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del Sr. Marlasca y de sus discípulos. Que no olvide esto Brihuega, porque...... no debe olvidarlo.

Hay en nuestra villa muy buenos comercios de tejidos, sedas, comestibles, ferretería, alpargatería, talabartería, etc., de los que son principalísimos los de D.a Eusebia Herráiz, D. Angel Pérez Ballestero, D. Julian Nieto y D. Vicente Ortega; tres oficinas de farmacia, varios profesores de medicina y cirugía y una plaza bastante abastecida de carnes, pescados, legumbres y frutas. Celebra dos mercados semanales y dos ferias anuales.

De su industria antigua no queda, aparte de las reseñadas, otra representación que una fábrica de destilación de alcoholes y aguardientes que sostiene mi buen y querido amigo D. José del Cerro Montealegre y otra de curtidos que dirige D. Jesús Villa.

MONUMENTOS

Brihuega ha sido siempre un pueblo eminentemente religioso, acaso por tradición, tal vez por influencia de su señor natural. La frecuencia con que la visitaban los arzobispos, la permanencia del alto clero en la época de estío, la arraigadísima devoción á Nuestra Señora de la Peña, su mismo carácter moral en las edades antiguas, engendraron en sus moradores una afición profundísima á los actos religiosos; y se multiplicaron las iglesias y los cenobios, de los cuales quedan dos monasterios de religiosas y cuatro templos que, hasta hace pocos años, han sido otras tantas parroquias.

Hoy queda como única la de SANTA MARÍA DE LA PEÑA, monumento de transición entre el estilo románico y el ojival.

El templo se asienta al pie del histórico castillo, en el borde mismo de la altísima roca en que la tradición coloca la aparición de nuestra excelsa Patrona, como si quisiera mostrar al sol saliente el astro sacrosanto que proteje á la villa. Indudablemente su entrada principal

era el nivel del piso que tenía en su construcción y que no se sabe por qué causa aparece hoy más elevado, quedando el atrio casi un metro más bajo que el terreno del

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Iglesia de Santa María prado, por lo que el arco de entrada no luce lo que debiera lucir, por elegante y bien exornado.

Divídese su interior en tres naves cerradas por arcos

de medio punto que arrancan de robustos pilares formados por haces de esbeltas columnas terminadas en elegantes capiteles; las laterales son de puro estilo ojival, que luce también en el ábside cuya cúpula cierran baquetones y nervaduras convergentes que se unen sobre un botón, ofreciendo bellísimo aspecto. Desde los medios puntos que cierran las naves laterales se levantan atrevidos arcos de ojiva, arrancando de capiteles que ostentan, ya la imaginería francamente románica, ya el follaje propio del gusto ojival; las naves laterales son también de este orden. Para sostenimiento del coro se levanta un magnífico y atrevidísimo arco rebajado, construído, á lo que parece, en tiempo del cardenal Tavera, cuya obra armoniza con los arcos laterales sin romper el hermoso conjunto del templo. Los ventanales son de uno y otro estilo.

La entrada de la capilla que llaman de San Rafael y fué propiedad de los Ruiz, era una verdadera obra de arte á juzgar por lo que ha quedado sobre el arco románico de ingreso; al romperla para dar más anchura á la puerta, cometieron una verdadera profanación, porque era una ojiva preciosa,

El retablo mayor, si de tal puede calificarse, está pintado al fresco imitando columnas é intercolumnios, en los cuales y sobre ménsulas hay algunas imágenes de no despreciable talla; en el centro se abre el trono de la Virgen entre dos columnas imitación á mármol blanco, sosteniendo un ático en cuyo ángulo superior se destaca un sol de madera dorada. En la iglesia se guardan, colgados de las paredes, algunos trozos del antiguo retablo con esculturas muy perfectas entre las que recuerdo la adoración de los pastores y la de los reyes, que, á juzgar por ellas, debiera ser infinitamente mejor que el que hoy existe.

Y llegamos á la joya más preciada del templo no sólo bajo el punto de vista del sentimiento religioso, sino del artístico; la imagen de Ntra. Sra. de la Peña.

