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fuga que como poderoso monarca. La libertad, Milord, al desamparar entonces el horizonte español, dejaba todavía algunos rayos tras de sí, y con sus débiles reflejos daba algun lustre y nobleza á esta última escena de nuestra triste revolucion.

CARTA DÉCIMA.

12 de abril de 1824.

Vuestro Principe Negro, Milord, pudo en las alas de la guerra y de la victoria traer al rey don Pedro á Castilla; pero al reponerle en su trono ¿pudo por ventura reponerle en el corazon de sus vasallos? Esto no estaba en su mano. El monarca restablecido, sordo á los prudentes consejos de su generoso defensor, se entregó todo á la ferocidad de su carácter implacable, y siguiendo el curso de sus venganzas atroces, vino á dar bien pronto en el despeñadero donde perdió el cetro con la vida.

Yo no pretendo con esto comparar al rey Fer

nando VII con el rey don Pedro, y mucho menos al duque de Angulema con vuestro magnánimo Eduardo. Comparo las situaciones, y al ver los mismos procedimientos y el mismo desconcierto, no será extraño que, en las cosas á lo menos, ya que no en las personas, se sigan los mismos resultados y una catástrofe igual.

Las ofertas de Luis XVIII sobre instituciones liberales, igualmente que las de su general, eran sin duda alguna vanas é ilusorias medios empleados para vencer, que á nada obligan después de haber vencido. Pero á lo menos suponian una cosa, y es que en España y Europa la opinion contra la restauracion completa del absolutismo era bastante fuerte para obligar á estas apariencias de contemplacion y de respeto. ¿Es de suponer, Milord, que esta opinion haya ido á menos con la victoria del duque de Angulema y con la conducta que el gobierno del rey de España ha tenido después de la restauracion? Si en vez de ir á menos ha ido á mas, como es tan probable, ¿vale tan poco en la balanza, que no merezca ser algun tanto considerada? El Rey, salido apenas de Cádiz, da por nulo cuanto él mismo habia hecho desde el año 20, y

confirma cuanto habia hecho la regencia de Madrid, manifestando así que se pone otra vez al frente de un partido, y que se entrega del todo al arbitrio y direccion de la faccion servil mas grosera, como antes habia estado sirviendo de instrumento á la mas exaltada faccion liberal. De un extremo á otro extremo; y la disolucion del ejército en términos tan duros y desconsolados, la proscripcion mas absoluta de todos los que habian procedido segun el órden anterior, la expatriacion de tantos sugetos notables por su habili→ dad, sus virtudes ó sus riquezas; el decreto de purificaciones, cuyo tenor no deja medio alguno entre el envilecimiento y la miseria; el tono hostil y enconado de cuantas providencias se expiden todo descubre mas bien un espíritu de monopolio y de venganza que de órden y de gobierno, y hace ver á los ojos de la Europa que lo que acaba de suceder en España es una vicisitud de revolucion que continúa, mas bien que el período de una revolucion que se termina.

Así, Milord, la Constitucion, que abandonada á sus propias fuerzas tal vez hubiera perecido en el conflicto de nuestras pasiones y partidos, y fuera olvidada como un instrumento inútil, ha tomado la importancia de

los cien mil extranjeros que han venido á destruirla y de los cincuenta mil que han quedado á sostener el poder arbitrario. Los españoles, mal gobernados, descontentos, divididos, volverán sin cesar los ojos al sistema que acaban de perder, como el único remedio de sus males; el resorte violentado, adquiriendo mas fuerza con la misma compresion, saltará con doble impetu, y por no quererles conceder nada, volverán á aspirar al todo. Yo prescindo de si lo conseguirán ó no; pero no por eso es menos cierto que el estado presente solo es á propósito para producir agitaciones sin término y desgracias incalculables.

No es mi ánimo, Milord, insistir en las consecuencias de este funesto acontecimiento. Yo he querido bosquejar la marcha de los sucesos y la serie de las causas por donde el sistema constitucional, desde su restauracion en el año 20, ha venido á caer en el de 23. Este ha sido el argumento de mis cartas anteriores;

y si todavía os llamo la atencion en esta última, es para terminar nuestra discusion con algunas consideraciones generales que arrojan de sí los mismos hechos, y que he dejado para este lugar como mas oportuno que en otra parte.

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