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El Túmulo del Alcaudete.

MEMORIA leida ante la Sociedad Arqueológica de Carmona el día 1.o de Septiembre de 1885.

SEÑORES:

La Sociedad Arqueológica, en sesión celebrada el 20 de Agosto del presente año, acordó hacer una excursión al Alcaudete y á los Alcores intermedois entre este punto y Carmona.

Como consecuencia del anterior acuerdo, salimos de esta ciudad el 22 de Agosto, á las doce de la noche. Formaban parte de la excursión tres miembros de la Sociedad Arqueológica, los señores D. José Vega, D. Aniceto de la Cuesta y el que suscribe. El Secretario de la Sociedad, D. Juan Fernández López, debía acompañarnos también; pero tuvo que permaneeer en Carmona, á causa de las atenciones que sobre él pesan, por pertenecer á la Junta de Sanidad. Entre los expedicionarios iban uno de los trabajadores de la Necrópolis romana, Luís Reyes, el cual, á título de buen herbolario, conoce bien todos los alrededores, y un chico, afecto al cuidado de dos caballerías, portadoras de los víveres y herramientas necesarios.

La distancia que hay entre Carmona y el Alcaudete, próximamente de ocho á diez kilómetros, se recorrió en dos horas escasas. A las dos de la mañana estábamos ya allí, tendidos en el suelo, cerca de un molino, al pié del gran túmulo, y procurando en vano descansar el viento demasiado fresco que soplaba, nos impedía conciliar el sueño,

y hubimos de resignarnos a pasar el resto de la noche en conversación, bebiendo y fumando. Á las cuatro de la mañana encendimos el fuego para hacer café, bebimos precipitadamente el hirviente líquido, y en menos de un momento tomamos por asalto el gran túmulo. Desde allí vimos salir el sol; y apénas éste apareció en el horizonte, nos pusimos á trabajar. Mientras D. Aniceto de la Cuesta exploraba los alrededores, y el viejo Luís Reyes cavaba en los sitios señalados de antemano, D. José Vega y el que suscribe; tomaban las medidas del túmulo.

El túmulo del Alcaudete es el mayor de los que hay en los alrededores de Carmona, y llama la atención de los inteligentes por sus proporciones, su forma, su situación, etc. Es un verdadero túmulo romano, pudiendo asegurarse que debió ocupar el centro de una necrópólis, á juzgar por los datos siguientes:

1.0 Las numerosas tejas romanas (tegulæ et imbrices) encontradas en sus inmediaciones, que servían para cubrir las cenizas de los difuntos, después de la cremación: el bustum ordinario.

2.0 Los trozos de vasijas romanas y restos de urnas, ánforas, vasos de libaciones, páteras, etc., hallados por nosotros en el suelo, y que se utilizaban generalmente en las ceremonias fúnebres.

Lavando con cuidado algunos de estos pedazos, hemos descubierto que ofrecen aún trazas de pinturas muy parecidas á las de los vasos encontrados en la Necrópolis de Carmona. Son círculos concéntricos, de color bermellón, morado, negro, ocre y pardo oscuro. La vasija recibía una capa de ocre al exterior, sobre la cual se pintaban dos líneas de bermellón, de un dedo de ancho, con el intervalo de blanco, sobre el cuello, el cuerpo y la base. Las páteras presentan círculos semejantes á los anteriores, ó formados solamente con bermellón, color del cual parece abusaban mucho los romanos, tanto, que pintaban con él las estatuas de los dioses y el cuerpo de los triunfadores. Los barros romanos encontrados en Carmoua y sus alrededores, son de color ocre, rojo ó negro, color que tomaba la masa después de la cocción. Las vasijas, que debiendo ser rojas no presentaban un tinte bastante vivo, recibían un baño de minio, fijado al barniz ó por medio de otra preparación desconocida, que ha desaparecido al cabo de tanto tiempo, razón por la que, al lavar hoy los restos de estas páteras, el color se borra en seguida. Otros pedazos constan de dos clases de barro, rojo y ocre. Las vasijas negras, como

su color lo indica, estaban consagradas á las divinidades infernales. 3.0 Un fragmento de mármol blanco, parte derecha de una inscripción romana, en el que se lee lo siguiente:

SSABI
L XXX V

y

Las inscripciones de los alrededores de Carmona son generalmente cortas. La primera línea contendría el nombre del difunto su cognomen ó parentesco; la segunda, cuya terminación creemos ver en las letras SSABI, la posición social o el pueblo de su naturaleza; la tercera, la edad, 85 años; y la última, las abreviaciones de costumbre, S. T. T. L., ú otras que todo arqueólogo conoce. El grueso del pedazo que nos ocupa es de seis milímetros, y aparece estar en proporción con las cuatro líneas supuestas, pues comprendiendo la altura de las letras y los intervalos, la lápida en total debiera alcanzar una altura de treinta centímetros. No seguiremos esta serie de suposiciones que, por otra parte, jamás acabarían. Baste saber, que encontramos al pie del gran túmulo del Alcaudete un fragmento de inscripción funeraria romana.

4.0 y último. Varias urnas cinerarias, lucernas, etc., halladas en aquellas inmediaciones antes de ahora.

El túmulo del Alcaudete tiene la forma de un gran cono truncado: mide por la base una circunferencia de más de 300 metros, y su plataforma es un óvalo, cuyos diámetros son de 63 y 46 metros respectivamente. Su dirección longitudinal es de Este á Oeste. Está construido artificialmente, con piedras y tierra arcillosa, razón por la cual conserva hoy todavía después de tantos siglos, una pendiente de 50 grados y una altura de 27 metros. Su base es la cúspide de una colina artificial, en parte sembrada de sepulturas, y que baja en pendiente suave una altura de 40 metros. La elevación total de la plataforma sobre el llano de la Vega, es pues, de 67 metros.

Los lados Este, Sureste, Sur y Suroeste del túmulo miran á la Vega, mientras que las partes opuestas, rodeadas de rocas, se hallan, según los sitios, á distancia de 30 á 50 metros de la base del túmulo. Estas rocas presentan señales de haber sido trabajadas por la mano del hombre. Imitan una muralla; y precisamente en el medio se observa un paso estrecho, que en pendiente suave lleva hasta la par

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