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las tropas del gobierno, marchó rápidamente el capitan D. Manuel Andía con su compañía de cazadores de Gerona á ocupar el barrio á toda costa, en union de la anterior fuerza; reforzáronse aún más los contrarios, y los pronunciados lo hicieron á su vez por más tropas de Gerona mandadas por los comandantes Martinez y Gavilá, dos piezas rodadas á las órdenes del subteniente del arma D. Jaime Garcia, y la caballería á las del conde del Valle. Atacando de frente Andia y Gavilá y de flanco Martinez, se apoderaron de las posiciones y casas aspilleradas que abandonaron sus defensores, retirándose por el camino de Orihuela y Murcia, batiéndose con los que les acometian de cerca. Nuevos refuerzos empeñaron otra vez el combate, en el que no llevaron la peor parte los pronunciados, si es que no obtuvieron la victoria, que como tal presentaron al público la jornada de aquel dia: y era triunfo la ocupacion de parte del barrio de San Anton.

La construccion de las baterías de sitio era uno de los preferentes cuidados de Roncali, y de los de la plaza el impedirla; y los cañones de la muralla, y los de los castillos de Moros y Despeñaperros tronaban con largos intervalos, habiendo dia que ningun disparo se hizo, lo que facilitó el emplazamiento de las baterías, que eran bastantes las que se construian. Ya el 22 arrojaron los cañones de la plaza y baluartes cerca de 300 proyectiles, contestados por los obuses y morteros sitiadores.

El fuego de este dia hizo que Roncali dirigiera una comunicacion al ayuntamiento de Cartagena calificando de alevoso aquel fuego, al que no pudo ménos de contestar, aunque con economía; que aquella ciudad queria su ruina cuando no abria sus puertas al ejército de una reina tan angelical como clemente; que entraba en sus principios humanos el hacer la intimacion antes de romper el fuego; mas puesto que la plaza habia tomado la iniciativa, excusada era aquella, y no tendria que repetirla cuando llegara el momento, y que pensara la ciudad lo que le convenia más; si volver á la obediencia de S. M., ó sufrir todos los rigores de la guerra. No esperaba seguramente el cañoneo de aquel dia, porque ya habia recibido mensajes de la plaza.

El ayuntamiento en su vista, comisionó á sus compañeros Rolandi, Alcaraz y Berger para conferenciar con el general, manifestándole en el oficio en que se lo participaba, suspendiera en tanto toda hostilidad que pudiera perjudicar á la poblacion. Reci

bidos por Roncali, les marcó hasta las doce del dia 24 para entregarse á discrecion.

Satisfecla volvia la comision, y los cónsules francés é inglés á la plaza, cuando se encontraron la puerta cerrada y en hostilidad á sus defensores, si bien esto era efecto de la indignacion que produjo en alguna parte del pueblo y los soldados el embarque de los jefes de la insurreccion; indignacion que estuvo á punto de producir una catástrofe á no impedirlo el ingeniero de minas D. Felipe Caballero, con algunos nacionales, que tuvo el valor y habilidad de evitar la intentada voladura de un depósito de 2,000 quintales de pólvora; llegándose á decir que los autores lo iban á ejecutar, metiéndose ellos en el polvorin y volar juntos: ¡bárbara resolucion y feroz valentía!

La noticia de la capitulacion produjo algunos desórdenes, más acentuados por el embarque de los jefes de la insurrecion despues que comprendieron la inutilidad de la resistencia por grandes que fueran sus esfuerzos, llenándose la Villa de Madrid y algunos otros buques, con cuantos en ellos cupieron, para buscar su salvacion en tierra extraña. Los nuevamente sublevados obligaron á algunos á desembarcar, pero allí no habia ya jefes; todos se agitaban por extraños impulsos, era vcrdadero el desórden y grande la anarquía; esperando contenerla abriéronse las puertas de la prision donde permanecia el anterior gobernador de la plaza D. Blas Requena, que se dirigió al cuartel de Gerona; vió á la tropa en aptitud de resistirle, resolvió hacerse fuerte en la plaza del Ayuntamiento con los nacionales, desechando la proposicion de la tropa para volver á su prision; no se le rounieron los nacionales bastantes; sc apoderó de él la tropa, conduciéndole al cuartel para fusilarle á su frente; pidió le oyoran antes, les habló con el lenguaje que convenia al desorden en que se hallaban, procuró fascinarlos contra el general que les habia abandonado y contra los oficiales que cstaban presentes, ofreciéndoles ponerse á su cabeza y morir con ellos en la defensa de la plaza; y produciendo su efecto esta excitacion, en vez de fusilarle le aclamaron su general. Los oficiales desaparecieron

