Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Fernando VII y la reina Doña Maria Isabel de Braganza, sus padrinos. Encomendada su educacion al P. Puyal, general en España de los jesuitas, y capellan en el convento de las Salesas Reales, le instruyó en filosofia y moral; D. Mariano Lidon sacó un brillante discípulo de piano, y D. Vicente Lopez le enseñó el dibujo. Con otros profesoros aprendió las matemáticas, la equitacion y lenguas, presidiendo á todo su madre, á quien se debia la iniciativa y mejor parte de la educacion é instruccion, pues nadie como las madres instruidas poscen la llave del corazon y del entendimiento de sus hijos.

Sonrióle la fortuna en su nacimiento, se deslizaron venturosos sus infantiles años, y apenas habia cumplido los quince cuando emigraba i Portugal con sus padros: el que en Madrid vivia régiamento y hollaba blandas alfombras, llegó á tener privaciones y se ensangrentó los piés, descalzos, huyendo de Rodil en Portugal ".

Precisados los infautes á guarccerse en Inglaterra, perdió á poco D. Carlos Luís á su madre, hallando una segunda en la princesa de la Beira, hermana de la difunta. Llevóles al año siguiente de 1835 á Alemania, estableciéndose al fin en Salzbourg, hasta que efectuado el matrimonio de D. Cárlos con la princesa en 1838, vino ésta á España con el que ya era su hijo político, á seguir todos juntos las eventualidades de la suerte, cuyo viaje tenemos ya reseñado en otra obra.

Siguiendo à su padre en aquella ruda campaña, perfeccionó su instruccion con excelentes lecturas, aprendiendo en la Historia lo que debo ser el hombre y el principe, si se saben aprovechar sus magníficas lecciones; recreando su espíritu con el Quijote; enalteciendo su alma con las inmortales obras de los cuatro clásicos italianos, y con la Araucana, de Ercilla, y su fé religiosa con El Genio del Cristianismo.

Ni su edad, ni sus inclinaciones, le inducian á mezclarse en la política, y siendo la persona de su mayor confianza, y el que más le acompañaba el general Villarreal, éste deseaba más ver en Don Carlos Luis un guerrero que un politico, á los que no era muy afecto: on sus frecuentes paseos á caballo, y en sus conversaciones, la de la guerra era la constante. Villarreal se lisonjeaba con

(1)

Háse referido, que acompañúndolo su madre se los lió entre pañuelos.

la esperanza de ver al jóven principe carlista á la cabeza del ejército, asumiendo las justas aspiraciones de todos, personificando el carlismo y procurando la union de los que más que partidarios de una misma causa, parecian encarnizados enemigos.

Algunos carlistas llegaron á pensar en reemplazar al padre con el hijo, y en una ocasion en que Maroto, disgustadísimo de una conferencia con D. Carlos, á quien fué á consultar sobre una operacion y le hizo esperar una hora cuando estaba al frente el enemigo, ocupado D. Cárlos en puerilidades de las que quiso hacer participe al general, en aquellos tan críticos momentos, al salir Maroto, hallóse con el príncipe, le cogió del brazo y le dijo: Señor: Venga conmigo V. A. á ponerse á la cabeza del ejército y yo le llevaré à Madrid.-Sobrecogióse D. Carlos Luis, temió el disgusto do su padre, y Maroto marchó exasperado desconfiando del padre y del hijo, y de la causa carlista.

Perdida esta en Vergara, emigró D. Carlos con su familia, y cuando se les exigió la entrega de la espada en territorio francés, obedecieron todos ménos D. Cárlos Luis, que contestó con una energia de quo antes careciera.—Eso no; los principes españoles jamas entregan su espada, y la conservó.

D. Carlos con toda su familia, y los que constituian su pequeña córte y servidumbre, fueron destinados por el gobierno francés á Bourges, á donde llegaron en la tarde del domingo 22 de Setiembre, ocupando el alojamiento preparado en el hôtel de Pannette, ajustado en 2,500 francos mensuales, sin vagilla ni ropa de mesa y cama.

