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nos halagos ("), encargando ademas á Oribe le convidase á comer; pero ya era tarde.

Su resolucion, sin embargo, era infructuosa; cercado por todas partes por numerosas fuerzas mandadas por Caves, Manzano y Bayona, capitan general del distrito, ni podia aumentar su hueste ni eludir la persecucion, y como por otra parte no atrae amigos la adversidad, tuvieron que seguir el 15 por medio de la sierra, entre Pajares y Ortigosa: vieron por la tarde la tropa que les perseguia, siguieron á Montenegro, pueblo de Cayo Muro, y despues de breve descanso y aun de noche, reemprendieron la marcha de vueltas y revueltas en medio de una sierra intransitable: permaneció Zurbano un rato en la ermita de los Modorios, entregado á bien tristes presentimientos, y en la siguiente mañana, no queriendo ocultar su situacion, manifestó á su reducida gente que le habian vendido los que acaso más le excitaran al levantamiento; que él tenia fé en su causa, y por eso no vaciló en llamarlos á su lado; que sentia por ellos le hubiese vuelto la espalda la fortuna para luchar solo contra la traicion, y que les aconsejaba se retirasen á sus casas, pues como agentes secundarios no podian mé

(1) Decia así tan notable carta: «Excmo. Sr. D. Martin Zurbano: May señor mio y de mi particular y distinguido aprecio: Avisos reiterados y de origen respetable me anuncian que proyecta V. ponerse al frente de una sublevaciou. Antes de cxponerle á V. lo descabellado de la futura tentativa, quiero que se penetre V. de que le escribe el amigo, el compañero de armas, y no el ministro de la Guerra, Justo apreciador de sus dotes de militar valiente y disciplinado, me cuesta pesar tener que revelarle, que al quebrantar la ordenanza, como yo la he quebrantado en otro tiempo, camina V. derechamente á un abismo sin fondo, porque las mismas personas á quienes supone V. adictas á su venidero plan, son las que más lejos se encuentran de secundarle, y si me fuera dado señalar á V. las almas viles que le venden, y que vienen á revelarme lo que V. y sus imprudentes amigos proyectan, se penetraria de que se halla V. muy cercano á un precipicio. Desatienda V. las sugestiones apasionadas de sus adeptos, y no sustente en su pecho las ilusorias esperanzas que de contínuo le da el proscripto de Londres, á quien ciegamente obedece, conducta que yo aplaudo porque justifica su lealtad y su consecuencia; pero tenga V. entendido que le precipitan, y por esta razon le doy el aviso en tiempo oportuno. Si este sincero consejo mereciese, aun cuando no lo espero, el desden de V., desde ahora le advierto que, lanzado á la insurreccion, una vez asegurado mi triunfo, no doy cuartel ni á V. ni á sus compañeros. Comprenda V. su posicion, y antes de firmar su sentencia de muerte, venga á estrechar la mano de un compañero leal y dispuesto á recompensar su mérito indisputable. Es de V. con toda consideracion sa atento seguro servidor Q. B. S. M.-Ramon Maria Narvaez.

nos de ser indultados. Negáronse á abandonarle; pero tales fueron sus instancias y ruegos, que á ellos accedieron. Zurbano con sus dos hijos Feliciano y Benito, su cuñado, su secretario, su amigo Cayo Muro y cuatro ó seis oficiales, partieron juntos por sendas extraviadas, y á los dos dias tuvieron que fraccionarse para mejor evitar la persecucion. En la mañana del 21 fué preso su cuñado D. Juan Martinez por los vecinos de Manjarrés, que rondaban por las inmediaciones: el encuentro de un caballo reventado en las inmediaciones del Puente-Madres, y de otro cansado, con algunas prendas de vestuario del hijo menor de Zurbano, denunciaban su presencia en las inmediaciones, y enviadas varias columnitas desde Logroño á explorar el terreno, la que mandaba Juan Mateo (a) Boloas, de antecedentes muy conocidos en los tribunales de justicia y en el carlismo, prendió en unas malezas, con la promesa de cuartel, á D. Benito Zurbano y al desgraciado Arandia, conducidos á Logroño en tan lastimoso estado que produjeron general compasion.

