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Senado autorizacion para encausar á aquel general; combatió dignamente la demanda Luzuriaga; se nombró en seguida la comision, que al cabo de una hora opinó se debia conceder al gobierno la autorizacion que reclamaba; la concedió el Senado, despues do un pobre debate; Cortina y Madoz le clevaron en el Congreso al discutirse la proposicion, pidiendo que declarase la Cámara que aprobaba los principios políticos del ministerio, y que seguiria apoyándole mientras disfrutase la confianza de la corona, y lo hicie

ron 144 votos contra 60.

Acababa de obtener el gabinete un apoyo tan expresivo y tan solenne, y fué, sin embargo, llamado Pacheco por S. M. para encargarle la formacion de un nuevo ministerio; y al saber por la misma reina que el gobierno, ni habia hecho dimision ni cesado en sus cargos, no se creyó en el caso de aceptar. Al presentarse despues los ministros á S. M., como de costumbre, aunque hacia dos dias no lo habian hecho, obtuvieron completas muestras de confianza. Con este motivo so creyó, y se dijo, que las cuestiones personales debian haber pasado, para nunca más volver al terreno de las crisis ministeriales, en lo que ganaria el trono, el país y las instituciones. Y sin embargo, la crisis era segura; estaba ya planteada, y aunque no habia tenido lugar ningun acto público que la originase, ni surgido la menor diferencia en el seno del gabinete, habia sido bastante lo sucedido para que cayese. Descaban ademas su caida los progresistas, esperando ganar con ella, y confiando en poderosas influencias, á pesar de que á fieles observantes de los principios de aquel partido no les halagaba deber el poder á una camarilla, y ménos sustituir á un gobierno, que con tan fuerte apoyo contaba on las Córtes, aunque convencidos del perjuicio que ocasionaba al trono, y daño al país la política que hacia tiempo se seguia. La mayoría antigua del Congreso pedia un cambio parcial, y la oposicion moderada callaba y esperaba. Y se decia de aquella crisis quo era un acontecimiento que asombraria al país, escandalizaria á la Europa, y sería capaz de remover en sus cimientos las más sólidas bases del sistema representativo.

En efecto, de nada servia al ministerio Casa-Irujo contar con el Parlamento, que tanto le ayudó. Se puso enfrente, como vimos, con la persona de más influencia, y su caida era segura. Hablóse al que habia de sustituirle; buscó éste sus compañeros; se halló medio de que Narvacz empleara ménos celo y empeño en la causa

contra Serrano, acogido á la embajada inglesa, marchando aquel de embajador á París; apercibióse el gabinete de lo que pasaba, y de acuerdo con el rey, se ejercia en Palacio tan esquisita vigilancia, que no habia medio de acercarse á la reina. IIallóle D. Ventura de la Vega, y con pretexto de invitar á S. M. para una funcion en el Licco, la hizo aprender el medio de derribar el gabinete, y así lo ejecutó cuando al ir á despachar el Sr. Roca de Togores, le dictó el decreto relevando al presidente del Consejo y mandó llamar en el acto á Pacheco, encargándole la formacion del nuevo ministerio, del que fué presidente con la cartera de Estado; Don Antonio Benavides, de la de Gobernacion; D. José Salamanca, de la de Hacienda; el Sr. Pastor Diaz, cambió la subsecretaria por el ministerio de Instruccion pública; del de Guerra se encargó el Sr. Mazarredo; Sotelo del de Marina; y cuando prévias consultas y opuestos pareceres se decidió el Sr. Vaamonde, se le encomendó el de Gracia y Justicia.

MINISTERIO PACHECO-Generosidad de la reinA—AMNISTIA PARA GODOY-LOAbles propósitos del goBIERNO—OPOSICION

LXXV

El Sr. Pacheco, jefe de la oposicion que tanto tiempo estuvo combatiendo á los ministerios moderados, aunque se jactaba de serlo, llegó al poder, si bien no podia lisonjcarse de los medios con que á él fué por otras personas conducido. Los hombres más liberales de la situacion aplaudieron su entrada en el poder y le prestaron su apoyo. Hizo concebir grandes esperanzas. Tristes tcnian que ser estas para los fervientes defensores del sistema parlamentario, para los que considerasen la constante adhesion que las mayorias prestaron á todos los gabinetes del partido moderado, á pesar de sus distintos matices, pues así Gonzalez Brabo, como Narvaez, Miraflores, Istúriz y Sotomayor, todos tuvieron mayoría parlamentaria, y todos sucumbieron á intrigas cortesanas. ¿No era posible un ministerio que, sobreponiéndose à todos los partidos, se mostrara fuerte con la ley, justo con el mérito, tolerante con todos y español?

