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el desagrado de los reyes les hizo desistir de su resolución. Colón tomó el partido de marchar á la Rábida á contar sus cuitas á su grande amigo Fr. Juan Pérez de Marchena este entusiasta admirador del proyecto se enteró con pena del fracaso, llamó á su convento al docto físico García Fernández y á Martín Alonso Pinzón, rico y atrevido navegante de Palos, y después de repetidas conferencias, Pinzón resolvió el asunto comprometiéndose á entrar en la empresa con bolsa y persona. Marchena determinó en consecuencia escribir á la reina participando lo ocurrido y rogándole resolviese favorablemente las pretensiones de Colón. Isabel, que se hallaba frente á los muros de Granada, recibió gozosa la carta de su antiguo confesor, y el mismo mensajero llevó á Pérez de Marchena otra carta diciéndole se presentase en el cuartel real, dejando á Colón con buenas esperanzas hasta recibir nueva orden. Apenas leyó esta carta el fraile benemérito, ensilló su mula y salió á la media noche con dirección al campamento cristiano de la Vega de Granada.

Recibido por Isabel con el cariño y atenciones propias de su antiguo cargo, el religioso hizo tales elogios y defendió con tal calor la idea de su contrariado amigo, que decidió enteramente el ánimo de la noble princesa: inmediatamente mandó se le enviasen 20,000 maravedises de oro y que se incorporase á la Corte. Pérez de Marchena remesó en seguida aquella suma á la Rábida, y con la brevedad que es de suponer presentóse Colón en el real de Santa Fe.

Quintanilla le recibió con los brazos abiertos y se hizo cargo de su persona; pero había que esperar algún más tiempo: la ciudad de las mil y cien torres, último reducto de la morisma, estaba á punto de rendirse, y el crugir de los aceros no dejaba oir ninguna voz; pero había la seguridad de que tan pronto como los estandartes de Castilla y de Aragón ondeasen sobre las torres de Boabdil, se llegaría al resultado apetecido. Cayó Granada, y tan pronto como cesaron los cánticos de la victoria,

Colón tuvo una audiencia con el funesto Hernando de Talavera para acordar los términos y condiciones en que había de verificarse la empresa.

La designación del delegado regio debió hacer presentir á Colón alguna nueva contrariedad, y así fué. Colón, que comprendía la inmensa importancia de su obra, quiso obtener ventajas en consonancia con ella, y en su consecuencia pidió se le otorgase el título de almirante y virrey de las tierras que descubriese con una décima parte de todas las ganancias que se obtuvieran: el envidioso y mezquino Talavera montó en cólera al oir proposiciones tales, y dió á Isabel un informe tan depresivo para Colón, que todo estuvo á punto de terminar lastimosamente. Isabel quiso no obstante buscar un acomodamiento y mandó que se le hiciesen proposiciones más modestas aunque también ventajosas, pero Colón las consideró mezquinas, y las negociaciones quedaron rotas.

Al siguiente día despidióse Colón de sus amigos, y cabalgando en su mula tomó el camino de la Rábida. Quintanilla que, como sabemos, lo tenía en su casa, no podía verle partir indiferente, y antes de que marchara se dió á revolver el campamento concitando el ánimo de los parciales de Colón. Era uno de ellos, y de los más entusiastas, Luís de Santángel, Receptor de Rentas de Aragón y muy estimado de la reina: él y Quintanilla se presentaron inmediatamente á Isabel, y tomando Santángel la palabra hízola ver lo mucho que perdía renunciando á una empresa cuyos gastos eran insignificantes; en fin, habló tan elocuentemente, que la reina en un generoso impulso pronunció su palabra definitiva.

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Hubo todavía un momento de duda, pues Fernando que raba las cosas con inusitada frialdad, dejó entender que estando el Tesoro completamente exhausto, era imposible subsanar los gastos de la empresa. Entonces fué cuando Isabel, con un entusiasmo propio de su gran corazón y digno de la causa que las inspiraba, pronunció aquellas famosas palabras:

-Yo entro en la empresa por mi corona de Castilla y empeñaré mis joyas para levantar los fondos necesarios.

Este, dice un historiador, fué el más noble momento de la vida de Isabel; por él durará siempre su nombre como patrona del descubrimiento del Nuevo Mundo (1).

No tuvo necesidad la magnánima Isabel de hacer semejante sacrificio: en medio de la emoción que sus palabras produjeron entre los circunstantes, manifestó Santángel que aunque exhaustas las cajas del Tesoro, él podía hacer frente á los pequeños gastos que la empresa ocasionaba, prestando la caja de Aragón á la de Castilla los 17,000 florines que eran necesarios para ello: esto oído, la reina mandó que saliese un jinete á toda rienda en busca de Colón, y cuando éste llegaba á Pinos-Puente alcanzóle el emisario. Júzguese cuán pronto se convertiría en inefable júbilo la amargura de que iba poseído el futuro descubridor del Nuevo Mundo.

