Imágenes de páginas
PDF
EPUB

santo, fué el origen de una de las instituciones que han producido mayores y más prodigiosas consecuencias en el mundo, tanto en la religión, como en la política, y en la literatura, y á la que especialmente en América se han debido los más grandes resultados. San Ignacio en las meditaciones á que le condujo el retiro á que le obligó su curación, que fué muy larga y penosa, resolvió dejar el mundo trasladándose á París, para ocuparse en aquella célebre Universidad del estudio de las ciencias eclesiásticas, y ordenado de sacerdote, se presentó en Roma al Papa Paulo III, con sus nueve compañeros, Pedro Lefebre, Diego Laynez, Claudio Lejay, Pascasio Brouet, Francisco Javier, Alfonso Salmerón, Simón Rodríguez, Juan Codure y Nicolás de Bobadilla, para formar un instituto que tuviese por objeto la educación de la juventud, la defensa de la religión y la propagación de ésta en los países en que no había sido predicada. Esta fué la compañía de Jesús su nombre, y en gran parte su régimen interior, fueron efecto de la primitiva profesión militar del fundador: su principio fundamental consistía en la obediencia ab

soluta al jefe de la iglesia y al general de la compañía que residía en Roma: el primer acto de jesuita al tomar la ropa de su orden, era renunciar á su propia voluntad, y someterse á la de sus superiores: en la compañía no había nada de elecciones en capítulos numerosos y frecuentemente tumultuarios, nada de deliberaciones: las elecciones de los provinciales y demás superiores, se hacían por el general, que tenía cuatro asistentes con quienes consultar, y que estaba instruido puntualmente del mérito de todos los individuos de cada provincia, por los informes que recibía cada tres años, y en los que se explicaba la aptitud física y moral de cada uno. Estos mismos informes servían para destinar al jesuita, según su capacidad, ya al ministerio de la predicación, ya á la enseñanza pública, ó al servicio de las misiones en los países más remotos de la tierra, sin poder esperar por recompensa de los consuelos domésticos á que renunciaba, de la privación de la vida social, del martirio á que se exponía, ni aun los premios comunes de la ambición, porque su regla los excluía de todas las dignidades eclesiásticas. Todos pa

ra su orden y nada para sí mismos, los jesuitas, mandarines en Pekín, y confesores de los reyes en Versalles y en Madrid, dirijiendo las conciencias de los grandes y ejerciendo por la predicación un grande influjo en la masa del pueblo, nunea aspiraron á otra cosa que á emplear el poder inmenso que llegaron á tener, en el aumento de la religión, que consideraban una misma cosa que el engrandecimiento de su orden. "Estos extranjeros, decía el emperador de la China, Kan-Hí, á los censores del imperio que le representaron, con motivo de haberles permitido levantar una iglesia magnífica dentro del recinto mismo del palacio imperial, "estos extranjeros me hacen cada día grandes servicios, y no sé cómo recompensárselos: ellos rebusan los empleos y las dignidades; no quieren dinero, sólo su religión les interesa y es la única cosa con que los puedo complacer."

Los jesuitas, con el fin de oponerse á las doctrinas que al mismo tiempo comenzaron á esparcir Lutero, Calvino y los demás reformadores, y para hacer resplandecer en todo el mundo la luz de Evangelio, consagraron á estos objetos todos los talentos del

espíritu y de la elocuencia, la política y la literatura: emprendieron conducir á la jnventud desde la primera edad, hasta el último grado del saber (1): trabajaron con empeño en la perfección de las universidades, y esta dirección uniforme, dice un escritor protestante, comenzada en las escuelas y propagada por la confesión y la predicación en todas las clases de la sociedad, produjo un movimiento religioso, acaso sin ejemplo en el mundo, y fué el primer obstáculo duradero que se opuso á la propagación del protestantismo (2). Los jesuitas en sus estudios todo lo emprendieron, todo lo abrazaron la ciencia de la religión, la política, historia, viajes, literatura autigua y moderna, los clásicos y griegos y latinos, los idiomas muertos y vivos, astronomía, maternáticas, las ciencias 'sujetas á la exactitud del cálculo, así como las que adornan el espíritu y están destinadas á la imaginación, como la poesía y la música; todo fué de su resorte, todo ejercitó sus plumas, todo consagrado, según el timbre de su orden, Ad majorem Dei gloriam: á la mayor gloria de Dios.

(1) Bossuet, tercer sermón de la Circuncisión. (2) Leopoldo Ranke.

A ellos debió la Nueva España la propagación de todos estos conocimientos, y la monarquía española una graude extensión de sus dominios en América, pues ellos fueron los que ganaron y civilizaron las Californias, Sonora y Sinaloa, los inmensos terrenos del Paraguay, y que poblaron de misiones las desiertas riberas del Orinoco y del río de las Amazonas, dando á conocer en sus escritos todos estos países, por lo que no se deberá extrañar el ver que á cada paso tengamos que hacer mención de ellos en el curso de esta obra.

Mientras Castilla se hallaba envuelta en las turbaciones de las comunidades, Hernán Cortés ganaba para ella en América el imperio de Méjico y extendía en seguida sus conquistas à una gran parte de los países que forman el continente septentrional, siendo muy digno de notar, que una adquisición tan importante se hiciese, sin que el soberano á cuya corona se agregaba tan rica joya, ni aun siquiera noticia del gran servicio que se le hacía, por un hombre de quien no tenía conocimiento alguno, y sin dar para ello ningún auxilio. Algunos años adelante se descubrió el Perú, cuya con

« AnteriorContinuar »