Requena salió del cuartel con la fuerza reunida a reponer los puestos y reunir la restante hasta la puerta más próxima al campo sitiador; preséntase entonces una nueva conmocion de oficiales excitando á la tropa; se sobrepuso Requena, y cuando ya te

nia reunido todo el regimiento en la Puerta de Madrid, la clase de sargentos, por sí, ó excitada por nuevos oficiales que llegaban, se presentó á reconvenirle; necesitó nuevo esfuerzo para animar al soldado contra esta clase numerosa é influyente, ofreciendo que las hostilidades cesarian dos dias para hacer el embarque y entrega con seguridad.

Peligroso cada momento, fuéle preciso fomentar la insubordinacion, declarando que alli era igual á su último soldado, que todo se haria sin secreto y á gusto de la mayoria; hizo persuadir con ofertas y dádivas à algunos soldados para que se le dirigieran en comision, pidiendo abreviase el término y salir á dar un abrazo á los compañeros de los batallones 1.o y 2.o do Gerona en el ejér– cito sitindor; les oyó al frente de la fuerza; oncomió la oportunidad; pidió la votacion, y respondiendo algunos, viva el general, esto le bastó. Se amparó tanto de ellos, que tuvo ya la mayoría, pidiéndole ésta castigara á la milicia nacional que les habia engañado y comprometido. No era esto realizable, y sólo procuró terminar pronto aquella peligrosa situacion, temiéndose una reaccion á cada momento, y salió al campo para dar entrada á los sitiadores.

A la vez que esto sucedia, se iba aumentando la alarma y el desórden en algunos puntos de la ciudad, y en la noche del 24 hubo una junta de todas las autoridades y personas respetables, en la que á pesar de su duracion nada se pudo coordinar por no haber avenencia entre los que deseaban la capitulacion y los resueltos á resistir. La sumision tuvo, sin embargo, mis partidarios, y con la intervencion de los cónsules inglés y francés se convino en ella. Pero no la aceptaban todos á la mañana siguiente; se

(1) Acordaron lo siguiente:

"Los Sres. Cónsules de S. M. Británica y de S. M. Cristianfsima en esta plaza de Cartagena, garantizan como representantes de sus nacioncs, bajo de su palabra, cousecuente á la que se les ha dado por el Excmo. Sr. Capitan general de Valencia y Murcia, D. Federico de Roncali, á todos los habitantes estantes y residentes en esta plaza y sus fuertes exteriores é interiores, inclusa toda la guarnicion, carabineros y oficiales do reemplazo y milicias nacionales de esta ciudad, cemo la de otros puntos, que no se derramura una sola gota de sangre puir consecuencia del pronunciamiento que tuvo lugar en la misma noche del 1. de Febrero último, como tampoco de los procedentes de Murcia y otros puntos por la misma causa; que puedan ausentarse ú ocultarse, y que no se les perseguirá; y en caso de que á alguno se le presentase como reo por consecuencia de dichos pronunciamientos, no so profundice la causa, á

soliviantaron las pasiones. hubo desórdenes; pero venció Requena, como hemos visto. Riquelme ocupaba el castillo de Atalayas y Concha el de Moros, y la plaza abrió una de sus puertas al brigadier Laviña, siguiéndole el general Córdova, entrando despues Roncali con el resto del ejército.

Los principales comprometidos y cuantos temieron las consecuencias de sus actos, se embarcaron para Oran y Gibraltar; otros se refugiaron en las casas de los cónsules, bien llenas, y se dió pasaporte á muchos. Cartagena no presenció los suplicios que Alicante: sin la generosidad no hubiera sido tan fácil su conquista.

