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restablecida la tranquilidad, no fuera ésta efimera, ni la union de todos; que no se usara ya más la palabra partidos, sino para detestarla y proscribirla, y que entonces florecerian las artes y el comercio y mejorarian las costumbres públicas; y al ejército recomendó la completa abstencion de la politica y la estricta observancia de la disciplina.

REUNION DE CÓRTES—SITUACION DE MODERADOS Y PROGRESISTAS

XXVII

Para reunir las Córtes el 15 de Octubre-eran las décimas desde la muerte de Fernando,-con el loma de union, fraternidad, concordia entre todos los españoles, se acabaron los partidos, las pandillas, las discordias, todos somos españoles, convocó el gobierno los comicios; se abrazaban algunos de los que más de corazon se habian aborrecido, y sin cinbargo, ni áun en el mismo gobierno habia unidad de pensamiento y menos de miras, porque en aquella clase de coaliciones so piensa en vencer al enemigo conun para vencer luego al compañero. Evidente era el exclusivismo y la incompatibilidad de los principios politicos de los conligados, y ya en el carácter que habian de tener las Córtes hubo cuestion, por no faltar quienes descaran fuesen constituyentes.

Se faltó à la Constitucion al renovarse en su totalidad el Scnado, debiendo serlo en su tercera parte; se faltaba al artículo que fijaba para el 10 de Octubre dol 44 la mayoría de la reina, y á pesar de estas infracciones, no se daba á las Córtes el carácter de constituyentes; y todos querian, sin embargo, que la Constitucion fuese una verdad, cuando no lo era el deseo.

Iban á hacerse las elecciones hallándose las garantias constiincionales conculcadas ó destruidas, reinando la anarquia en los ayuntamientos y diputaciones provinciales, segun confesion del mismo gobierno; pero esto se vió servido por las juntas, por las corporaciones populares y por los electores; y las Córtes, donde figuraba una imponente minoria progresista, no protestó de ninguna infraccion; así que no hay derecho para cechar en cara al gobierno y á los que resueltamente le apoyaban, la infraccion del

código fundamental, sino su hipocresia de lenguaje, blasonando de adicto á la Constitucion.

Con casi igual número de diputados de una y otra fraccion al abrirse las Córtes, á cuya primera sesion sólo asistieron 37 senadores de los 144 nombrados, y 84 diputados de los 250 elegidos, reinaba en todos la más completa desconfianza, como si unos y otros hubieran resuelto observarse para obrar como la conducta de su adversario exigiese. Desde luego empezaron á creer los progresistas que la reunion de aquellas Córtes era la última concesion que los vencedores otorgaban á los vencidos, y ya conocian demasiado que se trataba de sacrilicarlos á toda costa, y los moderados, dueños de la posicion y de las fuerzas, les observaban, para anonadarlos á la primera señal que hiciesen de resistencia. El rompimiento para el partido progresista no podia ménos de ser funesto, y habia que evitarle, por lo mismo que le deseaban algunos para efectuar los planes hacia tiempo concertados; y en su consecuencia, nombráronse las comisiones de actas con la mejor armonía, formándolas por igual moderados y progresistas; examináronse las elecciones con bastante imparcialidad, y principiáronse á organizar las fuerzas para la elección de presidente, á la cual se daba grande importancia, porque se creia al hacerlo, nombrar la persona que debiera formar más tarde el nuevo ministerio; y en este periodo, cuyo conocimiento interesa, se elaboró la crisis que se produjo en breve, y que tan desastrosa fué para los progresistas.

En las discusiones, rompió el primero las hostilidades D. Joaquin Campuzano, más bien por su cuenta que por la del partido, & interpeló sobre los sucesos de Barcelona, de Zaragoza y Junta central; defendió Lopez al gobierno con los argumentos ya conocidos, y en el Congreso el conde de las Navas se quejó de haberse arrancado con la fuerza armada unos anuncios puestos en las esquinas, de los que no podian, en verdad, lisonjearse sus autores; pero al decir que las libertades no peligrarian mientras los diputados de la nacion estuviesen alli, contestó Narvaez que tampoco mientras hubiese militares como los que componian la guarnicion de Madrid; y el ministro de la Gobernacion, Sr. Caballero, añadió: que mientras hubiera ministros como los que merecian ocupar los bancos, no peligraria ni la libertad de imprenta ni ninguna libertad..

Pero este y otros incidentes, inclusa la interpelacion del señor

Bernabeu, firmante arrepentido del manifiesto de Reus y de la coalicion, carecia de verdadera importancia ante la cuestion de presidencia.

Divididos entre sí los progresistas y moderados, y discordes en los medios de conseguir el objeto que se proponian, aspiraban los primeros al triunfo de sus principios, personificándolos en D. Manuel Cortina, para que de la presidencia del Congreso pasase más tarde á la del gobierno; si bien más cautos algunos de la misma comunion política, y convencidos de que no se podia ó no convenia arriesgar tan decidida y peligrosa batalla, dirigian sus esfuerzos á que continuase el ministerio Lopez, creyendo era esta la única manera de que no sucumbiesen por entero los principios, quo no podia dudarse defenderian los que lo componian, ni las personas por quienes habian necesariamente de tomar el debido interés. Los inoderados, en general, creian llegado el momento de su completo triunfo; pero más cautos tambien algunos, querian remover los obstáculos que aún lo estorbaban, ó hacian dudoso, y resignábanse á una época de transicion, durante la cual pudiera hacerse lo que para llegar con seguridad al término apetecido pudiera faltar.