Segun lo dispuesto por el gobierno, Zurbano y cuantos fuesen habidos debian ser fusilados, prévia la identidad de las personas, y sin más tiempo que el preciso para morir como cristianos; pero fué tan unánime el interés en toda clase de personas, para que Oribe suspendiera la ejecución hasta impetrar la clemencia de S. M., que accedió, lo cual le costó el destino y que se le formara causa. Inútil la condescendencia de Oribe, y hasta el apelar á la reina, que al regresar de Atocha con su madre y hermana, se arrojaron á sus pies, diciéndola: «¡Señora! perdon para un hijo de Zurbano..... para un ilustre defensor de V. M..... era niño, y su lanza heria la primera en el combate à vuestros enemigos..... todo os lo ha dado; su reposo, su juventud, su sangre..... ¡Señora! perdon para un jóven de 23 años...... Y en medio de este clamoreo, se oye el golpe de un cuerpo que se desploma al suelo, y una voz desgarradora que dico: «¡Clemencia, señora, no tengo más que ese hijo...... Y la infeliz madre cayó á los pies de S. M. Todos pidieron clemencia para aquella madre; contestó la reina, se atenderá, se atenderá; mandó llamar á la comision de Logroño en cuanto subió á la cámara, y conmovida S. M. ofreció consultar con sus ministros, prometiendo interesarse tambien la reina madre, que lo ofreció llorando; y aunque el Consejo de ministros estaba reunido, no se presentó ni se encontró por ninguna parto

á su presidente, y el 20 fueron fusilados el hijo de Zurbano, Martinez, Arandia y Aguilar. A los cuatro dias experimentaban la misma suerte D. Feliciano Zurbano", Baltanás y IIervias.

Zurbano se ocultó en un pajar del término de Ortigosa, acompañado de su fiel amigo Cayo Muro, que le cuidaha una fuerte inflamacion cerebral; pasa tiempo, se le cree en salvo, es denunciada su existencia, se encomienda al mismo Boleas su captura, y al quererso fugar Muro en el camino à Logroño, halló la muerte. Debia haber tenido alli su sepultura, y por cruel alarde le llevaron á la ciudad atravesado en una caballería y con una piedra de contrapeso. Zurbano enfurecido por lo que se hacia con su amigo, y deseando la muerto, siguió á su lado, y juntos entraron en Logroño, en medio de una triste soledad que contrastaba con las aclamaciones con que tantas veces habia sido recibido al regresar victorioso de combatir á los enemigos de la reina y de la libertad.

Digno y valeroso en sus declaraciones y en la capilla, siempre liberal consecuente y honrado en sus opiniones, cuando al marchar al patibulo le dijeron: ya es la hora de la resignacion, replicó indignado: La tengo para la muerte, que jamas me amedrentó; pero no para la conducta que conmigo se observa. Soy un general de la nacion española, y se me han negado consideraciones que no se rehusan á un facineroso; se me han negado los consuelos de la amistad, y hasta se me prohibe despedirme de mi esposa; ¡esto no se hace ni entre sarracenos! No queriendo ser fusilado por la espalda, recomendó certera puntería, y descubriéndose, dijo: soldados, servid á vuestra reina con honor; obedeced á vuestros jefes; jamas falteis á vuestros juramentos. Yo muero cumpliendo los mios. Soldados, ¡viva la reina! ¡viva la Constitucion

(4) Este desgraciado labia ido de parte del general á llevar los pliegos de él y de Narvaez para su padre, y no queriendo ni dobiendo separarse de su lado, en aquella situacion, no tenia más delito que el de habérscle encontrado con él.

(*) Queriendo el general Villalonga librar á Zurbano del infortunio que le amenazaba, comisionó á un eclesiástico respetable, de mucha influencia en la sierra de Cameros, para que buscara á Zurbano, le enterase de las órdenes expedidas por el gobierno, que eran las de fusilarle donde quiera que se le encontrase, manifestándole cuán desagradable le sería verlas puestas en ejecucion, y le excitara á que con el brigadier Muro marchase á Bayona, para cuyo punto lo expediria pasaporte, y les daria un jefe de confianza que les acompañara, poniendo á su disposicion el bolsillo del general. Zurbano respondió negativamente, aunque agradeciendo el favor; pero estaba afectado con la muerte de sus hijos, queria vengarla, y se proponia, al llegar el buen tiempo, intentar el alzamiento.

del 37! ¡viva lu libertad! Arrojó el gorro al aire, despidióse de su confesor, al que entregó algunas memorias, se hincó de rodillas, vió en aquel mismo sitio la sangre de sus hijos, deudos y amigos, se inundaron de lágrimas sus ojos, y una descarga acabó en la mañana del 21 de Enero con el que habia adquirido renombre peleando por Isabel II y la libertad ".

