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servicio á la tropa, vanagloriándose el gobierno de ser «esta recompensa la mayor de que habia memoria en España y tal vez en Europa..

No todos pensaban, sin embargo, de la misma manera: no faltó un general que excediéndole en patriotismo, so opuso à que se concediera ni un ascenso. El general D. Manuel de la Concha, que despues de haber organizado los cuerpos de Andalucía mezclando en ellos los jefes y oficiales que siguieron á Espartero con los pronunciados, marchó á Madrid, descó oirle el gobierno, y demostróle el general la necesidad de que se desaprobaran las gracias de las juntas y que se le admitiera la renuncia del empleo de teniente general que le habia dado la junta de Sevilla, y se le devolvió. Pero el gobierno estaba imposibilitado de seguir tan conveniente consejo; habia sancionado muchas promociones de las juntas, estaban interesados todos los militares pronunciados en que no se adoptara tan honrosa determinacion, y tampoco admitieron la renuncia de Concha á pesar de sus instancias, manifestándole que, si no por el pronunciamiento, estaba justificado su ascenso por los servicios que prestó á la conclusion de la guerra civil.

Espartero, en 1840, declaró por toda recompensa que el ejército habia cumplido con su deber: en 1843 sc alentó la insubordinacion con grados, y se premió con empleos. ¡Funesto precedente que ha tenido despues terribles consecuencias! Hubo algunos actos de justicia, como el de conferir la primera vacante do coronel á D. José Antonio Turon, que acompañó al regente hasta su embarque; pero la concesion general de gracias fué cuestion politica en mal hora llevada al ejército.

Si el que siembra vientos recoge tempestades, estas se sinticron pronto. Serrano habia prometido en Tárrega el licenciamiento de las clases de 1838, como aliciente á la insubordinacion, y al recibir la órden de marchar á Pamplona el regimiento del Principe, que se hallaba en Madrid, justamente á los ocho dias de concedidas las recompensas, los soldados del 38, que contaban con sus licencias prometidas, las pidieron antes de alejarse más de sus pueblos; no fueron atendidos, y se sublevaron hiriendo á sus oficiales. Vencidos y diezmados, fueron fusilados á quienes cupo tan fatal suerte, sin otra sumaria, y Madrid supo, el 29 de Agosto, á la vez que el castigo, la falta. Los que habian triunfado poco an

tes por la insurreccion, anunciaron el suplicio de aquellos extraviados, con estas líneas que firmó Narvaez ":

Se eliminó a muchos oficiales progresistas; se reintegró en sus grados á los procedentes del convenio de Vergara, que por haber tomado parte en la rebelion de Octubre de 1841, fueron separados de las filas, y se fué posteriormente ensanchando indefinidamente la adhesion á aquel convenio, prefiriéndose á los ex-carlistas á muchos liberales que contra aquellos pelearon . Los nuevos defensores de la reina supieron cumplir bien.

No tenia razon de ser la alteracion de los colores de la bandera nacional, ni el quitar á los regimientos su enseña, rejuvenecida su gloria en la guerra de la independencia y en la civil de los siete años; y sólo puede disculpar la vanidad, que se diera á algunas ciudades titulos que seguramente no habian conquistado, aun cuando no por esto dejaran de ser dignas de conquistarlos; pero no tuvo Sevilla ocasion de mostrarse invencible, ni Granada heróica, ni Teruel muy noble, muy fiel y muy victoriosa, ni Cuenca intrépida; y era más que pueril pretender de este modo dar al alzamiento de 1843 el carácter de una lucha que no hubo. Y á la vez que se queria hacer resaltar sus efectos, que se abondaba la sima que dividia á vencidos y vencedores, se celebró el aniversario del pronunciamiento de 1." de Setiembre de 1840, que había llevado

(1) Soldados: Vuestro honor nunca sc empañari. Los ilusos que fueron seducidos, haciéndose indignos de vestir vuestro glorioso uniforme, han vertido ya su sangre: esa sangre cra del ejército, y los traidores que la han hecho verter no han osndo presentarse á pecho descubierto. Nosotros los buscaremos, y cayendo sobre sus culpables cabezas la cuchilla do la ley, correrá la sangre do ellos para que no vuelva a correr la vuestra, y así afianzaromos para siempre el trono de la libertad.

