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coaccion y violencia. Circunstancia bien rara á la verdad, y que no debe perderse de vista, para calificar este suceso extraordinario. y sin igual.

Que la reina habia sido objeto del grave desacato atribuido más tarde al Sr. Olózaga, debió decirse antes que el motivo que á él hubiera dado lugar, antes que el objeto que al cometerlo se pensara obtener. Era esto tan pequeño en comparacion del crimen que se dijo despues haberse cometido, que debia perder todo su interés, toda su importancia, y debió única y exclusivamente hablarse del agravio hecho á la magestad real, sin cuidarse casi de lo que lo motivara. La revelacion de la violencia vino despues; cuando personas heridas mortalmente por el decreto de disolucion, supieron que existia, y se propusieron a toda costa neutralizarlo.

Las consecuencias que de este hecho incontestable pueden y deben deducirse, son palpables y evidentes; y sin faltar á los respetos debidos á la augusta persona, alta y lastimosamente comprometida en este asunto, y á lo que se debe á la desgracia, más respetable aún para nosotros, aclararemos los hechos. Cuantos pasos se dieron despues, confirmaron las fundadas sospechas, que debicron desde luego concebirse del plan que en aquellos momentos principiaba á desenvolverse.

Si un ministro se habia atrevido à faltar á los altos respetos que la reina tenia derecho á exigir; si habia arrancado violentamente su firma para una resolucion de la mayor gravedad y trascendencia; si todo esto exigia que se adoptasen las medidas neccsarias para castigar al culpable y precaver los males que pudieran resultar, la reina constitucional debió recurrir á los consejeros responsables. únicos que los reyes que no son absolutos pueden oir, y á quienes es dado tomar parte en la direccion y arreglo de los negocios del Estado. Una sola modificacion podia admitir esta regla tan justa como respetada donde se entiende lo que es gobierno representativo, y son cumplidas sus condiciones esenciales.

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allí dijo aquél al Sr. Cantero: "Ya tengo el decreto. Ya lo sé, contestó.- ¡Cómo lo sabe V. si es un secreto! Pues ya hace tiempo que vino Murga á decirmelo, y ya lo sabian todos; por lo cual todo se ha perdido; porque ha debido V. presentarse hoy á las Córtes y leerlo."

Sabido, como hemos dicho, por la marquesa, la firma del decreto, mientras los ministros se reunian en la Casa de Campo para disponer la manera y forma de lacer uso de él, se juntaron algunos moderados para contrarestarle.

y era en el caso de que los demas ministros hubiesen sido cómplices del atentado atribuido al Sr. Olózaga: sus consejeros entonces no podian ser escuchados; y habria sido justificable en tales circunstancias reunir á otras personas para obrar con acierto en situación tan anómala y dificil. ¿Pero se sospechó nunca de los Sres. Luzuriaga, Cantero y Domenech? Si su estrecha amistad con el Sr. Olózaga los hacian crcer poco apropósito para obrar contra él con la resolucion que se estimaba necesaria,- en lo cual se les hacia un grande agravio, supuesta la verdad del hecho que se le imputaba,-los Sres. Serrano y Frias, cuyas dimisiones fueron admitidas pocos dias despues, dándoles mil pruebas de benevolencia y confianza, ¿no inspiraban la bastante para haber sido llamados y oidos en tan críticos instantes?