LA JÓVEN ESPAÑA-GONZALEZ BRABO

XXVIII

De esta rara y anómala complicacion nació la idea de formar un tercer partido, en el cual se alistase la juventud del Congreso, y que en el momento de la luclia hiciera inclinar la balanza á donde sus intereses la exigieran.

Tan antiguo como injusto ó irrealizable es este pensamiento en los partidos. Todos ellos á su vez, atribuyendo sus errores, sus desgracias, á los que los han acaudillado al parecer y dirigido, se proponen excluirlos como medio de evitar que se reproduzcan. Justo seria esto si fuesen imputables á los que el acaso ú otras causas llaman á dirigir los negocios públicos durante la dominacion de cada una de las banderías que se disputan el mando; pero olvidase

que las banderias mismas son las que cometen los errores que les arruinan; que las más veces, los que por sus jefes son tenidos, debieran ser considerados como sus agentes y esclavos, ó que el mayor número de sus determinaciones, es más bien efecto de exigencias á que no pueden resistir, que el resultado de sus propias ideas y convicciones. De aqui la injusticia de eliminarlos despues de la exagerada abnegacion, a veces, con que han prestado á su partido servicios, jamas, acaso, bastantemente recompensados; y es irrealizable, porque pocos, por lo comun, conciben semejante pensamiento, á no ser estimulados por la ambicion y el desco de clevarsc más pronto de lo que merecen. La experiencia ha acreditado que tal es casi siempre el objeto de tan vituperable proceder, y muy pronto se encuentran solos empeñados en una lucha, cuyo resultado no es otro que crear rivalidades, engendrar prevenciones, y aun ódios, y dar acaso más importancia que la que antes tuvieran y quizá merecon, á las personas que son objeto de lo que no pasa de ser una ingratitud.

Intentóse, sin embargo, decididamente la formacion del tercer partido, que muy pronto vino á ser conocido con el nombre ó apodo de la Jóven España. Claro y ostensible apoyo le dió el Sr. Olʊzaga, y su nombre sirvióle de bandera; lo cual llamó altamente la atencion; porque no parecia creible que tratara de deshacerse de estorbos que le obstruyeran el camino de su brillante carrera. Tiempo hacia que de derecho era dueño de la primera posicion, digno de ella por su talento, y no necesitaba de los medios que ambiciosos de segundo y tercer órden tienen que emplear para conquistarla; pero era antigua su mania por la juventud, de la cual ha recibido por cierto bien triste desengaño. Mal avenido ademas con las exageraciones de los partidos, era su ilusion entonces dominarlos por el parlamento, y para conseguirlo, creyó conveniente organizar los elementos, que de ellas al parecer no participasen. Buena era su intencion; pero apenas puede concebirse cómo se ocultó á su penetracion que los más de los que se aprestasen á auxiliar su empresa, se proponian otras miras que las de plantear pensamientos justos y conciliadores, y que desde el momento en que no pudiese ó no quisiera satisfacerles, se convertirian en sus más encarnizados é implacables enemigos, cual la experiencia vino pronto á acreditarlo, pareciendo imposible se ocultase á su prevision, nada comun. De esas filas, que él procuró

organizar, salieron sus acusadores y los ministros que hasta el cadalso se habian propuesto llevarlo, á la sombra de un suceso que la Europa oyó con asombro, y presentaremos con más exactitud que la que por decoro del trono fuera de descar.

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El Sr. Gonzalez Brabo fué el ejecutor del pensamiento, que supo convertir prontamente tan en su provecho. Dejando á un lado sus antecedentes, harto sabidos por desgracia suya, y porque ya no existe, convione conocer su historia desde que se sentó por primera vez en las córtes de 1841, empezando á desempeñar un papel importante, pues sus primeros pasos correspondieron á lo que de él podia y debia esperarse.

Colocado siempre en la linea más avanzada, á todo hizo oposicion; defendia toda idea ó principio exagerado; combatia todo acto que revelase en el gobierno convicciones y energia; sostuvo con calor la regencia trina, sin reparar en los medios, y condenando entonces lo que antes habia aplaudido con frenesi; y al verse censurado porque sostenia en una discusion lo que como escritor habia combatido, demostró su moralidad politica diciendo que, siendo las posiciones distintas, nada tenia de extraño lo fuesen tambien las armas de que so valia: que para hacer la oposicion, todo era sin excepcion permitido, y que cuanto con este objeto se dijera ó hiciese, no producia compromisos ni deberes de ninguna especie.

Se unió a la oposicion que acaudillaba Lopez contra el regente, pelcó con la violencia y exasperacion que da el despecho de esperanzas defraudadas; abandonó en 1842 á la fraccion Lopez, diciendo que no habia en ella pensaniiento; so introdujo en la de Olózaga, moderó algo sus impetus; por su oposicion racional y decorosa, se conocia que se habia propuesto crearse un porvenir, y para conseguirlo sacrificaba sin dificultad todas sus anteriores relaciones y compromisos.

Sin violencia, aunque con reserva, fué acogido en aquellas filas, y mis de una vez notaron su empeño en hacer alarde de la amistad y benevolencia de Olózaga, Cortina y otros, que no ignoraban, por cierto, ni lo que de su capacidad podia esperarse, ni lo que de él por sus antecedentes debia temerse; pero en los congresos, el voto forma las alianzas, y no se acostumbra repudiar á los que contribuyen al triunfo de determinadas ideas.

Comprometido en la revolucion contra el regente al lado del

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