la suprema Germania, y gastase tanta moneda llevada de estas Indias descubiertas por nosotros, y que no te duelas de nuestra vejez y cansancio! ¿Por qué matarnos de la hambre ? ¿Sabes qué vemos, Rey y Señor ? que conquistaste á Alemania con armas... y Alemania ha conquistado á España, con vicios, de que acá nos hallamos quitos y muy contentos con maíz y agua, solo por estar apartados de esta mala gente.

Anden las guerras por donde anduvieren, pues para los hombres se hicieron; más en ningún tiempo, ni por adversidad que nos venga, dejaremos Roma. No podemos creer excelente Rey y Señor, que tú seas cruel para tan buenos vasallos como en estas partes tienes, sino que éstos tus malos Oidores y Ministros lo deben de hacer sin tu consentimiento; dígolo porque en la ciudad de los Reyes, dos leguas junto al mar, se descubrió una laguna, donde se cría algún pescado que Dios permitió fuese así, y estos tus malos Oidores para aprovecharse del pescado para sus regalos y vicios la a rriendan en tu nombre; dándonos á entender, como si fuésemos inhábiles, que por tu consentimiento. Si ello es así déjanos pescar algún pescado siquiera, pues trabajamos en descubierto, porque el Rey de Castilla no tiene necesidad de cuatrocientos pesos en que se arrienda: pues, esclarecido Rey, no pedimos en Córdoba ni en Valencia de este patrimonio. Duélete, Señor, de alimentar á tus pobres cansados con los frutos y réditos de esta tierra, y mira que Dios para todos es igual en justicia, premio é infierno.

El año de 59 el Marqués de Cañete dió la jornada del río de Amazonas á Pedro de Urzua, Navarro, ó por mejor decir Francés. Tardó en hacer naves hasta el año de 70 en la provincia de los Motilones: aunque estos navíos, por ser hechos en tierra lloviosa, al tiempo de echarlos al agua se requebraron, hicimos balsas y nos echamos por el río abajo, dejando numeroSOS caballos y haciendas. Luego navegamos los más poderosos ríos del Perú, de manera que nos

vimos en un golfo dulce; caminamos de primera faz trescientas leguas. Fué este mal gobernador perverso, ambicioso y miserable que no lo pudimos sufrir. Y así lo matamos con muerte cierta y bien breve. Luego á un mancebo, caballero de Sevilla que se llamaba don Fernando de Guzmán, lo alzamos por nuestro Rey y lo juramentamos como á tu real persona, y como aparece por la firma de todos aquellos que allí nos hallábamos. A mí me nombraron por su ̄ Maestro de campo, y porque no consentí en sus insultos y maldades, me quisieron matar. Yo maté al nuevo Rey, al capitán de su guardia y teniente general, á cuatro capitanes, á su mayordomo, á su capellán, clérigo de misa, á una mujer, á un comendador, á un almirante, . dos alféres y á otros cinco ó seis criados suyos; y con intenciones de llevar la guerra adelante y morir en ella por las muchas crueldades que tus ministros usan con nosotros. De nuevo nombré capitanes y sargentos. Me quisieron matar y los ahorqué á todos. Caminando en nuestra derrota pasando todas estas malas venturas, tardamos hasta la boca del río más de once meses y medio, y caminamos más de cien jornadas; anduvimos más de mil y quinientas leguas. Tiene el río más de mil leguas de agua dulce, muchas partes despobladas y sin gente, como Su Majestad verá por una relación que hemos hecho verdadera. ¡Sabe Dios cómo nos escapamos de este lago temeroso ! Avísote, Rey, que no consientas se haga ninguna armada de España para este río tan mal afortunado. Y Dios te guarde, Rey excelente, muchos años.

Lope de Aguirre, el peregrino

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