PROCESO DE D. JUAN PRIM

CIV

D. Juan Prim, que sobrados motivos tenia para estar arrepentido de lo que el año anterior hiciera, habia demostrado antes su disgusto: se le nombró, para alejarle de la Corte, gobernador de Ceuta; pretextó el mal estado de su salud para no gobernar á prcsidiarios, y se le otorgó despues la licencia que pidió para viajar por el extranjero, de donde regresó á mediados de Octubre de este año, reconciliado ya con los progresistas, de quienes so habia divorciado. A los pocos dias de su llegada à Madrid, se le presentaron algunos oficiales de San Fernando, manifestando tenian órden de su coronel para prenderle, á lo que contestó indignado que sólo hecho pedazos saldria de su casa, mientras no se obrase con arreglo á ordenanza. Se obtuvo órden formal del gobernador de la plaza; condujeron á Prim al cuartel de aquel regimiento, y á los dos dias al de Guardias de Corps, encerrándole en la torre, sin que en algunas horas se le diese ni un taburete para sentarse.

Habíase procedido i la prision de Prim por la delacion del comandante D. Joaquin Alberni, en la que decia á Narvaez en un oficio, que se tramaba una conspiracion contra su persona y otras autoridades para variar la forma de gobierno; que habia sido invitado él mismo por D. Miguel Ferrer y un tal Ventureta; que debia darse el golpe el 24 de Octubre por la noche, comenzando por asesinar á Narvaez, cuando éste se dirigiese al teatro; que todo estaba convenido y prevenidas las armas en casa del zapatero Mo

(1) En la Historia de Zurbano, por el Sr. Chao, se presentan estos mismos hechos con minuciosos detalles.

liá, y que se habian ofrecido 20,000 duros como recompensa á los autores do tal hazaña.

En este escrito, cabeza del proceso, ni indirectamente se mencionaba á Prim, y se le hacia figurar como jefe principal de la conjuracion.

Apresuráronse los trámites de la causa, sin reparar en irregularidades, y vióse el 4 do Noviembre ante el consejo de guerra de oficiales generales " y gran concurrencia.

Resultaba del proceso, que Alberoni declaraba que el general Prim habia invitado para matar á Narvaez al teniente D. Fermin do Torres, que no quiso comprometerse, y éste que manifestó que el conde habia solicitado su cooperacion para seducir á sus compañeros y á la tropa, haciendo indicaciones sobre el proyecto de asesinato. Alberoni amplió sus declaraciones, diciendo que el plan revolucionario debia ejecutarse al mismo tiempo que en la capital, en varias provincias, y especialmente en Barcelona, para donde habia marchado el brigadier Rubin de Celis; que todo lo dirigia el general Prim, y que él era quien habia facilitado las armas para matar à Narvaez.

Complicándose el proceso, se prendió á los ayudantes del general Ortega y Sanz, y á los paisanos Moliá, Ferrer, García, Fernandez y Montenegro, habiéndoso encontrado en el pozo de la casa de Moliá tros trabucos, que declararon algunos ser del general, el cual no negó que habia tenido unos trabucos, que durante su permanencia en el extranjero fueron entregados por su criado al comandante Fort, sin que pudiera asegurar fueran los suyos los encontrados en casa de Molia, ni aunque lo fueran no podia comprender cómo habian ido alli; que de todos los acusados, sólo conocia á Ferrer, á quien hacia tiempo no habia tenido ocasion de hablar, y que al comandante Alberoni le conoció en el ejército de Cataluña, donde no habia dejado muy honrosos antecedentes.

Ortega y Sanz negaron toda participacion, y los demas acusados; y sin más antecedentes fundó el fiscal su acusacion, pidiendo con arreglo á la ordenanza, ó más bien á lo que prevenia el Colon en su obra Juzgados Militares, que aun por indicios puede imponerse pena capital, se aplicara ésta á Prim y á los demas acusados.

(1) Los Sres. D. Felipe Ribero, D. José de la Concha, Rute, Campo-Alange, marqués de la Concordia y Gallego; era fiscal D. Tomás Aznar.

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