Se entregaron las armas y fornituras; se pagó la contribucion de 10,000 duros, á que redujo Roncali la de doble suma que impuso; se alojaron las tropas en las casas, por destruido el moviliario de los cuarteles; se nombró un ayuntamiento interino, y se adoptaron y obedecieron otras providencias secundarias, roinando completa calma en la ciudad, que festejó á poco solemnemente á su querida Virgen de la Caridad.

TRIUNFO ELECTORAL DE LOS PROGRESISTAS EN MADRID — BANQUETE

LXXIV

En el año 18-14 comenzó el movimiento político con las reuniones electorales, importantes siempre de suyo. En la que en el tentro del Genio tuvieron el 2 de Enero los progresistas, proclamó Madoz la union de todos sus correligionarios, para conjurar, decia, el peligro que amenazaba á la libertad, y para que la clcccion de cinco diputados y una terna de senadores que se habian do efectuar en Madrid el 8, fuera la verdadera expresion de las aspiraciones todas del partido. Acordóse la candidatura y se trabajó

fin de que tenga efecto la oforta do que no se derramara una gota de sangre. Que á los catalanos que estaban como prisioneros, hayan ó no tomado. las armas, se les dará la licencia absoluta para que regresen á sus casas. Cartagena á la una de la madrugada del 25 de Marzo de 1844.-Cárlos Whasingham, cónsul de Inglaterra.— Eugenio Tastec, cónsul de Francia. ..

(1) Para diputados, Argüelles, Olózaga, Luxan, Cantero, San Miguel, Feliu J Miralles, Sagasti y Angulo; y para senadores, D. J. M. Calatrava, Zumalacarregui y Vallejo.

con decidido empeño para hacerla triunfar. A su frente se puso la candidatura parlamentaria ", y sus partidarios manifestaron que, colocado en contraposicion el nombre de Olózaga, la lucha cra entre la reina y un hombre, y áun so atrevicron á decir quo entre la monarquía, el órden público y las instituciones, contra la rebelion y la anarquia.

Siempre excita la pasion política y aún extravia; pero en los períodos electorales la exageracion no tiene cauce: de todo se hacia arma de partido; hasta se prohibió á la orquesta de los teatros tocar himnos patrióticos, que habia sido causa alguna vez de manifestaciones más ruidosas que trascendentales.

El partido progresista empezó á unirse con estas elecciones, y considerado esto como un peligro por sus contrarios, usaron de ménos tolerancia, y en algunas provincias se permitieron las autoridades ciertos excesos, que evidenciaban en sus autores la carencia de las altas dotos que doben adornar á toda autoridad que no halla en la ley y en su inteligencia lo que no ha de buscarse en la pasion y en la arbitrariedad.

Prenda de union empezaron á sor estas elecciones para el partido progresista, que bien la necesitaba, áun cuando con ella atormentara á sus enemigos en el poder, que fomentar la desunion les interesaba. Pero sus esfuerzos se estrellaron en Madrid, donde siempre ha tenido mayoria el partido progresista. De 13,319 electores tomaron parte 7,013, triunfando la candidatura progresita por unos 2,000 votos de mayoria; pues al obtener Cantero 4,423 votos, que fué el máximum, D. José Maria Nocedal, el que más, no pasó de 2,988. Olózaga quedó de tercer suplente por sólo haber obtenido 3,687 votos, pues no todos los progresistas quisieron olvidar al cantor de la Salve.

Los mismos sufragios que obtuvo, no dejaron de alarmar á los moderados, por ver en aquellos un cambio de la opinion que daba ya entrada a las protestas y palabras de Olózaga desde Lisboa; y preguntaban sus órganos: «¿es que han votado en Madrid los que constituyen su inmensa mayoría?. No: contestaba El Heraldo, porque la conducta del gobierno no satisface completamente. De aquí las

4) La componian Martinez de la Rosa, Nocedal (D. José María), Ferreira Caamaño, Guerrero, Marqués del Povar, Serrain, Narvaez, D. Francisco y D. Manuel Lara, para diputados; y para senadores, Peñaflorida, Veraguas y Sástago.

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