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cubiculos, á veces bastante espaciosos, y de forma más ó menos regular, que sin duda alguna estaban destinados á las reuniones llamadas en las Constituciones sinaxis, y á la celebración de los divinos misterios y de los ágapes. Aunque labradas en la toba, suelen tener alrededor asientos corridos, á manera de escalones, destinados á los fieles, y en el testero uno ó dos poyos para los pontífices ó prelados que presidían la asamblea. La catacumba tomó esto de la Iglesia descrita como modelo por los Apóstoles, y ésta después tomó á su vez algo también de la catacumba, porque sus cámaras sepulcrales fueron las que trataron de imitar en sus criptas las iglesias latinas; que por lo tocante á la primitiva Iglesia apostólica, no se hace mérito de esta parte en su descripción (1).

Debe suponerse que al cesar la última persecución existirían en la Bética notables construcciones religiosas erigidas ya en forma de iglesias, ya como simples capillas, oratorios y baptisterios, con notable variedad de formas y plantas, durante los tres primeros siglos del cristianismo, y que el mismo contraste que en la familia y en la vida pública ofrecían las costumbres dimanadas de las dos opuestas religiones, se advertiría en la fisonomía monumental y artística del país, donde, por ejemplo, al lado de los templos levantados en honor de Mamea (2) y del emperador Marco Aurelio, de fábrica aún reciente (3), descollarían el insigne baptisterio accitano de Luparia y la iglesia en que los PP. Iliberitanos celebraban su concilio.

Así como los cristianos y los gentiles vestían de una misma

(1) Una de las primeras iglesias con cripta que se citan entre los monumentos de Roma, es la en que se venera la tumba de S. Pancracio, colocada en una confesión subterránea, sobre la cual se construyó en el siglo iv haciendo que el enterramiento del santo mártir cayese exactamente debajo del altar mayor. Señala entre otros este ejemplo, en su Historia del arte, el caballero d'Agincourt, para probar que estas cámaras sepulcrales sirvieron de modelo á las criptas de las iglesias latinas de los siglos posteriores.

(2) Erigió este templo á Mamea, madre del emperador Severo, la misma ciudad de Acci, donde comenzaron su predicación los Apostólicos.

(3) Fué construído en Illiberi á expensas del público en el año 280.

manera, y los primeros sólo se diferenciaban de los segundos en cuanto al traje exterior por el palio que llevaban los varones más religiosos, y el velo con que se cubrían las vírgenes consagradas al Señor, así también se asemejarían mucho en su forma externa las basílicas paganas, los templos idolátricos y las iglesias cristianas; y hasta los baptisterios, ya octogonales, ya cuadrados, ya circulares, se aproximarían en el aspecto general de su construcción por de fuera, á las rotondas de los romanos y á sus baños de planta poligonal (1). La principal diferencia residiría en lo interior, y aun en esta parte los motivos de la decoración y su disposición general serían paganos, como se observa en las catacumbas de Roma. No era este un inconveniente á los ojos de los primitivos fieles; hay por el contrario motivos para creer que, contentos los Padres de la Iglesia con que los prosélitos de la fe nueva atribuyesen á aquellas representaciones figuradas una intención y una significación desconocidas al viejo politeísmo, semejante concesión respecto de las ideas y usos antiguos era para ellos un medio de conciliación entre los partidarios de una y otra creencia (2). Era, pues, el arte decorativo cristiano en todos sus modos de representación, puramente romano: las pinturas de las capillas sepulcrales, los bajo-relieves de los sarcófagos, eran una imitación, á veces exacta y escrupulosa, de los modelos de la antigüedad. Ni se contentaban los primeros fieles con reproducir numerosas alegorías del paganismo, supuesto que en las épocas de bonanza se apo

(1) V. á Batissier, pág. 375.

(2) Así lo dan á entender S. Paulino de Nola, S. Gregorio Magno y S. Gregorio de Niza.

S. Clemente de Alejandría en su Pædag., 1. V, c. II, al señalar los símbolos que debían emplearse por los cristianos, confiesa que eran de origen pagano.

Buonarrotti, Mamachi y Alegranza, piadosos anticuarios cuya ortodoxia está al abrigo de toda sospecha, reconocen que los cristianos procuraban popularizar las ideas más abstractas por medio de los símbolos que habían usado los idólatras.

