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LIBRO QUINTO

GOBIERNO DE OLAGUER FELIU

D. Antonio Olaguer Feliú. - Real Cédula para la elección de alcaldes ordinarios. - Otra permitiendo el comercio de esclavos. - Vida interna de Soriano. - Fundación de Mercedes. - Progresos de Maldonado. - Creación de la Compañía Marítima. -Habilitación del puerto. -Ruina de la Compañía. - Comercio uruguayo en 1792.-Pleito ganado por el Cabildo de Montevideo al Gobernador.- La pena de azotes.- Desmoralización del Cabildo de Montevideo.- Repetidos atentados del Gobernador contra él. - Venta del empleo de Alcalde Provincial. La instrucción gratuita. - Paz con Francia y ruptura con Inglaterra.-Fundación de Melo.- El Virrey de Buenos Aires se traslada al Uruguay. -Su detención en Pando y su muerte allí. — Le sucede Olaguer Feliú.

(1790—1797)

El sujeto provisto Gobernador de Montevideo en propiedad, según Real Cédula de Aranjuez, fué D. Antonio Olaguer Feliú, á quien antes de su muerte tenía designado Carlos III para este empleo. Había hecho Olaguer la mejor parte de su carrera en América, viniendo por comandante de batallón en 1777 con Cevallos, y elevándose de ahí á brigadier é inspector general de las tropas del Plata; cargo que ocupaba en momentos de recibir su nuevo título, presentado al Cabildo á 2 de Agosto de 1790. De modales afectados y salud enteca, era notable el afán de cum

DOM. ESP. — II.

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plimientos que le distinguía. Esto mismo le singularizó algunos años más tarde en la Corte, cuando desempeñaba el Ministerio de Guerra, no faltando historiador que le designase á la posteridad con los dictados de ceremonioso y enfermizo (1). Fuesen éstas ó no las calidades más notables del nuevo Gobernador, en el mismo día de exhibir su título entró á ejercer el cargo.

Encontraba el espíritu público amortiguado, deseosos los colonos de entregarse al fomento de sus intereses particulares, más bien que á las agitaciones políticas, semillero hasta entonces de amarguras. El acrecentamiento de la población, creando por todas partes nuevos centros de sociabilidad, abría campo á trabajos lucrativos. Ciertamente que eran continuas y antojadizas las trabas opuestas al progreso industrial; mas ello no desanimaba á los hombres de importancia, como si quisieran resarcirse de un ostracismo político forzoso, por el empleo de sus energías en la especulación. La generalidad seguía este impulso, buscando en las faenas agro-pecuarias ó en las industrias conexas, un aumento de bienestar, aspiración cada vez más acentuada entre las masas populares por los tiempos en que

vamos.

El nuevo Gobernador pudo apreciar por sí mismo y en breve, la apatía política que dominaba el país. De las primeras novedades de su gobierno fué una disposición de la Corte sobre la duración de titulares que se eligieran para alcaldes ordinarios. En 13 de Enero del año anterior, habíase dirigido el Cabildo al Rey pidiéndole modificase los artículos 8. y 116 de la Instrucción de Intendentes, en los

(1) Toreno, Hist. del levantamiento y revolución de España; I, II.

cuales se prorrogaba hasta dos años la permanencia de los alcaldes en sus empleos. Semejante práctica recargando mucho por entonces á los individuos aptos para ocupar dichos puestos, les obligaba á abandonar sus negocios por tiempo más largo del soportable: así es que en 12 de Mayo de 1790, fueron revocados por el Rey los predichos artí-. culos en cuanto á Montevideo concerniesen (1). Es de notar, cómo á la época de La Rosa se admitía la reelección y era considerada un honor para los candidatos, mientras ahora nadie quería admitir la prórroga del tiempo designado para servir oficios públicos. Lo demuestra que la violencia de los gobernadores y la venta de los empleos habían ido enfriando aquel entusiasmo desinteresado que tanto distinguió al Cabildo.

