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Estos hechos, que no pasaron desapercibidos, sublevaron con justicia la opinion pública, y hasta los periódicos que habian sido ministeriales dirigieron tremendas censuras. El mismo Castellano, uno de los órganos más autorizados de aquella situacion, no pudo ménos de decir que el ex-ministro de Marina, en otro país, ni gozaria de libertad ni acertaria á sustraerse de la accion de la justicia. Denuncióse otro hecho de un millon de reales, que debió haber pagado un comerciante de esta córte, y á su vencimiento se encontró cobrado, de órden del ministro, por un D. N. Orbeta, encargado de los aprestos para la expedicion á Fernando Póo, tambien por órden del Sr. Portillo.

Periódicos moderados y ministeriales hacian cargos al gobierno porque no se hubiera dado el menor paso para exigir la responsabilidad al ex-ministro, y exclamaba El Castellano: «Este abandono con que se miran los asuntos más importantes, esta dejadez del gobierno, esta desmoralizacion en las clases más elevadas lo mismo que en las más humildes, esta falta de justicia nos arranca hasta el último resto de esperanza. Y tanto más nos disgusta una indiferencia tan chocante en asunto de tamaña gravedad, cuanto que la mancha que haya podido arrojar sobre si el Sr. Portillo, pretenden los enemigos de la situacion hacerla extensiva á un partido entero, olvidándose hasta la procedencia del ex-ministro, de que poco tiempo antes militaba en sus filas..

Otros hechos se denunciaron; solo contestó á uno respecto á jugadas de Bolsa, diciendo que pagó las diferencias, y marchó al extranjero. No cesaron las acusaciones, y hasta en 1848 pidió don Santiago Tejada en las Córtes los expedientes en que intervino el famoso ministro, y el Sr. Pacheco dijo solemnemente: hay que pagar á Bouchental y ahorcar á Portillo.»

na, y otra dada por éste en 19 del mismo. De los expresados 10 millones me hago cargo en virtud de esta carta de pago, que ha de ser visada por el Excmo. Sr. Intendente general de Marina, y tomará razon de ella en la intervencion general de la misma.—Madrid 20 de Abril de 1841.-Manuel de Azcárraga.-Son 10.000,000 de reales vellon."

FERNANDO POO Y ANNOBON-LA OPINION PÚBLICA EXTRAVIADA

XCI

Despues de tanto hablar y escribir sobre la isla descubierta en el siglo xv por el hidalgo portugués Fernando de Póo, á la que se denominó Formosa por su magnífica vegetacion y su situacion pintoresca, que pasó á poder de España por el tratado de 1778, á cambio de la Trinidad en la costa del Brasil, y trocó su nombre por el de su descubridor, se envió una expedicion desde Montevideo con 150 hombres entre tropa y diversos operarios á tomar posesion de la isla, á la que arribaron á los seis meses despues de penosa navegacion; y tomada la posesion el 24 de Octubre de 1778, salieron el 25 los españoles mandados por el conde de Artolejos, á la de Annobon, en cuya travesía tardaron dos meses, y sucumbió en ella el conde, al que reemplazó su segundo el coronel de artillería D. Joaquin Primo de Rivera, que rechazado por los portugueses, se retiró á San Tomas á esperar órdenes del gobierno, que desaprobó su conducta, y mandóle. se apoderase de Annobon á toda costa y se estableciese en Fernando Póo.

Cumpliólo así, como honrado y valiente; pero tales vicisitudes experimentó, que regresó meses despues á Montevideo con los escasos restos de su desventurada gente, perdiendo la colonia, en la que hallaron tantos abandonada sepultura, victimas de la fiebre africana.

En posesion de la isla los indigenas, establecieron los ingleses en 1827 pontones y estaciones que no les permitia la insalubridad del clima de Sierra-Leona; hasta formularon la compra de terrenos para legitimar la usurpacion que se hacia á España; se hicieron desmontes, sc empezó la construccion de una ciudad, que llamaron Clarens, y no ménos irresistible á los europeos, á los que tantas vidas y dinero costaba, volvieron en 18:33 los ingleses su tribunal mixto á Sierra-Leona, y en 1837 vendieron su establecimiento de Clarens á una compañía mercantil, que quebró traspasando sus derechos á la del Africa Central, que en 1841 los vendió á su vez y sus privilegios á la sociedad misionera Batista por 1,500 libras esterlinas.

En este año fué cuando el gobierno español reclamó del inglés la reivindicacion de la isla, y conseguida, se entablaron negociaciones para vendérsela en 60,000 libras, que se aplicarian al pago de los intereses de la deuda del Estado. La opinion pública, en uno de esos extravios tan frecuentes en los pueblos que obran más por ajenas que por propias inspiraciones, creyó que se ofendia la dignidad española vendiendo unas islas abandonadas tanto tiempo, como si no fuera más digno pagar lo que se debia: se daba grande importancia á unos terrenos mortíferos, sin condolerse de las víctimas causadas; no habia caridad para evitarlas en lo sucesivo; así que, por una quijotesca vanidad, por un equivocado sentimiento de dignidad, por un falso patriotismo, se desechó el muy excelente y bien pensado proyecto del ministro D. Antonio Gonzalez, que á nadie cedia en amor á la patria y en estimar la honra de ésta y la suya propia.

