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es decir, hasta la época en que los progresos de la industria pusieron en manos del hombre los utensilios necesarios con que procurarse, siquier trabajosamente, más cómodas y seguras habitaciones.

Hasta dicho tiempo, en el carcomido tronco de un árbol, cobijado bajo sus ramas, en el hueco de las peñas, en las cuevas y en los antros ó cavernas naturales, hubo el hombre de guarecerse de las inclemencias del cielo y del ataque de las fieras, sus naturales enemigos. Así vivió el hombre primitivo, ese hombre inculto, salvaje, habituado á toda clase de trabajos y penalidades, y superior únicamente por su inteligencia al resto de los otros animales. ¡Precioso dón, que salvó del aniquilamiento á la especie humana!

No sabemos que existan en el término de Carmona cavernas artificiales cuya construccion pueda datar de la Edad prehistórica; pero si no las hay de esta remotísima edad, existen multitud de ellas construidas no sabemos cuándo, que aun son utilizadas como viviendas. Tal vez, á semejanza del pueblo caracitano, éstas fueron en un día las únicas habitaciones de los primeros carmonenses.

A la clase de construcciones primitivas deben referirse los túmulos, monumentos cuya forma y tamaño varian según la época en que fueron construidos, el pueblo que los erigió y el fin á que se les destinaba; pues ni son exclusivos de una época, ni de un pueblo, ni tampoco todos, como han creido algunos, monumentos fúnebres.

Los más sencillos túmulos son aquellos que están levantados con tierra, ó con tierra y cascajo amontonados, formando un montículo cónico. A esta clase pertenece el célebre de Patroclo, escudero de Aquiles, descripto por Homero en la Iliada. Contrastando con esta sencillez, encontramos el de Alytta, padre del opulento Creso, rey de Lydia, del que dice Herodoto ser una de las maravillas del mundo, sólo inferior á los egipcios y babilonios: los restos que aun se conservan de este grandioso monumento no han desmentido al padre de la. Historia.

Abundan en el término de esta población los túmulos conocidos con el nombre de Motillas. Mencionaremos el llamado Motilla de Pariás, en las cumbres; la Motilla de Vientos, como á media legua del anterior; varios en la Necrópolis (tres seguidos, muy inmediatos uno de otro, en la dehesa de D. Modesto); y el más notable de todos, el del Alcaudete, el cual ha sido descritpo en parte por un ilustrado miembro de esta Sociedad, descripción que da una idea bastante exac

ta del aspecto exterior de esta clase de construcciones. El interior de este último túmulo aun no ha sido científicamente explorado; pero, según datos recogidos, parece contener en su interior una cámara: su superficie se encuentra sembrada de multitud de pedazos de tejas, ladrillos, ánforas, tazas y otros objetos de cerámica romana.

En opinión de algunos señores que se han ocupado de estos túmulos, su construcción no es anterior á la dominación romana.—Así podrá ser, pues en esta época y posteriormente se han levantado túmulos; mas será juicioso abstenernos de emitir juicio definitivo hasta que exploraciones completas demuestren la verdad del aserto. El hecho de encontrarse cerámica y monedas romanas en el Alcaudete, nada significa respecto de su origen. En cuanto á construcciones megalíticas, creemos que no existen en el término, á menos que algún túmulo, lo que no creemos probable, encierre en su interior algún dolmen.

A la izquierda del camino que partiendo de la carretera, poco más allá del puente del Corbones, conduce al huerto de Martín Pérez, se ve como un centenar de grandes piedras, de forma rectangular, colocadas perpendicularmente y alineadas, separadas unas de

otras como unos tres metros.

A primera vista se conoce que todas juntas formaban un gran cuadro, apesar de encontrarse algunas fuera de la alineación y de estar completamente desordenadas las que formaban uno de los ángulos.