Se hicieron grandes remociones de altos empleados, hasta en

la régia servidumbre, no librándose ni áun la camarera mayor de S. M.; se promió á D. Ventura de la Vega su gran servicio con la real intendencia, que se vió en el caso de renunciar, y fué nombrado secretario particular de la reina, y todo parecia iniciar una nueva politica en oposicion con la hasta entonces seguida. Mas no era este el intento del gabinete, por más que á ello se le empujara; asi que, cuando vió que en la calle, en el teatro y en la Plaza de toros, se victoreó á la reina, á la Constitucion y á la libertad, y despues á la independencia nacional, por personas que no podian hacerlo expontáneamente, aunque lo convirtió en sustancia el partido progresista, so le dijo al jefe político que no se le autorizaban ciertos gastos, y se prohibieron de real órden las aclamaciones y los grupos, porque lo que empezó por poco llegó á tomar grandes proporciones:

Un acto fue aconsejado á S. M., al que accedió gustosa, que la enaltecia y honraba á sus ministros. Reunidos en consejo presentáronla una exposicion do D. Salustiano de Olózaga, dirigida á la reina, en la que refiriendo la vejacion de que habia sido objeto y apclando á los nobles sentimientos de S. M., habiendo tenido ocasiones de admirar su bondadoso carácter y recibir mil pruebas de su generosidad, esperaba el término honroso de la singular posicion en que se encontraba, no pudiendo ofrecer en cambio á V.M. más цне el sacrificio de la vida, si fuese necesario para la conservación de su augusta persona, y la consolidacion del trono constitucional. Pero V. M. no necesita otro estímulo que los impulsos do su buen corazon, y por eso, tan lleno de confianza como de respeto, suplico á V. M. que tenga á bien comunicar al Senado y al Congreso su voluntad de que quede perpétuamente archivada la declaracion que se sirvió firmar en 1." de Diciembre de 1843, sin que en ningun tiempo pueda producir efecto alguno legal, mandando al propio tiempo que se le expida pasaporte para venir á desempeñar el cargo de diputado, y consagrarse hasta donde alcancen sus fuerzas, al sostenimiento del trono de V. M. y de la Constitucion de la monarquia. Al márgen de la misma exposicion escribió S. M.: Hágase como se pide, consignándose en una acta que lo habia resuelto con entera libertad, y que constara que no podia abrigar rencor contra nadie; que deseaba no hubiese enconos ni resentimientos entre los españoles, aunque pertenecieran à diversos partidos; y yo quiero y debo dar el ejemplo. Mi volun

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tad es que se haga lo que pide Olózaga.» A su virtud se dió el real decreto de 3 de Abril, y Olózaga pudo tomar asiento en el Congreso "").

Esto acto no podia ménos de ser aplaudido por todo el que amase la inonarquía y áun la patria, porque tales rasgos de generosidad, aún cuando los exigiera la justicia y la equidad, enaltecen al que los dispensa y honran à la nacion. De aquí el que los partidos liberales más avanzados concibieran grandes esperanzas de ver inaugurarse un periodo de verdadera tolerancia, de equitativa li

(1) Consecuencia de esto decreto fué la exposicion siguiento: „Señora: El docreta de V. M. de 3 del actual, condenando al olvido un suceso por siempre doplorable, habrá llenado de consuelo á los que sufren aún en tierra extraña el ostracisino, que hicieron necesario nuestras disensiones, y los contlictos que frecuentemente han ocasionado. Al oir decir á su reina “lesea contribuir cuanto esté de su parte d la reconciliacion de todos los españoles, y que su corazón no abriga sentimiento contra ningun partido ni persona,« habrán concebido, sin duda, In grata esperanza de volver pronto al patrio suelo, y de que lleguen á su término los largos y crueles padecimientos que han experimentado. Los que tienen el honor de dirigir á V. M. la palabra, se louran, Señora, con su amistad; han participado tambien de su desgracia, y el recuerdo de que aún pesa sobre ellos la prohibicion do volver al país que les vió nacer, y en que tienen sus afecciones más caras, les impone deberes, que on momentos tan feliz y oportuno, sería un crimen dejar de cumplir.