Dispúsose en 1843 una nueva expedicion guiada por el capitan de navío D. Juan José Lerena, que tomó de nuevo posesion de la isla, nombró gobernador al gerente de la compañía anabaptista, é izó tambien el pabellon español en la isla de Corisco.

Mucho se gastó á la sombra de alguna de estas expediciones; se pidieron cucnta de unos tres millones de reales extraviados; pero no dejó de prodigarse el dinero, y lo que es peor, sacrificar la vida de muchos expedicionarios, para obtener resultados completamente nulos, ó más bien perjudiciales.

Ya se pensó entonces en dar otro destino á una nueva expedicion que se proyectaba; que en vez de enviarla á las islas africanas, fuera á Santo Domingo y áun á Marruccos; pero al fin sc decidió en 1845 la que dirigió el capitan de fragata D. Nicolás Manterola, acompañado del infatigable cónsul español en Sierra-Leona D. Adolfo Guillemar de Aragon quc, con no muy exactas ideas de aquella isla, se proponia estudiar los medios de colonizarla, pues comprendia desde luego ser empresa difícil cuando ménos.

Esta expedicion, sin embargo, dió los mismos resultados que las anteriores.

TRASLÁDASE LA CORTE Á BARCELONA-INTENTOS REACCIONARIOS

XCII

Ya se tenia nuevo ministerio; faltaba ver si se tendria gobierno. Complacia ver á Narvaez de ministro, porque debia serlo; porque la capitania general de Madrid no debia ser el cuartel de un general en jefe, donde se pudieran dar batallas á cien ministerios; porque se creia cercano el dia en que el gobierno, y no los generales, fuera quien dispusicse de los batallones; porque en España se consideraban imposibles por algunos las dictaduras inofensivas, olvidando en esto la historia y las pasiones y errores de los hombres.

Narvaez llevaba al ministerio prestigio y autoridad, y hasta habia demostrado recientemente desinteresado patriotismo cuando al concederle y á Castroterreño, el tercer entorchado, le renunció con resolucion; no se le admitió la renuncia, insistió con dignidad, y hubo que mandarle se atuviera á lo resuelto. Los que conocian sus antecedentes liberales confiaban en ellos como en segura garantia, y no dudaban que se inauguraba un cambio de politica, siendo ésta más legal y más ajustada á las prácticas parlamentarias y constitucionales. No tenia si no objeto la variacion de gabinete; así, que su primer acto fué levantar el estado excepcional en que se hallaba la Peninsula, y empezar á ocuparse de la reunion de Cortes; pero tenian gran autoridad en palacio los que á esto se oponian, y se dió la preferencia al viaje de S. M. á Cataluña para tomar la reina baños minerales, cuyo viaje no encontraban oportuno, por lo menos en aquellas circunstancias y á mediados de Mayo, muchos de los interesados en aquella situacion política.

Salieron, en efecto, SS. MM. de Madrid á las nueve de la mañana del 20 con la solemnidad debida, y acompañándolas el general Narvacz; presentóse despues Viluma, y al mes salieron de Madrid los ministros de Hacienda, Gobernacion, Gracia y Justicia y Marina.

Pernoctaron SS. MM. el primer dia en Quintanar de la Órden,

el segundo en Almansa, á donde llegaron á las cuatro de la madrugada despues de una jornada de treinta leguas; el 23 en Valencia, hasta el 29 que se embarcaron para Tarragona, llegando en la misma noche; visitaron el 31 á Reus, y en la noche del siguiente dia entraron en Barcelona.

Desde entonces se hizo el centro de la politica la capital del Principado, donde la reaccion habia puesto sus reales, y donde se trabajaba para pedir á S. M. la proclamacion del Estatuto. Firmábanse tambien peticiones para la devolucion de los bienes del clero, y hasta el restablecimiento de los diezmos como solicitaba el clero de la Coruña; y esto y la llegada á la nueva córte del marqués de Viluma que dejaba la embajada de Londres para encargarse del ministerio de Estado, alarmó á los liberales, y no dió poco que hacer á Narvacz, que se oponia resuelto á tan imprudente reaccion. Acudieron en su ayuda los demas ministros que salieron de Madrid como dijimos, porque la situacion se hacia harto grave; los elementos reaccionarios cran oidos y atendidos en palacio, y peligraban todas las conquistas liberales. En armonia con las ideas que influian en la corte, hasta una comision del engañado ayuntamiento de Algeciras pidió al comandante general que se proclamasc el Estatuto, diciendo que el pueblo lo queria; pero este, al saberlo, se reunió como por encanto, y victoreando á la Constitucion, puso en ridiculo á los que intentaban un movimiento al que la tropa tuvo el buen sentido de no prestarse.

Pidieron algunos que se entrase de lleno en la cuestion de devolver al clero secular los bienes que no se hubiesen vendido; que se reformuse la Constitucion por medio de decretos, por considerar imposible esperar leyes orgánicas de las Córtes; que se hiciera un corte de cuentas, que se estableciera en fin el absolutismo. ¡Cuánta pasion! ¡cuánta ceguedad! ¡Cómo se olvidaba que la ilegalidad asesina á los gobiernos y destruye las situaciones que parecen más fuertes!

Considerábase fuerte la situacion, y aunque se levantó el estado de sitio, algunas autoridades militares se dejaron llevar más por la pasion politica que por la ley, y se permitieron abusos y arbitrariedades "").

(1. Ya autes, en Málaga, se habia obligado á un borracho á beber unos jarros de agua en medio de una plaza pública.

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