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á sus pueblos, ha promovido constantemente el comercio y la navegacion ; hará vivir en la memoria del tiempo y de la fama los dias venturosos de su glorioso reynado. Faltaba, para perfeccionar y solidar esta obra de la beneficencia Real, otra no menos principal,mas árdua aun y necesaria: la libertad y seguridad de los mares. V. M., bien convencido de la importancia de esta empresa, digna de la grandeza de su ánimo y de su Imperio; determinó vencer las vulgares y supersticiosas preocupaciones de una encogida y mal aconsejada política, enemigos internos del Estado, antes de declarar la guerra á los externos llevando por máxima suprema en sus acciones hacer amable, no temible, la Religion que profesa, con el nombre y poder de la animosa Nacion que felizmente rige y defien

de

de: argumento grande de grande pruden cia y valor.

La infiel Africa, la implacable y feroz Berbería, cansada de una inveterada enemistad contra la España, y de resistir al poder de las esquadras Católicas; ha venido finalmente á gozar de las dulzuras de la paz, brindada por un Rey siempre armado delante de sus enemigos, é ya con explendor de sus heroycas virtudes para enamorarlos y despues rendirlos, 6 ya con su invencible espada para escarmentarlos. V. M. concedió primeramente su amistad al Soberano que reyna en Marruecos, Fez y Tafilete ; y aquel Príncipe Musulman selló con una correspondencia cordial lo que habia consentido por necesidad la política.V.M. convidó con su paz y concordia al Gran Señor, que rige el Imperio de la media luna: y la

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Sublime Puerta juró su amistad al primer Monarca de las Españas, cuyo augusto nombre habia de ser conocido y reverenciado entre los hijos de Osmán. La Regencia de Trípoli,arrastrada del exemplo de la Cabeza suprema del Eslamismo, accedió á ser partícipe del honor de contar á V. M. entre sus mas poderosos y fieles aliados. La de Argel, rica por sus presas, intrépida por su constitucion, y obstinada por su local fortaleza, quiso probar primero los estragos del enojo de V. M. que las dulzuras de su amistad y mansedumbre. Al fin experimentó con espantoso daño y llanto suyo aquella guerrera República, que en ambos extremos ha sostenido V. M., con igual magnanimidad, el decoro de su palabra, el honor de su Nacion, y la dignidad de su Corona. Convencido el Xefe Soberano de

aque

aquellos belicosos Mahometanos, que los Españoles con la misma intrepidez y bizarría arrostraban la muerte en el reynado de CARLOS III que en el de Carlos v, y persuadido de la necesidad y utilidad de abrazar el partido humano y racional de la pacificacion; acaba de firmar el solemne Tratado de las Treguas con el primer Rey Católico que ha sabido hacer al nombre Español, primeramente temido, y despues amado, de aquellos mismos á quienes hasta hoy habia sido objeto de abominacion y de perpétuo aborrecimiento.

Sin aspirar al título de Conquistador del Africa con el de derramador de sangre humana, ha sabido V. M. conquistarla, robando con la sola fama de su generosa virtud y gloria de su nombre, el amor y respeto de aquellos Príncipes

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Mahometanos. Sin el funesto estrépito y estrago de las antiguas Cruzadas, ha ganado V. M. con su ilustrada política la libertad á sus vasallos paraque freqüenten seguros el Egypto, la Natólia, y los Santos Lugares de la Palestina, y que el pabellon de España se tremole en los puertos y mares del Archipiélago y del Bósforo de Tracia, despues de tres siglos que el de Aragon se desapareció de aquellas regiones con la inundacion general y victorias del furor turquesco. Los Christianos rescatados del yugo de los Infieles, vendrán de las mas remotas tierras á besar las reales plantas de su Augusto Redentor ;y los Musulmanes depondrán sus antiguos recelos y hostil fie reza,convirtiendo la piratería en comercio, luego que conozcan que la Ley Santa de los Españoles, quando poseen de

ba

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