Difícil es señalar la época á que pertenece esta escultura; hay quien la cree obra de los siglos XII al XIII; hay quien la supone más antigua. Si, como yo creo, y conmigo todos los briocenses, es la aparecida ó hallada en la peña, no puede menos de ser muy anterior á esa fecha; por lo menos de la última mitad del siglo Ix ó primera del x.

Es una talla en madera de unos 1'50 metros de altura, sentada como se las hacía en las primeras épocas del cristianismo, con el niño Jesús en el brazo izquierdo y sosteniendo en la mano derecha una fruta que á muchos se les antoja ser una naranja; yo me inclino á creer que es la simbólica manzana. La cara y las manos están pintadas de ese color obscuro que caracteriza á las imá genes de esta época, exactamente el mismo que se vé en las vírgenes del Sagrario de Toledo, la Almudena de Madrid, de la Zarza en la iglesia de San Juan de Brihuega, y otras muchísimas que creo inútil enumerar; Sus manos presentan unidos los dedos, á excepción de pulgar, como si la estatuaria de entonces no se hubiese atrevido á modelarlos sueltos y flexibles como la actual; están rígidos, sin curvatura siquiera, y este es un signo cierto de su antigüedad (1).

¿Es realmente esta imagen la extraída el siglo xi de la peña? Mi primo D. Juan Catalina sospechaba que nó y la consideraba obra del siglo XII (2); yo respeto su

(1) Para vestirla como ahora se visten las imágenes de la Virgen, se le quitó el respaldo de la silla; pero la mutilación se hizo tan brutalmente, que sin duda se empleó un hacha ó cuando más una azuela de carpintero, porque se ven los cortes irregulares y las saltaduras de las fibras de la madera. Claro es que esta operación data de algunos siglos atrás y no es imputable á las generaciones modernas; pero ¿no habría un escultor que lo hubiese hecho con más respeto siquiera?

(2) Preciso es tener en cuenta que mi citado primo estaba tan encariñado con los siglos XII y XIII, que todo lo refería á estas dos centurias.

opinión, aunque no la justifica; pero sostengo la mía, por la relación que guarda esta escultura con las de las vírgenes indicadas y con la de Sopetrán, cuya aparición al hijo de Ali-Maymón es semejante á la de la Peña á su hermana Elima ó Zulima. La de la Almudena, semejantísima á la nuestra, se aparece al tiempo de tomar Alfonso VI á Madrid, es decir, poco tiempo antes de venir á Brihuega la infanta mora; es una época de hallazgos y apariciones, y si se trata del siglo XI no pueden ser hechos estos sagrados simulacros en el XIII. De todas maneras, los briocenses estamos en la creencia que es la hallada por Ponce, y nos va tan bien con este pensar y con el cariño que la tenemos, que no la cambiamos por nada

La iglesia de Santa María tiene retablos muy apreciables aunque poco artísticos, excepto el de la capilla del santo sepulcro tallado en un follaje de hojas de acanto sobre fondo negro, que causa un efecto sorprendente. Las imágenes de los santos que decoran estos altares son, en su mayoría, procedentes del extinguido convento de frailes franciscanos.

Esta parroquia poseía muchas y muy buenas joyas (1), censos, tierras, capellanías y otros bienes, que han ido desapareciendo sin saber cómo, ni cuándo; solo se tiene noticia del robo de las alhajas que se hizo en 1849 y del cual no se hallaron los autores; pero ¿y los bienes raíces, los censos (algunos perpétuos) las capellanías, las propiedades rústicas y urbanas? El silencio responde á esta interrogante.

San Miguel es la antigua parroquia de los labradores. Tampoco se puede apreciar la época de su construcción, aunque en su pórtico y en la capilla mayor se ven curiosos elementos ojivales; pero la ignorancia de algún cura párroco, probablemente de los llamados de misa y

(1) Sobre este punto, recomiendo la lectura de un precioso articulo que mi amigo D. Alberto Belmonte, publicó en La Alcarria Ilustrada, en 1902.

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