Soldados: La patria cuenta con vosotros, y todo lo espera de vuestra decision y do vuestra lealtad. Soldados. ¡Viva la reina! ¡Viva la Constitucion! ¡Viva el ejército español! ¡Mueran los traidores!

(2) Lamentábanse algunos de que recayeran los mandos y puestos importantes en militares moderados, y El Heraldo, confesando la certeza del hecho y lamentandolo, decia que no era posible otra cosa, y rogaba á El Eco y á sus amigos que publicaran una lista de jofos militares del partido progresista de la coalicion, de que pudiera echar mano el ministro de la Guerra: el mismo D. Joaquin M. Lopez dice, en su Esposiciom razonada de aquellos sucesos, que "en el partido progresista no habia bastantes personas de quienes echar mauo para poder conservar el apetecido nivel...

El general Villalonga publicó un manifesto al pueblo y al ejército, contradiciendo lo que manifiesta Lopez.

al ostracismo á los que de él volvian por el de 1843, reemplazándoles á su vez los vencedores en aquel. Si esto no fué una bufonada, á la que se prestó aquel ayuntamiento de real órden, fué una candidez si so hacia sinceramente.

MANIFESTACION DEL 8 DE AGOSTO

IV

No habia esta sinceridad, ó no se conocia al menos, en los que se adhirieron á la revolucion para utilizarla en su provecho; y cuando acababan de introducir en palacio clementos amigos, fué notable la manifestacion que el 8 de Agosto hicieron los ministros en el régio alcázar ante S. M., el cuerpo diplomático español y extranjero, la grandeza, tribunales y corporaciones, de proponer á las Cortes, convocadas para el 15 de Octubre, la declaracion de la mayoría de la reina.

El presidente, D. Joaquin María Lopez, acusó á la Regencia de haber concluido por sus propias y graves faltas, de no haber dejado su respetable investidura, de quo desoyó obstinadamente la voz de la nacion y del Congreso, y lo que era más ofensivo para Espartero, de que «el excesivo ó increible cuidado de evitar riesgos personales, le impidiera pensar en cosas más grandes y en la situacion y dignidad del gobierno; manifestó despues que no necesitaba, para completar su existencia legal, ningun acto del anterior, apoyándose en la opinion nacional, y que la nacion queria y necesitaba ser regida por la reina misma, que prestaria ante las próximas Cortes el juramento que la Constitucion prevenia. Se congratulaba de la dicha del dia en que empezara de hecho su reinado, cuyo solo anuncio comenzó la reconciliacion de los españoles, «tan generosamente ofrecida por los unos como noble y ventajosamente aceptada por los otros; » que así podria admitir los servicios de todos para alcanzar la nacion la prosperidad á que estaba llamada; que terminó con la Constitucion de 1837 la cuestion politica; con la guerra, la de la legitimidad; con la última regencia, la ocasion ó motivo de males y turbulentas ambiciones, y con

Vense documento núm. 1.

el último movimiento, la série de acontecimientos semejantes; y tomando S. M. por único norte de su reinado los principios del gobierno parlamentario, reinara dilatados años para venturay gloria de la España.

La reina contestó que habia oido con suma complacencia los leales sentimientos acabados de manifestar por el gobierno provisional de la nacion, y desde el dia on que ante las Córtes prestara el juramento á la Constitucion del Estado, se ocuparia en procurar la felicidad de los españoles.