Confesaremos, á riesgo de que se nos tache de visionarios, que no pasamos jamás por junto á estos informes pedruscos sin que nos asalte la idea de que bien pudieron ser un campo atrincherado.

A lo que dejamos dicho se reduce cuanto hay de construcciones primitivas y de restos prehistóricos en el término de esta población. Lo repetiremos una vez más: no creemos que escaseen tanto los tales restos, sino que hasta ahora no han sido formalmente buscados. A esta Sociedad, dada su índole eminentemente práctica, cabrá la gloria de descubrirlos.

CARMONA EGIPCIA.-LA NECRÓPOLIS.-Cuando los romanos llegaron á la Bética, se encontraron con un pueblo altamente civilizado, del que dice Strabón que poseía una literatura que no se re

montaba á menos de seis mil años. Herodoto, al ocuparse de Argantonio, rey de Tartesio, hace de él y de su reino un elogio que da una idea muy favorable del grado del cultura que los tartesios habian alcanzado en tiempo de la emigración de los focenses. Cuando los fenicios abordaron á nuestras costas, en época anterior, los encontraron ya establecidos en vasta y pacifica monarquía y con una marina que recorría el litoral.

¿Cuál era la civilización de este pueblo? Ni los sabios nacionales, ni menos los extranjeros, han dicho todavía la última palabra sobre tan importante asunto. La opinión se divide en iberistas y africanistas, según que á los primeros inmigrantes civilizados se les haga venir de la Iberia oriental, de las faldas del Cáucaso ó del vecino eontinente africano. Sin que neguemos las inmigraciones asiáticas, confesaremos francamente que nos inclinamos al modo de pensar de los que creen de origen africano la primera capa civilizada de nuestra Península. Tenemos para ello razones antropológicas, filológicas, epigráficas y arqueológicas. En efecto; los cráneos iberos, según Broca, Vilanova, Sales y Ferré, etc., son dolicocéfalos occipitalmente, como los de los africanos. El análisis del eúskaro y del egipcio da por resultado, según D. Bernardino Martín Mingues, profesor de lenguas indo-europeas, la conformidad entre ambos idiomas. Los monumentos epigráficos de Fuencaliente, Monte Horguera, Granada y Yecla son egipcios. En el cerro de los Santos, Gibraltar, Cádiz, Fuencaliente y Granada, en el ciclópeo muro de Ibros y en otros monumentos, y en los objetos de cerámica é indumentaria citados por Góngora en sus antigüedades prehistóricas de Andalucía, se encuentran las pruebas arqueológicas de que es egipcia la primitiva civilización ibera.

A las anteriores puede agregarse otra prueba más, que nos la suministra la Necrópolis de Carmona. Aunque no puede dudarse que las sepulturas de esta Necrópolis fueron construidas por los romanos, hay en ellas un sello especial que lleva á buscar en otra parte el origen de su construcción. Este origen se halla indudablemente en la arquitectura egipcia. La mayor parte de los autores, entre ellos el Sr. La Rada, marchan de acuerdo al reconocer que la arquitectura egipcia está fundada sobre el tipo de excavaciones practicadas en la roca. Excavadas en el alcor se encuentran todas las tumbas hasta ahora descubiertas en la Necrópolis de Carmona. Otro de los caracteres

que distinguen á la arquitectura egipcia es la uniformidad que, salvo algunas excepciones, impera en todos sus monumentos, en los cuales dominan generalmente la línea recta y la planta cuadrangular. Estos mismos caracteres vense en las tumbas de Carmona, como puede comprobarse en los planos levantados por el Sr. Bónsor, activísimo miembro de esta Sociedad.

Se pudiera objetar que en la Necrópolis hay bóvedas y arcos, cosa desconocida de los egipcios. En primer lugar, esto no es absolutamente cierto, porque rudimentos de arcos y de bóvedas se encuentran en antiguas construcciones egipcias; y además, que algo propio habian de poner los constructores. Continuemos. Dos clases de columnas empleaban los hijos del Nilo, la cilíndrica y la poligonal; esta última lisa ó sin caracteres, algo más ancha por abajo y con un capitel que generalmente no es inás que un cuadrado; los edificios tallados en la roca son los que ostentan las de esta última forma. Véase, después de esto, el sepulcro llamado de las Columnas.