Vuelto al Real de Santa Fe, quedaron pronto acordadas las bases del convenio, pues Isabel no quiso escatimarle ninguna de sus pretensiones, y en su consecuencia se firmó la siguiente:

CAPITULACIÓN

entre los Reyes Católicos y Cristóbal Colón

«Don Fernando é Doña Isabel por la gracia de Dios Rey é Reina de Castilla, de León, de Aragón, de Sicilia, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaen, de los Algarbes, de Algecira, de Gibraltar, de las Islas Canarias, Conde é Condesa de Barcelona, é Señores de Vizcaya é de Molina; Duques de Atenas é de Neopatria; Condes de Ruisellon é de Cerdania, Marqueses de Oristan é de Gociano: Por cuanto vos Cristóbal Colon vades por nuestro mandado á descobrir é ganar

(1) WASHINGTON IRVING.-Vida y viajes de Cristóbal Colón, Cap. VII.

con ciertas fustas nuestras, é con nuestras gentes ciertas islas é tierra firme en la dicha mar Oceana, é se espera que con la ayuda de Dios se descobrirán é ganarán algunas de las dichas Islas, é tierra firme, en la dicha mar Oceana, por vuestra mano é industria; é así es cosa justa é razonable, que pues os poneis al dicho peligro por nuestro servicio, seades dello remunerado; é queriéndoos honrar é facer merced por lo susodicho, es nuestra merced y voluntad, que vos el dicho Cristóbal Colon, despues que haya descobierto é ganado las dichas islas, é tierra firme en la dicha mar Oceana, ó cualquier dellas, que seades nuestro Almirante de las dichas islas, é tierra firme que así descubriéredes, é ganáredes; é seades nuestro Almirante, é Visorey, é Gobernador dellas, é vos podades dende en adelante llamar é intitular Don Cristóbal Colon, é así vuestros hijos é sucesores en el dicho oficio é cargo se puedan intitular é llamar Don, é Almirante, é Visorey, é Gobernador dellas; é para que podades usar é egercer el dicho oficio de Almirantazgo, con el dicho oficio de Visorey, é Gobernador de las dichas islas, é tierra firme que así descubriéredes é ganáredes, por vos é por vuestros Lugartenientes, é oir é librar todos los pleitos, é causas civiles, é criminales tocantes al dicho oficio de Almirantazgo, é Visorey, é Gobernador, segun falláredes por derecho, é segun lo acostumbran usar y ejercer los Almirantes de nuestros Reinos; é podades punir é castigar los delincuentes; é usedes de los dichos ofi cios de Almirantazgo, é Visorey, é Gobernador vos é los dichos vuestros Lugartenientes, en todo lo á los dichos oficios, é cada uno dellos anejo é concerniente; é que hayades é llevedes los derechos é salarios á los dichos oficios, é cada uno dellos anejos é pertenecientes, segun é como los llevan é acostumbran llevar el nuestro Almirante mayor, en el Almirantazgo de los nuestros Reinos de Castilla, é los Visoreyes é Gobernadores de los dichos nuestros Reinos. É por nuestra carta é por su traslado signado de Escribano público mandamos á el Príncipe Don Juan, nuestro muy caro é muy amado hijo, é á los Infantes, Duques, Perlados,

Marqueses, Condes, Maestres de las Órdenes, Priores, Comendadores, é á los de nuestro Consejo, é Oidores de la nuestra Audiencia, Alcaldes é otras Justicias cualesquier de la nuestra Casa, é Corte, é Chancillería, é á los Subcomendadores, Alcaides de los Castillos, é casas fuertes, é llanas, é á todos los Concejos, Asistentes, Corregidores, Alcaldes, Alguaciles, Merinos, Venticuatros, Caballeros, Jurados, Escuderos, Oficiales é Homes Buenos de todas las Ciudades, é Villas, é Lugares de los nuestros Reinos é Señoríos, é de los que vos conquistáredes é ganáredes; é á los Capitanes, Maestres, Contramaestres, Oficiales, Marineros é gentes de la mar, nuestros súbditos é naturales, que agora son, ó serán de aquí adelante, é á cada uno, é á cualquier dellos, que seyendo por vos descubiertas é ganadas las dichas islas, é tierra firme en la dicha mar Oceana, é fecho por vos, é por quier vuestro poder hobiere el juramento é solemnidad que en tal caso se requiere, vos hayan é tengan, dende en adelante para toda vuestra vida, é despues de vos á vuestro hijo é subcesor, é de subcesor en subcesor para siempre jamas, por nuestro Almirante de la dicha mar Oceana, é por Visorey é Gobernador en las dichas islas é tierra firme que vos el dicho Don Cristóbal Colon descubriéredes é ganáredes, é usen con vos, é con los dichos vuestros Lugartenientes que en los dichos oficios de Almirantazgo, é Visorey é Gobernador pusiéredes, en todo lo á ellos concerniente, é vos recudan é fagan recudir con la quitacion, ó derechos, é otras cosas á los dichos oficios anejas é pertenecientes; é vos guarden é fagan guardar todas las honras, gracias, é mercedes, é libertades, preminencias, prerogativas, escenciones, inmunidades, é todas las otras cosas, é cada una dellas, que por razon de los dichos oficios de Almirantazgo, é Visorey, é Gobernador, debedes haber é gozar, é vos deben ser guardadas; todo bien é complidamente en guisa que vos non mengüe ende cosa alguna; é que en ello, ni en parte dello, embargo ni contrario alguno vos non pongan, ni consientan poner. Ca Nos por esta nuestra carta desde agora para entonces vos

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