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quiera que haya sido el resultado. Deseo, pues, que el Congreso se persuada de esta verdad; que si se aprueba el dictámen de la minoría hay un déficit de 254 millones; si se aprueba el de la mayoría será de 292, y si se aprueba lo que pide el gobierno, solo será de 175. »

CAPITULO II.

Gobierno progresista.-Rebelion de octubre.-Documentos financieros de MENDIZABAL.-Coalicion progresista reaccionaria.-Programa de Lopez.-Pronunciamiento de 1843.-Caida de Espartero.

I.

EL espíritu público estalló de un modo violento contra la regencia única, por mas que hombres eminentes por su liberalismo y virtudes apoyasen el omnímodo poder del duque de la Victoria.

Guiados de un sentimiento conciliador y patriótico, se imaginaban que lograrian calmar las pasiones de los partidos, olvidando la historia, que por desgracia nos revela que aquellos jamás deponen sus ódios en áras del bien público, pues solo atienden á su interés y engrandecimiento.

Se impregnó la atmósfera de un aire trastornador, Ꭹ conjuráronse unánimemente moderados y patriotas para derribar al ídolo del pueblo, alzado sobre el pavés de la muchedumbre, entusiasta de sus hechos y de sus glorias.

Los moderados, incansables y astutos, atrajeron á su sistema de oposicion al intolerante clero que, en todas sus esferas de actividad é interés hipócrita, predicó una terrible

cruzada contra el caudillo afortunado de la libertad, y por fin estalló el enojo de los bandos de la reaccion y pusieron en peligro las instituciones liberales.

Contribuyó mucho á tan crítico estado la debilidad У el esceso de confianza de los progresistas, cuyo sistema de tolerancia y abandono infunde aliento á los enemigos implacables de la patria.

II.

La rebelion militar de octubre, hábilmente dispuesta, vino á manifestar que el gobierno del regente dormia con torpe indiferencia sobre sus laureles, y gracias á la bravura del pueblo, que con su actitud rechazó victoriosamente á los trastornadores y audaces revolucionarios.

Los generales mas distinguidos alzaron el estandarte de la insurreccion, dando un fatal ejemplo á los pueblos y un triste escándalo á la civilizada Europa.

El fundamento de aquel tremebundo motin habia sido la idea de que el duque de la Victoria aspiraba á la dictadura, y que aun el trono atravesaba instantes de verdadero. peligro.

Además valiéronse de la cuestion de Fueros, y suscitaron grande irritacion en algunos puntos de aquellas patriarcales provincias.

Los nobles vascongados, en su inmensa mayoría, comprendieron que el espíritu egoista de partido, y no sus venerables instituciones, era el que agitaba la sanguinaria tea de la discordia, y rechazaron desde luego tan criminales intentos.

Hé aquí algunos datos que lo comprueban.

La narracion de lo ocurrido en Vitoria nos llama imperiosamente, y hacia ella pedimos la atencion de nuestros lectores.

El estracto del parte que dirigió al señor ministro de la Gobernacion el jefe político de Alava, como testigo y víctima de aquella sublevacion, es la mas exacta y precisa reseña que de aquellos lamentables sucesos podemos estampar en nuestras páginas.

D. Jacinto Manrique, autoridad superior política de Vitoria, en su citada comunicacion, esponia los siguientes detalles:

«La opinion del pais era, como tengo dicho á V. E. en varias comunicaciones desde el mes de junio acá, poco favorable al gobierno; si bien no era de temer que la tranquilidad pública se alterase si no se presentaba un poderoso estímulo esterior. El ejercer á medias el ramo de seguridad y proteccion daba facilidad á los que ejercian la otra mitad para abrigar á las personas que les acomodaba; y la escasez de medios que yo tengo me impedia vigilar cual se debe en una capital de tanto tránsito.

»Esto hizo que D. Manuel Montes de Oca pudiese introducirse sin conocimiento mio y permanecer varios dias, en los cuales formó los planes que convenian á su intento.

» Yo notaba en el general Piquero alguna novedad que me confirmaba las sospechas que sus viajes á los baños me habian infundido.

» D. Manuel Ciórraga hace tiempo estaba designado como enemigo del gobierno que le mantenia.

» La ausencia de este vicario eclesiástico sin mi consentimiento, y so pretesto de baños, su permanencia en Bayona; el paso de D. José Vicente Durana para esa corte, y su vuelta de esa corte para Francia á los cuatro dias; la presentacion en esta de D. N. Carriquiri y su conferencia con el Ciórraga; y en fin, otra porcion de circunstancias sobre las que he tenido demasiado tiempo de reflexionar en los dias de mi prision, todo me hacia temer lo que ha sucedido.

>>> Pronuncióse la tropa, fué halagado el pueblo con las proclamas del 4, en las cuales luego ví la ruina y la miseria de estos hombres, pues que, como V. E. ha podido observar, solo se habla de fueros, y la base de estos en estas provincias es el absolutismo en el resto de la nacion.

>>Esparciéronse armas con toda profusion: cuadruplicóse la fuerza de la Milicia nacional, de que era subinspector el general Piquero, y de que fué nombrado comandante, por evasion del anterior, Morales, el licenciado Andoain, auditor de guerra, fiscal de rentas y asesor de la intendencia militar (arsenal de donde han sacado los enemigos los empleados de su gobierno), dando á aquella el nombre del primer tercio, aumentándose dos mas, uno de la ciudad y otro de las aldeas: colocóse la artillería en las murallas; fué vendido el soldado por una peseta por plaza, y un grado mas desde sargento y una paga completa: hubo repique de campanas por noticias fingidas, fuegos artificiales, iluminaciones, etc.; pero á vuelta de esto el comercio quedó paralizado, las labores de los campos desiertas, los correos interceptados, algunos infelices sumidos en prision, y poco á poco iba cundiendo un disgusto estraordinario; la desconfianza en la veracidad de estos hombres se aumentaba por momentos; los temores de ser víctimas de su feróz despotismo se apoderaron de todos los corazones, y ya el ayuntamiento se atrevió á levantar su voz, y, en una muy sentida y enérgica, aunque corta comunicacion, á hacer presente el desagrado con que el pueblo miraba las prisiones, y los recelos que los hechos infundian en los vecinos honrados. A los tres dias le fué devuelta al alcalde por don Pedro de Egaña dicha comunicacion, con el simple dicho de que ningun ayuntamiento tiene derecho de oficiar al gobierno. «Principio establecido en la ominosa ley de ayuntamientos, cuya sancion derribó de la regencia á la augusta María Cristina. »

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