Los generales Rodil, Linaje, Capaz, Noguoras, Ruiz, Iriarte, Lomery, Ametller y Santa Cruz, que tanto han contribuido al triunfo de la causa de V. M. y de las instituciones políticas, con ella tan íntima y estrechamente unidas, sufren aún los rigores de la expatriacíon; y como si esto no bastase, se ven privados por decretos, que no es este el momento de calificar, do los honores, grados y condecoraciones que en cambio de su sangro, derramada en cien batallas, les habian otorgado, no sólo V. M., sino los reyes, vuestros angustos progenitores. Tiempo os ya, Señora, de que V. M.. sin riesgo alguno, cediendo á los impulsos de vuestro noble y magnánimo corazon, y olvidando pasados sucesos, restablezca i tan buenos y leales servidores en las posiciones de que sólo en una época do revueltas pudieron haberse visto privados, y las abra las puertas de la pátria: los exponentes so lisongean de conseguirlo, porque creen imposible llegue á los oidos de V. M. el eco de la desgracia, sin quo se aprosuro á remediarla; y si por razones quo no alcanzan, se dilatase, respetando, como deben, la voluntad de V. M., digna siempre do acatamiento, y en el uso de tan elevada prerogativa, más acaso que en ninguna otra, habrán cumplido con una obligacion que, dobiendo su orígen á la amistad política y privada, y á las afecciones creadas por el comun infortunio, no puede dejar de cumplir quien tenga sentimientos de honradez y esté acostumbrado á respetar los altos fueros de la humanidad y de la justicia.-Dios guarde la importante vida de V. M. largos y dilatados años. Madrid y Abril 6 de 1847.—Señora: A L. R. P. de V. M.-Juan Alvarez y Mendizábal.— Manuel Cortina.-Pedro Gomez de la Serna.-Pascual Madoz."

bertad, de necesaria legalidad, por la que tanto se aspiraba para que acabase de una vez el constante conspirar del caido y se entrase en la práctica sincera del sistema constitucional.

Otra roparacion, que habia dejado ya de ser castigo para convertirse en venganza, ejecutó aquel ministerio; la amnistía del principe de la Paz, el decano de los proscriptos de España. Ocupando el trono Isabel II, debia echarse un velo sobre aquellos sucesos, que la historia ha probado no fud Godoy tan criminal como se dijo (1).

Esperábase con ansiedad so continuara en este camino; se leia todos los dias con avidez la Gaceta; causó disgusto ver en ella altos nombramientos en vez de abrir las puertas de la pátria á los que en el extranjero sufrian, y no por que se dejara de considerar digno á Narvaez du la embajada de Paris, que se le habia ofrecido, sino porque se deseaban actos que abrieran el corazon á la esperanza do mejores dias. El nombramiento de Gonzalez Brabo para consejero real fué considerado como una amarga decepcion, y extrañó que el ministro de 1844 se asociara á los que tan rudamente habian combatido sus actos y su persona.

Estos y otros sucesos engendraron desconfianzas en los progresistas, y se aprestaron á combatir al gobierno más resueltamente a pesar de los halagos de algun ministro que se proponia hacerles consentir que serian los legitimos herederos del poder.

El gobierno, en tanto, procuraba ser consecuente con sus propósitos, porque á ningun ininistro puede negársele el desco de gobernar bien; está en su propio interés; la cuestion estriba en que esté en relacion con su capacidad, en la que no todos se han distinguido. No es fácil la ciencia del gobierno; pero es más dificil en España, por lo impresionable y algo inconstante de nuestro carácter, por la absurda propension á emitir opinion antes quo á formar juicio, por obrar con la imaginacion, no con la con

(1) Tratado el asunto en consejo de ministros, se acordó para mejor hacerlo, nombrarle senador, y al tomar la pluma Pacheco para extender el decreto, escribió: nómbrase senador á D. Manuel (odoy, príncipe de la Paz; y entonces Benavides dijo: "Príncipo, no; es un título que no debe prevalecer por nuestras leyes y nuestras tradiciones: en España no hay más príncipe que el de Astúrias; aquel dictado fué hijo de un favoritismo quo la España entera reprueba, y suena mal á los oidos de todo buen patriota; llamémosle sólo el capitan general de ejército y duque de la Alcudia; y así se hizo.

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