Atropellando, sin embargo, por todo, despojándolos de hecho de la investidura de tales ministros, olvidando eran los únicos á quienes constitucionalmente podia oirse, y que todo lo que no fuese esto era abusivo y de fatales resultados por necesidad, se recurrió á personas extrañas, incurriendo, al designarlas, en un nuevo error, que debia revelar más y más la intencion con que en todo se procedia. El Sr. Pidal, presidente del Congreso, porque tenia este carácter fué llamado por S. M.: ¿por qué esta preferencia? ¿No era tambien el Sr. Onis presidente del Senado? ¿Valia por ventura ménos que el Sr. Pidal? ¿Era acaso su posicion política ménos importante? Pero bastaba estuviese reputado como progresista para que se le alejase, en los primeros momentos al menos, de una escena en que solo convenia se presentasen hombres de quienes no pudiera dudarse, y con cuya predisposicion se contaba para hacer papel en el drama que se trataba de representar. El mismo señor Pidal dijo en la sesion del 4 de Diciembre lo bastante para que la historia pueda calificar de apasionadamente parcial su conducta, y de poco ajustada á la que del presidente del Congreso debia esperarse. Despues de contar sus extremecimientos al oir la relacion que dijo le hiciera la reina, las lágrimas abundantes que corrieron de sus ojos, y su recogimiento, durante algun tiempo, asegura que formuló su dictámen de esta manera: «Señora, despues de haber Doido el relato que V. M. acaba de hacer, y oidole de sus labios, no hay un español leal que no dé à V. M. el consejo que yo voy á darle; no hay un español leal que no diga que inmediatamente se despida al ministro culpable, porque no puede merecer ni un

instante más la confianza de V. M. Al mismo tiempo me atreveré á dar á V. M. otro consejo y es el siguiente: que pudiendo pro⚫ducir muchos males al pais el decreto de disolucion de las Cór⚫tes, se sirva V. M. mandarlo recoger; primero, por su nulidad, á causa de la violencia con que ha sido arrancado, y segundo, para »dejar en entera libertad en este punto al ministro que reemplace »al Sr. Olózaga. Pero, señora, me permitira V. M. la diga que estos asuntos son muy graves y de inmensa responsabilidad, y »que únicamente por un caso tan extraño y nuevo como este, me atreveria yo á aconsejar á V. M. Se me ha llamado como presidente del Congreso, y yo debo decir á V. M. que si bien los pre»sidentes de estos cuerpos en algunas ocasiones pueden ser la expresion de la mayoria de ellos, yo no lo soy por las circunstancias especiales que han ocurrido en mi nombramiento. Yo soy presidente por una combinacion de coalicion, y no puedo representar la opinion entera del Congreso, como sería en otras circunstancias, de la manera que un presidente puede representarla; ▸y así, ruego á V. M. que si quiero encontrar reflejada esta opinion del modo posible, me atrevo á decir que lo está en los seño res vicepresidentes del Congreso, en los cuales, por una circuns⚫tancia feliz, se hallan representados los matices de aquella Cá

mara.»

De nada se acordó ménos el Sr. Pidal que de aconsejar á S. M., como su deber lo exigia, que oyese á sus ministros responsables, de alguno de los cuales, por lo menos, ni tenia ni tuvo nunca motivo para dudar. Los que tienen verdadero interés por las instituciones liberales, como tantas veces lo repitió el Sr. Pidal; los que desean sinceramente su afianzamiento, no aconsejan nunca á los reyes constitucionales que oigan otro consejo que el de sus ministros, ni contribuyen, à espaldas de ellos, y sin su conocimiento, á que se acuerden medidas tan graves y trascendentales como las que el Sr. Pidal propuso á S. M. en aquel infausto dia: esta es la verdadera lealtad; asi es como únicamente se libra á los pueblos de revoluciones y trastornos, y se aleja á los reyes de su perdicion. Y ya que tan extraviada senda se preferia, ¿por qué no invitar á esa especie de camarilla que se improvisaba, al presidente del Senado? ¿Cómo olvidó el Sr. Pidal que le era igual en categoria, y tenia por lo menos tantos derechos como él para merecer la confianza del jefe del Estado? Pero no se queria al lado de la

reina en aquellos momentos á quien no estuviera iniciado en los misterios, y seguramente el Sr. Onis no se encontraba en este

caso.