Finalmente, basta echar una ojeada sobre los monumentos de las catacumbas de Roma, para convencerse de que si bien los primitivos cristianos usaban de formas y emblemas propios del paganismo, era atribuyendoles una significación espiritualista y moral.

deraban hasta de sus mismos monumentos, consagrándolos al Crucificado. Pero hay que distinguir de tiempos en cuanto al desempeño artístico de las construcciones religiosas y su decoración. Obsérvase en Roma que á medida que las producciones de pintura y escultura se acercan al siglo iv, el arte cristiano se desvía más de las prácticas y tradiciones del arte pagano, haciéndose más original, pero también más grosero y rudo, mientras que, cuanto más se retrocede en la escala de los siglos hacia el origen del cristianismo, más notables son las reminiscencias que el arte nuevo conserva del antiguo, más estrecho el lazo que los une, menos bárbara y tosca la ejecución.-Pues si esto sucedió en Roma, es regular que el mismo fenómeno artís tico se reprodujese en España: de donde colegimos que las iglesias erigidas en tiempo de los siete Apostólicos, aunque pe queñas y humildes, nos ofrecerían, si alguna felizmente llegara á descubrirse medio conservada, más belleza en su arquitectura y decoración que las edificadas en los tiempos cercanos á Constantino, en que ya el arte iba cayendo en una visible postración.

Entre las imágenes y emblemas figurativos de los cristianos dominaban los de la paz, la unión, la dicha y la esperanza; nunca en aquellos primeros siglos se les vió hacer la menor alusión á la crueldad de sus tiranos y verdugos.-Iguales alegorías se verían representadas en los monumentos sagrados de la Bética; pues aunque el canon 36 del concilio de Elvira prohibió que hubiese en la iglesia pinturas, á fin de que no estuviese retratado en las paredes lo que se reverencia y adora (1),

(1) Placuit picturas in ecclesia esse non debere, ne quod colitur et adoratur in parietibus depingatur, dice el canon citado. Comentándolo Albaspineo, dice, que en él sólo se prohiben las pinturas inmobles, pero no los signos ó estatuas, y que no se condenan tampoco las imágenes de los Santos mártires, sino las que representan á Dios ó á la misma Trinidad. Belarmino, con más juicio á nuestro entender, supone que esto se hizo para que las sagradas imagenes no se estropearan con la humedad de las paredes, y porque en aquellos tiempos andaban muy perseguidos los cristianos. Por esta causa, añade, estaban muy expuestas las tales pinturas á recibir escarnio y afrenta de parte de los gentiles; pero como este peli

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ALCÁZAR

ENTRADA AL SALÓN DE EMBAJADORES POR EL PATIO DE LAS MUÑECAS

es opinión muy fundada que esta prohibición fué tan sólo relativa á las imágenes de Dios, y dictada bajo la inminencia de nuevas persecuciones por el prudente temor de que fueran profanados y destruídos tan santos y venerandos objetos. Los argumentos ó asuntos más usados, además de las imágenes de Jesús, la Virgen y los Apóstoles (con que desde el tiempo de Alejandro Severo comenzaron los Papas á decorar las catacumbas) han sido enumerados y descritos en multitud de obras, y excusamos molestar al lector recordándolos de nuevo (1).

Hemos dicho que escrupulizaban poco los cristianos primitivos respecto de los emblemas usados por los gentiles: esta tolerancia se extendía hasta el punto, hoy para muchos incomprensible, de hacer á veces inhumar los cuerpos de sus mártires y confesores en los mismos sarcófagos antiguos adornados de bajo-relieves paganos (2). Maravillosa fuerza de la costumbre: no acertaban los discípulos de Cristo á renunciar á los usos antiguos de sus perseguidores, y si bien trocaban ó modificaban la significación de muchos símbolos heredados de sus padres, dejaban otros con su significado primitivo, juzgándolo inofensivo

gro no existía para las tablas y demás pinturas portátiles, no debe entenderse con ellas la prohibición del canon de Elvira.

(1) Quien desee una descripción cabal de estas representaciones alegóricas tomadas de la antigüedad pagana, puede consultar la Roma Sotterranea de Bosio, su traducción latina añadida, con el título Roma subterranea, de Arringhi, la obra de M. Raoul Rochette Tableau des Catacombes, y la de M. Perret sobre las mismas Catacumbas. San Clemente de Alejandría declara de una manera positiva esa procedencia, de la cual no creía debieran avergonzarse los fieles. Sint vobis signacula, dice en su Pædag. lib. III, cap. X, columba, piscis, vel navis quæ celeri cursu à vento fertur, vel lira musica quà usus est Polycrates, vel anchora quam insculpebat Seleucus.

(2) Boldetti en sus Osservazioni. etc., p. 466, habla de un magnífico sarcófago descubierto en el cementerio de Santa-Agnese, en que á pesar de estar esculpido el dios Baco rodeado de amorcillos desnudos y genios de las estaciones, había sido sepultada la SIERVA DE DIOS (ancilla Dei) AUR. AGAPETILLA.

La concha de pórfido que cubría la urna funeraria del emperador Adriano, servía primero de tumba al cuerpo del papa Inocencio II, y después ha servido para la pila bautismal, que aún se conserva, de S. Pedro de Roma.

La misma libertad se usó en Francia: el cuerpo de S. Honorato fué depositado en un sepulcro todo adornado de figuras de personajes romanos en su haz exterior.

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