No desperdició D. Cárlos Luis su forzada estancia en Bourges para adquirir una completa instruccion facultativa en artilleria, pues allí habia direccion de esta arma, y tenia á su lado al distinguido Montenegro, oficial superior del mismo cuerpo, y uno de los que contribuyeron á crearle en el campo carlista.

Bourges y sus obligados huéspedes, iban hasta casi siendo olvidados: nada salia de alli que llamara la atencion pública, hasta que la esperanza de obtener por un enlace el triunfo negado por las armas, decidió al fin á D. Cárlos, despues de sostener una porfiada lucha con algunos de sus partidarios y consigo mismo, áabdicar en su hijo, al que escribió el 18 de Mayo, diciendo que, resuelto á separarse de los negocios políticos, determinó renunciar en él y trasmitirle sus derechos á la corona, incluyéndole en su

consecuencia el auto de renuncia que podia hacer valer, cuando juzgara oportuno; rogaba por que el Todopoderoso le concediera la dicha do restablecer la paz y union en la desgraciada patria, laciendo así la felicidad de todos los españoles, y que desde aquel dia tomaba el titulo de condo de Molina, bajo el que queria ser conocido en adelante.

Así acabó la vida politica del que promovió y sostuvo la más importante de las guerras civiles que registra la historia, sin que D. Cárlos poseyera esa ambicion en que han sobresalido los autores de otras. No era tampoco guerrero, ni su carácter era belicoso, y pasaba por héroe en los combates, porque su fé religiosa auyentaba todo temor: creia santa su causa, y confiaba en que Dios preservaba su vida; así se le veia impávido ante el mayor peligro, y se sonrcia de las precauciones de los que le acompañaban en algun hecho de armas, cuando sentian cerca las balas y proyectiles, que él contemplaba sonriendo.

La abdicacion que acompañaba á la carta decia: Cuando á la muerte del rey D. Fernando VII, mi muy querido hermano y señor, la Divina Providencia me llamó al trono de España, confiándomo el bien de la monarquía y la felicidad de los españoles, lo consideré como un deber sagrado; penetrado de sentimientos de humanidad y confianza en Dios, he consagrado mi existencia entera á cumplir tan dificil y penosa mision. En España, como fuera de ella, al frente de mis fieles súbditos y hasta en la soledad del cautiverio, la paz de la monarquía ha sido constantemente mi único anhelo y el fin principal de mis desvelos. En todas partes mi corazon paternal ha deseado ardientemente el bien de los españoles. He debido respetar mis derechos, pero no he ambicionado jamás el poder; por lo tanto, mi conciencia se halla tranquila. Despues de tantos esfuerzos, tentativas y sufrimientos soportados sin éxito, la voz de esta misma conciencia y los consejos de mis amigos me hacon conocer que la Divina Providencia no me tiene reservado el cumplir el cargo que me habia impuesto, y que es llegado el momento de trasmitirlo al que los decretos del altísimo llaman á sucederme. Renunciando, pues, como renuncio, á los derechos que mi nacimiento y la muerte del rey D. Fernando VII, mi augusto hermano y señor, me dieron á la corona de España, trasmitiéndolos & mi hijo primogénito Cárlos Luis, príncipe de Astúrias, comunicándolo á la España y á la Europa por los solos me

[blocks in formation]

dios de que puedo disponer, cumplo un deber que mi conciencia me dicta, y me retiro á vivir libre de toda ocupacion política, y pasaré lo que me queda de vida en la tranquilidad doméstica y en la paz de una conciencia pura, rogando á Dios por la felicidad, la gloria, y la grandeza de mi amada patria.—Bourgos 18 de Mayo de 1845.-Firmado.-Carlos..

En el mismo dia se despidió de sus fieles defensores "".

(9)

Su hijo contestó aceptando y dirigió á los cinco dias un manifiesto á los españoles en sentido conciliador, y transigiendo con el espíritu de los tiempos, y las mudanzas por la revolucion realizadas, sin empeñarse en destruir cuanto ellas han levantado, ni en levantar todo lo que ellas han destruido. Justicia sin violencias, reparacion sin reacciones, prudente y equitativa transaccion entre todos los intereses, aprovechar lo mucho bueno que nos legaron nuestros mayores, sin contrarestar el espiritu de la época en lo que encierra de saludable. Hé aquí mi política (3).»