que

Concurría á sustituir el espíritu político por la .preocupación industrial, cierta inclinación de la Corte á liberalidades con la única zona que siempre mantuvo en clausura inaccesible. Desgraciadamente, algunas de sus franquicias eran contrarias al interés común bien entendido. Por Real Cédula de 24 de Noviembre de 1791, se habilitó durante el término de seis años á los colonos del Río de la Plata para ejercer el comercio de esclavos negros, derogando las antiguas leyes prohibitivas que cerraban estos puertos á las naciones extranjeras deseosas de concurrir al tráfico. Don Antonio Tomás Romero, vecino de Buenos Aires, aprovechó la oportunidad, aprestando una expedición para las costas de África; empresa ardua, de la cual habían desistido los mismos españoles europeos. Envió allí una fragata de 300 toneladas, que á los ocho meses estuvo de regreso

(1) L. C. de Montevideo.

con 425 esclavos, fuera de 116 que perdió en la travesía. El éxito le estimuló á proseguir en sus propósitos, y nuevas expediciones le procuraron pingües ganancias. Sin embargo, el temor de aventura tan lejana, retrajo á otros súbditos de ser sus imitadores, y con esto se dió gran vuelo á las expediciones de los portugueses. Toda la demanda de esclavos se dirigió al Brasil, y como los habitantes de ese país, por muchas razones de sociabilidad y dominio de su Metrópoli, estuvieran en relación estrecha con África, pudieron introducir grandes remesas en nuestros puertos. Montevideo solamente en tres años recibió 2689 esclavos negros, vendiéndose una buena parte de ellos en Buenos Aires (1).

Mientras la vida interna de Montevideo se concretaba al desenvolvimiento de sus recursos materiales, Soriano, el más viejo de los pueblos uruguayos, sufría modificaciones en su contextura íntima. Largos y complicados accidentes precedieron y siguieron la entrada de los chanás al gremio cristiano, desde que Juan de Barros les indujo á modificar su actitud frente á Zárate, hasta que los misioneros católicos, sacándoles fuera de sus islas, les estimularon á construir rancherías y santuarios á una y otra banda del río Uruguay, por los años 1619 y 1624. Siguiendo las advocaciones de sus titulares respectivos, parece que el establecimiento de la banda occidental se llamó Concepción, mientras el de la oriental tomó el nombre de Santo Domingo de Soriano. Semejante muestra de adhesión al conquistador, atrajo sobre los indígenas convertidos la hostilidad de sus convecinos, y la autoridad española, no sa

(1) Informe de Arredondo (Rev de la Bib de B. A., III).

biendo ó no pudiendo protegerlos de otro modo, los entregó á oficiales militares en carácter de encomienda. Pero esta solución, lejos de mejorarles, empeoró su estado, así es que de allí á poco, empobrecidos y hostigados, abandonaron uno y otro establecimiento, echándose á correr el país, sin más esperanza de refugio para los contratiempos posibles que las islas del Vizcaíno en la embocadura del Río-negro, antigua posesión de la tribu.

Hacia 1648 fijaron asiento en la mayor de dichas islas, consiguiendo el amparo de la Corona y ciertas exenciones debidas á su condición de pueblo de indios convertido espontáneamente, según lo acreditaban documentos regios que desaparecieron en el incendio del primer edificio capitular. Sesenta años permanecieron en aquella situación, por decirlo así vegetativa, pues todo su comercio se reducía, según reza un petitorio oficial de la época, « á ir en sus canoas hasta el puerto de las Conchas, con cuatro tiestos y esteras y gallinas, empleando el producto obtenido en mercar sus menesteres. » (1) Pero como el precio de los artículos de consumo subió progresivamente en relación de 1 á 5, al malestar de los chanás se hizo tan tirante, que apenas podían subsistir. Entonces apoderaron al teniente José Gómez, morador del pueblo, para que gestionase en 1707 del Gobernador de Buenos Aires su traslación á tierra firme, consiguiendo en 1708 el permiso para verificarlo. Data de esa época, pues, la última y definitiva fundación de Soriano, en el sitio donde hoy se halla.

Pronto experimentaron los pobladores un cambio de

(1) Antecedentes sobre la fundación de Soriano (Arch Gen).

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