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pasaron infinitos y corrian la campaña, y siendo acometidos por los polacos, en dos escaramuzas mataron más de veinte mil turcos y hicieron retirar afrentosamente. Y que entrando otra vez cuarenta mil tártaros y turcos, habian sido desbaratados por quince mil polacos, con muerte de la mayor parte de los infieles; y, últimamente, con el ejército turquesco peleó tres dias el príncipe de Polonia y mató más de cuarenta mil, y prendió, entre otros muchos, seis personas de gran consideracion y rescate, y hizo retirar al enemigo. De Inglaterra avisan que el obispo de Londres, persona de gran autoridad y letras, y de setenta años de edad, enfermando de muerte, declaró á sus hijos que moria católico, y les advirtió del engaño en que vivian en no serlo; envió á pedir al Rey licencia para que le administrasen los Sacramentos, y que si por eso quisiese su Majestad proceder por justicia contra él, que lo hiciese en hora buena, que él estaba resuelto á morir católico. Respondióle el Rey que le pesaba de su resolucion, pero que hiciese aquello que su intencion le dictase; con ésto envió á llamar el Obispo al Capellan del conde de Gondomar, embajador de España, con quien hizo tres largas confesiones en tres

dias, y al último recibió el Santísimo Sacramento, y murió con grandes muestras de arrepentimiento: ha causado novedad á los ingleses, por ser persona tan eminente. La desgracia de Granada fué grandísima, dia de Santiago; que, aclamando á su Majestad en aquella ciudad, se cayó una casa en la plaza de Bibarambla, donde se levantaba el estandarte Real, y mató á muchas personas é hirió muchísimas; el número de los muertos llega á doscientos cuarenta y seis, y el de los heridos á más de cuatrocientos. A quince de Agosto, á las once y media de la noche, parió la Reina, nuestra señora, una Infanta que se llamó Doña Margarita María, y como habia entrado prósperamente en los meses mayores de su preñado, se apercibian los señores y Grandes á grandes fiestas, y estábanse haciendo grandiosas libreas; lo cual cesó todo, porque murió á los diez y seis del mismo mes á las cuatro de la mañana, (dicen que no era de dias) y el mismo dia, con pompa y acompañamiento Real la llevaron á San Lorenzo, yendo con la Casa el conde de Castro, Mayordomo de la Reina, nuestra señora, y con la Capilla el obispo de Badajoz. Su Majestad de la Reina está ya con salud, Dios nos la guarde felicísimos años para bien destos

Reinos, que al principio nos dió mucho cuidado su enfermedad, y se hicieron muchas rogativas y devociones por su salud.

Gloriosa ha sido la victoria que á diez de Agosto ganó de holandeses D. Fadrique de Toledo Osorio, hijo de D. Pedro de Toledo, marqués de Villafranca y príncipe de Montalban, Capitan general que es de la armada y del ejército del mar Océano; que saliendo de Cádiz, con la Real, seis navíos y dos pataches, los tres de cuatrocientas cincuenta toneladas, los otros tres de á trescientas treinta, y los dos pataches, con ánimo de esperar en el puerto de San Vicente los navíos del general Martin de Vallejilla, que estaban en Lisboa, dió fondo cuatro leguas á la mar, por ser los tiempos contrarios, y allí le cogió aviso de que en Torremolinos habian dado fondo veintiseis navíos de holandeses, que dió algun cuidado á D. Fadrique, por haber venido otro aviso pocos dias antes, que habian salido de Holanda veinticinco navíos con intencion de hacer mucho daño en los de su Majestad; y así, de consejo de los capitanes, se determinó el General á irlos á esperar al Estrecho, y así, dió fondo á ocho de Agosto en la bahía de Gibraltar. Allí tuvo aviso de navíos, y saliendo á reconocer, dieron caza al ano

en

checer á dos que venian á desembocar al Estrecho, y á aquella hora se descubrieron muchos la vuelta de Levante. Por ésto pasó D. Fadrique toda la noche bordeando de una vuelta y otra, hasta que por la mañana, dia de San Lorenzo, á diez de Agosto, al amanecer, se halló á sotavento de treinta y un navíos, veinticuatro una tropa y siete en otra, que todos hacian el mismo viaje. D. Fadrique se fué á éllos, y habiendo ganado el viento á los veinticuatro, conociendo, en el no abatir el estandarte ni amainar, que eran de enemigos que se llegaban con ánino de pelear, desde muy cerca les dieron la carga de artillería y mosquetería, siendo grandiosa y bien empleada la de nuestra Real; y habiendo atravesado tres veces por médio dellos, haciéndoles mucho daño, abordándoles cada uno como podia, fué Dios servido que echaron los nuestros tres á fondo y tomaron cinco, haciendo los españoles grandes cosas. Duró la pelea desde que amaneció hasta las tres de la tarde, y si á la Real no le faltáran los árboles, que se los llevó una ráfaga de viento, tenia ánimo D. Fadrique de ir peleando con ellos hasta acabarlos á todos. Dicen que los que huyeron fueron muy mal parados y con mucha gente

muerta. Señaláronse valientemente, el Maese de campo D. Gerónimo Agustin; el general D. Cárlos de Ibarra; los almirantes D. Alonso de Muxica y Roque Centeno; el Contador de la armada Juan de Varrundia, y los capitanes D. Francisco de Herrera y Meneses, y Domingo de Hoyos y otros famosos soldados: y no es la menor circunstancia deste buen suceso, el haber sido el primero después de la rota de la tregua, porque anima mucho entrar ganando.

El duque de Ariscot partió desta Córte, y entró en élla el duque de Terranova, caballero de la Orden Real del Tuson de Oro, y besó la mano á su Majestad con grande y lucido acompañamiento. El obispado de Lamego, en Portugal, se dió á D. Juan de Alencastre, Capellan mayor de la Capilla Real de Lisboa; y éste oficio, á D. Juan de Silva, hermano del conde de Portalegre. A D. Antonio de Atayde, Capitan general de la armada Real de Portugal, se le mandó que saliese en busca de los holandeses, que se dice andan alterando los puertos y haciendo los daños que pueden, y que pelease con éllos; sacó de Portugal lucidísima gente, Dios los dé ventura. Para que vea vuestra merced lo que duran las grandezas desta vida, y

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