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taban la codicia de todos los partidos, contribuían también poderosamente á que el que la poseía cuidara mucho de ella, estando siempre atento à su mejoramiento material.

Bien quisiéramos, ya que no detallar, apuntar, siquiera el mérito y valor de las construcciones religiosas y civiles que los árabes levantaron en Carmona; pero ni aun esto nos es posible, como ya dejamos consignado en otra ocasión y con otro motivo. «Ignoramos si las mezquitas eran pocas ó muchas, y si tenían agregadas, como las de Arabia y Siria, madrizas ó escuelas para los creyentes pobres, carbaseras ú hospitales para los peregrinos y enfermos, y baños y bibliotecas para los ricos y gente estudiosa. De la misma manera nos es desconocido cuanto se refiere á su arquitectura y ornamentación. No sabemos si levantadas en la época del califato, mostraban en su arcos, pilares y cúpulas el sello grandioso y monumental de las obras cordobesas; ó si fabricadas en el período almohade, lucian los adornos de yeso y estuco, los arcos de ojiva túmida y los mil caprichos decorativos que prestan á estas fábricas la fisonomía especial que las distingue» (1).

Y cuenta que en Carmona concurrieron circunstancias muy abonadas para que hubiera figurado al lado de las ciudades más adelantadas de Andalucía. Durante el reinado del califa Abdalláh perteneció al señorío de los ben-Hachach, familia aristocrática y poderosa de Sevilla, y fué la residencia favorita de Ibrahim, el célebre magnate que en sus pujos de independencia se hacía seguir de una escolta de quinientos jinetes para guarda de su persona, y de una nube de poetas para solaz de su espiritu. A la desaparición de los califas se alzó con ella el emir Mohamed-ben-Abdalláh, el cual y sus descendientes tuvieron aquí su corte por espacio de cuarenta años. Últimamente, almoravides y almohades la dispensaron siempre grandes cuidados, por lo mismo que sabian el importante papel que estaba llamada á desempeñar el día en que los cristianos se decidieran á invadir la Andalucía.

Pero si de construcciones religiosas y civiles muy poco ó casi nada queda en Carmona, no sucede lo mismo con las militares. De éstas aun permanecen de pie algunos muros y torres en los dos alcázares, y el arco monumental de la puerta de Sevilla, el más aca

(1) Memorias religiosas de Carmona.

bado y completo de cuantas obras de su clase existen en España.

TIEMPOS CRISTIANOS.-Dice muy bien el Sr. Pelayo: Carmona debe mucho á la protección que le dispensó el rey Pedro I de Castilla. ¿Y cómo nó, añadiremos nosotros, si Carmona fué siempre el retiro favorito de aquel rey sin ventura, ya tratara de solazarse en los brazos de la Padilla ó la Coronel, ya quisiera meditar algunos de los castigos que con harta frecuencia se veía obligado á imponer á sus rebeldes vasallos?

Hay quien diga que el hijo de Alfonso XI previó la lealtad con que Carmona habia de defender su causa, aun después de muerto, y que ese y no otro es el secreto del por qué procuró con tanto afán hermosearla y fortalecerla. ¿Quién sabe? todo cabe en lo posible. Lo que sí es cierto, que en el alcázar de la puerta de Marchena, nido de sus amores, dejó aquel rey muestra elocuente de sus gustos y aficiones de artista. El elegante arco ultra semicircular de la segunda puerta exterior es obra de su tiempo, como producto de sus artifices fueron también los primorosos trabajos en yeso y estuco, en mármoles y maderas de que estaban llenos los departamentos interiores. Desgraciadamente, todo se ha perdido. Sobre el alcázar de la puerta de Marchena ha batido sus alas el genio de la destrucción, y sólo queda en pie alguna que otra torre ó baluarte, signo de guerra y de violencia, y testimonio de la intranquila y azarosa vida que su dueño llevara.

Aparte de algunas iglesias, es inútil buscar en la ciudad recuerdos del siglo XIV. Dos hay no más: las pinturas murales del salón de los Presos en el alcázar de la puerta de Sevilla, y el arco descubierto por casualidad hace pocos años en casa de la Sra. D.a Gracia Romera y Belloso. Es un precioso arco ojivo angrelado, construido de ladrillos blancos y rojos, encerrado en arrabá de lo mismo y ocupadas las enjutas por menudo mosaico multicolor. Debió descansar sobre delgadas columnillas de mármol, que han desaparecido.

Todavía en los siglos XV y XVI la piedad de los carmonenses levantó la iglesia parroquial de Santa María, edificio gótico de mérito bastante para haber sido declarado hace poco monumento notable de la Nación.

La iglesia de Santa María es la última obra de arte que se acabó en Carmona y la única que en relativo buen estado de conservación muestra orgullosa al extraño que la visita.