Llamaremos de paso la atención sobre la semejanza que hay entre esta tumba y algunas etruscas. El mismo carácter misterioso y sombrío que los egiptólogos dicen tener los monumentos egipcios, se descubre en los sepulcros de la Necrópolis. No hemos penetrado una sola vez en el interior de esas tumbas sin que hayamos sido sobrecogidos de un misterioso terror. En términos semejantes se expresa el Sr. Fernández López en su Historia de Carmona, al ocuparse de la Necrópolis. Otras muchas razones pudiéramos aducir, mas la índole de este trabajo no nos permite ser más extensos. Creemos que bastan las expuestas para que nos sea permitido clasificar de egipcio-romana la Necrópolis de Carmona.

CARMONA GRIEGA.-Ningún resto ha quedado de la arquitectura griega en esta población, á la que es indudable llegó la pujante civilización helénica. El paso de los griegos por Carmona pudo ser discutible hasta hace poco; pero hoy es ya evidente, merced á los múltiples objetos encontrados en la Necrópolis y en las otras excavaciones llevadas á cabo por la Sociedad Arqueológica, y cuyos objetos pueden verse en el Museo recién formado. Consignemos de paso que no falta quien crea de origen griego el nombre de Carmo, haciéndole derivar de Kresna, res, negotium, opes diviticia y Krematid

so, comertium exerceo; cosa á la verdad muy conforme con el Mercurio de sus monedas..

CARMONA ROMANA.-La arquitectura romana tuvo su origen en la etrusca: los etruscos fueron los primeros maestros de los romanos en el arte de construir. Más tarde, la civilización griega fué trasladada á Roma, y con ella su arquitectura; de modo, que de la mezcla del orden toscano ó etrusco y de los griegos jónico y corintio resultó el orden romano ó compuesto, el cual tomó del uno su carácter de solidez y grandeza y de los otros aquella parte que hacía disminuir la dureza y falta de elegancia de las construcciones puramente etruscas. Aunque falta de originalidad, llegó á adquirir la arquitectura romana un sello especial que la distingue de todas las demás.

Muchas páginas sería necesario llenar para ocuparnos con el detenimiento debido de los restos de construcciones romanas que se conservan, con más o menos deterioro, en esta ciudad.

De la arquitectura militar, sobre todo, resta tanto, que casi nos atrevemos á asegurar no será facil encontrar otra población en España en donde tan fácilmeute se pueda estudiar el sistema de fortificación de aquellos tiempos. Los alcázares de la puerta de Sevilla y de la de Marchena, que tuvieron la fortuna de ser exceptuados del general derribo que en 707 mandó hacer el rey Witiza, por consejo de D. Julián, son conceptuados por los inteligentes como verdaderas obras maestras. El primero, ó sea el de la puerta de Sevilla, estaba rodeado de ocho magníficas torres con adornos almohadillados en sn exterior. Se conserva en regular estado el magnífico algibe, revestido en su interior de plomo, que abastecía de agua á la fortaleza durante todo el año. Del de la puerta de Marchena, bastante más espacioso, apenas restan más que algunas destruidas torres y lienzos de murallas desmanteladas. Sin embargo, queda de esta fortaleza lo bastante para poder formar juicio de su antigua grandeza é importancia. Afortunadamente, se conserva una descripción de este alcázar tal como estaba en tiempos de Enrique IV.

Otro alcázar existia en la puerta de Córdoba; pero habiendo sido arrasado por completo en 1370 por Enrique II, nada resta de él.

De las murallas, barbacanas y torres que rodeaban la población

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