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colgantes que pende del antepecho del coro, situado en lo alto, á la entrada del templo; arcos de formas diversas, trebolado el del centro, y orillados de cabecitas de ángeles.-Está enterrado aquí don Manuel Ponce de León, duque de Arcos, que murió en el año 1696.—La fachada presenta tres arcos de medio punto sostenidos en grupos de columnas, tres nichos encima, tres ventanas más arriba, un frontón triangular, y dos torres de planta cuadrada de escasa altura.

San Miguel el viejo: iglesia gótica remodernada, con naves de ojivas y torre greco-romana de dos cuerpos, el inferior dórico y jónico el superior (1).

La prosáica uniformidad de usos y costumbres que invade todos los países, ha respetado los trajes de las mujeres de Marchena: llevan aún no pocas de éstas los largos mantos negros con la cola recogida á la cintura, que probablemente empezarían á usar bajo el reinado de la casa de Austria.—También han sobrevivido algunos usos, como el de no blanquear las casas en todo un año cuando muere el propietario, y el de no barrer en ese tiempo las puertas, ni tener celosía en la ventana.

Un transparente arroyo que del llano de Marchena sale hacia el poniente para morir en el Guadalquivir por bajo de Sevilla, nos lleva por una ondulosa campiña, manchada á trechos de grisientos olivares y rubias mieses, á la afamada abastecedora de la comarca, la que provee de exquisito pan y cristalinas aguas á la reina de Andalucía, la morisca

ALCALÁ DE GUADAIRA.-Reedificada por los Almohades, volvió esta ciudad á lucir su cerca torreada, ceñida á su colina, y las almenadas torres de su castillo, que es hoy uno de los más airosos modelos de la arquitectura mauritana (2). Este castillo

(1) Hay además en Marchena otros templos: el del convento de Santo Domingo de una sola nave: San Sebastián: San Andrés, de fachada gótica: y las Beatas; pero no contienen bellezas que notar.

(2) En este castillo de Alcalá de Guadaira hay memorias que deben perpetuarse. Supónese que desde una de sus torres estuvo don Fernando el Santo contemplando extasiado el panorama de Sevilla, y como tomando nuevo aliento para la recon

era la llave de la conquista de Sevilla: rindióse á san Fernando el 21 de Setiembre de 1246, fraternizando su guarnición con las tropas del rey de Jaén Ibnu-l-Ahmar que auxiliaba á los cristianos. Debajo de la fortaleza y como á su amparo, se extendía, siguiendo su muralla las sinuosidades de la pendiente, á manera de cinto que se desprende, la enriscada ciudad almohade, que ya no existe; solo permanecía en pié en su recinto una pequeña mezquita convertida en iglesia bajo la advocación de san Miguel, de que las tropas francesas hicieron una barraca.

La población actual tiene poco interés : deben visitarse, no obstante, la iglesia de san Sebastián, donde hay cuadros de Francisco Pacheco; la de Santiago, que conserva uno del Purgatorio de la propia mano, y el convento de las monjas de Santa Clara, que posee un buen retablo con seis pequeños bajo-relieves de Montañés.

El valle del Guadaira es ameno y delicioso: de trecho en trecho descuellan en él los molinos y torres moriscas que se entretenían en dibujar Murillo é Iriarte (1); y el panorama de la llanura en que asienta Sevilla es espléndido, considerado desde la elevada carretera que como un largo balcón voladizo contorna en espiral la colina de Alcalá.-Sentarse á contemplarlo á

quista de la gran ciudad. Un siglo después, el rey don Pedro tuvo preso en él al arzobispo de Braga Juan Cardeillac, por mantener tratos con don Enrique, y no recobró la libertad hasta que el conde de Trastamara volvió á Castilla. También halló en él su cárcel en tiempo del mismo rey, y por idéntica causa, el maestre de Calatrava don Diego García de Padilla.-AYALA, Crónica del rey don Pedro.