Para atemorizar á la reina hubieron de echarla en cara que era una ingratitud disolver las Córtes que acababan de declararla mayor de edad; que la milicia nacional pensaba despojarla de la corona; que en seguida de disueltas las Cortes se la darian las armas, y así irian aumentando culpas y pecados para hacer creer á S. M. que no habia firmado libremente el decreto, poniéndola en tal tortura, que se fué urdiendo lo que al fin salió como declaracion de S. M., irresponsable como reina constitucional, y más irresponsable aún, como hemos dicho y repetiremos, por ser una niña.

INTRIGAS

L

Mientras se citaba para la reunion propuesta por el Sr. Pidal, y en que la reina habia convenido, se verificaba otra de algunos diputados y senadores, y áun personas ajenas á los dos cuerpos, en la cual se elaboraban los decretos, que bajo la salvaguardia del consejo que dicra la que el presidente del Congreso acaudillaba, se queria que se publicasen. Apenas podria creer la posteridad estas vergonzosas é indignas maniobras por hombres que se llamaban liberales y parlamentarios, si no estuviesen consignadas en los célebres debates que hubo poco despues en el Congreso; los que, entre muchos males, trajeron el inapreciable bien de desenmascarar á ciertos hombres y presentarlos en toda su desnudez y miseria. Oigamos al general Serrano referir tan singular episodio de esta lamentable historia; asi dijo en la sesion del 12 de Diciembre: Cuando regresaba á mi casa en la noche del 29, serian las siete y media, me encontré en ella á varios amigos, todos del antiguo partido moderado, que me estaban aguardando, ó que llegaron inmediatamente que yo lo verifiqué. Me hablaron de la cuestion del dia, del gravisimo suceso que habia ocurrido: yo ya habia oido referirlo en el Prado, me habia llamado la atencion, y confieso que me ofusqué..... A poco rato vino un íntimo amigo mio

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á decirme que se me aguardaba en Palacio; que S. M. descaba que me presentara. Entonces, uno de los amigos que en casa estaban-despues se averiguó y manifestó en la misma discusion habia sido el Sr. Donoso Cortés,-sacó cuatro decretos y me los dió »y dijo: Vaya V. preparado con estos decretos por lo que pueda acon»tecer. Era uno la destitucion del Sr. Olózaga, por razones á mi reservadas, decia S. M.; era otro la anulacion del decreto de disolu⚫cion de las Cortes, á instancias mias, á nombre de S. M.; era otro, »del que no quise usar, que el Sr. Olózaga no pudiera ejercer ningun cargo público; era otro, que S. M. no pudiera despachar nunca sino en presencia de todo el Consejo de ministros. Esto era denigrativo á la magestad, y no lo recibi siquiera.» De esta manera, en conciliábulos oscuros é ilegales, se fraguaban los decretos, de que se procuraba hacer editores responsables á los ministros, y lo que es aún más escandaloso, se pretendia ejercer, y áun se ejercia de hecho, el verdadero poder real por los que entre mentidas protestas de lealtad y respeto al trono, sólo lo defendian por engrandecerse y dominar á su sombra.

ESCENA EN LA CÁMARA DE S. M.

LI

Congregados los vicepresidentes del Congreso con el Sr. Pidal á la cabeza, penetraron en la cámara de S. M., y la escena alli representada es digna tambien de la atencion y exámen de los hombres pensadores. Nadie con más exactitud y pormenores que el Sr. Alcon la describió en el parlamento, y no habiendo sido impugnada su relacion ni contradicha en lo más minimo, ninguno más á propósito, sin duda, para hacer formar de ella idea cabal y cumplida. Obedecimos, dijo ; el Sr. Pidal tomó la palabra, y dijo que S. M. le habia llamado y le habia referido el hecho que todos sabemos y que se refiere en el acta. Luego que concluyó, habiendo preguntado á S. M. si era asi, S. M. respondió que sí; y lo repitió con una dulzura y bondad propias de su elevado puesto,

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