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Esta obra es propiedad de los editores Ortigosa y Tello.

HISTORIA POLITICO-ADMINISTRATIVA

DE

MENDIZABAL.

DEDICADA

AL PUEBLO LIBERAL ESPAÑOL,

Y ESCRITA

POR

D. ALFONSO GARCIA TEJERO.

TOMO II.

MADRID: 1858.

ESTABLECIMIENTO TIPOGRAFICO DE J. A. ORTIGOSA.
Corredera de San Pablo, núm. 22, bajo.

CAPITULO I.

Ley de ayuntamientos.- Revolucion de setiembre.-Abdicacion de la Reina gobernadora.-Regencia provisional.-Córtes de 1841.-Cuestion de regencia.-El duque de la Victoria.-Su gobierno.- Discursos de MENDIZABAL.

I.

EL partido reaccionario, deseoso de encadenar al pueblo, formuló una ley de ayuntamientos que rechazó enérgicamente la nacion.

Dispuestos los ánimos, la Milicia nacional de Madrid fué la que tomó la iniciativa en el alzamiento de 1.o de setiembre.

El caudillo del ejército, acariciado entonces por el aura popular mas lisonjera, contribuyó al éxito de la revolucion contra las tiránicas aspiraciones de la camarilla.

La Reina gobernadora, comprendiendo la trascendencia de aquel suceso, abdicó y fuese á tierra estranjera, tal vez con un pesar profundo de no haber gobernado mas liberalmente.

La alta mision que ejercia fué conferida al ilustre general Espartero, y de uno y otro grave suceso nos ocuparemos á continuacion, ajustados rigurosamente á la historia,

sin perjuicio de esponer algunas observaciones acerca de

sus actos.

Llegó á Madrid el 1.o de setiembre el nombramiento del nuevo ministerio, compuesto de los Sres. D. Modesto Cortazar, D. Fermin Arteta, D. Javier Azpiroz y D. Juan Antoine y Zayas, que con fecha 28 de agosto nombró la Reina en Valencia. Era volver las cosas á la misma situacion en que se hallaban antes de la separacion del ministerio Perez de Castro. La agitacion que produjo esta noticia en los ánimos fué tal, y tan pronunciado el descontento, que el ayuntamiento creyó de su deber reunirse en el instante para ocurrir á cuantos lances pudiese producir aquel conflicto. Sin duda participaban sus individuos, todos progresistas, de la misma irritacion que el público, mas no fué medida hostil, y sí de mera precaucion, la que adoptaron como por instinto para evitar la confusion y los desórdenes. El movimiento popular crecia, los milicianos nacionales corrieron á las armas. Hasta entonces no se habia dado ningun grito de insurreccion, de pronunciamiento. El jefe político salió á la calle, y su presencia, en vez de refrenar, inflamó de nuevo los ánimos de la muchedumbre. Algunos llegaron hasta á apoderarse de su persona, y este acto de violencia, que parecia cerrar el camino á toda conciliacion, fué como la señal de guerra abierta. El pronunciamiento se hizo entonces, y la voz fué unánime en las filas de la Milicia nacional y en todo el pueblo. Dos batallones de infantería, que al principio trataron de oponerse al movimiento, se dejaron arrastrar del impulso general y tomaron parte con los insurrectos. El capitan general trató de cumplir con su deber, saliendo á la calle con ánimo esforzado para reprimirlos; mas no tenia medios de accion contra las masas, animadas todas de un mismo sentimiento. Despues de trabajar en vano, esponiendo su persona, como cumplía á un valiente militar, tuvo que ceder al torrente,

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