(1) Alcalá de Guadaira estuvo muy bien personificada, atendidas las ideas iconográficas de la época en la alegoría con que la representó Sevilla cuando entró en ella Felipe II. La Puerta Real apareció entonces revestida de figuras emblemáticas de las diferentes ciudades de Andalucía, y era Alcalá una linda doncella con ropa azul y púrpura, manto encarnado prendido al hombro izquierdo, cabellera rizada, coronada la cabeza con un castillo, teniendo en la mano izquierda un plato con aceitunas y panecillos: á sus piés nacía una fuente; de su pecho, oprimido con la diestra mano, brotaba un chorro de agua, y debajo de la figura se leía una mala décima que revelaba su significado. Así representaba la agradecida Sevilla á su provida abastecedora pregonando al propio tiempo sus excelencias, porque sabido es que de la altura en que asienta la antigua Hienipa fluye el agua abundante y cristalina que por encima de la romana fábrica de los caños de Carmona corre á Sevilla, y que sus aceitunas y su trigo no tenían rivales en el mundo.

la sombra de la dorada muralla sarracena que acompaña al camino en aquella altura, es un placer que debe proporcionarse todo viajero de buen gusto.-Partiendo de Alcalá, al nordeste, pasamos al pié del castillo moruno de GANDUL, rodeado de palmeras y naranjales; atravesamos el emporio de la gente maja, de los chalanes y gitanos, el lugar de las famosas ferias de Abril á que concurre todo lo más fino y sublime de la jacarandana, la alegre, abierta y blanqueada MAIRENA, en suma; -y llegamos á otro de los copiosos graneros de Andalucía, á la rival de Utrera por la abundancia y calidad de sus cereales, á la enhiesta, altiva y torreada

CARMONA.-Recobró esta ciudad San Fernando en el mes de Setiembre de 1247, y le dió por armas una estrella con orla de castillos y leones, y esta divisa: Sicut Lucifer lucet in aurora; sic in Bætica Carmona. El rey don Pedro aumentó considerablemente su castillo musulmán, y lo destinó á guarda-joyas, á tesoro, á cárcel y retiro de las desgraciadas mujeres que fueron objeto de sus amores y de sus odios. Tomó entonces dicho castillo el nombre de Alcázar, y contribuyeron luego á su magnificencia los reyes Católicos, cuyas armas lleva todavía. La entrada á este Alcázar es imponente y augusta: entre dos altos lienzos de muralla, uno de ellos almenado y fortalecido en su extremidad con una soberbia media torre, está la puerta principal, que es un grande arco de herradura encuadrado, todo de ladrillo, con un gracioso zigzag en su intrados. Conserva señales de haber tenido una especie de falsabraga. Una segunda puerta de dobles ojivas en el fondo, abre paso á un pequeño patio.. Otra puerta, de doble arco escarzano, conduce á un segundo patio, mayor que el primero, cercado de muralla, en cuyo terraplén crece la yerba. Torres y cubos gigantescos fortalecen este recinto. En un lado un boquete lóbrego conduce á una cisterna de planta elíptica. Subiendo al torreón en que está la puerta de entrada, se ve en la parte superior de ésta una angosta abertura, que cae entre las dos mencionadas ojivas para defender des

