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aquellas dos naciones. Pero desgraciadamente Cárlos III. no creyó deber seguir aquella política y aquellos principios. Carlos no habia olvidado nunca y tenia grabado constantemente en su pecho el ultrage que le hicieron los ingleses cuando le obligaron, siendo rey de Nápoles, de una manera irritante á jurar aquella neutralidad forzada en la guerra con su hermano "). Habíale mor. tificado siempre ver aquella nacion ejerciendo el comercio de contrabando en las Indias Occidentales, apoderarse de territorios de España en la costa de Honduras, no permitir á los españoles pescar en el banco de Terranova, y poseer una de las plazas mas fuertes en nuestra propia península. Cárlos era por lo menos tan afecto, cuando no lo fuese mas que su padre, á los Borbones de Francia. Veia ademas la marina francesa destruida, la inglesa enseñoreando los establecimientos franceses en las dos Indias, y temia que corrieran igual suerte las colonias españolas, objeto de la codicia británica. De estas disposiciónes del monarca español procuró aprovecharse el gabinete francés con el auxilio de sus agentes, y principalmente del embajador marqués de Ossun, para comprometerle en su causa, no dejando de pintar á los ingleses como los enemigos capitales de todas las naciones que tuvieran posesiones marítimas, y como los tiranos del mar.

Mientras vivió la reina Amalia, aquellas tendencias

(4) Recuérdese lo que sobre pítulo 24 del libro VI. este suceso referimos en el ca

y estas sugestiones estuvieron contenidas y como embotadas por la influencia y el sano consejo de aquella prudente y discreta señora: y las gestiones del embajador español en Londres, conde de Fuentes, sobre usurpaciones y agravios de los ingleses, y las respuestas, aunque dilatorias, del ministro Pitt, mas camino llevaban de avenencia que de rompimiento. Pero con la muerte de aquella reina faltó quien le fuera á la mano á Cárlos en su enojo con Inglaterra, quien neutralizára los esfuerzos del ministro francés Choiseul y del embajador Ossun para empujarle á marchar por el camino á que le impulsaba ya la pendiente de sus inclinaciones. Algo, aunque debilmente, procuraban todavía contenerle el marqués de Tanucci, su antiguo ministro de Nápoles, y Masonés de Lima, su embajador en París, ambos partidarios de la neutralidad: mas este débil influjo se eclipsaba ante la gestion inmediata y constante del ministro francés, que á toda hora le representaba las desdichas de su nacion, los peligros que corria España de esperimentarlas iguales, y la gloria que ganaria la familia Borbon en unirse para conjurarlos. Asi fué que Cárlos removió á su embajador en París, reemplazándole con el marqués de Grimaldi, ilustre genovés al servicio de España, y ministro español en la Haya en aquel tiempo. El nuevo embajador Grimaldi comenzó pronto á obrar en el sentido que mas podia agradar á su soberano, y con una actividad que á Cárlos lisonjeó mucho, ponderando

que habia hecho mas en tres dias que su antecesor en todo el tiempo (1).

Mucho fué en efecto proponer la union marítima de ambas coronas para asegurarse mútuamente sus posesiones de América y la India, y apuntar la idea de que convendria tambien unirse para ventilar á un mismo tiempo sus respectivas reclamaciones con la Gran Bretaña, de modo que no se hiciera ajuste sin comprender las unas y las otras: idea que acogió Choiseul con avidez, como que equivalia á ligar la suerte de ambas naciones, que era precisamente su propósito. Y sobre aquella prenda fundó la minuta del tratado que envió á España, encaminado á hacer permanentes é indisolubles las obligaciones de parentesco y amistad de los dos soberanos, español y francés, sentando como base fundamental que ambos mirarian como enemigo comun al que lo fuese del uno ó del otro, y que ninguna de las dos potencias podria tratar, ni menos concluir paces, ni aun escuchar proposiciones de acomodamiento sin consentimiento de ambas (2). Por mas que este proyecto adoleciera de la patente injusticia de envolver en compromisos iguales á dos naciones que se encontraban en situacion tan diferente, siendo tan desahogada y ventajosa la de España como era la de Francia apurada y triste, y por mas que el mismo Grimaldi despues de su descuido hiciera sobre

(1) Carta de Cárlos II. á Tanucci, de 24 de febrero, 4761.

(2) Despacho de 2 de junio,

1761.

ello reflexiones oportunas, obcecóse Cárlos hasta aceptar el proyecto con ligeras modificaciones, inclusa la cláusula de hacer estensiva al continente europeo la mutua defensa y seguridad de las posesiones ultramarinas, pues de poco servia que se exceptuáran los compromisos de Francia en sus guerras con los Estados de Alemania y del Norte, si se añadia: «salvo el caso en que fueran invadidas las fronteras francesas, ó se declarára en contra suya alguna potencia marítima, >> casos ambos verosímiles y casi seguros.

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Tratóse pues un convenio secreto entre don Ricardo Wall y el conde de Choiseul, que vino á ser comoel precursor del Pacto definitivo de familia (1), y de am bos supo aprovecharse mañosamente Choiseul, antes que se formalizáran, para mezclar ya á España, aun á pesar del rey Cárlos y del mismo Grimaldi, y presentar ligados los intereses y reclamaciones de ambas potencias en la negociacion de paz que Francia tenia pendiente con la córte de Lóndres. Tres eran las peticiones que hacía á favor de España, á saber; la devolucion de algunos buques españoles apresados come contrabandistas, el privilegio de la pesca en el banco de Terranova, y la demolicion de los establecimientos ingleses en el golfo de Honduras; concluyendo con significar, que de no acceder á estas tres peticiones ó á al

(4) De esta convencion secreta da noticias Ferrer del Rio, que no se encuentran en William Coxe, asi como este historiador

inglés las da importantes y curiosas de todo lo relativo á este negocio que se trató con el gobierno británico.

guna de ellas, en el caso de estallar la guerra con España el monarca francés se veria obligado á prestar socorros al español. Con razon sorprendió á la córte británica el inusitado giro que se daba á la negociacion, pues era cosa nueva en los tratos diplomáticos hacer jugar los intereses de una nacion con quien se estaba en paz como condicion de un avenimiento con otra con quien se estaba en guerra. Asi fué que el altivo Pitt, ofendido de este ardid diplomático de índole tan peregrina, no contento con pedir á su vez la cesion absoluta por parte de Francia del Canadá, del Senegal y la Gorea, la restitucion de todas las conquistas francesas en las dos Indias y en Europa, la demolicion de Dunkerquè, y la evacuacion inmediata de Ostende y de Newport, añadió que jamás el rey de la Gran Bretaña consentiría en que se mezcláran en la negociacion pendiente con el francés sus desavenencias con España, y que miraría como un insulto á su dignidad toda insistencia y todo paso que en lo sucesivo en este sentido se diese.

A mayor abundamiento se autorizó al conde de Bristol, embajador inglés en Madrid, para que declarase á esta córte que su union con Francia no conduciria en manera alguna al arreglo de sus diferencias; que solo en el punto relativo al derecho de pesca en Terranova era en lo que no cederia el monarca británico, en los demas podia haber fácil avenencia, entendiéndose siempre sin intervencion de Francia. Recibió además lord Bristol encargo de pedir esplicaciones

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