En sentir de los liberales, la abdicacion y el manifiesto eran un memorial para la mano de la reina, y su aceptacion hubicra sido una transaccion con el vencido, que vendria con sus ideas, con su partido, triunfante en fin, y esto lo consideraron humillante é imposible, porque la lucha sostenida habia sido de principios, no de personas; y ni el candidato, ni los que le rodeaban ofrecian garantias ni seguridad de que no procurasen la ruina del liberalisino: consideraban ya olvidada á la familia de D. Cárlos, y no

(1) Véase documento núm. 25.

(2)

Contestacion.—»Mi muy amado padre y señor: Ho leido con el más profundo dolor la carta con que V. M. me ha honrado en este dia, y el acto que la acompañaba. Cual hijo obediento y sumiso, mi deber es conformarme con la soborana voluntad de V. M.; así, tengo la honra de elevar á sus Reales piés el acto do acepta, cion.-Imitando el buen ejemplo que V. M. me dá, tomo desde este dia, y por el tiempo que crea oportuno el título de conde de Montemolin.—Quiera el cielo, oyendo mi fervientes ruegos, colmar á V. M. de toda suerte de prosperidades, como le pido y le pedirá constantemente su más respetuoso hijo.-Bourges 18 de Mayo de 1845.-Firmado.-Cárlos Luis.",

Aceptacion-Me he enterado con fiel resignacion de la determinacion que el røy, mi augusto padre y señor me ha comunicado en este dia, y aceptando como acepto, los derechos y deberes que su voluntad me trasmite, asumo una carga que procuraré cumplir, con el auxilio divino, con los mismos sentimientos y el mismo celo por el bien de la monarquía y la felicidad de España-Bourges 18 de Mayo de 1845.-Firmado.-Carlos Luis."

(3) Véase documento núm. 26.

dieron la mayor importancia á su exhibicion, aunque realmente la tonia.

Para los absolutistas era una solucion tal enlace; pues á pesar del término do la guerra civil consideraban viva y sobre el tapete la cuestion de legitimidad; que era distinta la cuestion de ambos partidos, porque con la mayoria de la reina habia desaparecido de la escena política Doña Maria Cristina, de la que tan agraviados se consideraban los carlistas, y la abdicacion de Bourges inutilizaba al mayor enemigo de los liberales, quedando Isabel y Don Cárlos Luis, que niños durante la guerra, eran irresponsables de sus desastres, deduciendo de aquí la facilidad de la reconciliacion de ambas parcialidades, descartándose cada una del elemento más exagerado. Esto último, hubiera inutilizado á los dos partidos, dado caso quo hubiera sido fácil hacerlo, y habria sido ademas una insigne ingratitud; porque prescindiendo de los errores que pudicran haber cometido los partidarios más fanáticos de la causa liberal ó de la carlista, habian sido sus más constantes y decididos defensores, y los que más derramaron su sangre.

PROTESTA INÚTIL—ALIÉNTO DE LOS CARLISTAS

XXVIII

Cincuenta y nueve carlistas, á los que se adhirieron algunos más, protestaron contra la abdicacion de D. Cárlos, considerándola arrancada por fuerza, y calificando el acto de violento, ilegal y ruinoso; la publicaron fechándola en Paris el 3 de Junio de 1845; pero ni la importancia entre los carlistas, de los protestantes y ménos de D. R. Salvador que hacia de cabeza, ni los resultados que produjo merecen su reproduccion: es un largo capitulo de inculpaciones por sucesos pasados. Solo refiriéndose al enlace del hijo de D. Cárlos con la reina decian:-«Una ley orgánica propuesta á las Córtes por los ministros de la reina Doña Isabel II, ya reconocida mayor de edad, hoy aprobada por estas, y sancionada por la propia Doña Isabel, la autoriza á contraer matrimonio á su gusto, sin depender del reino representado; pero el reino representado, los ministros de la reina, y la reina misma, decretaron y juraron excluir del régio tálamo conyugal á los hijos del ex-in

« AnteriorContinuar »