Este acto tan solemne fué una gran debilidad del ministerio, pues sobre no producir otro resultado que compromoterle á proponer y sostener en las Córtes su aprobacion, evidenciaba que no tonia la fuerza suficiente para dejar de ser instrumento de los que tanto interés mostraban en la mayoría de la reina. Y cuando tanto interés aparentaban los ministros en resistir la tendencia moderada que les acosaba, cuando en casi todos sus actos públicos, á favor de la imprenta y de los periodistas, de la tolerancia, de todo cuanto pudiera interesar al partido progresista se mostraban sus amigos, cayeron en el lazo que sus expertos contrarios les prepararon. No podian considerarse sorprendidos, porque apoyo eficaz y valiente tuvieron los ministros para resistir la insistencia de los moderados, y tales razones oyeron, que se decidieron á resistir, y lo hicieron por algun tiempo, tan grave era la exigencia, aplazando su resolucion para cuando las Córtes so reuniesen, que es á quienes correspondia resolver la cuestion; pero no les faltó un momento de debilidad que supieron aprovechar los que de la declaracion de la mayoria basaban sus proyectos y esperanzas, y transigió el gobierno para su mal y el de su partido, y abdicó de su fuerza, de su independencia y de su libertad.

Harto conocia Lopez, y así lo manifestó en su exposicion razonada de aquellos sucesos, que el acto de declarar á S. M. mayor de edad cra de suyo grave y de graves y trascendentales consecuencias; y sin embargo accedió, ó más bien fué consecuente el gobierno con la opinion que tuvo desde los primeros dias que ejerció el poder, aun cuando manifestó que «de una opinion á un hecho media una distancia inmensa, y la del gobierno no podia salir del circulo de sus ceñidas atribuciones, ni pasar jamas á adquirir la fórmula solemne y decisiva que sólo competia darle á la representacion nacional..

Se esfuerza en demostrar que el gobierno provisional no podia continuar ni de derecho ni de hecho, porque lo primero no se reconocía en la ley fundamental, y en tiempos de grandes revueltas el prestigio es efimero; que tampoco querian sus individuos continuar en el mando, aceptado con repugnancia y amarguras, despues de tenazmente resistido, y no hallando sino dos caminos que seguir, 6 nombrar una regencia, ó declarar la mayoria; optaron por lo último, por creerlo menos peligroso, y se decidieron á la escena del 8 de Agosto, dispuesta, dice, espontá– neamente por el gobierno, y creyendo interpretar la opinion del país.

Ni la reina fué declarada mayor en este dia, ni produjo tan ruidoso acontecimiento otro resultado que comprometer á los ministros á proponer y áun á sostener en las Córtes que así se hiciese: fácil es de conocer que semejante concesion fué poco honrosa para ellos: los que á hacerla los obligaron, ó dudaban de sus convicciones ó de su palabra; una prenda que de las unas ó de la otra les asegurase querian á toda costa: el gobierno, prestándose á darla, reveló su debilidad, y tomó anticipadamente un compromiso que le habria impedido en circunstancias que pudicran tal vez sobrevenir, obrar con la independencia y libertad que deben siempre tener y procurar á toda costa conservar los que mandan.

Para hacer más significativo el acto, despues de besar Narvaez la mano á la reina que se acababa de proclamar, sc presentó en la Plaza Mayor con el brigadier Prim, ya Conde de Reus, y al frente de las tropas alli reunidas, victorcó à la Constitucion, á la reina y al gobierno provisional, y marcharon à desfilar ante la reina, asomada al balcon principal de palacio, acompañada de su hermana, del Infante D. Francisco y su primogénito, de D. Joaquin Maria Lopez, general Serrano, Duques de Bailen y de Zaragoza, Olózaga y otros.

Al concluir el desfile circuló una proclama de Narvacz á los soldados, llamando nuevamente ambicioso, desleal é ingrato á Espartero, grosero satélite del despotismo, tirano y cuanto podia demostrar la fanática pasion que á todos cegaba, proclamando despues el principio santo de la tolerancia y de la reconciliacion, lo cual parecia un sarcasmo: recomendábales la disciplina y la union; quo él daria el ejemplo de la sumision, del respeto, y seria el primero en

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