Una vez terminada la reconquista, constituida la unidad nacional y enfrenada la nobleza, el modo de ser de nuestra ciudad varió por completo. Los soberanos, no necesitando ya de sus servicios militares, dejaron de prestarle los cuidados de siempre; los Guzmanes y Ponces de León, contenidos en sus ambiciones por el poder real, apartaron de ella los ojos y no la molestaron, pero tampoco la favorecieron; por último, los mejores de sus hijos se salieron de ella y se fueron, los viejos á Sevilla, centro de la cultura y civilización andaluzas en el siglo XVI; y los jóvenes, á tierras extranjeras en busca de más ancho campo en que lucir su esfuerzo.

Cual otro Cincinnato, Carmona soltó la espada, empuñó la esteva, y refugiándose en el pasado, se limitó á vivir de sus recuerdos. Sin embargo, alguna que otra vez echa de menos los tiempos de sus mocedades, llama á sus hijos, les representa el abandono y postración en que se halla, y les invita á despertar y á ganar nuevos laureles con que sustituir los antiguos. Sus excitaciones han resultado inútiles hasta el presente. ¡Continuarán siéndolo! No lo tememos; es más, estamos firmemente persuadidos de que tarde ó temprano Carmona volverá á ocupar en la historia de Andalucía el lugar preferente que siempre MANUEL FERNÁNDEZ LÓPEZ.

tuvo.

D. Juan de Austria

y

Miguel de Cervantes Saavedra

Memoria leida ante la Sociedad Arqueológica el día 20 de Octubre de 1886.

SEÑORES:

Buscando documentos en el Archivo municipal de esta ciudad sobre la historia local de la segunda parte del reinado de Felipe II, tropecé con las dos cartas siguientes, que por su mucha importancia me apresuro á transcribir.

En 1569 envió la villa de Carmona grandes sumas de maravedís y de tropas al ejército que mandaba D. Juan de Austria contra los moriscos de Granada.

A continuación copio la carta que dirigió este gran «capitán de tierra y de la mar» al Regimiento de la villa, pidiendo la recluta de gentes.

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>El Rey mi senor, como veran por la carta q con esta va, fue ser>>vido mandarme venir de este Reyno (de Granada) y attender a la quie»tud y pacificacion del, lo qual he acetado de muy buena gana, con » deseo de acertar en negocio tan importante; demanera que, mediante »>mi trabajo y solicitud, se pueda allanar y reduzir todo al stado que

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>>conviene para que nro Señor sea servido y su Mgd obedescido, como Des Razon; y porque para lo uno y lo otro, haviendose de executar con » la presteza y brevedad que el caso requiere, sera menester mas nume»ro de gente del que aqui se halla, será su Mg.a servido y yo recibire »singular contentamiento en que luego que esta recibieren hagan papercibir y poner en orden de armas, y lo demas necessario a semejan>>te effecto, toda la gente que pudieren, assi de a pie como de a cava»llo; y stando junta, sin perder tiempo, lo haran marchar a la buelta >>desta ciudad, pagando primero la una y la otra o embiando recaudo >>para que sea pagada por todo el tiempo que aqui huviere de residir, >> pues de otra manera no seria de provecho, que teniendo como tengo >> esperança en dios para que seacabara muy en breve la jornada, no >> creo que sera de muy escessivo interesse ni descomodidad el gasto » que dello resultare, midiendolo con la possibilidad que ay huviera; y » de lo que podran hazer en cumplimiento desto, y numero de gente » que huvieren de enviar, y a que tiempo sera aqui, me avisaran con el » mismo correo que lleva esta, para que conforme a ello se disponga lo >> demas. Guarde nro Señor sus Magcas personas, como desean. En Gra»nada a 29 de abril 1569

»a lo q Señores hordenaren

» Don Ju.o de Austria

»A los Mgcos Señores Justicia y Regimiento de la villa de Carmona.>>

La guerra contra los moriscos terminó en 1570. D. Juan de Austria, que acababa de ganar sus primeros laureles en aquella brillante campaña, engrandeció su nombre y cosechó otros nuevos en empresa de mayor importancia todavia que la sangrienta rebelión de las Alpujarras.

Me refiero al gran combate naval de Lepanto, en el que quedó victorioso de los turcos, salvando á la cristiandad de horribles desastres é inmortalizando su nombre para siempre.

Entre los españoles que tomaron parte en tan memorable batalla estaba un hombre de genio, el cual, como simple soldado, dió grandes pruebas de valor y recibió tres heridas, dos en el pecho y una en la mano izquierda, que le quedó estropeada.... Fácilmente se adivina que aludo al célebre autor del Quijote, á Miguel de Cervantes Saavedra.

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