de allí el paso. La muralla del patio grande está toda circunvalada por un foso, en que la exuberante naturaleza meridional ha tejido una espesa enramada de arbustos silvestres y nopales.— En el fondo del patio se levanta pavoroso un inmenso torreón, todo grieteado, cuya base presenta una gran solidez. Dentro de esta primera cerca había otra, circuida toda de formidables cubos, algunos de ellos modernos, de los cuales no quedan ya más que escombros imponentes. Penetramos en esta segunda cerca: rotas escalinatas, puertas con las dovelas desencajadas y las jambas amenazando desplomarse, nos conducen á vastos recintos de que no quedan en pié sino los muros. Hundidas las techumbres, desvencijadas las cimbras, trocados los antiguos salones en corrales, todo es allí desolación, tristeza, imagen acabada de una tremenda expiación (1). No volverán, no, á resonar entre esos muros los ahogados sollozos de las víctimas de la tiranía: doña Leonor de Guzmán, encerrada en esta fortaleza por odio, doña Aldonza Coronel, traída á ella para ser vilipendiada por un grosero apetito, el fratricidio de los infantes mancebos don Juan y don Pedro, brutal desquite de la rota de Araviana, tienen sus vengadores en los generosos instintos que hacen ya inverosímiles los antiguos y harto positivos excesos del poder. Desde lo alto de los adarves de este interesante alcázar, formidable hasta en su cadavérica descomposición, se descubre el cuadro tranquilo, bíblico, delicioso, de una vega

(1) Dentro de esta segunda cerca se encuentran, primero los muros de una capilla, que conservan los arranques de los arcos de su bóveda; después un vasto espacio ocupado por los escombros de un muro desplomado.- Las paredes aparecen llenas de aberturas, y en el muro se ven algunas pequeñas excavaciones. En un ángulo hay restos de un edificio circular, todo de sillería, formando alrededor en el interior una especie de pórtico con anchos tragaluces en el muro. Este pórtico tiene su bóveda : el espacio central no se conoce si la tuvo. En otro lugar hay una especie de capilla con bóveda hemisférica.- Cerca de allí un subterráneo que se extiende por debajo del muro; y no lejos, perpendicular al muro mismo, un pozo bastante profundo de excelentes aguas.- Consignamos aquí estos desaliñados apuntes, tomados en la localidad misma, porque no sabemos si durarán mucho tiempo estos vestigios del famoso Alcázar que simboliza para el que recuerda la tremenda historia del rey don Pedro I, toda una época de dolorosa gestación y de formidables turbulencias.

dilatada en que forman variado tapiz los cortijos, los olivares, las mieses, las dehesas: inmenso idilio que embalsama el corazón y fortifica el espíritu con la dulce esperanza de que quizá no volverán ya nunca á asolar y despoblar esas fértiles campiñas contiendas feudales y guerras fratricidas; y de que en las dilatadas llanuras de la izquierda del Guadalquivir, ubres copiosas de la España meridional, habrá sucedido para siempre al atropellado y ominoso discurrir de los bandos armados, el sosegado y lento desfilar de los rebaños; al agrio clarín que infundía espanto en los sencillos campesinos, la alegre algazara de las ferias y romerías: á los lamentos de la familia esquilmada por la gente de guerra, los cantos de júbilo de los labradores que ven colmadas sus trojes, rebosando sus lagares, destilando oro líquido sus vigas, y llevando al mercado sus bueyes en carretas enramadas la bendición del cielo en los ópimos frutos de sus campos.

La deslumbradora cal de Morón, que causa grima al anticuario, y que sin embargo da á larga distancia tan alegre aspecto de vida y aseo á las poblaciones andaluzas, disfraza muchas antiguallas de Carmona. Felizmente las puertas de esta ciudad no están blanqueadas, y la que lleva el nombre de Puerta de Sevilla presenta en toda su adusta grandeza los restos de la antigua fortificación: -arcos semi-circulares de inmensa altura, lienzos de muralla cortados por gigantescos cubos de sillares almohadillados en la base, barbacana, plaza de armas con aljibes, capilla arruinada, arcos árabes que no se sabe ya qué edificio formaron. Otra puerta, que se halla al extremo opuesto de la ciudad, y que conduce al camino de Córdoba, construida sobre los fundamentos de una puerta romana, lleva emparejadas dos obras de arte y estilo opuestos, un ligero arco sarraceno de ojiva túmida, y una pesadísima portada greco-romana, de Herrera.

Los templos de Carmona son semejantes á los de las otras poblaciones que acabamos de recorrer: las bóvedas ojivales alternan con los alfarjes moriscos: en las naves, los pilares

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